⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Pelian quedó tan desconcertada que se quedó inmóvil.
En toda su vida, nunca había conocido a alguien que se comportara de forma tan descarada con ella. Era tan inverosímil que parecía un sueño, o más bien una pesadilla.
Pelian tenía por costumbre no intervenir directamente en los asuntos. Sin importar lo que tramara tras bambalinas, siempre mantenía una apariencia dócil y sumisa. Eso era lo que le gustaba al Emperador.
La Familia Ducal de Juren, de donde provenía Pelian, era una de las más influyentes del reino de Raklion, sólo detrás del Emperador. Sin embargo, por poderosa que fuera, estaba bajo el control del trono. Por eso, aunque en secreto cometiera las atrocidades más horrendas, frente al Emperador debía fingir pureza y obediencia.
¿Y quién se cree que es esa mujer?
Nunca antes había visto a alguien actuar de forma tan descarada frente al Emperador.
Cualquiera que quisiera evitar ser expulsado del palacio sabía que jamás debía comportarse así. Pero Diarin lo hacía.
Lo más increíble era que el Emperador no solo no estaba enfadado, sino que sonreía ligeramente, como si le resultara entretenido.
El carácter de Su Majestad no puede haber cambiado tan de repente.
El Emperador era un hombre que calculaba cada uno de sus movimientos. Incluso al elegir a las mujeres que lo rodeaban, lo hacía con cuidado.
Cuando la anterior Emperatriz, Olivia, entró en el palacio, había elevado a Pelian al rango de concubina principal para evitar que la Casa Sorven consolidara poder dentro de la familia imperial.
Por tanto, si ahora estaba permitiendo que Diarin se comportara de esa forma, debía de haberlo previsto también.
Así que volvemos al primer príncipe.
Había creído que si lograba convertir a Endin en un príncipe tan perfecto que ni el Emperador pudiera rechazarlo, obtendría la certeza de que sería nombrado heredero al trono.
Pero justo cuando estaban por lograrlo, el primer príncipe regresó, y encima, con alguien como Diarin a su lado.
El hecho de que el Emperador pareciera disfrutar de esa situación hacía que Pelian quisiera gritar.
Lo que más la frustraba era que Diarin era tan impredecible como el propio Emperador. ¿De dónde había sacado el primer príncipe a una persona así y por qué la consideraba su amiga cercana?
—Ahora que Ceres ha recuperado su lugar como príncipe, seguro que tendrá ingresos de alguna parte, pero no será lo mismo que recibir la mesada de sus padres, ¿verdad? Yo crecí sin conocer el amor de mis padres, así que espero que al menos Ceres pueda experimentar el calor de una verdadera familia.
Diarin no sabía cuándo detenerse.
Cantar solo un verso y detenerse era cosa de aficionados. Si quería ser un verdadero loco, debía seguir cantando hasta que la echaran.
Con una audacia que no conocía límites, Diarin continuó diciendo lo que se le ocurría.
—Un regalo cálido y lleno de amor paterno. Por supuesto, si le dan algo a Ceres para recompensarlo por todo lo que ha pasado, también me sentiré agradecida como su amiga. Pero antes que eso, si me dan a mí mi parte, se los agradeceré aún más. Jeje.
Aunque los presentes fueran cercanos al Emperador, tenían ojos y oídos.
Si la conversación hubiera sido completamente privada, el Emperador habría mandado retirar a todos de inmediato. Pero como había al menos un ‘extraño’ en la sala, todo lo que se decía allí adquiría un peso oficial.
Ahora Pelian debía decidir si cumpliría con sus palabras de ‘familia’ o si caería en la provocación del descarado comportamiento de Diarin.
Cualquiera que fuera su elección, Pelian saldría perdiendo.
—¿Te atreves a amenazar a Su Majestad la Emperatriz?
Endin no pudo contenerse y habló, su voz llena de indignación.
Pero esta vez, Diarin tampoco retrocedió. Sabía que el Emperador quería sembrar discordia entre ellos, así que no había motivo para temer.
—¿Amenazar? ¡Qué va! Solo es un poco de cariño. Es la madre de mi mejor amigo. ¿Ni siquiera puedo bromear con ella un poco? ¿Verdad, Su Majestad?
Diarin mostró una sonrisa aún más amplia y coqueta mientras miraba a Pelian.
¡Está completamente loca!
Los presentes sintieron un escalofrío ante la locura genuina de Diarin.
Alguien que fingía estar loco podía ser ignorado y ridiculizado, pero una verdadera loca daba miedo, porque era imposible predecir qué haría o a quién atacaría.
Diarin se había convertido en la encarnación de esa locura.
—Endin.
Pelian logró recuperar la compostura. Aunque Endin estaba alterado, ella sabía que no podía perder los estribos.
—Hace tiempo que no recordaba que la lealtad puede, a veces, superar la solemnidad de la familia imperial.
Sonrió mientras hablaba, pero su tono era una clara advertencia.
Deja de actuar así frente a los miembros de la familia imperial.
Diarin se preguntó si debía seguir provocando o retirarse con elegancia.
Pelian no era débil. Era como si diez grandes sacerdotes se hubieran unido en una sola persona.
—Lamento no haberme dado cuenta de que el estimado primer príncipe estaba en una situación económica tan apretada que no podía encargarse de sus subordinados. Haré los arreglos necesarios de inmediato.
Las palabras de Pelian eran suaves, pero cada sílaba estaba cargada de veneno. Era un ataque directo contra Diarin y sus comentarios sobre ‘familia’.
Aunque Ceres acababa de regresar, Pelian aprovechó para señalar su aparente dependencia económica, sugiriendo que estaba bajo su control.
Ay, madre mía…
Diarin suspiró internamente, reconociendo que Pelian era un hueso duro de roer.
Sabía que su suerte estaba echada. Ni siquiera los dioses podrían salvarla en este punto.
—Jeje. Mientras mi bolsillo se llene, no me importa quién lo haga.
Diarin sonrió como una tonta, insinuando que aceptaría cualquier cosa que Pelian le diera.
¿En serio vas a aceptar eso?
Pelian, desconcertada una vez más, miró hacia Ceres.
¿Acaso me llamaste pobre, tú?
A pesar de la provocación, Ceres permaneció tan firme como Diarin. Ya estaba acostumbrado a los insultos, casi al punto del hartazgo.
En lugar de dejarse llevar por el orgullo herido tras unas pocas palabras, prefería centrarse en algo más beneficioso: saquear legalmente los almacenes de la Emperatriz.
—Estoy profundamente agradecido. Le dejo esto en sus manos.
—…
No había escapatoria, estaban a punto de ser saqueados.
Pelian, que había logrado calmar a Endin, casi pierde los estribos y se levanta de golpe. Sin embargo, sabía que había ojos observándolos.
—Es algo que debería haber hecho como madre. Solo puedo agradecer que me lo hayan señalado.
Pelian tomó un sorbo de té, asegurándose de no hacer ruido, mientras hablaba con calma.
Aunque las palabras eran cordiales, el ambiente se enfrió aún más.
El Emperador, que había estado observando en silencio, de pronto soltó una carcajada.
—Hace mucho tiempo que no veía una conversación tan cálida y familiar como esta. Me alegra mucho.
Por supuesto, ver una pelea siempre es lo más entretenido, ¿verdad? Pero ni Diarin, por muy loca que estuviera, se atrevía a decirlo en voz alta.
En su lugar, presionó los labios, conteniéndose de hablar.
—Yo también estoy feliz de haber vuelto a ver a mi hijo. Estaba tan emocionado que olvidé algunas cosas importantes, pero me han ayudado a recordarlas.
Los ojos del Emperador brillaron con una luz inquietante.
—El primer príncipe debe recuperar todo lo que originalmente le pertenecía. Tesorero.
—A sus órdenes, Majestad.
Un funcionario, que había permanecido de pie junto al Emperador durante toda la comida, dio un paso adelante inclinando la cabeza.
—¿Qué propiedades pertenecían originalmente al primer príncipe?
—Majestad, entre las propiedades del primer príncipe estaban el Palacio del Primer Príncipe, las tierras de Alint y Roboa, la región de Srolt, y varios edificios en la capital, incluidos el Salón Pamelin, el Salón Raltante y la Calle Rial. Además, tenía cinco talleres textiles, quince talleres de bordado, ocho empresas de apicultura y otras ochenta y cinco empresas más bajo su jurisdicción.
Diarin abrió la boca de par en par, completamente atónita.
Siempre había asumido que un príncipe simplemente ostentaba el título, pero nunca imaginó que con ese título vinieran tantas propiedades. Todo aquello era más de lo que jamás podría haber soñado.
—Ya veo. ¿Y qué ha sido de todo eso?
—Algunas propiedades fueron incorporadas al patrimonio de la familia imperial. Otras se otorgaron a varios nobles, y el resto se distribuyó entre Su Majestad la Emperatriz, el segundo príncipe y el tercer príncipe.
—Ah, entiendo. No podíamos dejarlas sin dueño para siempre, así que tuvo que hacerse de esa manera.
No había sido posible mantener las propiedades vinculadas al nombre de un príncipe cuya vida o muerte era desconocida.
El hecho de que Ceres hubiera regresado con vida era una excepción. La gestión de sus bienes no había sido problemática en sí misma.
Sin embargo, ahora que el primer príncipe estaba de vuelta, ¿cómo manejarían esta situación?
Un tenso intercambio de miradas se produjo entre los presentes.
¿Cuál era la intención del Emperador al mencionar esto? Y aquellos que habían recibido parte de las propiedades, ¿qué harían ahora?
Aunque no era un volumen de bienes imposible de devolver, la cantidad seguía siendo considerablemente grande como para dudar.
La vacilación de los presentes era exactamente la reacción que el Emperador buscaba.
—Sí, este asunto es realmente complicado…
El Emperador parecía estar alargando el suspenso, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.
Los presentes, tensos, enfocaron toda su atención en él.
Aunque seguramente ya tenía una respuesta en mente, el Emperador fingió pensar durante un largo momento.
—Mmm, ¿y si hacemos esto? Podríamos resolverlo como lo hacíamos en la infancia: con una apuesta.
—¿Una apuesta, Majestad?
Endin, como si hubiera captado algo de inmediato, preguntó con voz grave.
Diarin giró rápidamente hacia Ceres.
El rostro de Ceres estaba igualmente serio.
Aunque el Emperador había presentado la idea como un simple entretenimiento, era evidente que no sería una apuesta trivial.
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