⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
No era un lugar hermosamente cuidado como las demás instalaciones del palacio imperial. Más bien, tenía una grandeza que recordaba a una obra de la naturaleza escondida en lo profundo del bosque.
Eso lo hacía aún más sorprendente.
Entre las estructuras antiguas y medio derrumbadas, las raíces de los árboles se habían extendido formando un techo improvisado. En el suelo, flores blancas se esparcían como una alfombra.
Diarin avanzaba con cuidado, pisando ligeramente las flores.
—¿Podemos entrar? —preguntó con cierta inquietud, mientras seguía el movimiento de Ceres, quien la guiaba hacia el interior del edificio.
Aunque seguía sus pasos, Diarin no podía evitar sentirse preocupada por entrar a un lugar tan desconocido.
Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su pregunta era absurda. ¿Qué lugar del palacio podría estar prohibido para el primer príncipe?
Diarin sonrió para sí misma y siguió caminando.
—Por aquí —indicó Ceres.
Él intentaba guiarla por un camino más transitable entre las ruinas, pero pronto comprendió que era una tarea difícil. De niño, su pequeño tamaño le permitía moverse con facilidad por todos lados. Ahora, aunque era fuerte y no tenía problemas para desplazarse por las ruinas, el recorrido resultaba complicado para Diarin.
—Mejor te cargo —propuso Ceres al observar el difícil camino frente a ellos.
Diarin miró el sendero que tenían por delante y accedió sin dudarlo.
Había salido pensando que sería un paseo ligero y, por eso, llevaba sandalias. Si continuaba caminando así, acabaría cubierta de suciedad y necesitaría otro baño.
Ceres formó un asiento con uno de sus brazos y levantó a Diarin para que se sentara. Aunque el transporte era estable, ella se aferró con fuerza al cuello de Ceres por precaución.
El destino no estaba lejos.
Cuando llegaron a un lugar con el techo derrumbado, Ceres ajustó ligeramente su posición tras mirar hacia arriba y, finalmente, se dejó caer sobre un montón de piedras. En lugar de dejar a Diarin sentada sobre las frías y duras rocas, la acomodó sobre sus rodillas.
El regazo de Ceres era mucho más cómodo que las piedras, así que Diarin decidió quedarse allí.
—Si te sientas aquí y miras la luna, parece que tiene forma de conejo —dijo Ceres con entusiasmo, señalando al cielo.
Diarin soltó una breve risa y alzó la vista hacia donde él apuntaba. ¿Una luna con forma de conejo? Qué lindo…
—¿Eh…?
…Era verdad.
El espacio abierto en el techo tenía exactamente la forma de un conejo. Y las sombras de la luna añadían aún más detalles, haciéndolo increíblemente realista.
—¡Wow, es cierto! ¡Es un conejo! ¡Un conejo de verdad!
Hasta hace un momento, Diarin había estado pensando en lo infantil que era Ceres, pero ahora estaba emocionada, repitiendo una y otra vez: ¡Es un conejo!
No importaba desde qué ángulo lo mirara; la forma del conejo seguía ahí.
Estaba tan absorta mirando la luna que tardó un buen rato en notar el silencio de Ceres.
¿Por qué no dices nada…?
Cuando finalmente miró a Ceres, su corazón dio un vuelco, y su voz se apagó.
Ceres no estaba mirando la luna. Estaba mirándola a ella.
Sus ojos, que reflejaban el azul helado de la luna, eran deslumbrantes. El brillo místico de esos ojos, que incluso reflejaban la luz lunar en tonos iridiscentes, atrapó por completo a Diarin.
Era una vista más impresionante y enigmática que la luna con forma de conejo.
Tan hipnotizante que no podía apartar la mirada, como si estuviera siendo envuelta y atada por esa intensidad.
—…Eres linda —dijo Ceres tras mirarla fijamente durante un largo rato.
—¿Qué…? —balbuceó ella.
—Diarin es linda —repitió, manteniendo el contacto visual.
Diarin parpadeó, incapaz de comprender de inmediato lo que había dicho. Pero cuando finalmente lo entendió, el calor se extendió desde sus mejillas hasta cubrir todo su rostro.
—¿De qué estás hablando? —logró decir con dificultad.
—Estaba mirando la luna y pensando que era linda… pero tú eres aún más linda.
—…
—No puedo dejar de mirarte, Diarin. Ni siquiera veo la luna. Solo a ti.
Diarin estaba ahora completamente roja.
Ni siquiera podía decirle que dejara de mirarla. Sentía que su garganta estaba cerrada, como si todo su ser estuviera sofocado.
Al no poder hablar, mordió sus labios ligeramente.
La mirada de Ceres descendió hacia esos labios.
—…Hermosa —murmuró mientras pasaba su pulgar suavemente sobre ellos.
Diarin, sobresaltada, dio un pequeño brinco, alejándose de su toque. Pero el calor que los envolvía no desapareció; seguía uniéndolos como un hilo invisible.
Ese calor la atrapaba como si fuera una telaraña.
No podía respirar.
Aunque la distancia entre ellos no cambió, la presencia de Ceres parecía hacerse más abrumadora.
Cuando finalmente su visión se llenó por completo con él, Diarin cerró los ojos con fuerza.
—Diarin, ¿por qué no me miras? —preguntó Ceres.
—…T-Tengo sueño… —murmuró, inventando una excusa débil.
—Entonces duerme.
—M-mejor vuelvo y duermo en mi cama.
—Si te quedas dormida, te llevaré.
Una vez más, Diarin no pudo encontrar una forma de escapar. Cerró los ojos y fingió dormirse rápidamente, viendo eso como su única salida.
Por suerte, Ceres no mencionó nada sobre los latidos frenéticos de su corazón, que seguramente podía oír.
En cambio, se inclinó y le susurró con dulzura:
—Duerme bien.
Luego, dejó un suave beso en su mejilla.
—¡…!
El toque de sus labios fue tan cálido y delicado que Diarin estuvo a punto de saltar en su lugar.
Sin duda, Ceres debió sentir su pequeño sobresalto. Pero, como si ambos hubieran acordado fingir que nada había pasado, cerraron los ojos en silencio.
Quizás incluso la luna, con forma de conejo, había decidido desviar su luz y fingir no haber visto nada.
—Mmhh…
Diarin, fingiendo que estaba medio dormida, se movió ligeramente para apartar su cuerpo del contacto con el de Ceres.
El lugar donde su piel había tocado la de Ceres estaba tan caliente que no podía quedarse quieta. Si seguía así, sentía que todo su cuerpo terminaría ardiendo como si estuviera envuelto en llamas.
Sin embargo, tampoco tenía el valor de abrir los ojos.
Si los abría…
No será nada, ¿verdad?
Simplemente se encontraría con la mirada de Ceres.
Pero había una sensación extraña, como si algo diferente estuviera a punto de cambiarlo todo.
El problema no era Ceres.
Sentía que algo dentro de ella, en lo más profundo de su corazón, podría tambalearse.
Y no quería averiguar qué era. Solo necesitaba mantener los ojos cerrados.
Ceres, tan tranquilo como la luz de la luna, simplemente la mantenía entre sus brazos.
Por más cálido que fuera el fuego, mientras no se acercara más, solo era hermoso.
Bajo esa cálida serenidad que no iba más allá, Diarin, sin darse cuenta, cayó lentamente en un profundo sueño.
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—¡….!
Diarin abrió los ojos de golpe.
Tan pronto como lo hizo, los rayos del sol matutino se colaron entre sus pestañas, pinchándole como si fueran agujas.
—Ugh…
Frunció el ceño lo más que pudo y cerró los ojos de nuevo.
Aunque estaba despierta, todavía se sentía sumida en el sueño.
¿Olvidé cerrar la ventana anoche?
Había dormido tan profundamente que su mente aún estaba confusa, atrapada entre el sueño y la vigilia.
A medida que iba despertando, sintió el frío del aire sobre sus hombros.
Mmm, la manta…
Intentó buscar la manta, moviendo los brazos lentamente, pero no la encontró.
¿Hmm?
Además, la parte inferior de su cuerpo estaba inusualmente cálida. ¿Cómo podía ser que su cama estuviera tan tibia a esa hora de la mañana? Incluso en pleno invierno, al usar una bolsa de agua caliente, esta ya estaría fría por la mañana. Ni siquiera el calor de su propio cuerpo podría haber mantenido la cama tan cálida.
El canto de los pájaros anunciando el amanecer sonaba particularmente cercano.
¿Entraron por la ventana abierta?
¿Cómo fue que dormí anoche…?
—¡…!
Al recordar lo que ocurrió antes de quedarse dormida, se dio cuenta de que no recordaba haber regresado a su habitación.
Diarin abrió los ojos completamente.
Esta vez, su visión era más nítida.
Lo que vio fue una ruina iluminada por los rayos del sol de la mañana.
Hojas verdes cubiertas de rocío, un cielo azul brillante… y unos brazos fuertes envolviendo su cuerpo.
¿Brazos?
—¿Ya despertaste?
—¡Ah!
Diarin se sobresaltó y se levantó de un salto.
En ese instante, se dio cuenta de que el suelo que había tocado para apoyarse era el pecho de Ceres. Y con eso, su brillante mañana se vino abajo.
—¡¿Por qué seguimos así hasta la mañana?!
Había usado el cuerpo de Ceres como si fuera una cama y había dormido profundamente toda la noche.
Era un misterio cómo el cuerpo de una persona podía ser más cálido y cómodo que una cama, pero lo cierto era que había dormido increíblemente bien.
El hecho de que ni siquiera el rocío de la madrugada la hubiera despertado era prueba suficiente.
Sin embargo, no podía imaginar que Ceres hubiera pasado la noche sin problemas después de haberla sostenido todo el tiempo.
Diarin intentó apresuradamente levantarse del cuerpo de Ceres.
—¡Ack!
Pero Ceres no la soltó. En su lugar, la apretó más entre sus brazos.
Diarin se retorció, con el rostro aplastado contra el pecho de Ceres.
—¡Espera un momento! ¡No estoy tratando de escapar, estaba preocupada por ti! ¿No sientes entumecimiento? ¿Estás bien? ¿Tu espalda no te duele?
—Estoy bien.
Diarin no podía creerle.
Quería asegurarse de que realmente estaba bien, así que levantó la cabeza para mirarlo. Sin embargo, el rostro de Ceres, iluminado por la luz del sol, estaba radiante, como si estuviera lleno de vitalidad.
—¿Por qué tienes tan buen aspecto?
—Dormí bien.
—¿…Dormiste?
Diarin no podía creer que Ceres realmente hubiera dormido en medio de las ruinas, acostado sobre un montón de piedras, y además sosteniéndola a ella.
Pero ese rostro brillante de Ceres era prueba de que había descansado profundamente.
—Porque te tenía entre mis brazos.
—Ni siquiera usé mis poderes sagrados…
—Aun así, tenerte entre mis brazos me da tranquilidad.
Ceres, claramente sin intención de soltarla, la abrazó con más fuerza.
Si estar entre sus brazos lo hacía sentirse tranquilo, no podía rechazarlo bruscamente. Diarin suspiró profundamente y dejó de resistirse.
Era imposible negar que también sentía calor y consuelo al estar así con Ceres.
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