⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Si Diarin no estaba viendo mal, esas dos figuras eran definitivamente Roben y Halt.
No estaban oficialmente dentro del grupo del segundo príncipe, pero seguían a los cazadores a una distancia prudente, lo que llamó la atención de Diarin.
—¡….!
Ellos también notaron la mirada de Diarin, y su reacción fue detenerse en seco.
—Por aquí, sin armar escándalo.
Diarin entrecerró los ojos y señaló un arbusto cercano con un gesto de su mano.
Después de un breve momento de vacilación, ambos hombres se movieron ágilmente hacia otro matorral, escondiéndose en su interior.
Cuando Diarin se acercó, un guardia que custodiaba la zona de caza bloqueó su camino.
—Es peligroso acercarse al bosque.
—Oh, no entraré al bosque, solo quiero dar una vuelta cerca.
—Cuidado. Incluso los animales herbívoros que salgan del bosque podrían lastimarla gravemente.
Diarin asintió y siguió avanzando hacia los arbustos.
No se preocupe, hay seres mucho más peligrosos que los depredadores ahí dentro.
Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la seguía y se dirigió cuidadosamente hacia los arbustos. Aún así, no pudo evitar sentirse insegura.
¿Una trampa del segundo príncipe?
Ya había sido traicionada una vez por Roben. No había garantías de que no lo hiciera de nuevo.
Si esta vez también estás de parte del segundo príncipe, no te lo perdonaré.
Se preparó mentalmente para actuar antes de que intentaran cualquier treta. Pero justo cuando apartó las ramas con el brazo, una mano le agarró la muñeca y la arrastró con fuerza.
—¡…!
Por reflejo, Diarin encendió fuego en el cabello de Roben.
—¡Agh!
Roben dio un salto hacia atrás, llevándose las manos a la cabeza para apagar las llamas. A pesar del dolor, se contuvo de gritar, quizás consciente de que no debía llamar la atención.
Sin embargo, su reacción fue bastante exagerada.
¡Paf!
Halt, que observaba desde un lado, resolvió el problema de un solo golpe.
Un violento manotazo en la nuca de Roben fue suficiente para apagar el fuego.
¡Un ataque físico es mejor que cualquier cosa contra el fuego!
Diarin estaba sorprendida por este descubrimiento.
Más aún, quedó impresionada por cómo Halt manejó la situación con tanta calma.
—Hermana, cuánto tiempo.
—…Halt.
Con una sonrisa tranquila y saludable, Halt fue el primero en saludar.
La última vez que lo vio, apenas podía hablar o comportarse como una persona frente al Emperador, gruñendo más que otra cosa. Ahora parecía haber recuperado su humanidad.
—¿Ya estás bien?
—Sí, vivir en un lugar tranquilo sin gente me devolvió a mi estado normal.
—Me alegra mucho saberlo…
Diarin estaba genuinamente feliz.
Aunque Roben merecía su castigo, los otros miembros del Escuadrón 8 no tenían por qué sufrir. Sin una mejor alternativa, los había enviado al páramo junto con Roben.
Al final, esa decisión había resultado beneficiosa, lo cual le daba algo de tranquilidad.
Después de asegurarse de que Halt estaba bien, era momento de ocuparse de Roben y sus acciones impulsivas.
—¿Qué significa todo esto?
Roben, que apenas recuperaba la compostura, miró a Diarin con lágrimas en los ojos y una expresión de reproche. Pero Diarin lo fulminó con la mirada.
Arrastrarla hacia un lugar público lleno de ojos curiosos, en lugar de simplemente llamarla, ya era un delito suficiente como para justificar haberle quemado el cabello.
—¡Fue por miedo a que alguien nos viera, así que actué rápido!
—¿Seguro que no planeabas deshacerte de mí antes de que alguien nos viera?
—¡No es eso! ¡Es una injusticia!
Roben puso cara de estar a punto de llorar mientras protestaba.
—Como no nos daba señales, temí que se hubiera olvidado de nuestro método de contacto.
Aunque habían sido expulsados rápidamente del palacio, no los enviaron sin un medio de comunicación. Para futuros usos, necesitaban estar disponibles para ser contactados.
El método era una paloma mensajera que Roben había dejado.
Él prometió usar un silbato tres veces al día para llamar al ave, que volaría en la dirección del sonido. Sin embargo, no había manera de que Roben pudiera enviar mensajes en la dirección opuesta hacia Diarin.
—Estaba preocupado de que nos hubieran olvidado por completo… ¡snif!
Roben se limpió los ojos con un gesto lastimero.
A juzgar por su aspecto, había sufrido mucho en el páramo. La ropa que llevaba puesta era la misma con la que había salido del palacio, pero ahora estaba hecha jirones, como harapos. Evidentemente, había pasado bastante tiempo, suficiente como para justificar su ansiedad.
—Estábamos tratando de observar la situación cerca del palacio, y entonces escuchamos que Su Majestad el Emperador saldría de caza. Hubo rumores en el pueblo cercano, así que decidimos investigar.
—¿Y tu estrategia de acercarte resultó en estar con el segundo príncipe?
Diarin preguntó con suspicacia.
—¡No! ¡Eso fue un accidente! Solo tratábamos de movernos sin ser detectados. ¡Lo juro!
Diarin observó a Roben con ojos llenos de sospecha.
—¡Es cierto! ¡De verdad lo es!
—Bueno… Si no tienes el hábito de incendiarte, supongo que sabrás manejarte.
Diarin relajó su mirada.
—Entonces, ¿ahora que ya hemos hablado, tu asunto está resuelto?
Si habían venido por temor a ser olvidados, ahora que se habían encontrado con Diarin, todo debería estar resuelto.
No tenía sentido que alguien los viera junto a un traidor del segundo príncipe, así que Diarin planeaba despacharlos.
—Ah, pero hay algo más…
—¿Qué ahora?
—Mientras nos escondíamos en el bosque, notamos algo extraño…
—¿….?
Diarin inclinó la cabeza y miró hacia el bosque.
No veía nada raro. Para ella, era un bosque como cualquier otro.
—¿No percibe un olor raro?
—¿Un olor?
Al escuchar las palabras de Roben, Diarin aspiró profundamente, pero todo lo que percibió fue el aroma fresco de la vegetación del bosque. Negó con la cabeza.
—No siento nada.
—Huele a una mezcla de olor a bestia desconocida y aceite quemado.
—¿Aceite?
Aunque recibió esa respuesta, Diarin seguía sin entender. Miró de nuevo a Roben, desconcertada.
—¿Estás seguro de que hay un olor?
—Es un aroma muy fuerte, estoy seguro.
Diarin dirigió entonces su atención a Halt, quien asentía con convicción.
—Exactamente. Es el olor de lobos.
—Ah, entonces huele a lobos.
Roben asintió como si acabara de darse cuenta, olfateando nuevamente para confirmar.
Mientras tanto, Diarin no podía conectar con lo que ellos percibían. Por más que intentaba, solo detectaba el aroma usual del bosque.
—Oigan, no tengo problemas de olfato ni nada…
—Probablemente no puedes distinguirlo porque no has sido entrenada para ello, hermana mayor.
—¡Pero Roben tampoco ha sido entrenado!
Halt no respondió con palabras; en su lugar, mostró una sonrisa enigmática. En ese momento, Diarin tuvo una revelación.
No necesariamente los humanos son quienes entrenan a los perros. Aunque envió a Roben como supervisor de los ‘locos perros salvajes’ del escuadrón, con el tiempo, ambos terminaron adaptándose mutuamente. Vivir juntos los había condicionado, y esa influencia había marcado a Roben más de lo que pensaba.
Así que eso fue lo que pasó…, pensó Diarin, conmovida.
Era algo similar a acostumbrarse a un gato que pisa tu cara al amanecer, o a sacar a pasear a un perro incluso estando exhausto, o a tolerar las travesuras de un pájaro mascota. Roben había terminado adaptándose a la sensibilidad y los hábitos de su grupo.
Supongo que no estoy en posición de criticar a nadie.
Diarin reflexionó sobre cómo se había acostumbrado a la presencia de Ceres y se quedó pensativa.
—Entonces, ¿dices que huele a aceite quemado y a lobos?
—Sí, el olor a aceite es más fuerte en la parte interna del bosque, y el de los lobos…
Justo cuando Halt se disponía a continuar su explicación, se escuchó un fuerte estruendo desde el interior del bosque.
¡Pum!
El ruido retumbó, y Diarin sintió cómo toda la sangre de su cuerpo se enfriaba de golpe.
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Dentro del bosque
Ceres había entrado al bosque a caballo, pero no avanzó mucho antes de detenerse.
—¿Su Alteza?
Los sirvientes que lo seguían se acercaron, mostrando rostros confundidos. Sin embargo, Ceres no respondió de inmediato. En cambio, olfateó el aire a su alrededor.
Al igual que Halt y Roben, Ceres también podía percibir el olor. Aunque su sensibilidad se había reducido debido a su tiempo en el palacio, aún podía detectarlo si prestaba atención. Solo después de entrar al bosque fue consciente del aroma extraño.
—Deténganse.
El olor a lobo podía atribuirse a los animales que habitaban naturalmente el bosque, pues aunque los hubieran espantado para la caza, era posible que regresaran. Sin embargo, el olor a aceite quemado era inexplicable.
El grupo de Ceres había ingresado al bosque sin un camino claro, dispersándose ligeramente.
—¿Qué sucede, mi señor?
No podían retirarse solo por un olor extraño. Sin embargo, avanzar más profundamente también podría ser peligroso. Desde el inicio, Ceres se debatía entre ambas decisiones.
Si estuviera solo, habría explorado el bosque sin dudar, eliminando cualquier amenaza potencial que encontrara. Pero con el grupo siguiéndolo, estaba atado por sus responsabilidades como el primer príncipe.
—¿Acaso el valiente príncipe necesita quedarse aquí titubeando?
En ese momento, un sonido de hojas moviéndose atrajo la atención del grupo. Grelind apareció entre los arbustos, luciendo el pañuelo amarillo que simbolizaba su lealtad al segundo príncipe.
—¿Qué te trae aquí?
Varios caballeros de Ceres avanzaron de inmediato para bloquear su camino, en actitud defensiva.
Grelind era alguien que ya había atacado a Ceres en el pasado. Ahora estaba del lado del segundo príncipe, y aunque su participación en la competición de caza no era obligatoria, decidió unirse. Todo indicaba que tramaba algo.
—¿Y si te lo digo, qué harás? ¿Intentarás detenerme?
—¡Muestra respeto!
Grelind respondió con una mirada despectiva hacia quien había alzado la voz, balanceándose en su montura como si fuera a caer en cualquier momento.
—El respeto se lo debes exigir a quien codicia lo que no le pertenece.
Los presentes intercambiaron miradas incómodas. Las tensiones con Sorven eran un tema delicado, pues mientras Racklion veía la guerra como legítima, Sorven la consideraba un acto de invasión y humillación.
El único con autoridad para responder era Ceres.
Como miembro de la realeza de Sorven, y el responsable directo de su caída, Ceres tenía la palabra final en este tema.
Él avanzó, colocando su caballo al frente del grupo.
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