⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Es un honor volver a presentarme ante Su Alteza el primer príncipe! ¡Perdone la deslealtad de este humilde servidor!
Un anciano de cabello blanco se arrodilló profundamente en el suelo, sollozando con gran emoción.
—Hmm…
La expresión de Ceres era claramente de ¿Y usted quién es?
Diarin se inclinó hacia él y le susurró al oído.
—El Marqués Herken.
—…Marqués Herken. Levántese, por favor.
—¡Su Altezaaaa!
Gracias a la ayuda de Diarin, la emoción del Marqués Herken se duplicó.
Y, junto con ello, también se duplicaron sus sollozos.
Diarin, ocultando su incomodidad tras una sonrisa tranquila, se apartó un poco para evitar el ruido en su oído.
—Marqués Herken, entiendo perfectamente la emoción de este reencuentro, pero tenemos otra visita programada después de usted. ¿Por qué no se levanta primero? Permítame ayudarle.
—Oh, este anciano se ha dejado llevar por la emoción…
—Es completamente comprensible.
Atender a los visitantes del templo o a los del palacio del primer príncipe no era tan diferente.
Organizar las agendas, gestionar el tiempo, y guiar a los invitados: Diarin lo hacía con destreza.
—Por aquí. Puede descansar un momento en la sala de espera mientras disfrutamos de un té.
—¡Oh, sería un honor!
—El primer príncipe siempre da la bienvenida al Marqués Herken. Por favor, tome una taza de té de flores refrescante mientras descansa.
El Marqués Herken había mantenido una postura neutral incluso tras la desaparición del primer príncipe, lo que le hacía merecedor de un trato digno de un leal servidor.
Tras cerrar la puerta de la sala de descanso, Diarin recibió una lista de la mano del mayordomo jefe.
—Veamos… El siguiente es el Conde Norel.
—Estuvo del lado del segundo príncipe, aunque no de forma activa, sino manteniendo una posición ambigua.
—Hmm…
El mayordomo jefe murmuró entusiasmado.
Nadie conocía los rumores del palacio mejor que quienes vivían en él.
Aunque Diarin no tenía contactos en los círculos sociales, había extendido sus ojos y oídos en las sombras: sirvientas, mayordomos, ayudantes…
Aquellos que vivían bajo el mismo techo pero eran tratados como si no existieran, también tenían ojos y oídos.
Las opiniones de esta gente rara vez estaban sesgadas; después de todo, todos los nobles les resultaban igual de irritantes.
Gracias a sus relatos sinceros y vívidos, Diarin evaluaba con precisión a las personas.
—No será necesario un largo encuentro privado… ¿Quién sigue después?
—El Vizconde Mort y el Barón Snula. Ambos también estuvieron del lado del segundo príncipe, aunque más por falta de recursos que por convicción.
—Podemos proponerles un paseo juntos.
—Se lo haré saber.
Dejando la organización de los invitados en manos del mayordomo, Diarin regresó al salón donde Ceres esperaba.
Ceres estaba sentado en una silla, completamente inmóvil, mirando fijamente la puerta.
—…No tardé mucho, ¿verdad?
—Tardaste.
—Estaba resolviendo asuntos menores con personas que no necesitas ver en persona.
—No dije nada.
Sin embargo, su expresión estaba visiblemente molesta.
Diarin se acercó lentamente.
Como si lo hubiera estado esperando, Ceres extendió el brazo y rodeó la cintura de Diarin.
Diarin suspiró suavemente mientras acariciaba el cabello de Ceres.
—Estás agotado.
—…Sí.
Era inevitable.
Las guerras terminaban cuando un bando ganaba.
Pero el enfrentamiento con el segundo príncipe no tenía un final claro.
No podían eliminarlo por completo, pero tampoco podían quedarse quietos, ya que eso significaría su muerte segura.
Estaban atrapados en un ciclo interminable de lucha, hasta que el emperador dictara un juicio definitivo. No había lugar para retirarse ni para detenerse.
—Salgamos a dar un paseo.
Después de recibir a visitantes agotadores, era momento de descansar.
Pero Ceres negó con la cabeza.
—¿No? Entonces, ¿te gustaría quedarte aquí y abrazarme?
Las formas de Ceres de descansar eran pocas: pasear, estar cerca de Diarin, o simplemente esperar en silencio.
Pero en esta ocasión, también negó con la cabeza.
—No, tengo libros que quiero leer.
—…¿Eh?
Diarin abrió los ojos sorprendida ante el rechazo inesperado.
¿Mi cachorro… está rechazando descansar?
—He pospuesto demasiadas cosas.
—¿No… necesitas descansar?
—Cuando necesite descansar, te lo pediré.
El aire entre ambos se tornó extraño.
Ceres sabía perfectamente cuáles eran sus responsabilidades.
No era un cachorro que Diarin tuviera que cuidar de principio a fin.
Ceres podía decidir por sí mismo lo que necesitaba.
—Ah… bueno, está bien.
Diarin retrocedió torpemente.
De repente sintió que ya no tenía lugar junto a Ceres. Su rostro se encendió de vergüenza.
—Entonces… iré a decidir los detalles del paseo con los siguientes visitantes.
—Diarin.
Ceres tomó la mano de Diarin justo cuando ella estaba por salir.
—¿Eh?
Diarin se sobresaltó y lo miró fijamente.
Ceres sujetó a Diarin, pero no dijo nada.
—…¿Por qué?
La mirada fija de Ceres pesaba tanto que Diarin finalmente preguntó con dificultad.
Ceres tardó un largo rato en responder, y finalmente dijo como si estuviera pidiendo algo:
—…No te alejes demasiado.
—¿Eh? Ah….
Diarin murmuró mientras retiraba su mano de la de Ceres.
Ceres no apartó la vista de ella hasta que Diarin se dio la vuelta por completo.
La intensidad de su mirada hacía que tragara saliva de forma incómoda.
—¿Qué es esto? Él fue quien me apartó primero.
Diarin murmuró mientras cruzaba la puerta.
Luego sacudió la cabeza de repente.
¡Apartó! ¿Cómo puedo pensar eso?
No debía verlo así.
Ceres simplemente estaba regresando poco a poco al lugar que le correspondía.
Está haciendo lo correcto.
Diarin sacudió la cabeza para ahuyentar esos pensamientos extraños mientras se dirigía al jardín.
Comparado con los primeros días, cuando temblaba de nervios incluso al más mínimo soplo de viento, ahora se sentía mucho más tranquila.
El segundo príncipe tampoco había enviado más asesinos.
Parecía que finalmente había comprendido que seguir intentando sería un desperdicio de dinero.
Ningún asesino que contratara podría enfrentarse a Ceres. Además, los intentos fallidos solo generaban simpatía hacia el primer príncipe. Por eso, desde que entraron en el palacio del primer príncipe, habían disfrutado de una relativa paz.
Diarin caminó tranquilamente, dando una vuelta completa por el jardín.
—Vizconde, ¿paseando?
—Sí, el clima es hermoso.
Incluso el comportamiento de Diarin hacia las personas del palacio había cambiado. Ahora estaba más relajada.
Había llegado a sentirse natural comiendo, durmiendo y reuniéndose con la gente en el palacio.
Las exigencias del protocolo real, que antes le resultaban abrumadoras, se habían convertido en algo habitual, y ya no se sentía intimidada al cruzarse con los nobles.
—¿Puedo acompañarle?
—Por supuesto.
Se mezclaba con naturalidad con las personas, recopilando diversos tipos de información de manera casual.
Cuando regrese al templo, seguro me costará adaptarme de nuevo.
De hecho, ahora le resultaba difícil imaginarse de vuelta en el templo.
No solo el futuro de Ceres era incierto, también el suyo propio estaba lleno de incógnitas.
En ese momento, Diarin simplemente corría hacia adelante sin un rumbo claro.
¿Y si me convierto en la sacerdotisa personal del primer príncipe como Merian?
Si las cosas se complicaban, podía tomar el lugar de Merian y establecerse en el palacio como sacerdotisa oficial.
Eso no sonaba tan mal… No tendría que alejarse de Ceres.
Diarin miró hacia el templo en la distancia y suspiró.
—Ah, parece que ya están preparando el Festival de la Madre Divina.
—¿Eh? ¿Qué ha dicho?
Sumida en sus pensamientos, Diarin no escuchó lo que dijo la persona que la acompañaba.
Recobró la compostura rápidamente y miró a su alrededor. Su acompañante sonrió y señaló las cintas blancas y decoraciones florales que se extendían desde el templo.
Sirvientes y doncellas apilaban cintas blancas y flores en carretillas, decorando los árboles y faroles.
—¿Cuándo es el Festival de la Madre Divina? Quedarán unas dos semanas, ¿no?
Al escuchar esas palabras, Diarin quedó atónita.
El Festival de la Madre Divina: el evento más grande y sagrado del templo. El día en que todos los sacerdotes eran exprimidos hasta quedar hechos polvo.
Aunque las personas normales lo celebraban durante tres días, los sacerdotes comenzaban los preparativos un mes antes, trabajando sin descanso.
Este día conmemoraba el nacimiento del primero de los ‘Siete Hijos de Dios’, los sacerdotes más cercanos a la divinidad. El día en que Dios se convirtió en madre de la humanidad, el día en que nació el primer sacerdote.
Era un evento de suma importancia para todos los sacerdotes, y Diarin lo había olvidado por completo.
—Su Majestad el Emperador suele visitar el gran templo durante el Festival de la Madre Divina, así que aquí en el palacio lo celebramos de manera modesta.
—Ah… ya veo… modesta…
A los ojos de Diarin, no parecía modesta en absoluto.
Mientras los sirvientes decoraban el exterior, los sacerdotes dentro del templo seguramente estaban agotándose tanto física como espiritualmente.
El Festival de la Madre Divina simbolizaba ‘el primer momento’, por lo que todo debía ser blanco: leche, claras de huevo, azúcar blanco. De estos ingredientes se preparaban merengues y cremas para alimentar a miles de personas.
Y eran los sacerdotes quienes batían los merengues. Diarin había sido una de ellos.
¡Hasta mi sangre se volverá blanca a este ritmo!
Todavía recordaba claramente cómo gritaba eso mientras sus brazos dolían de tanto batir.
¿Cómo pude olvidar el Festival de la Madre Divina?
Diarin quedó blanca del susto.
Era evidente que ya no era realmente una sacerdotisa.
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