⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Labios.
Beso.
Definitivamente esto era algún tipo de lavado de cerebro.
Era culpa de Ceres. Desde que no paraba de mencionar los besos, como ser humano era imposible no pensar en ello.
Esa sensación de no poder controlar sus propios pensamientos.
Esa mirada que no podía apartarse de sus labios.
Todo era culpa de Ceres.
—Diarin.
—¡Deja de hablar de eso!
Diarin empujó con fuerza el pecho de Ceres.
Había sido descubierta.
Ceres seguramente se había dado cuenta de hacia dónde iba su mirada, por eso había pronunciado su nombre con ese tono tan cautivador.
Ese cachorro descarado.
Antes, podía seducir a la gente sin darse cuenta, pero ahora lo hacía deliberadamente. Era astuto y malicioso.
Su corazón latía con fuerza.
Podía sentirlo, y estaba segura de que Ceres también lo escuchaba. Era frustrante no poder controlar esa reacción, como si estuviera cayendo en las trampas de ese maldito cachorro.
—Diarin, tu corazón late muy rápido.
—Es porque no estoy acostumbrada a hacer ejercicio después de tanto tiempo…
—¿Ejercicio?
Había un matiz de burla en su voz.
¿Qué era lo que estaba ridiculizando?
¿El hecho de que algo tan básico pudiera considerarse ejercicio? ¿O tal vez dudaba que realmente se debiera al ejercicio?
Cualquiera de las dos opciones solo hacía que Diarin sintiera más vergüenza.
—Creo que ya entendí cómo se baila… Así que podemos terminar con las lecciones por hoy.
Sintiéndose demasiado vulnerable para continuar, Diarin decidió dar la espalda a Ceres y alejarse por completo.
Si Ceres hubiera querido detenerla, no habría tenido problemas para hacerlo. Su agilidad le permitía atrapar a Diarin fácilmente. Pero, sorprendentemente, la dejó ir sin más.
Esa actitud tranquila era inusual en él.
El Ceres de antes habría insistido en atraparla, rogando o incluso llorando: ¡Diarin! ¿Me vas a abandonar?
—¿Por qué está tan callado…?
La curiosidad pudo más, y Diarin se giró para mirarlo.
Como era de esperar, Ceres estaba mirando su espalda.
—¿Por qué me miras así…?
Pero el problema no era que la estuviera mirando, sino cómo la miraba.
Esa no era la mirada familiar que siempre le dirigía. No. Esa mirada…
Aunque el color de sus ojos seguía siendo el mismo negro profundo, había algo diferente en su expresión.
A veces, Ceres tenía una mirada que parecía insondable, como si fuera un abismo. Ese mismo aire misterioso que había adquirido en el campo de batalla ahora se manifestaba de nuevo.
—Pareces un gato.
—¿Yo?
—Sí. Cuando intentas escapar, dan más ganas de atraparte… Y eso es adorable.
—Ado… ¿rable?
No solo su mirada era insondable, sino también sus palabras.
Diarin no podía entender cómo su espalda, al huir, podía recordarle a un gato. Simplemente no tenía sentido.
Pero lo que estaba claro era que el problema no era suyo, sino de Ceres.
Primero lo del gato, y luego… adorable. Eso ya era grave.
Toda su vida, Diarin había estado lejos de cualquier cosa que pudiera considerarse adorable. Para sus padres, siempre había sido una hija madura, y en el templo, una sacerdotisa solemne. Incluso ella misma se consideraba práctica y fuerte.
¿Y ahora alguien venía y la llamaba…?
Adorable.
—Voy a beber un poco de agua.
Diarin decidió no pensar más en eso.
Lo importante era apartar a Ceres de su vista para poder recuperar un poco de cordura.
Intentó salir rápidamente de la habitación.
—Aquí hay agua.
Ceres usó un método sencillo pero efectivo para detenerla: levantó una botella de agua y la agitó. El sonido del líquido moviéndose era inconfundible. Era agua fresca que las criadas habían dejado esa mañana.
—Prefiero agua fría.
—Entonces llamaré a una criada para que traiga agua fresca.
—No quiero esperar.
Si había decidido escapar, lo haría, sin importar qué tan débiles fueran sus excusas. Una vez fuera, no habría marcha atrás.
—¡No me sigas! ¡Espérame aquí!
Diarin salió corriendo del cuarto, dejando a Ceres atrás.
Diarin.
La voz grave de Ceres resonó en sus oídos.
Era una voz completamente masculina.
—¡Ahhh!
Diarin se tapó los oídos mientras corría por el pasillo, negando con la cabeza para intentar ahuyentar el eco de su voz.
Pero incluso con los oídos cubiertos, y aunque se alejaba más y más, podía sentir la presencia de Ceres siguiéndola.
Diarin.
Beso.
Adorable.
—¡Argh!
Finalmente, Diarin se detuvo, con una mano en el pecho, tratando de recuperar el aliento.
Sentía como si su corazón fuera a estallar.
—Solo… hace mucho tiempo que no corro.
Thump thump.
Era como si alguien estuviera golpeando dentro de su pecho.
Era Ceres. Todo era culpa de Ceres.
Por decir cosas de besos y demás…
Por mencionar cosas como besos y elevarle el mentón mientras la miraba con esos ojos profundos, ahora lo entendía. Esa mirada desconocida era la de un hombre.
Era verdad. Ella estaba viviendo y lidiando con un hombre.
Ceres era un hombre.
Aunque lo había visto, sentido y comprobado en varias ocasiones, siempre terminaba olvidándolo. Cada vez que veía su actitud de —perro loco—, dejaba de pensar en ello.
Pero ahora era imposible olvidarlo. Porque Ceres ya se había convertido en un hombre codiciado por cualquiera.
Estoy loca. ¿Cómo puede una sacerdotisa estar tan consciente de un hombre?
Diarin se golpeó la cabeza con ambas manos y se dejó caer al suelo.
Sin embargo, por más que intentara sacarlo de su mente, Ceres no desaparecía de sus pensamientos.
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Incluso después de beber agua en la cocina, Diarin no podía volver a su habitación. Caminaba de un lado a otro por los pasillos, inquieta.
Le preocupaba haber dejado a Ceres solo en la habitación, pero no se sentía capaz de enfrentarlo de nuevo en ese momento. Solo con imaginarlo, sentía que se desmoronaría.
—Ugh, ¿qué hago?
Seguramente Ceres ya sabía que ella estaba rondando por los pasillos. Sin embargo, no abrió la puerta ni salió a buscarla.
¿Por qué no se comportaba como siempre?
Si en este momento se comportara como un —perro loco— y se lanzara sobre ella, rogándole que se quedara, tal vez Diarin habría cedido y regresado.
—Tengo que ir. Debo regresar.
Diarin salió al jardín y respiró profundamente.
Pensar que Ceres podría escuchar su respiración mientras estaba en los pasillos la incomodaba. Al menos en el jardín, según él, los sonidos no se escuchaban tan claramente.
Había aprendido eso durante sus primeros días adaptándose al ruido del palacio imperial.
—Ceres, ese príncipe descarado y caprichoso…
Cuando estaba segura de que no podía ser escuchada, murmuró todas las quejas que no había podido expresar antes. Aún así, con algo de culpa, se escondió entre los arbustos del jardín y habló en voz baja.
—Esto debería ser suficiente.
—¿…?
En ese momento, escuchó una voz al otro lado de los arbustos.
Diarin contuvo el aliento y se quedó completamente quieta.
No era una conversación casual y alegre. Era un tono bajo, cauteloso, como si estuvieran asegurándose de no ser oídos. Instintivamente, Diarin decidió no revelarse.
—Podría haber alguien escuchando, así que hay que ser cuidadosos. ¿Por qué no enviaste un mensaje en lugar de venir?
¿Eh?
Esa voz le resultaba familiar. Era Roben.
—Es más seguro venir directamente que arriesgarse con intermediarios.
La voz del otro hombre le resultaba desconocida. Aunque tenía curiosidad, no se atrevió a mirar más allá de los arbustos.
Diarin, casi sin respirar, prestó atención a la conversación.
—Ya falta poco, ¿no? ¿Los preparativos están listos?
—…Sí.
—¿Por qué sigues dudando? Esto es lo correcto.
—Pero… No estoy seguro.
Parecía que deliberadamente evitaban hablar de ciertos detalles importantes. Por lo tanto, era difícil entender exactamente de qué hablaban.
Lo único claro era que el hombre estaba presionando a Roben, quien parecía lleno de dudas.
—Los principios no te llevarán a ningún lado en tu carrera.
—Lo sé.
—Confía en mí. Solo necesitas manejar bien la situación hasta ese día.
—…
—Vamos, Conde Tarik. Piensa en tu familia. El Segundo Príncipe no olvidará este favor.
—…Entendido.
¿El Segundo Príncipe?
Diarin estuvo a punto de gritar.
¿Roben está involucrado con el Segundo Príncipe?
Fuera lo que fuera, no era una buena noticia.
Roben era uno de los aliados más cercanos del Tercer Príncipe. El hecho de que estuviera en contacto con alguien del bando del Segundo Príncipe ya era preocupante.
La conversación terminó rápidamente.
Al parecer, el hombre había venido sólo para asegurarse de que Roben no cambiara de opinión.
Entonces eso significa que Roben aún no está completamente del lado del Segundo Príncipe…
Aunque su corazón parecía resistirse, sus acciones eran inciertas.
¿Sabría el Tercer Príncipe algo de esto? Y aun si lo supiera, ¿cambiaría algo?
Ceres ya se había convertido en el ‘caballero perfecto’. La fiesta estaba a la vuelta de la esquina.
Después de que Roben deambuló por el jardín un rato y se fue, Diarin salió de su escondite y regresó a su habitación.
—¡Diarin!
Tan pronto como abrió la puerta, Ceres corrió hacia ella con una expresión de alegría.
Por supuesto, había estado atento a sus movimientos desde el pasillo.
—¿Por qué tardaste tanto en volver solo por un poco de agua?
Ceres parecía quejarse, pero en realidad había notado que incluso había salido del edificio. Al observarlo, Diarin sintió emociones encontradas.
Hace un momento, él había desestabilizado su corazón con su actitud masculina, y ahora volvía a comportarse como un cachorro dependiente. Pero ya no podía permitirse dejarse llevar. Ahora tenía que ayudar a Ceres a consolidarse como un verdadero príncipe.
Un príncipe, un hombre, un cachorro.
Sin importar la forma en la que se le acercara, Ceres era abrumador. Pero Diarin sabía que tenía que soportarlo.
Aunque fuera pesado, no podía quedarse de brazos cruzados viendo cómo todo se derrumbaba.
—Ceres, creo que necesitamos idear nuestra propia estrategia.
Diarin se fortaleció mentalmente una vez más.
No había aliados absolutos. Las personas siempre ponían sus propios intereses por encima de la justicia o la moralidad.
Roben probablemente no era una excepción.
Si ese era el caso, ellos también necesitaban preparar una estrategia dura para sobrevivir.
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