⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—La sensibilidad del señor Ceres es algo que tanto el segundo príncipe como la suma sacerdotisa Merian conocen perfectamente.
Si tuvieran una reunión de estrategia, ellos dos serían los responsables. No cabía duda de que habrían tomado precauciones contra Ceres.
Acercarse al palacio del segundo príncipe era imposible por el momento. Si se trataba del templo, bastaría con que Ceres o Diarin se aproximaran para que saltaran las alarmas.
Además, Ceres no era capaz de escuchar todo lo que ocurría dentro de un edificio estando fuera.
Ceres también era consciente de esa limitación.
—Hay un pasadizo secreto.
—¡¿…?!
Su solución era algo que Diarin nunca habría imaginado.
—¿Un pasadizo secreto?
—Debe haber varios en el palacio, pero solo conozco los que conectan el Palacio de la Emperatriz y el Palacio del Primer Príncipe.
—¿De verdad existen cosas así?
—Por si acaso.
Diarin abrió la boca sorprendida. Algo que pensaba que solo existía en cuentos era real.
—¿Y a dónde lleva ese pasadizo?
—La mayoría conducen fuera del palacio, pero hay uno que conecta con el templo.
—Oh.
Si el templo no estuviera dirigido por alguien corrupto como la sumo sacerdotisa Merian, sería una de las instituciones más neutrales. Era lógico que hubiera un enlace con el palacio.
—Está conectado con el interior del templo, así que se puede escuchar desde cualquier lugar allí.
—Perfecto.
Diarin asintió, pero luego se detuvo.
—¿No será peligroso?
—Probablemente… no.
—¿Probablemente?
—Cuando mi madre me enseñó el pasadizo, solo llegué a la entrada. Nunca llegué al final.
Desde entonces había pasado mucho tiempo. Ceres no podía saber qué habría ocurrido en ese pasadizo.
Diarin entrecerró los ojos.
—Voy contigo.
—¿Tú?
—Es un pasadizo que conecta con el templo. Podría haber un sacerdote que lo haya descubierto y haya hecho algo allí.
La probabilidad era baja, pero la última vez que dejó que Ceres fuera solo, casi lo perdió para siempre. Todavía sentía sus extremidades entumecidas por el terror que había vivido.
Ante la insistencia decidida de Diarin, Ceres asintió sin quejarse.
Ir con Diarin siempre era algo bienvenido.
—Entonces, vamos.
Ceres extendió la mano hacia Diarin, como si la estuviera invitando a un baile. Sin embargo, lo que les esperaba era un pasadizo oscuro y peligroso.
Diarin tomó su mano y se puso de pie.
Mientras Ceres no desapareciera, no tenía nada que temer.
—Es por aquí.
Ceres salió de la habitación del príncipe.
Ambos ocupaban habitaciones contiguas asignadas a los príncipes y sus personas de confianza. Aunque, por las noches, Ceres siempre acababa en la habitación de Diarin, haciendo irrelevante la separación. La habitación de la princesa consorte permanecía vacía.
Pasaron por la habitación de la princesa consorte y llegaron al final del pasillo, a una sala donde se guardaban los objetos personales del príncipe. Aunque era un almacén, estaba impecablemente ordenado, como un museo.
Las estanterías, hechas de piedra en lugar de madera, sugerían que la habitación tenía otros propósitos.
Diarin levantó la barbilla al darse cuenta.
—¿Es aquí?
Ceres metió la mano entre los objetos de la estantería más al fondo y palpó la pared. Tras varios intentos, recordó cómo hacerlo.
Presionó varias partes de la pared y, poco a poco, una grieta comenzó a abrirse.
No fue un movimiento obvio. Ceres presionó algunos puntos adicionales y luego empujó la estantería de al lado.
Incluso viendo cómo lo hacía, Diarin no se veía capaz de repetirlo.
—Aquí está.
El espacio oscuro quedó al descubierto. Detrás de la pared había un pasadizo oculto.
Un olor rancio, de algo encerrado por mucho tiempo, los envolvió al abrirse.
El pasadizo era tan estrecho que apenas podrían entrar dos personas.
—¿Es esto?
—Hay que entrar y cerrar para que se abra el acceso al pasadizo.
—Ah.
La construcción era meticulosamente segura.
Diarin observó el estrecho espacio antes de seguir a Ceres. Su corazón latía rápido, como si estuviera a punto de embarcarse en una aventura.
El tamaño de Ceres hacía que tuvieran que estar casi pegados. Además, el voluminoso vestido de Diarin complicaba aún más las cosas.
—Diarin, el vestido.
Ceres recogió la tela del vestido y la empujó hacia el interior.
—Ugh. Qué molestia.
Las túnicas sacerdotales no eran tan voluminosas. ¿Por qué le había parecido atractivo este tipo de ropa antes?
Diarin intentó acomodar el vestido en el espacio estrecho, pero al final desistió y salió.
—No se puede.
—¿Voy solo entonces?
—¡No!
Diarin agarró rápidamente el brazo de Ceres.
Ceres, que pensaba que no era para tanto y podía ir y volver en poco tiempo, quedó desconcertado por la urgencia de Diarin y asintió.
—Espera, date la vuelta.
—¿…?
Ceres, sin entender, obedeció.
—No mires hacia aquí bajo ningún concepto.
—De acuerdo.
Diarin revisó varias veces que Ceres estuviera de espaldas antes de girarse ella misma y mirar a su alrededor.
El Palacio del Primer Príncipe no tenía mucho personal debido a la sensibilidad de Ceres. Tampoco era común que alguien entrara en la sala de almacenamiento sin ser llamado. Sin embargo, desvestirse fuera de una habitación era incómodo y vergonzoso, lo que hacía que Diarin revisara el entorno una y otra vez.
No había tiempo que perder.
Diarin respiró profundo y comenzó a desatar los lazos de su vestido.
—¿Diarin…?
Al escuchar el sonido detrás de él, Ceres tensó los músculos de su espalda.
Solo con oírlo, podía imaginar perfectamente lo que Diarin estaba haciendo.
—Te dije que no miraras.
—…No estoy mirando.
—Tampoco escuches.
—…
Ceres quiso protestar, porque eso era imposible, pero cerró la boca y se tapó los oídos con las manos. Sin embargo, el sonido de Diarin quitándose el vestido seguía llegando claramente a sus oídos.
El rostro de Ceres comenzó a teñirse de rojo.
—Hum, ejem.
Aunque no tenía picazón en la garganta, tosió.
Pero la tos solo hizo que la presión en su rostro aumentara, volviéndolo más rojo.
—…Espera un momento.
Diarin, interpretando la tos como una prisa por parte de Ceres, se apresuró aún más. Temía que él decidiera dejarla atrás e irse solo.
Por las mañanas, las doncellas la ayudaban a ponerse el vestido, y ahora entendía por qué las jóvenes nobles siempre necesitaban a alguien para ayudarlas.
Los botones y lazos del vestido estaban en la parte trasera, y cada cinta ajustaba el vestido en puntos clave del cuerpo. Algunas cintas estaban en lugares imposibles de alcanzar, como los omóplatos o los codos.
Finalmente, Diarin optó por dejar de intentar desatar los lazos con cuidado. En lugar de eso, usó toda su fuerza, y con un sonido seco, las cintas y los botones se rompieron. Se quitó el vestido, ahora flojo, casi arrancándolo de su cuerpo.
Debajo del vestido había varias capas de enaguas voluminosas, responsables de darle su forma. Diarin también se deshizo de ellas, quedando solo con un fino camisón blanco. Era tan ligero que se sentía como si estuviera en pijama, aunque más transparente y delgado que cualquiera de sus prendas para dormir.
Había estado junto a Ceres en pijama muchas veces, pero nunca con una prenda tan reveladora.
—No mires bajo ningún concepto.
Diarin enfatizó sus palabras mientras se acercaba a la espalda de Ceres.
Se dice que los guerreros tienen ojos en la espalda, lo que significa que son extremadamente sensibles a los ataques por detrás.
Aunque no podía ver, Ceres podía sentir claramente la cercanía de Diarin: el calor de su cuerpo y su aroma. Su cuello y hombros se tensaron como una roca.
El espacio ahora era más amplio sin el vestido, pero Diarin aún permanecía muy cerca de Ceres, lo suficiente como para casi tocar su espalda.
—…Voy a cerrar.
La voz de Ceres sonó rígida. Forzó su garganta a trabajar mientras hablaba.
—Sí.
Diarin respondió, y su respiración cálida rozó la espalda de Ceres.
Esa leve sensación era casi insoportable.
Ceres respiró profundamente y trató de concentrarse en recordar cómo cerrar el mecanismo de la entrada. Al pensarlo, recordó que el dispositivo estaba en la pared donde Diarin estaba de pie.
—Diarin, necesitas presionar esa pared.
—¿Eh? Ah, oh, vale.
Diarin, nerviosa, no se había dado cuenta de que podía simplemente girar junto con Ceres para llegar a la pared.
Antes de que pudiera reaccionar, Ceres se giró hacia ella. Ahora estaban frente a frente, en una posición que parecía un abrazo.
—…Ah.
Diarin dio un paso hacia atrás instintivamente, pero su espalda chocó contra la pared.
El brazo extendido de Ceres tocó la pared justo al lado de la cabeza de Diarin.
—…Debe ser por aquí.
Mientras Ceres buscaba el punto exacto en la pared, su cuerpo, mucho más alto y ancho, parecía un muro frente a Diarin.
Era más alto por al menos una cabeza y sus hombros parecían el doble de anchos. Hasta ahora, nunca habían estado tan cerca el uno del otro, y la proximidad la hizo consciente de ello.
Sentía como si estuviera atrapada entre dos paredes.
Diarin alzó la vista hacia Ceres, apenas capaz de respirar.
Ceres estaba completamente concentrado en encontrar el mecanismo en la pared, su mirada era fría y racional, no la mirada ardiente de un hombre impulsivo.
Sin embargo, la presencia de Ceres tan cerca la abrumó.
El aroma que ella asociaba con él, cálido y familiar como el de las patas de un cachorro, de repente parecía diferente, transformándose en un perfume masculino que la hacía estremecer.
Era un momento que había evitado reconocer hasta ahora, pero que la golpeó con fuerza.
Sentía como si hubiera tragado un carbón encendido; una cálida sensación descendió desde su garganta hasta su abdomen. Sus manos y pies empezaron a sudar.
Diarin apretó los puños, conteniendo la respiración.
Finalmente, Ceres encontró el mecanismo. Con un sonido profundo y bajo, la entrada se cerró.
Y con ello, un manto de oscuridad total los envolvió.
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