⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Un cuerpo extraño, un aroma desconocido, una mirada diferente, una oscuridad desconocida.
Todo era una sucesión de cosas extrañas.
—¿Diarin?
Incluso la voz de Ceres sonaba diferente.
La oscuridad absoluta transformaba todo lo que ella conocía en algo nuevo.
El Ceres que Diarin tenía en su mente, la imagen que había construido de él, ahora se desdibujaba.
—¿Tienes miedo?
Una voz cautelosa, llena de preocupación.
Pero también una voz masculina, grave y profunda.
—…No.
No, no tenía miedo.
Diarin extendió la mano, tanteando en la oscuridad hasta encontrar el rostro de Ceres. Él se dejó explorar en silencio.
Sus dedos rozaron el costado de Ceres, subieron por su pecho y llegaron hasta su mandíbula firme.
Mientras sus dedos seguían la línea masculina de su mandíbula, encontró su oreja. Junto a la oreja, su mejilla suave, en marcado contraste con la dureza de su mandíbula. Al final de esa mejilla, sus labios.
Solo con tocar su boca, no podía saber qué expresión tenía Ceres.
En esta oscuridad, tampoco podía ver su mirada.
¿Qué rostro estaría poniendo Ceres mientras la miraba?
—Diarin.
Los labios de Ceres se movieron, pronunciando su nombre.
Diarin, con una sensación extraña, mantuvo sus dedos en sus labios mientras lo escuchaba hablar.
—¿Me darías tu bendición?
—…¿Ahora?
—Es un camino desconocido para mí.
No parecía un camino particularmente peligroso, pero tampoco era un lugar familiar donde pudiera bajar la guardia.
Diarin sabía que era un truco evidente, pero estas cosas tenían que ver con los sentimientos, y era más fácil ceder que negarse y arriesgarse a que algo realmente ocurriera.
Tanteando, Diarin tomó las dos manos de Ceres y las acercó hacia ella.
—…Pero, ¿de verdad mi bendición servirá de algo?
—Podría depender de dónde se dé la bendición.
—¿Dónde?
—Mi bendición funcionó bien, ¿no crees?
—…Eh…
Diarin sintió un ruido agudo en su cabeza.
La bendición de Ceres. El beso en su frente. No era que no pudiera hacerlo, pero la intención detrás de su petición era claramente un truco descarado.
—…Ugh, está bien.
Diarin decidió pasar por alto esto también.
Soltó las manos de Ceres y, en cambio, tomó su rostro entre sus manos, acercándolo hacia ella.
Ceres, dócil, inclinó su cabeza para que su frente estuviera al alcance de los labios de Diarin.
—¿No será que el problema no es quién da la bendición?
—Seguro que no. Estoy convencido.
Ceres habló con confianza.
La memoria de cómo casi muere a pesar de la mejor bendición que Diarin le había dado aún era una herida para ella.
—Si estás tan insegura, ¿por qué no nos bendecimos mutuamente?
—…¿Eh? ¿Cómo?
—Así.
Los labios de Ceres se posaron sobre los de Diarin con un suave chup.
—¿….?
Diarin parpadeó, incapaz de procesar lo que acababa de suceder.
—¿Eh…?
—De esta manera, tú me bendices a mí y yo te bendigo a ti. Así, ambos estamos protegidos.
Diarin pensó durante un largo momento.
Ceres esperó pacientemente mientras ella razonaba.
En la oscuridad, sin la distracción de sus ojos de cachorro adorables, podía reflexionar con calma.
—…Mentira.
Diarin finalmente descubrió la verdad.
—Eso no es una bendición, es solo un beso.
Ceres dejó escapar una risa baja.
—…Tienes razón. Es una mentira.
Y con descaro, volvió a acercar sus labios.
—Solo quería besarte, Diarin.
—…Te doy una oportunidad, y ahora es demasiado fácil para ti, ¿verdad?
—No. No es fácil. Tú eres muy difícil.
—¿Y dices que soy difícil mientras me besas así tan fácilmente?
—No quiero solo besarte, Diarin. Quiero tu amor. Quiero casarme contigo.
—Basta.
Apenas había soportado la primera declaración, y ahora él continuaba con una segunda, una tercera, y parecía que no se detendría nunca.
Diarin empujó su pecho con un golpe.
Ceres se dejó empujar sin resistencia.
Un pequeño espacio se abrió entre ellos, y ese pequeño respiro fue suficiente para que Diarin se sintiera aliviada.
Con claridad mental recuperada, comenzó a notar cosas que antes no había percibido, enfocada en lo visible. Ahora podía prestar atención a lo que escuchaba.
—…Tu manera de hablar. También es a propósito, ¿verdad?
Diarin había recuperado completamente sus recuerdos. No había huecos en su memoria: la etiqueta del palacio, los nombres de las familias nobles, su relación con el emperador… Todo estaba en su lugar. Incluso los recuerdos de cuando era Kerendias y los de cuando era Ceres estaban intactos.
Sin embargo, su forma de hablar siempre había sido extraña.
Diarin no le dio mucha importancia porque hablaba así cuando estaban juntos. Pero en la oscuridad, al escuchar únicamente su voz, podía notar claramente la diferencia.
—¿Mi forma de hablar?
—Cuando hablas con otros, hablas normalmente. Solo conmigo usas ese tono de cachorro.
—Ah…
No era que no lo supiera. Incluso en la oscuridad, Diarin frunció el ceño con suspicacia.
—¡Lo haces a propósito para parecer adorable!
—¿Mi tono es adorable?
—¡Es el tono de un cachorro!
—¿Entonces soy adorable?
—¡Ah, maldición!
Sí, era adorable. Pero no quería reconocerlo tan fácilmente. ¿Qué tiene de adorable un hombre adulto? Bueno, sí, lo era, pero aun así.
Al final, resultó que Ceres usaba ese tono a propósito.
—No era mi intención parecer adorable para ti.
—…¿Entonces por qué?
—Después de que mi verdadera identidad se revelara, no quería que te alejaras de mí.
—…¿Eh?
—Actuaste como si pudieras dejarme en cualquier momento.
Seguramente, después de descubrir que él era el primer príncipe, hubo un período en el que no sabía cómo comportarse. Sentía que no estaba a la altura de la posición que ocupaba y quería escapar.
¿Pero que por esa razón Ceres estuviera fingiendo ser un perro tonto todo este tiempo?
—Mmm…
Era como si le hubieran dado un golpe en la nuca; su mente se quedó en blanco.
…Esto no era un perro, sino un zorro.
—Es ridículo.
—Para mí, si tengo a Diarin, no necesito nada más.
—No, no es eso…
Diarin quedó sin palabras, soltando unas risitas incrédulas. Recordó cómo, haciéndose el ingenuo y actuando como un cachorro inocente, nunca perdía una sola discusión.
Este chico astuto.
Le dieron ganas de golpearlo, pero no lo hizo.
En la oscuridad, las sinceras emociones de Ceres eran aún más claras.
No te vayas. No me abandones. No te marches.
—…No me iré.
El murmullo de Diarin, que sonaba casi como una confesión, hizo que el cuerpo de Ceres se estremeciera. Aunque no podía verlo, sentía su reacción porque estaban cerca.
—…¿De verdad?
—Sí. No me iré. Aunque me hagas enojar, aunque seas molesto… aunque no seas lindo.
—…
—Aunque alguien intente separarme de ti y yo diga ‘de acuerdo’ de forma obediente, no me apartaré. Por eso estoy dispuesta a enfrentarme incluso al templo, ¿no es así?
Ceres contuvo la respiración. Luego, envolvió a Diarin con ambos brazos en un abrazo apretado.
Diarin, en el cálido y familiar abrazo, correspondió.
El cuerpo de Ceres, sólido en cada rincón, parecía increíblemente frágil en ese momento. Como si pudiera romperse con el más leve soplo de viento.
Ceres solo temía perder a Diarin, pero quien realmente había experimentado esa pérdida había sido Diarin.
El simple pensamiento de perderlo nuevamente le apretaba el pecho como un puño.
—Nunca volveré a perderte.
Diarin murmuró, como si fuera un juramento.
Ceres respondió aumentando la fuerza de su abrazo. Se notaba su felicidad. Estaba satisfecho.
Le agradaba ver a Ceres contento por su causa.
Chup.
—¿…?
Pero, ¿por qué ahora tenía que besarla con tanta naturalidad?
Era como sentir traición al estar en medio de una escena conmovedora y descubrir que el perro solo pensaba en comida.
—Oiga, señor Ceres. ¿Y eso qué fue?
—Si no se hace dos veces, no cuenta como dar y recibir una bendición.
—…
Mejor que no hablara.
Este perro, en realidad, hablaba demasiado bien. Diarin empezaba a sentirse incapaz de ganar una discusión. Si seguía actuando así, probablemente terminaría cediendo más veces.
Aunque había decidido quedarse a su lado para siempre, no planeaba ir más allá de eso. Aunque a veces el perro le pareciera un hombre y ahora supiera que era un zorro… los zorros también son bestias.
¡Los límites los ponen los humanos!
Diarin empujó a Ceres con fuerza contra el pecho.
—Ya nos hemos dado las bendiciones, así que vámonos. Vámonos ya, rápido.
El tiempo que compartían era valioso, pero mientras tanto, no sabía qué estaría tramando la sacerdotisa Merian.
Ceres, aunque parecía reacio, volvió a moverse.
Pulsó varias veces más sobre la pared trasera, y entonces se escuchó un sonido seco, como si los cerrojos se liberaran. Ceres empujó la pared con ranuras, revelando una escalera larga.
A diferencia del lado oscuro, había pequeñas rendijas por las que se filtraba la luz natural, iluminando lo suficiente como para distinguir el entorno.
Ceres, antes de descender las escaleras, miró hacia Diarin. Ahora que podía ver su rostro de nuevo, lo sentía extraño.
Parecía diferente al rostro que conocía de Ceres. Algo había cambiado en la oscuridad total.
Sin darse cuenta, Diarin se quedó mirando su rostro fijamente.
—Diarin.
—Ah, ¿sí?
Diarin volvió en sí al escuchar que Ceres la llamaba.
—Las escaleras son resbalosas.
—…¿Eh?
—Ten cuidado.
Era una advertencia extremadamente razonable.
Diarin volvió a enfocarse.
—Ah… sí, sí.
De repente, le dolía un poco la garganta.
Tosiendo un poco, asintió.
Ceres comenzó a bajar las escaleras delante de ella.
La escalera era tan estrecha que apenas cabía una persona. Los hombros de Ceres tocaban las paredes, obligándolo a caminar inclinado.
Cuando llegaron al final de las escaleras, se encontraron con un pasadizo subterráneo.
El olor a humedad acumulada durante años de abandono y el polvo que se levantaba con sus pasos llenaban el aire.
El pasadizo se volvía más oscuro cuanto más se adentraban.
—Oye… espero que esto esté bien.
—Diarin, puedes regresar si quieres.
—¿Qué estás diciendo?
Diarin cortó sus palabras de inmediato con firmeza y encendió una pequeña llama en una de sus manos. Luego extendió la otra hacia Ceres.
Ceres miró esa mano por un momento antes de tomarla en silencio.
El miedo desapareció.
—Vamos.
Ya no importaba qué les aguardaba en ese oscuro túnel.
Podía sentir la calidez de Ceres en su mano.
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