⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿¡De dónde aprendiste a decir cosas como esa!?
—No lo aprendí. Simplemente se me ocurrió.
Diarin quedó sin palabras.
Si hubiera visto, escuchado o aprendido algo, habría bastado con quitarle lo que fuera y decirle que no lo mirara más. Pero si decía que simplemente nació con ello… ¿qué se podía hacer? La incomodidad de Diarin ardía cada vez más intensamente en su rostro.
—Lo siguiente… eso, pollo asado.
Finalmente, sin saber qué decir, Diarin decidió concentrarse en elegir el siguiente menú.
Ceres no añadió nada. Simplemente seguía el camino que ella marcaba.
Mientras comían y caminaban, dejaron atrás la zona de comida y llegaron a un lugar donde vendían ropa, accesorios y flores.
Cuando era pequeña, solía ansiar comprar aunque fuera un simple broche barato. Después de convertirse en sacerdotisa, dejó de interesarse por esas cosas, ya que no tenían relación con su vida.
Ahora ni siquiera las notaba.
El broche que Diarin llevaba en el cabello podría haber comprado todo lo que había en esos puestos y todavía sobraría cambio.
Pasó indiferente ante las mercancías. Ceres tampoco intentó comprarle nada de esos objetos toscos.
Ambos habían cambiado desde que vivían encerrados en la mansión.
Ceres se había convertido en príncipe heredero, y Diarin en una dama noble de pleno derecho.
—…Ah, eso.
Aunque no había mostrado interés por las otras cosas, un pañuelo llamó su atención.
Era algo que Ceres había escogido y comprado cuidadosamente.
Lo perdió el día que huyeron de los asesinos, y desde entonces lo había echado de menos. No era nada especial, pero no podía olvidarlo.
Los ojos de Ceres también se detuvieron en el pañuelo.
—Uno de estos.
Tal vez Ceres estaba pensando lo mismo.
Escogió uno lo más parecido posible al que habían comprado aquella vez.
—Diarin.
Su corazón dio un vuelco al escuchar su nombre.
Ceres se acercó a ella con el pañuelo en la mano.
Cuando estuvo muy cerca, Diarin percibió un agradable aroma proveniente de él. Las doncellas del palacio lo bañaban todos los días con aceites caros, lo que impregnaba su cuerpo con un olor exquisito. Era un aroma de riqueza, y encajaba perfectamente con Ceres.
Extendiendo ambos brazos a los lados de la cabeza de Diarin, como si la abrazara, Ceres colocó el pañuelo alrededor de su cuello.
—Hmm…
—¿Qué tal?
No podía quedarle bien.
La ropa que Diarin llevaba puesta era una obra maestra tejida con dedicación y cosida con precisión por artesanos expertos. No había manera de que un pañuelo que costaba unas cuantas monedas pudiera combinar.
Ceres debía verlo de la misma manera.
—Solo puedo verte a ti, Diarin. El pañuelo… es como una mota de polvo sobre un pétalo.
Incluso en esta situación, la opinión de Ceres no cambió.
—Si sigues diciendo esas cosas, voy a terminar creyendo que soy la persona más hermosa del mundo.
—Eres la persona más hermosa del mundo, Diarin.
Ceres repitió las mismas palabras.
—Todo está bien, pero parece que algo anda mal con tus ojos.
A simple vista, no parecía tener problemas de visión. ¿Cómo se corrige una percepción tan distorsionada?
—Mis ojos están perfectamente bien.
—Si yo te parezco la persona más hermosa del mundo, puede que no lo estén tanto.
—La belleza es subjetiva.
—…Ah.
Diarin no pudo contradecirlo. Pero aceptar que era ‘la más hermosa del mundo’ tampoco era fácil.
Aunque la belleza fuera algo subjetivo, no podía ignorar los estándares objetivos por completo. Diarin no se veía a sí misma como alguien tan hermosa.
—Debo haberte tratado muy bien, ¿verdad?
—Aunque no lo hicieras, seguirías siendo hermosa.
—…Tal vez es porque fui la primera persona que viste de cerca cuando perdiste la memoria. Es posible que simplemente te quedé grabada.
Ceres, como siempre, tomó en serio su comentario y lo reflexionó. Tras un momento, negó con la cabeza.
—No. Incluso si volviera a nacer, seguirías pareciéndome la más hermosa.
—…¿Por qué?
—No lo sé. Simplemente es así.
—Vaya…
¿Cómo lidiar con un ‘simplemente’? Diarin se rindió. Que fuera la más hermosa o la más desagradable no cambiaría el hecho de que seguiría a su lado.
—¿Yo no te parezco bonito?
—Sí, eres bonito.
Ceres tenía un rostro que objetivamente y subjetivamente era hermoso. Era fácil decirlo porque era un hecho.
—Tu respuesta no tiene entusiasmo.
—¿Cómo se supone que ponga entusiasmo en decir que algo bonito es bonito?
—Es importante que sea bonito también con los ojos del corazón.
—Ah, claro, claro. Déjame ver…
Diarin frunció el ceño y lo miró como si intentara atravesarlo con la mirada.
Ceres se enderezó, sacó pecho y sonrió.
Un rostro ya de por sí hermoso, al sonreír, era tan deslumbrante como el momento en que florece una flor.
Diarin quedó atónita por un momento, incapaz de apartar los ojos de él.
—¿Soy bonito?
—…S-sí…
—Entonces trátame bonito.
—¿Eh?
Diarin parpadeó, sorprendida.
Sus ojos tenían una intensidad diferente a la habitual. No parecía que bastaría con darle una palmadita en la cabeza.
—¿Qué significa exactamente tratarte bonito…?
Diarin bajó la mirada, incómoda.
La verdad era que nunca había recibido ni dado cariño de esa forma, así que no tenía idea de cómo responder a semejante pedido.
—Según lo que dicte el corazón de Diarin.
—…No estoy segura.
—Entonces esperaré hasta que lo estés.
Ceres estaba tranquilo.
Hasta ahora, siempre era Ceres quien se mostraba ansioso y persistente, pero ahora parecía tener la ventaja. Este cambio de papeles era desconcertante y un poco irritante.
Cuando Diarin levantó la mirada y lo fulminó con los ojos, Ceres simplemente sonrió, como si incluso eso le resultara agradable.
En ese momento, un músico callejero comenzó a tocar una melodía de baile. Parejas de todos lados empezaron a tomarse de las manos y a reunirse en la plaza para bailar.
—Diarin, ¿me concederías este baile?
Ceres extendió su mano hacia Diarin, quien, sin pensarlo mucho, aceptó.
A estas alturas, bailar con Ceres ya no era algo que la hiciera dudar.
Ceres la tomó de la cintura con destreza y comenzó a moverse al ritmo de la música. El baile del príncipe, ahora con sus recuerdos restaurados, era elegante y fluido.
Diarin, dejando atrás la vergüenza, la incomodidad y las emociones desordenadas, sonrió mientras giraba de la mano de Ceres.
El mundo se desvanecía, y solo Ceres permanecía nítido.
Entre el fondo borroso, él era lo único visible.
Ah.
¿Era esto de lo que hablaba Ceres?
Por supuesto, en un mundo donde solo existía Ceres, él era el más hermoso y brillante. Diarin no podía apartar los ojos de su rostro.
—Diarin, eres hermosa.
Ceres habló de repente.
Fue como si él hubiera pronunciado en voz alta el pensamiento que rondaba en su mente.
Sintió como si hubieran descubierto su secreto.
Aunque, realmente, no había nada que ocultar.
Pensar que alguien era hermoso no era algo malo.
Además, él ya le había dicho muchas veces que era hermosa.
Aun así, su corazón dio un vuelco, como si la hubieran atrapado.
—Diarin.
No tenía siquiera la energía para sonreír; se quedó inmóvil.
La cálida mirada de Ceres se tornó seria por un momento.
Los pasos que giraban lentamente se detuvieron.
El mundo recuperó su lugar.
Aunque la realidad borrosa volvió a ser clara, Ceres seguía siendo lo más brillante en ese espacio.
Diarin no pudo evitar aceptarlo.
Ceres se había instalado en el centro de su mundo. Podía darle todo tipo de significados o razones, pero el hecho de que él era el eje de su vida no cambiaría.
La mirada de Ceres tampoco se apartó de Diarin.
Saber que ambos eran el centro del mundo del otro les dio una sensación de estabilidad sólida.
—Diarin.
Ceres pronunció su nombre, como si quisiera asegurarse de que ella estaba allí.
—Sí.
Ceres acarició suavemente el cabello de Diarin. Ella no lo detuvo. Su mano continuó hacia sus cejas, sus párpados, rozó su mejilla y finalmente la envolvió. Era cálido. Una calidez tan agradable que invitaba a cerrar los ojos.
El toque suave de Ceres descendió hasta su cuello, y su pulgar rozó sus labios.
—Ah…
Sus labios estaban calientes. Apenas podía respirar, temerosa de que el aire caliente que saliera de su boca pudiera traicionarla.
Con dificultad, levantó la vista hacia él.
Los ojos de Ceres brillaban con una intensidad ardiente, como si contuvieran llamas.
Diarin inhaló bruscamente.
—Diarin.
Ceres volvió a pronunciar su nombre, como buscando permiso.
Había deseado besarla desde hacía tiempo.
Tal vez el recuerdo del festival lo hacía más persistente. Hoy, parecía decidido a no retroceder.
Diarin ya no podía ignorar los sentimientos de Ceres.
—Quiero probar tus labios, Diarin.
—No es algo que se pueda comer…
—Solo un poco.
—No saben a nada.
—Creo que saben dulce.
Ceres susurró, tentándola.
Mientras hablaba, sus labios se acercaban lentamente.
Su pulgar presionó el labio inferior de Diarin, separándolo ligeramente. Un suspiro cálido escapó entre ellos.
—…¿Hmm?
Ante la suave insistencia de Ceres, Diarin cerró finalmente los ojos.
Antes, sus palabras eran solo inocentes tonterías, fáciles de ignorar. No sabía qué era un beso o qué significaba el amor. Era como un cachorro curioso, moviendo la cola sin entender.
Pero ahora no era así.
Sabía que era la única persona en el mundo de Ceres.
Y que Ceres era el centro de su mundo.
Así que entregar sus labios no le parecía un sacrificio.
—…Diarin.
La voz de Ceres susurró su nombre como un suspiro, y eso la llenó de felicidad.
El momento en que sus labios se encontraron, para su sorpresa, fue dulce.
Era Ceres quien sabía a miel.
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