⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Ceres no respondió de inmediato.
El Emperador, al parecer, no esperaba una respuesta seria. Hizo un gesto despreocupado con la mano mientras tomaba otro sorbo de té.
Ceres, que lo observaba en silencio, finalmente habló:
—¿Puedo vengarme de lo demás?
El destino de Grelind había sido puesto en manos de Ceres. Sin embargo, el Emperador no especificó hasta dónde podía llegar con el resto. No mencionó nada acerca de los méritos del segundo príncipe, manteniendo el mismo aire enigmático. Se limitó a generar una atmósfera ambigua, sin ofrecer respuestas claras, dejando que el interesado buscara sus propias conclusiones.
—Veamos… Los hermanos pueden pelear mientras crecen, ¿no? Ya no es mi edad para estar enseñándoles esas cosas.
La respuesta del Emperador fue tan ambigua como siempre.
Para Diarin, que escuchaba, era desesperante. Era una respuesta que abría demasiadas posibilidades.
¿Se supone que debemos resolverlo entre nosotros y que el ganador será el que considere mi hijo? ¿O quiere decir que ya no deberíamos pelear porque hemos pasado esa etapa?
El estilo de hablar en círculos, típico de las conversaciones diplomáticas en la corte, estaba desgastando los nervios de Diarin, quien sentía que el Emperador era el maestro absoluto de ese arte. Incluso podía imaginarse al Emperador sofocando a un súbdito no deseado con sus palabras enrevesadas.
—Entendido.
¡¿Entendido?!
Mientras Diarin seguía atormentándose sin entender nada, Ceres inclinó la cabeza y dejó de hacer más preguntas.
La peculiar conversación entre padre e hijo parecía desarrollarse en un mundo completamente distinto al de Diarin.
—Dejemos aquí este conmovedor reencuentro entre padre e hijo. El Palacio del Primer Príncipe necesitará tiempo para ser renovado, así que por ahora te asignaré una habitación en el Palacio del Emperador.
—Gracias.
El Emperador, como si ya hubiera dicho todo lo necesario, agitó los brazos para señalar que la audiencia había terminado. Fue una reunión sorprendentemente breve para ser un encuentro con un hijo que se creía muerto.
Incluso Charlotte, que parecía apreciar al tercer príncipe, lo observaba con indiferencia. Los padres de la familia imperial eran verdaderamente incomprensibles.
Cuando Ceres se levantó, varios sirvientes se movieron tras él. Diarin intentó esconderse entre ellos para salir, pero antes de dar un paso, sintió la mirada del Emperador sobre ella.
—Tú, allí.
¿Eh? ¿Yo?
No tuvo más remedio que detenerse al ver que el Emperador la señalaba directamente con un dedo.
El corazón de Diarin latía con fuerza. Pensó que podría pasar desapercibida, pero ahora estaba atrapada.
Incluso Ceres, quien había estado sereno hasta ahora, giró la cabeza con sorpresa.
—Así que eras tú, ¿verdad? La mujer que cambió de color de cabello antes.
—…
—También eras la que se acercó al tal Halt, ¿no?
Diarin no sabía qué responder y simplemente movió los ojos nerviosamente. Su boca estaba seca de la tensión.
Si solo se tratara de protegerse a sí misma, podría haber hablado sin problemas incluso frente al Emperador. Pero, considerando que cualquier palabra suya podría repercutir en Ceres, no podía hablar a la ligera.
—Sí, su Majestad Imperial.
Respondió con la mayor brevedad posible, deseando que el tema terminara allí. Sin embargo, el Emperador pareció encontrar interés en ella y sus ojos brillaron con curiosidad.
—Mmm… ¿Eres una hechicera? Por tu ropa no pareces sacerdotisa, aunque podrías estar disfrazada.
Los sirvientes también fijaron sus miradas en Diarin.
—Bueno, no importa. ¿Tuviste algo con ella?
Esta pregunta iba dirigida a Ceres. Era tan directa y vulgar que el rostro de Diarin se sonrojó instantáneamente.
Al mismo tiempo, temió que Ceres, incapaz de soportar el insulto, reaccionara violentamente. Sin embargo, Ceres aparentaba estar calmado.
—¿Es una pregunta importante?
—No, solo tengo curiosidad. No es nada crucial. Después de todo, no importa qué mujer elija un príncipe, mientras no traiga un hijo ilegítimo. Entonces, ¿sí o no?
Ceres, tras pensarlo un momento, sonrió ligeramente.
—Todavía no.
—…
¡Idiota!
Diarin estuvo a punto de golpearlo ella misma. Aunque la intención del Emperador pudiera haber sido burlona, ella sabía que Ceres hablaba en serio.
¡Tú, tú, tú…! ¡Maldito descarado! ¿Cómo puedes siquiera pensar eso?
Con el rostro ardiendo, miró a Ceres furiosamente, pero este, como si no entendiera, desvió la mirada.
—Así que simplemente la tienes a tu lado como ‘mujer’, ¿no?
—Me ha sido de gran ayuda.
—Claro, una mujer que sabe usar magia tiene muchos usos. Quizás en eso se parecen los hermanos.
El Emperador, dejando una frase enigmática, apartó la mirada de Diarin. Ella finalmente pudo respirar, aunque su mente comenzó a analizar rápidamente lo que acababa de escuchar.
La última frase del Emperador claramente no era casual. Parecía una pista intencional para que pensara más profundamente.
—¿Hermanos, eh?
Ceres también pareció captar algo y miró al Emperador como si pidiera una explicación.
Aunque el tema podía haber quedado cerrado, el Emperador parecía estar de buen humor.
—¿Dónde dijiste que te habías quedado en el Palacio Imperial?
—En el Palacio del Tercer Príncipe.
—Qué bien te escondiste. Aunque, claro, con ese color de cabello, ¿quién pensaría que eres de la familia real?
—…
—¿Has visto al Tercer Príncipe?
—Sí.
—¿Y no sentiste nada al verlo?
Algo como ‘así es la realeza’ o ‘qué desvergonzado para su edad’, tal vez.
Mientras Ceres y Diarin guardaban silencio, el Emperador se rió solo, divertido por su propio comentario. Nadie más se atrevió a reír con él.
—La próxima vez que lo veas, míralo bien. Será más interesante si lo observas junto a Endin.
—¿…?
El Emperador no reveló todo, pero claramente había lanzado una pista importante. Finalmente, emitió una orden tácita para que se retiraran. Los dos obedecieron y abandonaron el invernadero.
N/Nue: PERO SI YA LO DIJO TODO WE, AAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.
El emotivo reencuentro entre padre e hijo terminó dejando un aire frío lleno de preguntas.
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—Pueden usar esta habitación.
Un sirviente les ofreció una única habitación, como si fuera lo más natural del mundo.
Desde el momento en que se encontraron con el Emperador, Diarin había perdido incluso la voluntad de pedir otra habitación.
Bueno… Si el Emperador dice que soy una mujer, entonces lo soy. Supongo que solo queda aceptarlo…
Entre todas las humillaciones que tendría que soportar mientras protegía a Ceres, aquella no era tan difícil de aguantar.
—Si necesitan algo, no duden en llamar. Además, Su Majestad los ha invitado al desayuno de mañana.
—Entendido.
—La dama también está incluida.
—¿Yo también?
El sirviente asintió con la cabeza y salió rápidamente de la habitación.
Al igual que las doncellas del Palacio del Tercer Príncipe, parecía que los sirvientes aquí también adoptaban una actitud fría hacia los que no tenían nada que ofrecer.
—… Ahhh…
Tan pronto como el sirviente desapareció, Diarin colapsó en el sofá como si hubiera perdido toda su energía.
Ceres se acercó y envolvió los hombros de Diarin con un brazo.
—Has hecho un buen trabajo, Diarin.
—……
¿No debería ser al revés?
Pero no tenía fuerzas para discutir. Sentir el calor reconfortante de Ceres y su presencia sólida realmente era un alivio, como abrazar a un gran perro peludo y enterrar el rostro en su pelaje.
Diarin abrazó la ancha espalda de Ceres.
—Tú también lo hiciste bien, Ceres.
Aunque el día aún no había terminado, ya habían pasado por tantas cosas que solo podían decirse ‘buen trabajo’.
Lo más agotador era saber que esta tormenta no era el final, sino el comienzo.
—… ¿Qué hacemos ahora?
¿Cómo y hacia dónde podemos escapar de esta tormenta?
En realidad, ellos mismos eran quienes la estaban provocando, por lo que la idea de escapar no tenía sentido.
—Ya encontraremos la manera.
Diarin le dio una palmada en la espalda a Ceres y se separó de él.
Ceres, sin embargo, hizo un leve gesto de protesta, como queriendo permanecer un poco más cerca.
—Te necesito, Diarin.
—Ya basta. No soy tu ‘mujer’, Ceres.
—Eso es…
—¿Eso es qué?
Diarin lo miró fijamente con los brazos cruzados, desafiándolo a dar una explicación.
—Bueno… No eres un hombre, así que…
—……
¿Esa es su excusa?
La mirada de Diarin se volvió aún más fría.
Ceres, que había mostrado una actitud confiada incluso ante el Emperador, ahora parecía encogerse, como si supiera que había cometido un error.
—Pero si algún día nos casamos…
—No lo haremos.
—¿Por qué estás tan segura, Diarin?
Diarin estuvo a punto de reprenderlo, como de costumbre, pero se detuvo.
La expresión inocente y casi lastimera de Ceres era claramente una táctica. Ella había visto cuán firme y directo podía ser frente al Emperador. Era indignante.
Al mismo tiempo, se dio cuenta de que simplemente rechazarlo no funcionaría.
—El Emperador te advirtió, ¿recuerdas? Que tengas cuidado con las mujeres. Ahora eres un príncipe, Ceres. Deberías elegir cuidadosamente a tu princesa, entre las mejores opciones posibles.
La madre de Ceres había sido un matrimonio político, y como Primer Príncipe, él no sería una excepción a esa regla.
El matrimonio era la forma más eficaz de crear alianzas fuertes.
—No usaré el matrimonio para ganar poder.
—Entonces, ¿qué harás?
—Hay muchas maneras. Y si no las hay, las encontraré.
Ahora que era el Primer Príncipe, sus palabras tenían más peso que cuando era simplemente un ‘cachorro’. Sin embargo, a Diarin le seguía pareciendo un capricho tierno.
—Está bien, pero mi corazón seguirá siendo el más cercano a los dioses. ¿Qué harás con eso?
No importaba cuánto insistiera Ceres, si ella lo rechazaba, eso era el final.
Ni siquiera un príncipe puede mover mi corazón.
La mirada de Ceres se volvió repentinamente decidida.
—Siendo el Primer Príncipe, incluso podría pelear contra los dioses.
—Jajaja, ¿de qué estás hablando…? … ¿Qué?
Diarin se rió, recordando una conversación anterior en la que él preguntó si los dioses sabían luchar. Pero ahora parecía que estaba tomando en serio la idea de enfrentarse a ellos.
Los dioses eran entidades invisibles, pero sus voluntades se expresaban a través de los templos.
En este mundo, los templos eran el equivalente tangible de los dioses.
Eran un grupo de poder con el que sí se podía pelear.
—… No es en serio, ¿verdad?
—……
Ceres no respondió, solo mostró una leve sonrisa enigmática.
—… ¿¡No es en serio, verdad!?
Ceres nunca dio una respuesta.
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