⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Mientras regresaban por el pasillo, la mente de Diarin estaba sumida en el caos.
Finalmente, sabía por dónde vendría el ataque. Ahora sería mucho más sencillo preparar una defensa.
Sin embargo, era como construir una muralla con las manos desnudas.
El adversario era el Sumo Sacerdote. Obviamente, tenía una ventaja considerable en comparación con ella.
Aunque no estaba segura de cuánto afectaría esto contra los Caballeros Sagrados, Diarin sabía que no podía quedarse de brazos cruzados.
—Para empezar, podría chantajear al sumo sacerdote de mi antiguo templo…
En su desesperación, se le escapó su verdadero pensamiento.
—…No, quiero decir, intentaré convencerlo.
Diarin rápidamente corrigió su frase.
El sumo sacerdote, por lo menos, era alguien con inclinaciones amistosas hacia Ceres. Podría obtener algo de ayuda de él.
—Lo que yo puedo hacer es…
Mientras Diarin elaboraba estrategias, se lanzaba al ataque y resolvía todo ella sola, Ceres la observaba, murmurando para sí mismo:
—Yo podría…
Diarin, sintiéndose obligada a asignarle algo que pudiera hacer, comenzó a pensar rápidamente. Sin embargo, antes de que pudiera idear algo, Ceres levantó una mano para detenerla.
—No lo decía para que te esforzaras más, Diarin.
—¿Eh?
—Estaba pensando si realmente no hay nada que yo pueda hacer.
Diarin quedó conmovida por sus palabras.
—No necesitas preocuparte por cosas como esas, Ceres.
Esa era la función de sus asistentes.
Sin embargo, Ceres no logró ocultar su expresión de incomodidad.
—No me gusta sentirme impotente cuando se trata de tu seguridad, Diarin.
Pero este era un asunto relacionado con lo sagrado. Incluso el Emperador no podría enfrentarse directamente a ello.
—Cuando llegue el momento en que realmente puedas hacer algo…
—¿Cuándo?
—No sé… Tal vez si los dioses llegaran a abandonarme.
En ese caso, podría confiarle a Ceres el papel de llevarla lejos.
Ceres finalmente sonrió, satisfecho.
—Incluso si el mundo se derrumba, al menos yo salvaré a Diarin.
—…Gracias…
Aunque, ¿realmente algo así llegaría a suceder?
Era como ver a un niño pequeño con una honda enfrentándose a lobos salvajes.
No, no es eso, pensó Diarin.
Esa era la sensación, pero en realidad Ceres tenía mucho más poder y autoridad que ella. No era alguien que necesitara su protección.
Diarin decidió centrarse en lo que podía hacer.
—¡Confiaré en ti!
—Sí.
Ceres, animado por sus palabras, asintió con determinación.
—Entonces, lo primero será escribirle al sumo sacerdote…
—¿Para qué?
—¿Eh?
—Llámalo.
—…Ah.
Tener poder no solo era complicado, sino también saber cómo usarlo adecuadamente.
Pero era evidente que Ceres manejaba esa habilidad mucho mejor que Diarin.
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—He venido en respuesta a la llamada de Su Alteza el Primer Príncipe.
—Wow.
Diarin quedó boquiabierta al ver al sumo sacerdote nuevamente, esta vez en el palacio del Primer Príncipe.
—¿Ocurre algo?
—No pensé que realmente vendrías.
—No tenía razones para no hacerlo.
El sumo sacerdote respondió con calma.
Alguien que se mostraba tan estricto incluso cuando ella le pedía una moneda adicional, había llegado rápidamente con tan solo una orden, ni siquiera una carta.
—Eres todo un sumo sacerdote.
—¿Eso es un cumplido?
El sumo sacerdote no se inmutó ante la mezcla de admiración y sarcasmo de Diarin.
En el pasado, su actitud le habría parecido insoportable. Pero ahora, sabiendo que estaba de su lado, le resultaba reconfortante.
—Espero que siempre mantengas esa misma actitud, sin importar dónde estés.
—Siempre lo he hecho.
—¿Incluso frente a Su Majestad el Emperador o el Sumo Sacerdote?
—Una persona madura sabe cuándo y dónde actuar y hablar adecuadamente.
—…
Diarin sintió que su confianza en él disminuía de golpe.
—¿Has oído hablar del Libro del Juicio?
Ceres tomó la iniciativa al notar la desmotivación de Diarin.
—Por supuesto, como sacerdote… ¿Acaso se usará?
El sumo sacerdote se puso serio al escuchar mencionar el ‘Libro del Juicio’.
Tal como le sucedió a Diarin cuando oyó ese término, cualquier sacerdote reaccionaría de la misma manera.
—Planean usarlo contra Diarin.
—Pero ¿no está ocultando que es sacerdote?
El sumo sacerdote estaba perplejo.
El Libro del Juicio solo se utilizaba en casos relacionados con lo sagrado. No se empleaba contra personas externas al templo, ya que eso implicaría que la iglesia invadía las competencias de los tribunales.
Por lo tanto, no tenía sentido usarlo contra el ‘Vizconde Arianth’, que técnicamente no tenía relación oficial con el templo.
—Bueno, hace poco estuve involucrada en un evento milagroso… —respondió Diarin, rascándose la mejilla con nerviosismo.
—¿Eh? ¿¡El incidente de la cacería!?
—Sí… Parece que ya lo sabes.
—¡Claro que lo sé! ¡Ese rumor se ha extendido por todo el mundo!
El Emperador organizó personalmente el evento—’un concurso de caza, donde incluso estaban en juego las propiedades de los príncipes’ y el Primer Príncipe murió y volvió a la vida. Además, ocurrió un milagro. Sería extraño que no se difundieran rumores al respecto.
En ese lugar no solo había nobles, sino también muchos sirvientes que los acompañaban. Aunque cada uno se lo contara solo a diez personas, la noticia se habría extendido por todo el mundo en un instante.
—¿Ya lo saben…?
Diarin, que vivía confinada en el palacio imperial, no se había dado cuenta.
Que los nobles murmuraran era algo natural, pero no esperaba que incluso los plebeyos fuera del palacio hablaran de ello.
—¡Incluso historias absurdas han comenzado a circular! Pero que estén relacionadas contigo, Diarin, ¡es increíble! —El sumo sacerdote se llevó la mano al pecho, exclamando repetidamente—: ¡Oh, Dios mío!
—… ¿Qué historias absurdas? —preguntó Diarin con curiosidad.
—Que Su Alteza el Primer Príncipe dejó de respirar, pero entonces apareció alguien que se aferró a su pecho llorando, y Dios envió un arcoíris para devolverle la vida. ¡Eso es lo que dicen! Por muy milagroso que sea, esas cosas no tienen sentido.
Diarin, sin saber qué responder, miró a Ceres.
—Eso es cierto —dijo Ceres con calma.
—Por supuesto, incluso siendo un milagro, esa historia suena absurda, ¿verdad? —El sumo sacerdote pareció aliviado, pero entonces Ceres continuó:
—No, lo que quiero decir es que los rumores son ciertos.
—…¿Qué?
El sumo sacerdote parpadeó, incapaz de comprender lo que acababa de escuchar.
—¿Perdón?
—Diarin me salvó cuando mi corazón dejó de latir. Según me dijeron, apareció un arcoíris durante el proceso. Yo no lo vi porque estaba muerto en ese momento.
—…¿Perdón?
—Diarin obró un milagro.
El orgullo era evidente en la mirada de Ceres, como si estuviera diciendo: ¡Mi Diarin es increíblemente asombrosa!
El sumo sacerdote dirigió una mirada atónita hacia Diarin.
—¿Obraste un milagro? ¿Tú, Diarin?
—Eso parece —respondió ella con resignación.
—¿Cómo lo hiciste?
—Si pudiera hacerlo de manera consciente, no sería un milagro, sino una habilidad, ¿no?
Diarin se sintió avergonzada al hablar de ello.
El milagro anterior, relacionado con la ‘leche transparente’, había sido algo planeado junto con Ceres, un fraude milagroso intencional. Pero esta vez había sido un milagro genuino. Tal vez fue un estallido de su propio poder o la gracia divina. En cualquier caso, le resultaba embarazoso.
—¡Así que era verdad! ¡Increíble! ¡Oh, Dios mío!
El sumo sacerdote, sorprendido, no podía contener su asombro.
Para un sacerdote, un milagro era un evento de gran trascendencia. Por eso, el sumo sacerdote estaba aún más impactado que una persona común.
Ante el comentario de Diarin, el sumo sacerdote finalmente recuperó la compostura.
—Pero si tú eres la protagonista de ese milagro, no debería haber problema, ¿verdad?
—Oh, sí que los hay. Si alguien que no es sacerdote obra un milagro, podría considerarse como una manipulación demoníaca en lugar de un acto divino. Y si descubren que soy sacerdotisa, también habría problemas. Podrían arrastrarme al templo contra mi voluntad.
Diarin dejó salir todas sus preocupaciones acumuladas.
El sumo sacerdote, que había escuchado en silencio, inclinó la cabeza con curiosidad.
—Entonces, ¿piensas ocultar para siempre que eres sacerdotisa, Diarin?
La pregunta hizo que Diarin se tensara.
El sumo sacerdote, al ver que ella no respondía de inmediato, continuó con voz tranquila:
—Diarin, no pareces en absoluto una sacerdotisa. Además, te ves muy natural de esa manera. ¿No será que, en tu interior, ya has dejado de ser una sacerdotisa?
—Eso…
Diarin había decidido permanecer al lado de Ceres para siempre, pero nunca había considerado dejar de ser sacerdotisa. Para ella, ser sacerdotisa era como la sangre que fluía por sus venas, una misión y un papel inseparables de su existencia.
—Incluso tus pensamientos ahora son como los de una noble común y corriente, no como los de una sacerdotisa.
—…¿Mis pensamientos?
—No crees en absoluto en los dioses, ¿verdad?
Diarin quedó en silencio, incapaz de refutar la observación del sumo sacerdote.
Aunque usaba el poder sagrado, no lo veía como una bendición o un don divino, sino simplemente como una habilidad propia.
De la misma manera, consideraba los milagros no como obras divinas, sino como fenómenos generados por su propio poder.
—Pero eso también aplica a ti, sumo sacerdote, ¿o no?
Diarin se defendió.
Después de todo, ¿no era el templo una institución que vivía ‘vendiendo’ el nombre de los dioses? Eso había pensado incluso cuando aún era sacerdotisa.
—¿Así has hecho tu trabajo como sacerdotisa durante toda tu vida?
—Desde que usaste el nombre de los dioses para enviarme al campo de batalla, sumo sacerdote.
—…Oh.
El sumo sacerdote no pudo rebatir ese argumento. Bajó la mirada, reconociendo que no había excusa para haber usado el nombre de los dioses como había hecho con Diarin.
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