⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
La noticia de que las dos personas se habían recuperado se extendió rápidamente por todo el palacio imperial.
—¿El Emperador va a visitar personalmente el palacio del Primer Príncipe?
Endin levantó la voz, evidentemente disgustado por la noticia.
El sirviente que transmitió el mensaje ya esperaba una reacción similar. Sin mostrar ninguna emoción, inclinó la cabeza profundamente.
—¿Por qué?
Endin, que estaba refunfuñando, finalmente preguntó.
No era extraño que un padre fuera a visitar a su hijo que casi muere, pero que el Emperador visitara al Primer Príncipe era otra cosa.
—Mencionó que quiere hablar sobre el ‘reparto’ de la cacería.
Eso era razonable dentro de ciertos límites.
La cacería había terminado abruptamente. No hubo tiempo para determinar un ganador o un perdedor.
El Primer Príncipe casi pierde la vida.
No era momento para disfrutar del ocio.
¿Pero hablar del ‘reparto’ ahora?
—¿No será para favorecerlo?
Endin murmuró con tono de desagrado.
—No necesariamente.
Pelian, quien había estado sentada tranquilamente como una sombra a su lado, intervino con una frase.
Endin miró a su madre, la Emperatriz Pelian de la casa Racklion y esposa del Emperador. Como siempre, con su elegancia y calma característica, Pelian continuó hablando, como si no estuviera emitiendo una opinión concreta.
—Su Majestad el Emperador valora el equilibrio y la estabilidad… como bien sabes.
Endin observó a su madre.
Pelian bajó la mirada como si fuera una joven tímida. Esa era su manera de sobrevivir en este cruel palacio imperial.
No era alguien mediocre ni provenía de una familia insignificante. De hecho, pertenecía a una de las casas más prestigiosas de Racklion y había dado a luz a un príncipe. Sin embargo, siempre mantenía una apariencia de humildad.
Actuaba como si se contentara con recibir lo que el Emperador le daba, pero todos sabían que no dudaba en envenenar la comida que ella misma ofrecía a otros.
—¿De verdad cree eso?
—Confía en Su Majestad.
Pelian realmente estaba diciendo que confiara en la insaciable ambición del Emperador.
Endin finalmente sonrió y asintió.
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—Saludos a Su Majestad el Emperador.
—No hace falta que se levanten, considerando que todavía están en recuperación.
El Emperador habló con amabilidad a Ceres y Diarin, quienes se habían postrado ante él.
Aunque ya estaban completamente recuperados, el comentario del Emperador los obligó a fingir estar débiles. Diarin puso cara de enferma, aunque su rostro rebosaba salud.
—El Vizconde Arianth parece no haberse recuperado del todo.
—Gracias a la gracia de Su Majestad, he mejorado mucho.
—Me alegra escuchar eso.
El Emperador inspeccionó el palacio del Primer Príncipe con la actitud relajada de quien visita su propio hogar.
—Es grato ver que el palacio del Primer Príncipe ha recuperado su antigua gloria.
—Todo gracias a la gracia de Su Majestad.
La respuesta era siempre la misma, independientemente de lo que dijera el Emperador.
Todo era gracias a él. Pero como había venido con algo que dar, repetir cumplidos unas cuantas veces no era un problema.
¡Vamos, entrega lo que trajiste!
Diarin, con una sonrisa radiante, no ocultó su impaciencia interna.
Retrasar una entrega parecía ser una táctica común de los superiores en cualquier lugar. Incluso el Sumo Sacerdote hacía largos discursos antes de dar la ofrenda más insignificante.
El Emperador recorrió cada rincón del palacio del Primer Príncipe antes de sentarse en la sala de recepción.
Aunque la llamaban sala de recepción, no era un pequeño espacio hogareño. El palacio del Primer Príncipe era tan grande y lujoso como el del propio Emperador, y el término ‘sala de audiencias’ parecía más apropiado.
El Emperador tomó asiento en un lugar especial preparado para él e invitó a los demás a sentarse.
Cuando todos estaban en sus respectivos lugares, la voz de Endin resonó.
—¿Llego tarde, Su Majestad?
—No, has llegado justo a tiempo.
—¡….!
Diarin se giró sorprendida.
¿El Segundo Príncipe en el palacio del Primer Príncipe?
—No tuve tiempo de preparar un regalo para los enfermos, así que vine con las manos vacías.
Si fuera un funeral, seguramente habría traído un obsequio generoso. Endin se disculpó con frialdad mientras tomaba asiento frente a los otros dos.
—Sería mejor si toda la familia estuviera aquí, pero Sebian parece haberse enfermado del susto.
—Qué desafortunado. Espero que no sea algo grave.
Esta vez, Endin respondió primero.
Diarin miró rápidamente a Ceres, que estaba a su lado. Él parecía igual de desconcertado por la situación.
Era evidente que el Emperador tenía algo en mente y estaba actuando por su cuenta.
—Sebian expresó su respeto por el valor de Cerendias y aceptó su derrota en esta cacería.
Endin mantuvo su rostro imperturbable.
Diarin tragó saliva con dificultad. La verdadera razón de la visita del Emperador estaba comenzando a revelarse.
—Es lamentable que la cacería terminara debido a un accidente inesperado, pero postergar el reparto sería una lástima, así que decidí adelantarlo. ¿Qué opinan?
—Seguiremos los deseos de Su Majestad.
—Seguiremos los deseos de Su Majestad.
El Emperador planteó la pregunta sabiendo de antemano cuál sería la respuesta.
Tanto Endin como Ceres dieron la misma respuesta.
Diarin, que no estaba directamente implicada, permaneció en silencio, esperando.
—Bien, me alegra que sus opiniones coincidan con la mía. Según los resultados de la cacería, Cerendias cazó más lobos. Por lo tanto, el ganador de la cacería es Cerendias, ¿correcto?
—Estoy de acuerdo.
Endin respondió con calma.
Diarin quedó atónita al darse cuenta de que, incluso en medio del caos, el Emperador había ordenado que contaran los cadáveres de los lobos. Era un detalle que solo alguien con una mente excepcionalmente calculadora habría considerado.
—Entonces, los bienes originalmente asignados al Primer Príncipe se devolverán en su totalidad. El Tercer Príncipe también ha aceptado su derrota, por lo que lo mismo se aplicará.
—Estamos profundamente agradecidos.
La respuesta de Ceres fue breve y sin emoción.
El Emperador lo miró fijamente.
—No parece estar contento.
—Estoy contento.
El Emperador sonrió levemente ante la respuesta sin entusiasmo.
—Claro, recuperar lo que ya era tuyo no es algo que alegre mucho, aunque el que lo pierde podría sentirse molesto.
—También encuentro tranquilidad en que todo vuelva a las manos de su legítimo dueño.
Endin respondió con calma, manejando con soltura las palabras dirigidas contra él. Aunque el patrimonio que debía devolver era considerable, su pérdida no le afectaría gravemente. Estaba justo dentro del límite que le permitía mantener su compostura.
—Es un alivio, entonces.
El Emperador parecía disfrutar del juego de aparentar ser una familia unida. Tras dirigir una sonrisa a Endin, se volvió hacia Ceres.
—Entonces, ¿qué opinas de recibir algo que no esperabas tener?
Ceres no se apresuró a responder. Prefirió esperar las siguientes palabras del Emperador.
—El príncipe Grelind ha muerto.
Diarin alzó la cabeza bruscamente, sorprendida. Había escuchado de Ceres los detalles sobre lo que Grelind había hecho durante el torneo de caza, y después, el tema se había vuelto un tabú. No se mencionaba en absoluto entre las personas del palacio, y mucho menos se sabía de las actividades de Grelind desde entonces.
El Palacio Imperial era enorme, y si alguien decidía esconderse, encontrarlo era complicado. Diarin había asumido que Grelind, por lo que había hecho, simplemente se había recluido. Pero que estuviera muerto…
—Fue encontrado durante las búsquedas de los desaparecidos. Parece que murió atacado por lobos.
—¿Lobos… dice usted?
—Sí, su cuerpo estaba desgarrado por completo.
El trágico destino de Grelind no parecía significar nada para el Emperador. Era como si el suceso le resultara indiferente.
O quizás, se trataba de algo que él mismo había provocado.
Así como Endin tenía sus planes, el Emperador era perfectamente capaz de manipular las circunstancias a su favor. Pero solo Grelind, ahora muerto, conocía la verdad. Si había sido víctima de sus propios movimientos o sacrificio de una estrategia mayor, quedaba en el misterio.
—Ahora eres el único heredero de Sorven, Ceres.
Ceres permaneció en silencio. No era capaz de decir nada, ni de alegría ni de tristeza.
—A menos que haya algún descendiente oculto de la familia real de Sorven, ese reino es ahora tuyo. ¿No te alegras?
El Emperador insistió en buscar una reacción.
—Mis felicitaciones, hermano.
Endin, como animando la situación, le dirigió palabras de felicitación. Pero, ¿realmente esto era algo para celebrar? Diarin comenzó a evaluar rápidamente la situación.
El 1er príncipe había recuperado lo que le correspondía, ahora poseía Sorven, y además, la reputación que Diarin había ganado con el ‘milagro’. Era demasiado.
Mientras tanto, Endin no tenía nada. Había perdido más de lo que había ganado. Aunque todavía contaba con más seguidores y propiedades, además del respaldo del Ducado de Juryn, familia de la Emperatriz Pelian, no era comparable a gobernar un reino entero.
Si las cosas continuaban así, la balanza se inclinaría demasiado a favor de Ceres.
El Emperador no estaba apoyando incondicionalmente a Ceres. Entonces, ¿qué pensaba quitarle?
—Es una responsabilidad demasiado grande.
Finalmente, Ceres habló.
—¿Un simple reino te parece demasiado?
El Emperador ladeó la cabeza, esbozando una sonrisa burlona. Había una pregunta oculta en sus palabras: ¿Qué harás si alguna vez tienes que responsabilizarte del Imperio entero?
Si Ceres tuviera la más mínima ambición, esta era la oportunidad de mostrar valentía y demostrar su capacidad. Sin embargo, eligió un camino diferente.
—He aprendido que no es fácil proteger y ser responsable de uno mismo.
—¿Ah, sí?
—Quiero proteger primero lo que está a mi alcance.
Ceres miró directamente al Emperador. Era, en esencia, una súplica.
Haré lo que desee, pero por favor, no me quite a Diarin.
Y esa súplica fue la respuesta correcta.
La mirada del Emperador pasó de Ceres a Diarin. El valor de Diarin había crecido enormemente. Era la protagonista del milagro, una aliada leal cuya lealtad no se podía comprar con dinero.
Para el 1er príncipe, Diarin representaba mucho más que eso. Su ausencia sería devastadora. El Emperador lo sabía ahora.
Era el collar más fuerte alrededor del cuello del perro rabioso.
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