⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Charlotte entrelazó firmemente las manos y, como si hubiera tomado una decisión, abrió la boca para hablar.
No había tiempo para explicar los detalles con calma.
Al igual que Ceres, quien había preguntado directamente, Charlotte fue al grano desde el principio.
—¡De verdad no sabía la verdadera identidad de Su Alteza el Primer Príncipe! ¡No intentaba tramar nada!
—Lo sé.
Cualquiera habría creído en su inocencia.
Si el Primer Príncipe, completamente indefenso, hubiera caído en manos de alguien en medio de una lucha por el trono contra el Segundo Príncipe, no habría salido vivo.
—Pero incluso si lo hubiera sabido, jamás me habría atrevido a hacerle daño a Su Alteza.
—¿Por qué?
—Porque no es mi intención que Sebian ascienda al trono.
—¿Entonces?
—Solo quiero ver la caída del Segundo Príncipe.
Era un punto que Ceres ya había señalado antes.
Charlotte no había negado, ni siquiera entonces, que no buscaba el trono, sino que quería destruir al Segundo Príncipe.
En aquel momento, no había profundizado en sus motivos, pero ahora era el momento de preguntar.
—¿Por qué?
Ceres volvió a cuestionarla.
Charlotte inhaló profundamente, llenando sus pulmones de aire.
Había llegado el momento de contar ‘esa’ historia que había pospuesto durante tanto tiempo.
—El Segundo Príncipe… Yo…
Charlotte, titubeando mientras elegía sus palabras, finalmente levantó la cabeza con determinación.
Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. Pero al mencionar al ‘Segundo Príncipe’, su mirada destilaba un rencor profundo, arraigado en su alma.
—Les estoy contando esta historia porque tengo algo que pedirles a ambos.
—Habla.
Ceres no mostró ninguna reacción ante las lágrimas de Charlotte.
Su actitud tranquila pareció devolverle la compostura a Charlotte, quien enderezó su postura y controló sus emociones.
Lo que estaba a punto de revelar era una historia tan importante que podía costarle la vida a ella y a Sebian. No podía permitirse hablar desde la emoción, como si solo estuviera desahogándose.
Con una mirada clara y determinada, Charlotte empezó su relato nuevamente.
Era difícil explicarlo todo desde el principio, así que comenzó con lo más importante.
—Sebian no es hijo de Su Majestad el Emperador.
Tan pronto como pronunció esas palabras, sintió que su corazón se desplomaba.
Ya estaba dicho. Había revelado el mayor secreto de la familia imperial, algo que nadie fuera de la familia conocía.
Ya no había vuelta atrás.
Lo que sucediera a partir de ahora dependía de Ceres.
Charlotte lo miró, ansiosa, mientras sus manos pálidas temblaban por los nervios.
—Ajá.
—¿Eh? ¿Cómo?
La respuesta de Ceres fue sorprendentemente sencilla.
¿Esto era posible?
No mostraba sorpresa ni indignación, ni la acusaba de insultar a la familia imperial. Charlotte no sabía cómo interpretar su reacción y parpadeó, aturdida.
Ceres se encogió de hombros con indiferencia.
—Si Sebian no es hijo del Emperador, será hijo del Segundo Príncipe. No es mi hijo, después de todo.
—¿No está sorprendido?
—No.
—…
El desconcierto de Charlotte se tradujo en un prolongado silencio.
Ceres permanecía tranquilo. No estaba fingiendo indiferencia; realmente parecía no estar sorprendido.
—¿Cómo…?
—Su Majestad el Emperador más o menos me lo dio a entender.
—Ah…
Finalmente, Charlotte entendió la situación.
Así que el Emperador estaba decidido a respaldar a Ceres. Había sido una decisión acertada venir directamente a buscarlo.
—¿Por qué el hijo del Segundo Príncipe se convirtió en el Tercer Príncipe reconocido por Su Majestad el Emperador?
Diarin interrumpió, señalando las lagunas en la historia de Charlotte.
Si Sebian era hijo del Segundo Príncipe, lo lógico habría sido que ambos colaboraran. Además, ¿por qué Charlotte odiaba tanto al hombre con quien había tenido un hijo? No se podía entender sin conocer lo que había sucedido en medio.
Charlotte volvió a apretar las manos con fuerza.
Ahora iba a revelar algo que no solo era un secreto de la familia imperial, sino también un episodio humillante de su vida.
—El Segundo Príncipe…
Solo pensar en él hizo que cerrara los ojos con fuerza, respirando profundamente.
Las antiguas heridas que había tratado de reprimir le dolían como si estuvieran siendo abiertas de nuevo.
Sin embargo, después de calmar su mente, Charlotte abrió los ojos con decisión. Ahora podía contar su historia con serenidad.
—Primero, debo contarles que yo también fui una sacerdotisa.
—Lo sabemos. También sabemos que tienes poder sagrado.
—¿Eh…? ¿Cómo…?
La solemnidad de Charlotte se desmoronó ligeramente.
Tanto Ceres como Diarin parecían haberlo sabido desde el principio, como si su confesión no fuera una gran sorpresa.
—La última vez, cuando tomé tu mano.
Charlotte recordó su visita a la mansión, cuando había estrechado la mano de Diarin. En ese momento, ella no había percibido el poder sagrado de Diarin.
—¿Entonces sentiste mi poder sagrado?
—Sí, es bastante fuerte. Por eso pensé, ‘Oh, vaya’.
—Ah… Entonces…
El poder sagrado puede ser detectado por alguien con una fuerza superior, pero no al revés.
El significado era claro: Diarin poseía un poder sagrado mucho mayor que el de Charlotte.
—La sacerdotisa Diarin debe tener un poder sagrado extraordinario.
Charlotte miró a Diarin con ojos llenos de admiración.
Diarin, que nunca había presumido de su habilidad, se sintió algo incómoda al recibir ese elogio. Siempre había considerado su poder como algo que debía ocultar, pero ahora descubría que podía ser motivo de admiración para otros.
—Bueno, en realidad… No estoy muy segura de cuán fuerte es mi poder.
—¿Por qué no? ¿Los sacerdotes con poder sagrado no suelen compararse entre sí?
—Porque no quería que me explotaran usando mi poder sagrado, así que lo oculté.
—¿Eh?
Charlotte abrió los ojos como platos, completamente incapaz de entender.
—Piénsalo. Si no tienes una familia poderosa que te respalde, solo te usan como una herramienta, como si fueras un animal.
—Pero si tenías un poder sagrado más fuerte que el mío, no creo que eso te hubiera pasado…
—¿De verdad?
Charlotte asintió con seriedad. No había razón para mentir en este tipo de asuntos.
—Yo también era una sacerdotisa común que apenas había despertado mi poder sagrado, pero justo después de regresar del frente, ya estaba destinada a convertirme en sacerdotisa principal.
—¿Puedo preguntar cuánto tiempo llevabas en el templo antes de ser enviada al frente?
—Llevaba un año.
—…
Un año.
¿Era eso posible?
Diarin había vivido creyendo que las promociones no eran tan simples, incluso para alguien con poder sagrado. Pero ahora todo en lo que había creído se desmoronaba.
El mundo parecía vacío y absurdo.
—Oh, claro, aunque las circunstancias del templo en la capital son diferentes. Si hubieras querido más promociones, podrían haberte enviado a un templo provincial para que subieras de rango.
—…
Vivir viendo solo un mundo demasiado puro puede hacerte fácil de explotar, pero crecer viendo solo lo más oscuro también te deja incapaz de confiar en nadie y cuidar lo que necesitas. Diarin era un claro ejemplo de esto último.
—Como el poder sagrado no puede medirse de manera objetiva, a menudo ocurren situaciones así. Necesitas que otros lo vean y lo confirmen, pero a veces aquellos famosos por tener un gran poder resultan no tener nada especial.
—Si lo hubiera sabido, podría haber dicho: ‘¡Soy uno de los siete hijos de los dioses!’, aunque fuera mentira.
—Bueno, viendo cómo eres, probablemente te lo habrían creído.
Charlotte trataba de consolar a Diarin, quien se sentía profundamente desilusionada.
El hecho de que estuviera consolando a Diarin sobre sus frustraciones mientras su propia vida estaba en peligro mostraba que, en el fondo, Charlotte era una persona bondadosa.
¿Qué clase de suceso había llevado a alguien tan bueno a desear la muerte del Segundo Príncipe?
La atención de Diarin volvió a centrarse en Charlotte.
—Pero si ibas a ser sacerdotisa principal, ¿por qué te enviaron al frente?
—Bueno… Mi templo estaba cerca del frente, y tenían que enviar a muchas personas. Entonces, el sacerdote principal decidió que sería mejor enviar a alguien con un gran poder sagrado, así que me enviaron sola.
—Oh, Dios…
Incluso si las promociones eran más fáciles, el uso excesivo del poder sagrado seguía siendo inevitable.
Efectivamente, el poder sagrado no era algo que debiera exhibirse a menos que fueras lo suficientemente fuerte como para dominar el mundo, como si fueras uno de los ‘siete hijos de los dioses’.
—Al principio, mis tareas eran iguales a las de los otros sacerdotes: tratar a los heridos y ayudar a aliviar la fatiga.
—Entiendo.
—Pero el día que Su Alteza el Segundo Príncipe llegó al frente, pidió un sacerdote con poder sagrado porque estaba cansado. Como sabes, normalmente los miembros de la realeza son atendidos por sacerdotes con un estatus social alto, pero en el campo de batalla no había nadie así. Yo, siendo la de mayor poder sagrado, fui llamada.
El proceso de llegar a un final conocido puede ser tedioso, pero si ese final es aterrador, a menudo deseas que el proceso se alargue lo más posible.
Cada palabra que Charlotte decía era como un trozo de vidrio ensangrentado, afilado y doloroso.
Diarin, sin darse cuenta, contuvo la respiración mientras escuchaba, tensa.
—Y entonces, allí…
Charlotte, que había estado hablando con calma, se detuvo.
Solo recordar ese día debía ser insoportable.
El aire en la habitación se volvió denso, cargado del peso de la empatía que los presentes podían ofrecer.
Con respiraciones entrecortadas y débiles, Charlotte continuó, aunque de manera inestable.
—No pude evitarlo. Mientras Su Alteza el Segundo Príncipe estuvo en el frente, fui su sacerdotisa asignada. Y cada noche… sucedía lo mismo. Después de que él se fue, fue mucho tiempo después cuando me di cuenta de que estaba embarazada.
Una sacerdotisa, destinada a nunca casarse, quedó embarazada. Ese solo hecho era suficiente para despojarla de su posición.
Dado su estatus, lo más probable era que no tuviera familia para protegerla después de perder su lugar como sacerdotisa, ya que incluso llegar al frente había sido una prueba de su vulnerabilidad.
En un mundo donde ser exiliada del templo ya era motivo de desprecio, una sacerdotisa embarazada era alguien condenado a ser marginado por la sociedad. Incluso su propia familia habría podido expulsarla para protegerse.
—De alguna manera di a luz, pero… las marcas de la familia imperial eran demasiado evidentes. Intenté contactar al Segundo Príncipe varias veces.
—¿Te respondió?
—Una vez. Pero en lugar de una carta, envió a un asesino.
Diarin, olvidándose completamente de su papel como sacerdotisa, dejó escapar un torrente de maldiciones que definitivamente no debía pronunciar.
Comments for chapter "122"
MANGA DISCUSSION