⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
La consciencia despertó primero, y luego, gradualmente, también lo hizo la sensación en su cuerpo.
Lo siguiente que notó, después del pecho de Ceres frente a ella, fueron los gruesos brazos que la envolvían por la espalda y la cintura. Después de eso, sintió la suave textura de la ropa de cama en la mitad de su cuerpo.
Una vez que captó todas esas sensaciones, Diarin pudo comprender la situación.
Estaba acostada en la misma cama que Ceres, abrazada en su pecho.
¡¿Por qué?!
La única persona que podría darle una explicación estaba profundamente dormida.
Su coronilla se alzaba y descendía con el ritmo pausado de su respiración. El sonido tranquilo de su aliento se filtraba en el estrecho espacio entre los dos.
Diarin abandonó la idea de intentar escabullirse y relajó su cuerpo.
Si se movía ahora, Ceres sin duda despertaría. Y ella sabía bien que sufría de insomnio. No podía ser tan cruel como para despertarlo cuando, finalmente, estaba descansando.
Lentamente, alzó los ojos para observar su rostro dormido.
No había rastro del ‘perro loco’ o de la filosa y bien afilada hoja de espada que había visto durante el día.
Solo parecía un joven apuesto.
Independientemente de todo lo demás, sintió el deseo de proteger esa paz en su expresión.
Con cautela, Diarin levantó el brazo y abrazó a Ceres en respuesta.
—Mm…
Ceres emitió un sonido grave y su cuerpo se estremeció levemente.
Diarin se detuvo y observó su rostro con atención.
En lugar de despertar, él simplemente fortaleció el abrazo, atrayéndola aún más cerca. Su respiración se volvió más profunda y lenta.
—Duerma bien.
Diarin deslizó la palma de su mano suavemente por la ancha espalda de Ceres, liberando poco a poco su energía sagrada.
La energía se extendió por el cuerpo de Ceres y, a través del contacto, pareció regresar a Diarin.
Sus ojos, que antes estaban tan claros como el mediodía, comenzaron a nublarse.
Parpadeó varias veces con los párpados pesados antes de finalmente hundirse de nuevo en un profundo sueño, usando el brazo de Ceres como almohada.
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Cuando volvió a despertar, no era por la mañana, sino bien entrada la tarde.
Y, como si fuera lo más natural del mundo, Ceres seguía a su lado.
Solo que, esta vez, estaba despierto.
Su mirada fija sobre ella era tan intensa y directa que resultaba incómoda.
Tal vez fue la fuerza de esa mirada lo que la hizo despertar.
Sintiéndose nerviosa, Diarin se incorporó de golpe, con un ligero sudor frío en la frente.
—Eh… Parece que dormí demasiado.
—Sí, dormiste hasta tarde.
—Lo siento. Estaba muy cansada ayer.
—Te perdono.
—Pero… esto no parece mi habitación.
Lo que la oscuridad de la noche había ocultado ahora quedaba expuesto bajo la luz del día.
Las cortinas relucientes, el encaje meticulosamente tejido, las decoraciones de los doseles que parecían hechas de auténticas gemas, las colchas y el lecho más suaves que las plumas mismas, la alfombra que parecía estar hecha del pelaje más fino del mundo, los pilares tallados con la delicadeza de una obra de arte…
Incluso viéndolo acostada, incluso despertando desorientada, no había duda.
Este era el dormitorio del príncipe heredero.
—Mi dormitorio.
—Lo sabía… Pero, entonces, ¿por qué estaba yo durmiendo aquí?
—Te dejé dormir aquí.
—Por supuesto que lo hizo… ¿Pero por qué?
Aunque estuviera demasiado cansada y hubiera subido a la cama del príncipe heredero sin pensar, lo lógico sería que él la hubiera echado.
Sin embargo, cuando se despertó brevemente en la noche, los brazos que la envolvían mostraban claramente que él no tenía intención de hacerlo.
Seguirlo a todas partes, bueno, eso podía aceptarlo, porque era parte del trabajo.
Pero compartir la misma cama… eso ya era demasiado.
Incluso si ella era una sacerdotisa y, aunque nada hubiera sucedido, al final del día, ambos seguían siendo hombre y mujer.
—Tienes energía sagrada fluyendo en tu cuerpo.
—¿Perdón? Eso no puede ser.
Era la primera vez que escuchaba algo así.
Si hubiera tenido esa habilidad, el templo lo habría notado de inmediato y la habría convertido en un producto para vender.
El templo, que no perdía ninguna oportunidad de hacer negocio, no habría pasado por alto algo así.
¿Cómo era posible que Ceres, un completo ajeno al templo, lo notara antes que ellos?
—Es cierto. Incluso cuando no usas activamente tu energía sagrada, solo con estar cerca de ti, mi mente se calma.
—Eso suena más como un efecto psicológico.
—El problema de mi insomnio siempre ha sido psicológico. Si algo logra afectarlo de manera significativa, entonces es una habilidad, ¿no crees?
—No es mi habilidad… Es solo su estado mental, Su Alteza…
—Así como dicen que la belleza es un talento, el simple hecho de que tu presencia me tranquilice también es una habilidad.
Ceres se mantuvo firme en su teoría de que Diarin poseía una ‘habilidad especial’.
Ella no estaba en absoluto convencida, pero si la persona afectada decía que así era, no tenía mucho margen para discutir.
—Bueno… Si así lo siente, supongo que será cierto…
Diarin tuvo que rendirse.
Solo entonces, Ceres curvó los labios en una sonrisa satisfecha y tomó su mano.
—Mira esto. Solo con sostener tu mano, la sensación de la sábana contra mi piel ya no me molesta.
Diarin abrió la boca, sorprendida.
Así que era así de grave…
—¿Se siente mejor ahora?
—Mucho.
Ceres se dejó caer de lado en la cama, con una sonrisa aún más relajada en los labios.
—Ahora entiendo por qué la gente se queda en la cama sin querer moverse.
—Eso… Me alegra escucharlo.
Aunque su actitud había cambiado de la fría tensión de ayer a una postura relajada, Diarin seguía sintiéndose tensa.
No había peligro de que le cortaran la cabeza, y aun así, su cuerpo no podía dejar de ponerse rígido.
Ceres la miró con diversión, recostado sobre un brazo, sin soltar su muñeca.
—Anoche, me pasaste energía sagrada directamente al corazón, ¿cierto?
—Sí, porque no podía calmarse.
—Entonces, ¿si aumento el área de contacto, se transmitirá mejor la energía sagrada?
—No. Absolutamente no.
Era evidente con qué intención hacía esa pregunta.
Diarin frunció el ceño y negó con la cabeza.
Podía permitir que le tomara la muñeca. También podía colocarle una mano en el pecho. Era por razones médicas, después de todo. Que hubieran dormido juntos en la misma cama había sido un accidente.
Pero si se trataba de encontrar un método para tratar el insomnio, buscaría cualquier alternativa antes de compartir la cama con él.
Aumentar la superficie de contacto era otro asunto completamente diferente.
No solo porque no tenía nada que ver con la energía sagrada, sino porque, si lo permitía, cada vez sería más consciente de Ceres como hombre, y eso era peligroso.
El problema no era solo que Ceres la molestara con sus insinuaciones.
El problema era su propio autocontrol.
—¿Por qué estás tan segura?
Como era de esperarse, Ceres no se rendía fácilmente y seguía insistiendo.
—Es como tratar de endulzar algo con sal. Algunas cosas simplemente no funcionan.
—Eso depende de la persona.
—La que maneja la energía sagrada soy yo.
—Sí, pero el que la recibe soy yo. Así que lo importante es si yo siento el efecto o no.
Una vez más, la lógica de Diarin fue aplastada con naturalidad.
Habiendo logrado convencerla con su versión disfrazada de persuasión, Ceres entrecerró los ojos con satisfacción y abrió los brazos.
—Probemos.
—……
Diarin lo miró, atónita.
Ceres permaneció inmóvil, con la clara intención de esperar todo el tiempo que hiciera falta hasta que ella entrara en su abrazo.
Al final, Diarin no podía darse el lujo de cometer la descortesía de rechazar al príncipe heredero.
Soltó un suspiro tan profundo que pareció hundir el suelo y, con resignación, se dejó caer en su pecho.
—Parece que realmente funciona.
No podía ser.
Ni siquiera había usado su energía sagrada, pero Ceres ya estaba convencido de que le estaba haciendo efecto.
Diarin apoyó la mejilla en su firme y ancho pecho, tumbándose boca abajo, y dejó escapar otro largo suspiro.
A este paso, no iba a vivir lo suficiente para morir de vieja.
Si quería vivir la vida que los dioses le habían otorgado, lo mejor que podía hacer era asegurarse de que Ceres dejara de ser conocido como el —perro loco—.
No esperaba que se convirtiera en una persona completamente normal.
Pero si al menos lograba que dejara de ser un ‘perro loco’ y solo fuera un ‘perro’, podría retirarse en paz.
Diarin grabó ese objetivo en lo más profundo de su corazón.
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El plan de Diarin era darle la vuelta a la obsesión.
Las personas obsesivas, cuando sienten que alguien se obsesiona con ellas, tienden a abrumarse y alejarse.
Diarin asumió que Ceres no sería la excepción y basó su estrategia en esa suposición.
De todos modos, para su tratamiento, necesitaban estar lo más cerca posible.
—¡No puede ser!
Por eso, Diarin comenzó a seguirlo a todas partes, a cualquier hora y en cualquier situación.
Se metía en todos sus asuntos.
Lo abrazaba por la cintura, se colgaba de su brazo, se le aferraba con descaro.
Era insistente y persistente en su apego.
Y sí, el método funcionó.
Pero también trajo consigo un efecto secundario completamente inesperado.