⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin explicó brevemente la situación.
—El segundo príncipe estaba siguiéndome.
—…Ya veo.
El sumo sacerdote murmuró con gravedad mientras asentía.
Solo con saber que Diarin era la persona más cercana al primer príncipe, no necesitaba más explicaciones.
—Estoy ocultando mi identidad. También estoy siendo cuidadosa para que no se sepa que fui sacerdotisa. Lo mejor sería que el santuario no se relacione conmigo.
Aunque lo decía de forma amable, era medio una amenaza.
El sumo sacerdote asintió mientras mostraba un rostro pensativo y preocupado.
—En última instancia, eso nos pondría en conflicto con el segundo príncipe. No tengo problema en arriesgar mi vida, pero hacer que todos los sacerdotes guarden silencio… eso sería más complicado.
Por supuesto, no iba a hacerlo sin obtener algo a cambio. Aunque no planeaba ponerse del lado del segundo príncipe, no dejaba de lamentarse para ganar tiempo.
Diarin asintió, fingiendo empatía, mientras ponía un rostro compasivo.
—Entiendo perfectamente las dificultades. Pero el segundo príncipe es alguien que no dudaría en eliminar a todos si se presentara la ocasión… Si el santuario tiene alguna relación conmigo, podría no dejarlos en paz.
—…
—Al menos, nuestro primer príncipe no es alguien que mate tan fácilmente…
Diarin se detuvo un momento al darse cuenta de lo que estaba diciendo. Nadie mataba con tanta facilidad como el primer príncipe.
Aunque, claro, no solía involucrarse con civiles.
Diarin rápidamente corrigió su expresión.
—De cualquier forma, tanto financiera como estratégicamente, la recompensa será adecuada.
Aunque eso solo ocurriría una vez que el primer príncipe se asegurara la victoria.
—Cualquiera de las dos opciones es arriesgada, pero, ¿no sería mejor elegir la que deje mayores beneficios?
El sumo sacerdote estaba visiblemente tenso ante la perspectiva de una decisión tan peligrosa.
Si alguien investigaba a Diarin, inevitablemente relacionarían al santuario. Si el segundo príncipe pedía información mediante sobornos, podrían aceptarlo y pasarse a su bando. Pero si las cosas se complicaban, podrían buscar protección con el primer príncipe.
El sumo sacerdote terminó rápidamente sus cálculos.
—…Hubo una sacerdotisa llamada Diarin, pero falleció por una enfermedad. Era huérfana. ¿Eso será suficiente?
—Sí, eso bastará. Ah, y una cosa más por seguridad.
Diarin tuvo una idea y cerró los ojos.
—¿Recuerda de qué color son mis ojos?
—¿Eh? Eh… ¿de qué color…? ¿Cómo era?
El sumo sacerdote, que había estado mirándola directamente hasta hace poco, comenzó a dudar mientras intentaba recordar. Aunque la había tenido frente a sus ojos, ahora no estaba seguro.
Incluso los sacerdotes que habían convivido con Diarin durante años no la reconocían si cambiaba su apariencia. Era aún más difícil recordar detalles menores.
Diarin lanzó un pequeño hechizo y cambió el color de sus ojos a negro.
—Mis ojos son de color negro.
—¿Han cambiado o algo…?
El sumo sacerdote miró fijamente los ojos de Diarin con confusión.
Estaba seguro de que ese no era el color original.
—Debe ser su imaginación.
Diarin sonrió mientras se levantaba de su asiento.
El sumo sacerdote, aún aturdido, asintió con la cabeza.
A partir de ahora, ese sería el color que recordaría.
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Aunque parecía que habían pasado solo unos minutos, el cielo ya estaba oscureciendo mientras regresaban del santuario.
Para volver al lugar donde estaba estacionada la carroza real, tomaron un carruaje alquilado.
—Este lugar… ¿no es donde vinimos con Diarin?
—¿Ah? ¿De verdad?
El cochero parecía haber tomado una ruta diferente al regresar del santuario.
Diarin asomó la cabeza por la ventana para mirar la calle. Como dijo Ceres, era el lugar donde habían estado durante una festividad en el pasado.
A pesar de ser tarde, la calle estaba abarrotada de gente.
Aunque el festival religioso de los Dioses era un evento del santuario, el ambiente en las calles era puramente festivo.
Donde había multitudes, inevitablemente aparecían los vendedores ambulantes. Las linternas colgadas en los puestos iluminaban las calles, y los aromas de comida llenaban el aire.
La atmósfera de celebración que impregnaba la calle hizo que el corazón de Diarin se sintiera ligero.
—¿Por qué no caminamos desde aquí hasta el lugar donde cambiaremos de carruaje?
Con ambos disfrazados con colores diferentes de cabello y ojos, nadie los reconocería.
Después de todo, Diarin también encontraba opresivo vivir siempre bajo la vigilancia en el palacio. Deseaba cambiar de aires, aunque fuera una vez.
—De acuerdo.
Los ojos de Ceres brillaron con entusiasmo.
Ambos bajaron del carruaje y se sumergieron entre la multitud.
Caminando con la corriente de gente, pronto comenzaron a escuchar los vendedores ambulantes que los llamaban desde todas partes.
—¡Prueben Rasshu! ¡Rasshu recién hecho!
—¡Es Rasshu!
Ceres señaló con alegría los dulces.
Era el postre dulce que había probado por primera vez con Diarin en un festival. Diarin lo recordó y sonrió suavemente.
Aunque no era la primera vez que veía los Rasshu, lo que más recordaba era comerlos junto a Ceres.
—Hoy invito yo.
Ceres, con orgullo, sacó dinero de su bolsillo.
—Hoy tengo mucho dinero.
A diferencia de la primera vez que visitó el festival, Ceres estaba hoy con los bolsillos llenos. Diarin soltó una risa ante su comentario presumiendo su riqueza.
—Muy bien, entonces hoy aceptaré todo lo que me quieras dar.
—Perfecto.
Ceres compró dos Rasshu y le dio uno a Diarin.
Como siempre, el Rasshu estaba dulce. Diarin solo pudo comer dos bocados antes de dejarlo a un lado.
—¿Ya terminaste?
—Sí.
Sin embargo, como lo había comprado Ceres, no podía simplemente tirarlo. Si fuera posible, lo habría guardado con cuidado para comer un poco cada vez que lo recordara.
Aunque Ceres le había dado muchas cosas, esta era la primera vez que él pagaba directamente algo para ella. …Claro, había decidido borrar de su memoria el dinero que le había quitado después de obligarlo a bailar.
Mientras miraba el resto del Rasshu, Ceres tomó su muñeca y llevó la mano de Diarin hacia su boca.
—¿Eh?
Ceres dio un gran mordisco al Rasshu que ella sostenía.
Diarin lo miró atónita. Él, con toda la intención, volvió a darle otro gran mordisco mientras la miraba directamente a los ojos y masticaba.
La marca de los dientes de Ceres ahora se superponía con la de Diarin.
El rostro de Diarin se sonrojó intensamente mientras intentaba retirar su mano, pero Ceres fue más rápido. El último pedazo del Rasshu desapareció en la boca de Ceres.
—Está delicioso.
Incluso lamió el azúcar que había quedado en los dedos de Diarin, sin dejar ni una pizca.
El calor y la suavidad de su lengua contra las yemas de sus dedos hicieron que el rostro de Diarin se pusiera rojo como un tomate.
—¡D-deja de comer!
Diarin retiró su mano rápidamente y la escondió detrás de su espalda.
Ceres miró con algo de pesar detrás de ella, pero no insistió más.
—¿Cómo puedes comer cosas tan dulces así de fácil…?
Diarin murmuró cualquier cosa para tratar de disimular su vergüenza.
Ceres la miró fijamente. Tenía azúcar en la comisura de los labios.
—Es dulce.
Ceres tocó la comisura de los labios de Diarin con la punta de los dedos.
Ella saltó como si la hubieran quemado. Sus ojos, completamente abiertos por la sorpresa, se llenaron de la imagen de Ceres. Él parecía disfrutarlo bastante.
Pasó los dedos por el azúcar en sus labios y lo llevó a su boca.
—El que comiste tú parece más dulce.
—…
Diarin no sabía qué decir. Solo movía los labios, incapaz de emitir sonido alguno.
—Por eso me gusta más.
No era mentira.
El Rasshu que había tocado los labios de Diarin, el azúcar que se había quedado en la comisura de su boca, sabían mucho más dulces que cualquier cosa que hubiera escogido por sí mismo. Era embriagador, adictivo, casi mareante.
—Si ya terminaste de comer…
—Quiero más.
—¿Más de qué? Ya no hay.
Diarin limpió rápidamente cualquier rastro de azúcar de sus labios y manos mientras miraba a Ceres.
No quedaba ni un grano de azúcar. Pero, aun así, los labios de Diarin seguían luciendo dulces.
Ceres los miraba con anhelo.
—No hay más.
Diarin se cubrió los labios con ambas manos al darse cuenta de su mirada. Si él la tocaba de nuevo, sentía que podría literalmente incendiarse.
—Busca otra cosa. Si comes algo diferente, se te olvidará.
Diarin lo tomó del brazo y lo arrastró hacia otro lado.
Ceres no opuso resistencia y la dejó hacerlo, aunque su mirada seguía fija en los labios suaves y el rojo intenso de sus orejas.
Diarin desprendía un aroma dulce por todo su cuerpo. Lo tentaba. Quería devorarla por completo.
—¿Qué tal eso? Brochetas de carne. La última vez te gustaron mucho.
Diarin señaló apresuradamente un puesto de comida.
—Está bien.
Ceres asintió, pero no apartó la mirada de Diarin.
—Deja de mirarme…
Diarin estaba a punto de romperse. No sabía qué hacer.
La mirada de Ceres era tan ardiente e intensa que quería escapar. Pero sabía que no podía hacerlo.
No era porque no tuviera adónde ir. Era porque ella misma no podía alejarse de él.
No sabía si lo que la ataba era la obsesión de Ceres o su propia obstinación.
—Dos brochetas de carne, por favor.
—¡Claro! Enseguida.
Diarin pidió mientras Ceres sacaba el dinero, sin siquiera mirar al vendedor.
Ella empujó una de las brochetas hacia la boca de Ceres.
Él abrió la boca obedientemente y la mordió.
Y, aun mientras masticaba, no pudo evitar decir:
—Es más rico cuando tú me alimentas.
Ese día, Diarin sintió que sería quemada en una hoguera.
Qué extraño. Hoy era un día puro, un día para renacer bajo la bendición de los dioses.
Pero Ceres parecía un alma descarriada que ya había reencarnado diez veces.
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