⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Algo que no te pertenece? ¿De qué estás hablando? —preguntó Ceres.
El rostro de Grelind se sonrojó violentamente, alternando entre rojo y púrpura de la furia.
—¡Me estás quitando Sorven!
¿Quitándotelo…?
Ceres lo miró con genuina incomprensión.
—Sorven pertenece al actual rey.
Por lo tanto, Sorven no podía ser arrebatado. Ceres ni siquiera lo poseía en primer lugar.
Este estilo de hablar era algo que Diarin entendía, pero para los demás, sonaba como una provocación calculada.
—¡Tú, tú…! ¡Derribaste Sorven con tus propias manos y ahora dices que lo codicias!
—No lo codicio.
—¡No mientas! ¡Como no recibí el título de heredero al trono, estás pensando en devorarte Sorven!
A diferencia del exaltado y ruidoso Grelind, Ceres permanecía tranquilo. No podía molestarse con algo que no entendía en absoluto.
—¿Quién te dijo eso?
—¡Ese…!
Grelind estuvo a punto de admitirlo sin querer.
El segundo príncipe.
Pero si lo decía, quedaría claro que había sido manipulado por las palabras del segundo príncipe.
—¡No hace falta que me lo digan! ¡Es obvio!
Grelind era el único miembro vivo de la realeza de Sorven aparte del rey actual. Sin embargo, el rey no había designado un heredero.
Si Ceres no hubiera aparecido, Grelind habría heredado el trono de manera natural tras la muerte del rey. Pero ahora la situación había cambiado; Grelind se encontraba compitiendo por el trono con Ceres.
Desde el momento en que se anunció que el príncipe de Racklion vendría a Sorven, ya le desagradaba la idea. Ahora, al pensar que también amenazaba su posición como rey, era aún más insoportable.
—¡Con qué descaro! ¡Derribaste Sorven y ahora dices que lo deseas!
—Hmm…
Ceres soltó un leve suspiro en lugar de responder.
Cuando las palabras no servían, la acción física era a veces la única opción. Sin embargo, estaba considerando cuidadosamente cómo responder.
—¡Maldito país! ¡Maldito mundo! ¡Que todo se queme y desaparezca!
Era evidente que Grelind no había esperado una respuesta desde el principio.
Sacó una botella que llevaba consigo y la lanzó hacia Ceres.
Sin embargo, su puntería era tan mala que la botella no llegó a tocarlo, cayendo al suelo frente al caballo de Ceres.
¡Crash!
La botella se rompió en mil pedazos, derramando su contenido cerca del caballo.
—¡Qué insolencia!
—¿Está bien, Su Alteza?
Aunque no le había tocado ni un fragmento de vidrio, todos a su alrededor estaban alarmados. Pero no todo había terminado.
—¡Maldito seas! ¡Ni siquiera en el infierno encontrarás descanso!
Grelind arrojó su pipa de fumar hacia los arbustos cercanos y giró su caballo para huir.
—¡Mírenlo, huyendo como un cobarde!
Ceres sintió que algo no estaba bien.
El fuerte olor a aceite que impregnaba el ambiente, combinado con el líquido derramado de la botella rota, era sospechoso.
—Deberíamos retirarnos de aquí inmediatamente…
Antes de que pudiera terminar su frase, ¡BOOM!
Una explosión resonó desde el lugar donde Grelind había arrojado su pipa.
Los pájaros que descansaban en los árboles salieron volando en bandadas, oscureciendo el cielo momentáneamente.
—¡Aaah!
—¡Su Alteza!
Aunque la explosión fue única, los caballos, asustados, comenzaron a encabritarse y a correr descontrolados.
Algunos caballeros fueron derribados al suelo, mientras que otros apenas se aferraron a sus monturas, siendo llevados lejos del grupo.
Ceres logró calmar a su caballo y observó a su alrededor con urgencia.
Aunque la explosión no les había afectado directamente, el fuego comenzó a propagarse rápidamente por el bosque.
El fuerte olor a aceite se debía a que había sido rociado previamente para avivar las llamas.
En cuestión de minutos, el bosque se convirtió en un mar de fuego.
Los animales, aterrorizados, corrían en todas direcciones, soltando chillidos.
—¡Fuego! ¡Es un incendio!
—¡El bosque está ardiendo!
La mayoría de las personas, acostumbradas a la seguridad del palacio, no sabían cómo reaccionar ante una emergencia como esta. En lugar de moverse rápido, estaban paralizadas o corrían en círculos.
—¡Tenemos que salir del bosque ahora mismo!
Ceres sabía que la velocidad del fuego superaba la de las personas corriendo.
Si estuviera solo, podría escapar arrastrándose, pero tenía que salvar a todos los que lo acompañaban. No podía permitirse perder a ninguno.
Acercándose a aquellos que aún estaban a caballo, Ceres golpeó las ancas de los animales para instarlos a correr.
¡Iihihi!
Los caballos, asustados, corrieron en dirección opuesta al fuego.
Quedaban los que habían caído de sus caballos. Ellos intentaban avanzar, pero retrocedían al ver las llamas acercarse por otros lados.
Ceres desmontó de su caballo y comenzó a empujar físicamente a las personas hacia una dirección segura.
—¡Corran por aquí!
—¡Pero, el fuego…!
—¡Hagan lo que les digo!
—¡Sí, señor!
Ante su comando autoritario, las personas respondieron automáticamente y comenzaron a moverse con determinación.
Sin embargo, mientras corría detrás de ellos, Ceres se detuvo de repente.
—Grrr…
El olor a lobo, que antes se percibía desde todo el bosque, ahora se sentía más cerca. Los animales, huyendo del fuego, se habían concentrado en su dirección.
—¡Aaaah!
—¡Lobos!
Con solo el olor, era evidente que la cantidad de lobos era considerable. De hecho, para el tamaño del bosque, era un número anormalmente elevado.
Los gritos de quienes se cruzaban con los lobos resonaban por todo el bosque.
Ceres miró fugazmente las espaldas de las personas que corrían atravesando las llamas. Si seguían corriendo de esa manera, parecía que podrían escapar del fuego sin problemas.
Pero, ¿y escapar de los lobos que los perseguían…?
¡Zas!
Un lobo, que se había acercado silenciosamente, se lanzó hacia Ceres.
Sin pensarlo, Ceres desenvainó su espada y bloqueó los colmillos del lobo.
¡Clang!
El sonido agudo del metal resonó como si la espada hubiera golpeado algo afilado. Sintió un peso considerable en su brazo, pero no era algo que no pudiera manejar.
Exhalando con fuerza, Ceres blandió su espada con un movimiento decidido. La hoja rozó el ojo del lobo, salpicando sangre.
¡Auu!
El lobo chilló y retrocedió unos pasos, solo para volver a cargar con los colmillos descubiertos.
—¿Eh?
Algo estaba mal.
No era la reacción típica de un animal salvaje.
En el campo de batalla, uno no solo lucha contra personas. También debe enfrentarse a todo tipo de bestias que se acercan atraídas por los cadáveres.
Los lobos no eran una excepción; Ceres ya se había encontrado con ellos antes. Normalmente, las criaturas salvajes retrocedían asustadas al enfrentarse al escuadrón 8. Pero estos lobos eran diferentes, parecían estar poseídos, lanzándose de forma frenética.
Algo les hicieron.
Mientras eliminaba a cada lobo con movimientos calculados, Ceres analizaba la situación.
Grelind, que incluso había incendiado el bosque para deshacerse de él, seguramente había hecho algo a los lobos también.
Esa botella.
Recordó la botella que Grelind le había arrojado. El extraño líquido que contenía emitía un olor peculiar. Estaba claro que eso había alterado el comportamiento de los lobos.
Bloqueando las garras de otro lobo que se abalanzaba sobre él, Ceres lo miró fijamente a los ojos.
Sabía que algo no iba bien.
A pesar de ser animales, sus ojos mostraban algo inusual. No atacaban de manera racional; reaccionaban ciegamente al olor, como si estuvieran fuera de control.
Era similar a los soldados del escuadrón 8 cuando estaban bajo los efectos de una droga.
—…Ugh.
Cuando ese pensamiento cruzó su mente, Ceres se llevó la mano a la boca, tratando de sofocar un gemido. Su respiración salió entrecortada a través de los dedos, y su visión comenzó a nublarse.
Ese líquido no solo afectaba a los lobos.
Mientras tanto, las llamas seguían intensificándose y los lobos se volvían más violentos. A pesar de estar en estado de confusión, Ceres seguía blandiendo su espada instintivamente, acabando con los lobos uno por uno. Sin embargo, su mente se sentía flotante, como si estuviera embriagado.
Era como si estuviera luchando sin tocar el suelo.
Sus movimientos se sentían torpes, como si estuviera bajo el agua. Afortunadamente, los lobos también parecían afectados, moviéndose de manera similar.
Avanzando lentamente hacia un área aún no alcanzada por las llamas, Ceres luchaba contra los lobos que se interponían en su camino, eliminándolos uno a uno.
Objetivamente, la situación era desesperada. Si se analizaba con frialdad, las posibilidades de regresar con vida eran cada vez menores.
—Diarin…
Pero tenía que volver con Diarin.
Tenía que derrotar a los dioses, estar con ella para siempre y darle más de las riquezas que tanto amaba.
No era un simple deseo; era su objetivo, un mandato del destino.
No hubo tiempo para más pensamientos.
A medida que su visión se nublaba, su mente también se desvanecía.
Era una sensación de batalla familiar.
En ese momento, como una piedra que cae en un estanque, una voz clara resonó en la mente de Ceres.
—¡Ceres!
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El sonido de la explosión hizo que todos corrieran alarmados.
—¡¿Qué está pasando?!
Incluso Diarin, sorprendida, se inclinó para mirar hacia el bosque.
No era un sonido que pudiera producirse durante una cacería común. Era un estruendo que solo se escuchaba en el campo de batalla, y aún más durante un asedio.
Un sonido que anunciaba una masacre a gran escala.
Una sensación de inquietud comenzó a llenar el pecho de Diarin.
—¡Parece que había un asesino escondido en el bosque! ¡Su Majestad, debe evacuar!
En ese momento, el grupo del segundo príncipe salió corriendo del bosque.
La palabra ‘asesino’ dejó a todos paralizados. Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por la conmoción, la mente de Diarin se enfrió, procesando la situación con claridad.
Con una mirada calculadora, buscó a Grelind entre ellos.
No está aquí.
Eso significaba que todo este alboroto seguramente era obra de Grelind.
El segundo príncipe había salido del bosque ileso. Entonces, el objetivo sólo podía ser uno:
Ceres.
Era como si alguien le estrujara el pecho, dificultándole respirar.
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