⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Bien, si Ceres gana, se lleva lo que corresponde. Si pierde, las propiedades seguirán siendo de sus actuales dueños. ¿No les parece una solución razonable? Además, será divertido.
Esa diversión solo parecía aplicarse al Emperador. Sin embargo, nadie se atrevió a contradecirlo.
—Entonces, ¿qué tipo de apuesta sería adecuada?
Endin fue el primero en preguntar.
El Emperador se tomó su tiempo, fingiendo deliberar seriamente.
—Mmm, ¿un torneo de duelos como en los viejos tiempos sería complicado?
—No tendría sentido en este momento. Si mi hermano participa directamente, acabaría con todos sin problema.
—Es cierto. ¡Jajaja!
El Emperador rió golpeándose la rodilla.
Diarin ladeó la cabeza al escuchar por primera vez el término ‘torneo de duelos’.
Si hablaban de ‘los viejos tiempos’, debía referirse a cuando ambos eran adolescentes. Quizás incluso más jóvenes. ¿Un torneo de duelos?
Era un concepto absurdo e inconcebible.
—Entonces, ¿qué tal un torneo de caza más sencillo?
—… Caza, ¿eh? Me parece bien. Ya que estamos, podríamos hacerlo en el gran bosque cercano y pasar la noche acampando.
Los ojos de Endin brillaron de manera sospechosa. Su intención era demasiado evidente. Un torneo de caza en un bosque cercano, pasando la noche allí: el escenario perfecto para un ‘accidente’.
—¿Qué opinas, Ceres?
—Seguiré los deseos de Su Majestad.
—Entonces, organizaremos un torneo de caza después de mucho tiempo.
El Emperador decidió sin siquiera consultar la opinión del bando del tercer príncipe. Ya era evidente hacia dónde se inclinaban las cosas.
La guerra ya había comenzado.
Diarin suspiró profundamente. Pero no tenía intención de perder.
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—¡Tenemos que ganar a toda costa!
Perder no era una opción.
El Emperador había hecho todo lo posible para complicar el proceso de devolver las propiedades que originalmente pertenecían a Ceres. Incluso tras pensarlo varias veces, seguía siendo una crueldad deliberada.
Diarin, ya en su habitación, pateaba el suelo, indignada.
—Ganaremos.
Ceres respondió como si fuera obvio.
—¿Crees que puedes ganar?
Motivarse y ganar no eran lo mismo.
Diarin dejó de dar vueltas por la habitación y regresó a la realidad.
—En un torneo de caza, cuantos más participantes tengamos, mejor será nuestra posición.
—… Hmm. Eso pone al bando del segundo príncipe en ventaja.
—Sí.
Diarin gimió y se recostó en el respaldo del sofá.
Aunque aparentaba calma y desenfado, la tensión había dejado su espalda rígida y adolorida.
Pensándolo bien, se había comportado como alguien con un deseo suicida.
Bueno, al menos estoy viva, pensó.
Gracias a la ‘motivación’ del Emperador, había logrado resistir como contrapeso al segundo príncipe.
—Pero ¿por qué tenía que ser un torneo de caza? Podría convertirse fácilmente en una cacería humana.
—Probablemente sea esa la intención principal.
—… ¿De verdad?
Las malas intuiciones nunca fallan.
Ceres confirmó las vagas sospechas de Diarin.
El Emperador no iba a apoyar exclusivamente a Ceres. Después de favorecerlo una vez, era natural que también le ofreciera una oportunidad a Endin.
—Es un auténtico demonio.
Incluso si Endin tuviera la oportunidad real de eliminar a Ceres, el Emperador probablemente intervendría de alguna forma.
¿Endin sería consciente de eso?
Incluso si lo sabía, podría arriesgarlo todo, considerando que sería su última oportunidad.
—En el torneo de caza, debemos ganar y también sobrevivir.
El trabajo se acumulaba.
—De todos modos, es mejor que un torneo de duelos.
—Ah, cierto. Eso me dejó intrigada antes. ¿Qué es exactamente un ‘torneo de duelos’?
—Era un duelo… donde el último en pie ganaba.
Diarin miró a Ceres con una expresión de incredulidad.
—… ¿Cómo hacían eso entre príncipes?
—Reclutábamos a nuestros amigos y peleábamos a puño limpio.
En resumen, aunque lo llamaban ‘torneo de duelos’, no era más que peleas caóticas entre niños.
Cada príncipe reunía a sus seguidores para enfrentarlos en combates individuales. Cuando alguien se rendía, el duelo terminaba. El ganador seguía luchando hasta que se rendía o no quedaba nadie más. Excepto los príncipes.
Aunque eran niños, seguían siendo los hijos mimados de la nobleza.
Esos mismos niños terminaban con narices sangrantes y ojos morados en medio de esas luchas.
Lealtad y obediencia eran conceptos relativos, que dependían de la posición.
Incluso entonces, el Emperador comparaba quién tenía más seguidores leales.
—¿Cómo terminaba eso normalmente?
—Por lo general, yo ganaba.
—Vaya, qué impresionante.
Aunque era una historia del pasado, era mejor escuchar que había golpeado a otros en lugar de que lo golpearan.
Diarin extendió la mano instintivamente para acariciar la cabeza de Ceres, pero se detuvo a mitad de camino.
Ceres, con la cabeza ligeramente inclinada, la miró y le sonrió.
—…
Diarin se sobresaltó y retiró la mano, pero Ceres fue más rápido. Tomó su muñeca y colocó su mano sobre su cabeza.
—Un premio por ser impresionante.
—Esto…
Otra vez con lo del premio.
Pero Ceres, con esa sonrisa y mirada fija, no parecía en absoluto un ‘perrito’ que esperara una recompensa.
Diarin apretó los labios y trató de retroceder, pero Ceres se inclinó aún más hacia ella.
—¿No me darás un premio?
Diarin sabía mejor que nadie lo persistente que podía ser Ceres. También sabía que lo mejor era simplemente darle el premio de una vez.
Sin embargo, su mano… su mano no se movía.
No podía sacar su muñeca, atrapada en el apretón de Ceres. Sentía que el sudor se acumulaba en la palma de su mano.
Diarin bajó la mirada para evitar la de él. Sus ojos se movían de un lado a otro, incapaces de enfocarse en un solo punto.
—Diarin, tu corazón late con fuerza.
—A-ah… es que hace calor…
—Mentira.
El comentario directo de Ceres, pronunciado con voz firme y precisa, hizo que los hombros de Diarin se estremecieran.
Por qué, entre todas las cosas, tenía que ser esa palabra, —mentira—, dicha con una voz más baja y susurrante que de costumbre, como si se metiera en su interior.
Su garganta estaba seca.
Diarin tragó saliva y, conteniendo el aliento, colocó su mano sobre la cabeza de Ceres.
Una vez que la apoyó, la sensación familiar la tranquilizó.
Uf…
Relajando los hombros, Diarin alzó tímidamente la mirada.
De nuevo, sus ojos se encontraron con los de Ceres, quien seguía mirándola fijamente.
—…
Como esperaba, aún le resultaba difícil sostenerle la mirada.
Diarin frotó su cabello de manera torpe y apresurada, retirando su mano rápidamente y escondiéndola detrás de su espalda, mientras intentaba continuar la conversación como si nada hubiera pasado.
—Para ganar esta vez, primero tenemos que asegurarnos de reclutar a las personas adecuadas.
—Ajá.
Afortunadamente, Ceres no insistió más en el tema.
—También deberíamos atraer a los que en la fiesta anterior solo nos siguieron tímidamente… y hablar con el grupo de las reuniones de la mañana; al final, el número importa.
Pero aún así, no era suficiente.
Endin probablemente tenía a su lado a muchas personas que había reunido durante el tiempo que Ceres estuvo ausente.
Sin embargo, Diarin no sabía cómo convencer a otros de unirse al bando de Ceres. No podía simplemente repartir volantes diciendo: ¿Quién quiere apoyar al primer príncipe?
—…¿Volantes?
Para que la gente decidiera si apoyarlo o no, primero tenían que verlo frecuentemente.
Incluso para vender un simple pan en la calle, se repartían volantes como publicidad. Entonces, ¿no debería un príncipe hacer lo mismo?
Las paradas y fiestas de Endin también formaban parte de su estrategia de promoción.
Diarin miró a Ceres.
Cuando sus ojos se encontraron nuevamente, Ceres le sonrió ampliamente.
—…
Estaba empezando a desarrollar una extraña costumbre.
—¿Por qué siempre sonríes cada vez que nuestros ojos se encuentran?
—Porque me haces sonreír, Diarin.
—¿Por qué? ¿Es que te parezco tan graciosa?
—Porque eres adorable.
—…
Diarin cerró la boca.
Decir algo más solo sería una pérdida. Con cada palabra que intercambiaban, su mundo interno se tambaleaba más.
—Esas… esas cosas no deberías decirlas así como así.
—No las digo así como así. Solo te las digo a ti, Diarin.
Diarin se cubrió la cara con ambas manos.
No podía decirle que fuera a decir esas cosas en otro lado, pero tampoco podía aceptarlas con agrado. Era una situación sin salida.
—¿Es un problema decir que alguien es adorable porque lo es?
Ceres seguía siendo descaradamente directo.
Desde que asumió su posición como príncipe, su confianza solo había aumentado. Aunque, honestamente, Diarin prefería al ‘perro loco’ que solía ser antes; al menos, era más fácil de manejar.
¿Qué se suponía que debía hacer con este príncipe imposible?
—¡Si le dices esas cosas a tu amiga más cercana y leal, podría considerarse acoso, su alteza!
Diarin trazó una línea clara, mirándolo con una expresión severa.
Era problemático que siguiera comportándose de esa manera. No era su corazón el problema; era Ceres quien era demasiado encantador.
Incluso alguien que lo conociera por primera vez se sentiría estremecido con esa sonrisa, con esas dulces palabras.
—Si sigues comportándote así, no podré concentrarme en mi trabajo, y será un problema. Por favor, detente.
Diarin endureció su tono, mirándolo con severidad.
—…¿Es ‘adorable’ lo que te molesta?
Ceres la miró ahora con seriedad, con una calma que hacía que Diarin quisiera gritar.
¡Esto es desesperante!
Si sonreía, su corazón temblaba; si era serio, también.
Cuando era un cachorro adorable, al menos no sentía este tipo de sacudidas en su interior. Pero ahora… ahora su corazón temblaba por completo.
Estaba nerviosa.
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