⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Oh, oh, salió!
Las personas del grupo de la mañana, que estaban a punto de llamar a la puerta, levantaron los brazos y sonrieron ampliamente.
¡No es momento para que sonrían tan alegremente!
—¡Ay, verlo salir corriendo de esta manera nos demuestra que ya está totalmente recuperado…!
—¡No muerdas!
¡Va a morder!
El desesperado grito de Diarin interrumpió sus entusiastas saludos, resonando como un eco.
—¿Que… va a morder?
Antes de que las personas pudieran entender la situación, Diarin ya estaba sujetando a Ceres por la cintura y arrastrándolo hacia atrás.
Ceres se dejó arrastrar dócilmente, pero no olvidó gruñir amenazadoramente hacia las personas.
Parte de su intención de morder era para demostrar algo a Diarin, pero también estaba enfadado porque lo habían interrumpido justo cuando estaba teniendo una conversación importante.
Si Diarin no lo hubiera detenido, realmente podría haber mordido a alguien.
—¡Un momento, por favor! ¡Está un poco enfermo todavía!
—Si tiene energía para salir corriendo a morder a alguien, no parece estar enfermo…
¡Bang!
Diarin cerró la puerta de golpe, sin siquiera terminar de escuchar lo que decían.
¡Este chico realmente podría morder a alguien!
Pero nadie parecía tomarlo en serio.
Con la respiración entrecortada por el esfuerzo de correr desde la habitación hasta la puerta principal, Diarin arrastró a Ceres a un rincón.
—T-tranquilízate… ¡huff! Tranquilízate.
La que necesita calmarse es Diarin…
Aun así, Ceres asintió como si comprendiera, manteniendo su rostro impasible.
Diarin, con el aliento todavía entrecortado, no percibió la tranquilidad en los ojos de Ceres. Simplemente le dio unas palmaditas en el pecho.
—Cálmate… huff… no puedes… no debes morder a nadie…
—Cuando lo dices así, me dan más ganas de morder.
—¡No! ¡No muerdas!
—Porque Diarin me lo pide, intentaré contenerme.
—Ah…
Diarin, agotada, se dejó caer contra el pecho de Ceres, con la cabeza inclinada.
En cuestión de segundos, había pasado del cielo al infierno. Su energía se había agotado por completo.
Incluso con los recuerdos del príncipe recuperados, no podía bajar la guardia.
Es cierto. Aunque haya recuperado la memoria, sus sentidos no han vuelto completamente a la normalidad.
Había asumido que, al recobrar la memoria, todo volvería automáticamente a su lugar.
—Por eso, Diarin, necesitas permanecer a mi lado.
—Está bien, está bien. Digo… está bien, alteza.
—No digas eso delante de la gente.
—…Oh, cierto.
Eso también lo había olvidado.
Hasta que encontraran una manera segura de revelar su verdadera identidad como el primer príncipe, Ceres tendría que seguir siendo el ‘perro rabioso’.
Y para que eso funcionara, Diarin tendría que seguir siendo su ‘mejor amiga’.
—Entonces… solo hasta que se pueda revelar tu identidad.
—También cuando estemos a solas.
Este era el palacio imperial. No podían bajar la guardia.
Si se acostumbraban a llamarlo príncipe en privado, existía el riesgo de que ese término se escapara involuntariamente frente a otros. Para evitarlo, era mejor seguir tratándolo como Ceres por el momento.
—…Entendido.
Diarin levantó la cabeza con determinación.
Ceres lo observó en silencio.
Aunque la mirada serena de Ceres le resultaba desconocida, seguía obedeciendo cada palabra y acción de Diarin como un perro bien entrenado.
Sí… sigue siendo mi cachorro.
Los cachorros también necesitan tiempo para prepararse. Cortar la relación de golpe, cuando aún no estaban listos física y emocionalmente, sería un abandono cruel.
Diarin, con renovado sentido del deber, volvió a comprometerse.
—…Después de esto, quiero que me pagues un buen extra.
—Eso dependerá de cómo lo hagas.
—¿Qué… qué?
Si fuera como antes, mi cachorro habría dicho: Haré todo lo que Diarin desee.
—Has cambiado…
Diarin tambaleó, conmocionada por la respuesta.
Aunque sabía que tendría que dejarlo ir algún día, no podía evitar desear que, mientras estuviera con él, siguiera siendo su cachorro exclusivo.
—Yo no he cambiado. Tú lo has hecho.
Ceres también expresó su traición con firmeza.
Diarin no tuvo respuesta. Era cierto que, desde que Ceres recuperó la memoria, su forma de hablar había cambiado primero. No tenía cómo defenderse ante esa acusación.
—Disculpe… ¿se encuentra todo bien?
Desde el otro lado de la puerta, las personas que esperaban preguntaron con cautela.
Habían supuesto que ya se habrían marchado, pero eran más persistentes de lo esperado.
Diarin se giró hacia la puerta, pensando en cómo justificar la situación y deshacerse de ellos.
Pero entonces, la voz detrás de la puerta añadió algo más:
—También ha llegado el tercer príncipe.
¿Tan temprano?
Diarin y Ceres intercambiaron miradas de asombro.
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—Escuché que pasó algo grave.
Charlotte miró a Ceres con preocupación.
Ceres evitó su mirada, contemplando un punto distante.
Diarin bajó los ojos, incómoda.
Algo grave sí había pasado.
Ceres había recuperado sus recuerdos, sus recuerdos como príncipe, e incluso había revertido el color de su cabello y ojos a su estado original.
Fue un evento digno de cambiar el curso de la historia, como un punto culminante en una novela.
Pero eso no era a lo que Charlotte se refería. Comparado con recuperar la memoria, aquello no parecía tan importante, por lo que no sabían cómo responder adecuadamente.
—Escuché que, tras visitar el templo, se perdió y terminó en el palacio del primer príncipe. Luego fue encontrado desmayado, escupiendo sangre. ¿Qué sucedió?
—Ah… bueno, recordé algo del pasado y, al parecer, el estrés se disparó.
Agradecía la preocupación, pero lo mejor sería que dejaran de prestarle atención.
Diarin sonrió mientras se excusaba con ligereza.
—Después de dormir bien, me desperté como nueva.
—¿De verdad? Bueno, parece que estás mejor.
En este momento, Ceres parecía más en forma que nunca. Charlotte, confiando en lo que veía, relajó los hombros que había levantado con preocupación.
—El día del baile se acerca, y creo que estaba algo nerviosa por eso.
Si había llegado corriendo tan temprano en la mañana, definitivamente significaba que estaba muy preocupada.
—Estamos dando lo mejor de nosotros.
—Oh, no estoy dudando de su esfuerzo. No pasa un solo día sin que escuche algo sobre Ceres. Con eso, creo que no habrá ningún problema en el baile.
Charlotte sonrió y ofreció un apoyo alentador.
Diarin, sin querer, lanzó una mirada de soslayo hacia Ceres.
Ahora el tercer príncipe también podía convertirse en un enemigo. Sin embargo, fue precisamente el tercer príncipe quien había rescatado a Ceres, miembro de la Octava División.
En medio de esta complicada relación, Diarin no sabía qué postura debía tomar.
¿Podrás manejarlo bien, Ceres?
Por mucho que hablaran los demás, si Ceres no hacía bien su parte, todo sería en vano.
Ceres no respondió a la pregunta de Charlotte y continuó jugando con Sebian. Estaban entretenidos con un simple juego en el que colocaban los dedos sobre los del otro, intentando vencer al contrincante.
—¡Ceres perdió!
—No he perdido.
Aunque parecía que Ceres iba a perder, en un abrir y cerrar de ojos, cambió la situación a su favor. Sebian, que había estado celebrando, dejó de reír y frunció las mejillas con disgusto.
—¡Ugh, uuugh!
Sin embargo, no era fácil vencer a Ceres.
Diarin observaba el juego entre ambos con una sensación extraña.
Por ahora, eran aliados en la lucha contra el segundo príncipe. Pero, a largo plazo, eran rivales por el trono.
Ceres debía ser consciente de ello, pero su actitud hacia Sebian no había cambiado en absoluto.
—¡Aaah! Perdí… Sniff…
Finalmente, Sebian perdió el juego.
Sebian se lanzó a los brazos de Ceres, rodando en su regazo.
—¡Juega otra vez conmigo, Ceres! O llévame en hombros.
—Más tarde.
—¡Nooo, ahora!
Sebian insistía como un niño pequeño, más que como un príncipe.
Diarin se preguntó si Ceres habría sido así de pequeño. De alguna manera, parecía que Ceres había nacido ya siendo solemne, diciendo ‘¡Waa!’ de manera digna. Aunque era una imaginación ridícula.
Ceres, incluso ante las demandas caprichosas de Sebian, no se inmutaba.
—Sebian, basta.
—Buuu…
Finalmente, Charlotte intervino.
Ante la palabra de su madre, Sebian dejó de insistir. Cabizbajo, regresó a su lugar y se sentó tranquilamente, mostrando claramente que estaba molesto.
Lamentablemente, no había nadie allí dispuesto a consentirlo.
Charlotte volvió a dirigir su atención a Ceres.
—Supongo que estaba emocionado de verte después de tanto tiempo.
—No parece un príncipe.
—¡Ack!
Diarin casi se atraganta al escuchar aquello.
Ceres tenía derecho a hacer ese tipo de comentarios, pero como miembro de la Octava División, no podía permitirse decir algo así. Además, no había forma de entender por qué lo mencionaba de repente.
Pero lo que fue aún más sorprendente fue la reacción de Charlotte.
¿Cuántos padres se reirían después de escuchar un comentario crítico sobre su hijo? Y más aún, siendo un príncipe en la lucha por el trono.
Sin embargo, Charlotte… se rió.
—¿De verdad?
Su reacción era completamente inusual.
Incluso Diarin perdió la sonrisa diplomática que había estado manteniendo con esfuerzo.
Esto es… opresivo.
Así era como se sentía cuando el aire se volvía pesado.
Respirar se volvió una tarea difícil.
Diarin juntó las manos con cuidado, mirando a su alrededor, alerta. Si la situación se complicaba, estaba lista para intervenir diciendo: ‘¡Mi Ceres aún está enfermo!’
—¿No intentas destronar al segundo príncipe para convertirte en el heredero al trono?
—Así es.
A la pregunta de Ceres, Charlotte respondió con calma.
Era algo que todos sabían. No era una pregunta novedosa.
Sin embargo, en este momento, Ceres no era solo el ‘perro loco’, sino el príncipe que había recuperado sus recuerdos.
Debía haber alguna razón detrás de esa pregunta.
En medio de esta feroz batalla política, no había nada que Diarin pudiera hacer.
No podía golpearle la espalda llamándolo ‘¡Idiota!’ ni seguirle el juego con un ‘Sí, alteza’. Era como ser un camarón atrapado en la lucha entre ballenas.
—Sebian no parece interesado en el trono.
—…Ah…
Charlotte parecía dubitativa, alargando su respuesta.
Ceres, con una mirada afilada como la de un depredador acechando a su presa, añadió:
—Tú tampoco pareces interesada en que Sebian acceda al trono.
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