⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Poco después, Charlotte y Sebian también hicieron su entrada.
Ambos fueron ubicados en el asiento más alejado. Sin embargo, ninguno parecía tener queja al respecto. Era evidente que las posiciones ya estaban definidas de antemano, indicando que se había alcanzado algún tipo de acuerdo.
El Emperador observó fijamente a Charlotte y Diarin.
Era el momento del juicio.
—Bien, está permitido llevar consigo a una persona.
Aunque Charlotte no tenía ningún título, se justificaba su presencia bajo el pretexto de cuidar al tercer príncipe. Esta declaración también legitimaba la presencia de Diarin en la reunión.
Diarin dejó escapar un suspiro de alivio mientras relajaba los hombros.
No esperaba que el Emperador cediera primero.
—Dijiste que te salvó la vida, ¿cierto?
—Así es. Me ha salvado en varias ocasiones.
—Hmm…
Cada vez que el Emperador emitía ese hmm, Diarin sentía que su corazón se partía en pedazos. Era una sensación similar a la que experimentaba cuando el sumo sacerdote le sonreía con benevolencia, pero escondía intenciones ocultas.
Parecía que algo bueno estaba por venir, pero también transmitía la sensación de que se ocultaba un propósito oscuro.
—¿Ya se le ha otorgado una recompensa adecuada a quien protegió una vida tan valiosa de la familia imperial?
—Todavía no tengo nada para ofrecerle. No he podido darle nada.
—Si el hijo no tiene nada, el padre debe compensarlo. Veamos… ¿es una noble?
El padre de Diarin era un Barón solo de nombre, sin tierras ni recursos, y la herencia del título terminaba con su generación. Mencionar a una familia tan insignificante aquí no aportaría nada bueno.
Diarin negó con la cabeza.
—No, no tengo título, ni familia, ni nada.
—Vaya, y aun así has crecido bien por tu cuenta. Alguien inteligente siempre encuentra su lugar en el mundo.
Recibir un cumplido del Emperador, que el día anterior ni siquiera la había considerado una persona, resultaba extraño. Diarin respondió inclinando profundamente la cabeza en lugar de hablar.
—La gratitud de la familia imperial no puede ser pequeña. Si vas a trabajar duro junto a mi hijo, necesitarás un título acorde. Te concedo las tierras de Arianth y el rango de Vizcondesa.
—¡…!
La recompensa era más que excesiva.
Diarin levantó la cabeza rápidamente, sorprendida, con los ojos muy abiertos.
El Emperador, con una sonrisa, la miraba. Endin, a su lado, también sonreía mientras la felicitaba.
Era una sensación escalofriante, como si un invierno gélido se hubiera instalado repentinamente.
Esto no es una recompensa.
Otorgarle a Diarin un título tan desproporcionado y mantenerla cerca de Ceres no era solo un gesto para fortalecer la posición de este.
Era una trampa.
En ese breve lapso, el Emperador había identificado a Diarin como una potencial debilidad para Ceres.
Y Endin había llegado a la misma conclusión.
La recompensa no era más que una correa. Una que se colocaba en el cuello de Ceres, tal como Endin ya tenía la suya.
El Emperador quería que sus perros de pelea continuaran obedeciendo sus órdenes, ladrando y mordiéndose mutuamente mientras él lo decidiera.
—Gracias, Su Majestad.
En este momento, no podía decir nada más.
Diarin sonrió con la misma brillantez que cuando estaba en el templo, inclinando la cabeza.
Era una mañana espléndida, llena de sonrisas.
—Bien, ahora, que todos comiencen a comer.
El Emperador ignoró por completo la presencia de Sebian, como si no existiera, y comenzó la comida.
Sobre la mesa había jugo, pan y frutas, adecuados para un desayuno ligero.
No se trataba de un banquete formal con platos de carne; cada uno tomaba lo suyo del plato común.
Diarin, como asistente de Ceres, quiso encargarse de servirle, pero él fue más rápido.
—Diarin.
Ceres actuó como de costumbre.
Cuando comían juntos, siempre probaba primero los alimentos antes de ofrecérselos a ella, como medida de precaución contra venenos. Diarin ya estaba acostumbrada a esta dinámica y lo aceptaba como algo normal.
Sin embargo, no esperaba que Ceres hiciera lo mismo delante del Emperador.
En una comida compartida como está, intentar envenenar a alguien era improbable. Pero Ceres no parecía preocuparse por esas posibilidades; simplemente seguía escogiendo la comida para Diarin como si nada.
—Ah… está bien… —respondió Diarin con torpeza mientras tomaba su porción.
Sin embargo, todos los movimientos que hacía eran observados.
Nadie criticó directamente el comportamiento de Ceres, pero las miradas persistentes dejaban claro que no era algo común.
Aunque comía, Diarin no sentía el sabor de la comida. La presión de las miradas era tan intensa que parecía estar masticando con mil agujas en la lengua.
Ceres, por su parte, continuaba llenando el plato de Diarin, probando siempre un bocado antes de pasárselo.
Aunque la intención era verificar que no hubiera veneno, desde el punto de vista de los demás, parecía otra cosa.
Esta era una situación en la que nunca había prestado atención, pero ahora resaltaba de manera incómoda ante todos.
—Ceres, creo que ya es suficiente…
Diarin estaba a punto de detenerlo, pero tuvo un cambio de perspectiva repentino.
En lugar de parecer retraída o incómoda, tal vez sería mejor permitir que los demás la percibieran como una figura peligrosa, alguien que sería mejor no molestar.
Después de todo, vivir como una presencia discreta e inadvertida ya no era una opción para ella.
Con el reconocimiento del Emperador como la aliada más cercana de Ceres y el título que le habían otorgado, su destino como blanco visible estaba sellado.
¿Morir una vez no es suficiente?
Si algo le sucedía a Ceres, ella también moriría.
El papel de Diarin no era esconderse detrás de Ceres y ser protegida, sino pararse al frente con valentía, inflar el pecho y protegerlo, como un verdadero aliado leal.
—¡Oh, está delicioso! —exclamó Diarin con un tono más elevado.
Las miradas se concentraron en ella por un instante, pero Diarin sonrió como si nada mientras seguía masticando con naturalidad. A pesar de ello, no podía sentir el sabor de la comida. Sin embargo, movía la mandíbula con entusiasmo, como si estuviera degustando el manjar más exquisito del mundo.
—Será porque estoy comiendo con Su Majestad el Emperador, pero esta es la mejor comida que he probado en el palacio. Ceres, ¿es esto lo que solías comer todos los días?
—Antes no comía.
—¿Cómo es eso? ¡Eras un príncipe!
—No había muchas oportunidades de comer junto al Emperador.
Ceres mostró que también había aprendido a leer el ambiente. Percibió la dirección hacia la que Diarin estaba llevando la conversación y le dio la respuesta que ella quería.
—¿En serio? Espero que eso cambie en el futuro.
Aunque no podía dirigirse directamente al Emperador, Diarin sabía que podía murmurar lo suficiente como para que él la escuchara.
Esto podría resultar en un problema si molestaba al Emperador, pero Diarin, cuya audacia había superado los límites, no parecía preocuparse.
—Sí, deberíamos organizar reuniones familiares como esta más a menudo.
El Emperador respondió al evidente comentario de Diarin.
Su cálculo había sido correcto.
Ceres había sido seleccionado como una pieza para contrarrestar al segundo príncipe. Por ahora, al ser el recién llegado y tener menos influencia, el Emperador continuaría apoyándolo.
—Estoy de acuerdo, Su Majestad. Es muy agradable ver a toda la familia reunida así.
En ese momento, la Emperatriz Pelian, quien había estado en silencio hasta entonces, habló por primera vez.
Durante la fiesta de la noche anterior y el desayuno de esa mañana, había mantenido una presencia discreta, con apenas una tenue sonrisa. Pero ahora rompió el silencio.
Pelian era hija de la prestigiosa familia Ducal de Juren, conocida incluso entre los plebeyos. Aunque poseía un poder considerable, el hecho de que estuviera forzada a decir algo en contra de su voluntad era evidente.
No importaba cuán poderosa fuera una persona; el poder del Emperador siempre prevalecía.
Eso significa que incluso la Emperatriz no puede actuar en mi contra por ahora, ¿cierto?
Aquella mujer era la madre biológica de Endin y la responsable de la muerte de la anterior Emperatriz Olivia, madre de Ceres, empujándolo a su trágico destino.
Aunque el segundo príncipe tenía un carácter despiadado, era demasiado joven para ser el cerebro detrás de tales acciones. Sin duda, había sido obra de Pelian.
Ambos, Pelian y el segundo príncipe, trataban la vida humana con ligereza. Sin embargo, mientras el Emperador respaldara a Ceres, sería difícil que algo le ocurriera a Diarin.
Diarin sabía que no podía dejar pasar esta oportunidad.
—Ay, parece que he invadido esta reunión familiar sin darme cuenta. Discúlpenme. Pero el tiempo que uno pasa en el campo de batalla puede ser más intenso y especial que cualquier otro, llegando a ser incluso más cercano que con la familia. Les pido que me perdonen solo esta vez.
Pelian dirigió su mirada hacia Diarin.
—Es un alivio saber que nuestro príncipe Cerendias tiene a su lado a un amigo tan confiable. Un amigo que llena los vacíos que la familia no pudo. Como madre, estoy agradecida por ello.
Las palabras eran cálidas, pero su mirada estaba llena de frialdad.
El Emperador, observando esta conversación, esbozó una ligera sonrisa.
Por dentro, todos ansiaban destruirse mutuamente, pero frente al Emperador, fingían sonrisas y camaradería. Esto debía de ser un espectáculo entretenido para él.
Diarin no se dejó intimidar y devolvió una amplia sonrisa a Pelian.
—Oh, gracias por decirlo. Me siento honrada. Pero ya que está agradecida, ¿podría esperar algún regalo?
—¿Un… regalo?
La expresión de Pelian se endureció, sorprendida.
La Emperatriz había expresado su gratitud, lo cual normalmente sería suficiente para que cualquiera se sintiera honrado. Pero Diarin no se detuvo allí.
—Claro, siempre es bueno expresar los sentimientos con acciones, ¿no?
Diarin incluso le guiñó un ojo a Pelian con un gesto coqueto, como si estuviera hablando con la madre de su mejor amiga.
Era el tipo de expresión que uno usaría al decir: Mamá, ¿me darías otro pedazo de pastel?
Pelian quedó completamente paralizada por la sorpresa.
—…Parece que tienes algo en mente.
—¡Oh, no es nada demasiado ambicioso! Pero Su Majestad el Emperador ya me ha recompensado por cuidar bien de su hijo, otorgándome un título y tierras…
Pelian había mencionado la palabra ‘familia’, y ahora Diarin no iba a dejar que la Emperatriz simplemente se lavara las manos.
Diarin, audaz como siempre, intentó aprovecharse del dinero de la Emperatriz.
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