⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡El templo no, el templo nunca!
—¿Por qué no?
—¡Nunca ha habido un caso en la historia en el que alguien haya tocado el templo y haya salido ileso!
Históricamente, el templo y la política siempre han estado entrelazados.
Hubo intentos de marginar al templo para monopolizar el poder, pero cada uno de ellos terminó con la caída del gobernante.
El templo no solo era un grupo de sacerdotes, sino también el núcleo del apoyo popular.
Después de repetirse este patrón una y otra vez a lo largo de la historia, ningún gobernante osó tocar el templo.
Que Ceres sugiriera algo así en su afán de conquistar el corazón de Diarin era demasiado peligroso. Sobre todo porque Ceres no solo hablaba en serio, sino que tenía el poder y la posición para hacerlo realidad.
—¡Ni lo pienses! ¡Ni siquiera lo sueñes!
—Mmm…
—¡No se lucha contra los dioses, idiota!
—Si no puedo luchar contra los dioses, entonces…
Diarin se lo tomó tan en serio que incluso saltó de su lugar, por lo que Ceres no insistió más en su idea.
—Bueno, dime. Al menos déjame prepararme mentalmente.
—Debo esforzarme para ganarme tu corazón.
—…¿Qué?
Era una propuesta tan razonable que Diarin dudó de sus propios oídos.
¿De verdad esto salió de la cabeza de nuestro Ceres?
—Si no te desagrada que lo intente…
—…¿Qué?
Además, ni siquiera estaba forzándola a aceptar.
Había aprendido a manejar a Ceres cuando actuaba como un loco arremetiendo sin pensar, pero este acercamiento calmado la desarmó por completo.
—¿Te molesta que intente ganarme tu corazón?
—Ah, no… es decir…
—¿Te desagrada?
—No… no es eso, pero…
Era la primera vez que sudaba tanto como si estuviera frente al Emperador.
Diarin evitó mirarlo directamente y comenzó a torcer el borde de su vestido con los dedos.
—Bueno, aunque no pienso corresponderte… me siento mal dejando que hagas algo en vano.
—No necesitas sentirte culpable.
—Aun así…
—Para mí, solo el esfuerzo de intentarlo ya es una alegría.
Corriendo mentalmente, se dio cuenta de que había vuelto a quedar atrapada en un callejón sin salida.
Últimamente, Ceres la acorralaba con frecuencia, y cuando se daba cuenta, ya no tenía escapatoria.
Diarin no pudo decir ni ‘haz lo que quieras’ ni ‘detente’, así que simplemente bajó la cabeza.
Ya no podía usar la excusa de que Ceres podría encontrar a una mujer mejor, porque sabía que el amor verdadero no estaba permitido para un príncipe.
Sin embargo, yo no puedo ser esa persona.
Diarin sabía que, sin su título de sacerdotisa, no sería más que una persona sin nada.
Aunque Ceres le ofreciera todo, no quería convertirse en alguien sin lugar en el mundo ni ser rechazada por la sociedad.
Su respuesta no cambiaría.
No quería darle falsas esperanzas sobre un futuro que no existía.
Pero si él decía que el momento presente era suficiente para hacerlo feliz, ¿cómo podría negárselo?
Con sentimientos encontrados, Diarin se sentía cada vez más intranquila.
—Por ahora… deberíamos preocuparnos primero por sobrevivir. Ya luego veremos.
No era momento para hablar de amor. Su situación era una batalla por la vida.
El Emperador había reconocido a Ceres como el Primer Príncipe, pero no había eliminado al Segundo Príncipe. En cualquier momento podría surgir una conspiración para asesinarlo.
—…¿Eh?
Pero pensándolo bien, ¿era tan diferente de cómo vivía antes?
Ceres siempre había lidiado con intentos de asesinato.
Quizá en su infancia estaba indefenso, pero ahora era el guerrero más fuerte, capaz de ver los ataques como un mosquito molesto en la noche.
—¿No morirá, verdad…?
Diarin murmuró mientras lo miraba, perdida en sus pensamientos.
La fortaleza física era una ventaja mucho más útil de lo que había imaginado.
Las personas que asistieron al baile esa noche seguramente también lo notaron.
Aunque su influencia seguía siendo menor en comparación con el Segundo Príncipe, no pasaría mucho tiempo antes de que superara ese apoyo, y si eso ocurría, el Tercer Príncipe podría quedar relegado rápidamente.
Pensar en el Tercer Príncipe le recordó las palabras enigmáticas del Emperador.
—¿Qué habrá querido decir con eso del Tercer Príncipe?
Por más que lo reflexionaba, no encontraba conexiones claras.
Era evidente que había algo relacionado con el Segundo Príncipe, pero…
El Emperador no era alguien que hablara en vano. Si lo mencionó, debió de haber una intención clara detrás.
—¿Qué crees tú que quiso decir?
—Mmm…
—Tercer Príncipe, Segundo Príncipe Endin, sacerdotisa, mujer.
Aunque lo dijera en voz alta, las palabras seguían sin encajar.
Ceres también lo pensó largo rato, pero no pudo dar con una respuesta.
—Por lo que dijo, parece que el Segundo Príncipe tuvo algún problema con una sacerdotisa en el pasado.
—Sí.
—Entonces, si ponemos juntos al Segundo y al Tercer Príncipe…
Diarin se detuvo en seco mientras reflexionaba en voz alta.
No podía creer lo que había llegado a imaginar. Su mente se resistía a completar esa idea.
Sin embargo, había algo que Diarin sabía y los demás no: el poder sagrado de Charlotte.
Si Charlotte no fuera simplemente alguien con poderes sagrados, sino una auténtica sacerdotisa…
Ese pensamiento repentino hizo que su mente comenzara a atar cabos frenéticamente.
Si era así, las palabras del Emperador encajaban perfectamente.
Pero era una suposición tan peligrosa que le daba miedo siquiera decirla en voz alta.
—Creo que lo sé.
—¿Qué es?
Ceres desconocía que Charlotte tenía poder sagrado, por lo que seguía perdido en sus pensamientos.
Finalmente, Diarin tuvo que explicarle la situación.
Eran palabras peligrosas, que podrían interpretarse como una blasfemia hacia la familia imperial.
Diarin dudó varias veces antes de hablar, moviendo los labios sin emitir sonido y eligiendo cuidadosamente sus palabras. Con miedo de que alguien pudiera escucharla, habló finalmente en un susurro.
—El Tercer Príncipe…
—¿Sí?
—Creo que es… hijo del Segundo Príncipe.
—¡….!
Solo entonces Ceres pareció conectar los hechos que ya conocía, encajando las piezas en su mente.
Las palabras del Emperador contenían ya la respuesta.
Si era una sacerdotisa, habría tenido la oportunidad de encontrarse con un príncipe. Una joven sacerdotisa de belleza destacada podría captar fácilmente la atención de un príncipe, y de ahí podrían haber sucedido cosas.
Un niño nacido de esa unión tendría el símbolo de la familia imperial.
Ya tendría derecho a ingresar al palacio. ¿Cómo habría reaccionado el Segundo Príncipe? ¿Qué había ocurrido entre tanto para que el Emperador tomara al Tercer Príncipe como propio?
Era un secreto que solo los involucrados podrían conocer.
—Tal vez no sea cierto. De ser así, ¿qué padre compite contra su propio hijo por el trono? No tendría sentido.
Aunque las palabras del Emperador tenían coherencia, las acciones de los demás no se explicaban tan fácilmente.
Si el Tercer Príncipe era hijo del Segundo Príncipe, ¿por qué este negaba a su propio hijo? ¿Por qué el Emperador lo aceptó como suyo? ¿Y por qué estaban luchando padre e hijo por la sucesión?
—Hay padres que ven a sus hijos como rivales.
Entonces, Ceres, que estaba perdido en sus pensamientos, soltó de repente esas palabras.
La figura del Emperador cruzó fugazmente la mente de Diarin.
La mirada del Emperador hacia Ceres no era la de un padre que encuentra a un hijo perdido, sino la de un jugador que recupera una pieza olvidada en su estrategia.
El Emperador parecía estar fomentando el enfrentamiento entre Ceres y el Segundo Príncipe.
En ese momento, Ceres tenía menos ventaja, por lo que el Emperador parecía querer equilibrar el juego dándole algo de apoyo.
Diarin frunció el ceño.
No importaba qué hicieran, sentían que estaban actuando según los designios de alguien más. Pero el problema era que no había otro camino que seguir.
Por el momento, la prioridad era consolidar la posición de Ceres enfrentando al Segundo Príncipe.
Si eso sucedía, el Tercer Príncipe podría quedar fuera del juego.
¿Habrá abandonado Su Majestad al Tercer Príncipe?
Para confirmar eso, necesitaban resolver el enigma que el Emperador les había dejado.
El silencio cayó entre los dos, una pesada quietud causada por un problema sin solución clara.
Entonces, un golpe en la puerta rompió el silencio.
—¿Quién será?
Ambos se miraron el uno al otro.
Era todavía la hora en que la fiesta estaba en pleno apogeo.
¿Sería alguien adelantándose para intentar ganar favores? ¿O un asesino que había llegado apresuradamente?
Fuera lo que fuera, no había necesidad de temerlo de antemano.
Ceres, sin responder, abrió la puerta de golpe.
—¡Ah!
La persona que estaba detrás de la puerta dio un salto por el susto de la repentina acción.
—¿Eh?
Diarin abrió los ojos sorprendida al reconocer a quien estaba frente a ellos.
La persona que había llamado a la puerta era Charlotte, quien había llegado sola, sin siquiera una doncella que la acompañara.
¿Acaso sabía que estaban hablando de ella y había decidido aparecer?
—Lo siento por venir a esta hora tan tarde. Pero es un asunto urgente, así que me atreví a venir pese a mi falta de cortesía.
Charlotte parecía pálida y visiblemente nerviosa.
Diarin miró rápidamente a su alrededor, asegurándose de que no hubiera nadie más ni ojos curiosos observando.
El pasillo estaba vacío, probablemente porque todos estaban ocupados con la fiesta.
—Pase, por favor.
Sin importar cuáles fueran las intenciones de Charlotte, seguía siendo alguien que había ayudado a Ceres.
Si desde el principio Charlotte no hubiera ideado el plan para la rehabilitación de los miembros de la octava unidad, Ceres probablemente ya estaría muerto.
Aunque ahora, como Primer Príncipe, Ceres tenía que enfrentarse al Tercer Príncipe por el trono, escuchar lo que ella tenía que decir no costaba nada.
Charlotte eligió sentarse en el lugar más humilde del sofá.
Ver a alguien que antes tomaba naturalmente los asientos principales ahora encogerse en el rincón más modesto incomodaba a quienes la rodeaban.
Diarin se sentó al lado de Ceres, incapaz de mirar directamente a Charlotte, concentrándose en la mesa frente a ella.
—Apenas acabamos de regresar a la habitación, así que no hemos preparado té ni nada para ofrecerle.
—¡Oh, no! No he venido buscando hospitalidad. Con solo haberme dejado entrar ya estoy agradecida.
Charlotte respondió con una reverencia exagerada a las palabras educadas de Diarin.
—¿Qué asunto te trae aquí?
Ceres intervino oportunamente, aliviando la incomodidad de Diarin y permitiendo que fueran directo al grano.
Aunque ya había entrado nerviosa, Charlotte pareció ponerse aún más tensa, tragando saliva antes de hablar.
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