⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Ceres estaba tan absorto que ni siquiera reaccionó a los llamados de Diarin.
Con la mirada perdida, dio un paso hacia el interior más profundo del bosque.
—¿A… a dónde vas?
Ceres no respondió. Solo seguía mirando al frente, ignorando todo lo demás.
¿Qué había allí?
Diarin dirigió su mirada hacia la misma dirección que Ceres, pero no vio más que un denso follaje y una oscuridad ominosa.
Esto no es normal…
Ni el estado de Ceres ni el ambiente del bosque.
Un escalofrío recorrió a Diarin. Sentía como si algo estuviera terriblemente mal, como si el peligro se pegara a su piel.
—Salgamos de aquí. Ceres, ¿de acuerdo?
Diarin intentó sujetar el brazo de Ceres, pero él no se detuvo; al contrario, empezó a moverse más rápido.
Diarin, atrapada por la fuerza descomunal de Ceres, fue arrastrada sin remedio.
—¡Ceres!
El pánico la invadió, y su voz salió en un grito.
Ya estaban demasiado dentro del bosque como para retroceder fácilmente.
En ese momento, justo cuando Diarin consideraba que tendría que hacer algo drástico para detenerlo, una melodía llegó a sus oídos.
Era una nana.
La carrera frenética de Ceres se detuvo de golpe.
Diarin también se detuvo, girando la cabeza hacia donde provenía la voz.
—¿Había alguien ahí?
¿Quién cantaría una nana en un bosque tan tétrico? El contraste era tan desconcertante que resultaba espeluznante.
El ambiente se tensó, como si todo el bosque se agitara ante aquella extraña presencia.
Diarin escudriñó el follaje, alto como ella, tratando de descubrir al dueño de la voz.
—Los pájaros duermen, los ciervos duermen, los conejos duermen también…
La canción continuaba.
—¡Ah!
En ese momento, Ceres soltó un largo suspiro, como si algo hubiera estado bloqueando su respiración.
Diarin, alarmada, giró hacia él.
—¡Ceres! ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?
El rostro de Ceres estaba pálido como la cera.
La inquietante atmósfera dejó de importarle a Diarin, quien se enfocó por completo en él.
Sin embargo, sus palabras no parecían llegarle.
—Ugh… Aaah…
Ceres, tambaleándose como si fuera a caer, dio otro paso hacia adelante. Aunque parecía a punto de colapsar, algo en su actitud indicaba que necesitaba desesperadamente llegar más allá del follaje.
Diarin, preocupada por su estado, se apresuró a sujetarlo por la cintura para apoyarlo.
No había manera de retroceder. Ya estaban demasiado adentro, y lo único que quedaba era avanzar.
Tras abrirse paso entre el follaje, finalmente se reveló el secreto que el bosque escondía.
—Esto es…
Ante ellos apareció un edificio que había permanecido oculto tras la maleza.
El tiempo había dejado su marca: musgo, enredaderas y polvo cubrían su superficie, dándole un aspecto envejecido. Sin embargo, su imponente tamaño y los intrincados detalles de su arquitectura seguían emanando una sensación de grandeza.
Diarin supo de inmediato qué lugar era.
—¡El Palacio del Primer Príncipe!
Era el lugar prohibido por el Emperador: el Palacio del Primer Príncipe.
El jardín se había convertido en un bosque, y el edificio en ruinas. No podía ser otro lugar.
Frente a las ruinas, sentada en una silla carcomida, había una anciana.
—Duérmete, príncipe mío, duermen las estrellas, duerme la luna, duerme el sol también…
La nana continuaba.
La anciana cantaba con los ojos cerrados, sosteniendo un bulto de paja como si fuera un bebé, incluso dándole pequeños golpecitos de vez en cuando, como si lo calmara.
Aunque su cabello estaba recogido con esmero y su peinado era limpio, la ropa que llevaba estaba tan gastada que parecía hecha jirones.
¿Quién es ella?
En el palacio, incluso los sirvientes más humildes llevaban ropa impecable. Los nobles que vivían allí mantenían un aspecto todavía más refinado.
Sin embargo, esta anciana se veía más desaliñada que cualquier vagabundo de la calle.
Aunque no sabía quién era, debía estar relacionada con el Primer Príncipe.
—Ceres… deberíamos irnos.
Diarin, con pasos inseguros, trató de retroceder, sujetando a Ceres del brazo.
Pero el estado de Ceres se deterioró rápidamente.
—Ugh…
—¡Ceres!
Un sonido como si estuviera tosiendo sangre salió de la boca de Ceres.
La anciana abrió los ojos de golpe, mirando a los dos intrusos.
—¡¿Quiénes son?!
Gritó con voz ronca. Pero no había tiempo para responder.
—¡Aaah! ¡Aaaah!
—¡Ceres!
Casi al mismo tiempo, Ceres se sujetó la cabeza y cayó de rodillas al suelo.
Diarin, aterrada, se arrodilló junto a él, tratando de verle el rostro.
Ceres se retorcía de dolor, girándose y golpeando el suelo.
Era exactamente como los ataques que había tenido al llegar al palacio.
¿Por qué ahora…?
—¡Ceres, soy yo! ¡Por favor, reacciona!
Como siempre, Diarin lo abrazó y trató de canalizar energía sagrada hacia él. Pero esta vez, no funcionó.
—¡Aaaah!
El dolor de Ceres se intensificaba cada vez más, y sus convulsiones se volvían más violentas.
Incluso sostenerlo resultaba abrumador.
Diarin reunió toda la energía sagrada que pudo y la canalizó hacia el cuerpo de Ceres. Por muy severo que fuese su estado, aquello debería bastar para calmarlo. Sin embargo, en ese momento, era como intentar llenar un desierto con un jarro de agua.
Necesito hacer algo más… ¡debo encontrar otra manera!
Cuando Ceres había enfermado al llegar al palacio por primera vez, Diarin había permanecido a su lado, infundiéndole energía sagrada continuamente. Sin embargo, eso solo había servido para aliviar los síntomas, no para curarlo.
Diarin miró hacia el camino que habían recorrido.
Estaban en lo más profundo del bosque.
¿Y si corría en busca de ayuda?
No podía predecir qué pasaría con Ceres mientras tanto. Además, dejarlo solo con aquella anciana que los observaba fijamente era una idea inquietante.
—¡Ack!
Ceres se retorció violentamente y tosió con fuerza.
De su boca salió un chorro de líquido rojo que se extendió por el suelo. Sangre.
La mente de Diarin quedó en blanco.
No había tiempo que perder. Tenía que actuar de inmediato, sin importar el método.
—Ceres, por favor, resiste un momento… solo un momento.
Con manos temblorosas, Diarin colocó a Ceres sobre su espalda, cuidando de no lastimarlo más. Aun así, Ceres volvió a vomitar sangre.
Mientras trabajaba apresuradamente, Diarin canalizó más energía sagrada y examinó detenidamente el estado interno de su cuerpo.
—Ah…
El daño interno era peor de lo que había imaginado.
Una energía desconocida estaba destrozando el interior de Ceres, causando un caos absoluto. Al seguir más a fondo el rastro de esa energía, notó que se dirigía hacia su cabeza.
—Recuerdos.
Un nudo se formó en su garganta.
Había aprendido recientemente sobre maldiciones relacionadas con los recuerdos. ¿Era esto una prueba del destino?
No podía distinguir si era una coincidencia cruel o una oportunidad afortunada. Pero lo que estaba claro era que algo relacionado con sus recuerdos estaba desencadenando esta tormenta interna, afectando a todo su cuerpo.
Aunque lograra estabilizarlo temporalmente, no mejoraría. Necesitaba otro enfoque.
Tomó una decisión rápidamente.
—¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdeme!
Diarin gritó hacia la anciana.
La mujer vaciló, pero finalmente se acercó.
—¡Deje esa paja y levántele las piernas!
—Mi príncipe…
—¡Príncipe ni que nada! ¡Eso no es un príncipe, es un montón de paja!
Diarin, desesperada, arrebató la paja que la anciana sostenía y la arrojó al suelo.
La paja, aplastada por el tiempo que había pasado entre los brazos de la anciana, cayó pesadamente al suelo.
Los ojos de la anciana se abrieron de par en par, pero el enfoque drástico de Diarin tuvo un efecto inesperado.
Ahora que estaba en el suelo, la paja parecía solo eso: un simple montón de paja.
—Ah… oh…
—¡Rápido! ¡Levántele las piernas!
—¿L-levantar las piernas?
La anciana, ya fuera por haber recuperado la cordura o por estar abrumada por la energía de Diarin, obedeció vacilante y tomó las piernas de Ceres.
—¡Sí, así! Ceres, aguanta un poco más.
Diarin agarró a Ceres por las axilas y comenzó a arrastrarlo hacia un edificio cercano.
La ayuda de la anciana no fue muy útil físicamente, pero terminó siendo útil de otra manera.
—Por… por aquí hay menos escalones…
Gracias a la guía de la anciana, Diarin logró meter a Ceres en el edificio sin incidentes.
Sin embargo, no tenía fuerzas para buscar una habitación donde dejarlo.
—Uf…
Diarin se enderezó y se limpió el sudor de la frente.
El Palacio del Primer Príncipe, visto desde dentro, era aún más grande y majestuoso que desde fuera.
El interior, a diferencia de su fachada cubierta de hiedra y polvo, estaba impecable.
—Esto servirá…
—A-ah, tome esto.
La anciana salió de una habitación con una manta.
Diarin la extendió sobre el suelo del vestíbulo y colocó cuidadosamente a Ceres sobre ella.
Ceres ya no sufría convulsiones, pero su cuerpo estaba completamente inerte, como si fuera un muñeco de trapo.
La visión de sus extremidades flácidas le heló la sangre, pero Diarin respiró hondo y se recompuso.
¡Si no hago esto bien, será el final!
No había nadie más que pudiera ayudar.
Solo ella podía salvar a Ceres.
Determinada, Diarin se arrodilló junto a la cabeza de Ceres, lista para actuar.
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