⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin reunió el poder sagrado desde la planta de sus pies, preparándose para enfrentar la inmensa fuerza que se avecinaba.
Era un acto temerario.
Instintivamente sabía que estaba tratando con un poder más allá de la capacidad humana. Pero, así como un hijo puede desafiar a sus padres confiando en que estos nunca le harán daño mortal, Diarin creía que esa fuerza divina no la destruiría completamente.
Por esa razón, a pesar del riesgo de terminar ardiendo viva, decidió arriesgarse.
Sin embargo, eso no significaba que no tuviera miedo. Había estado al borde de morir quemada en este bosque antes. Esa experiencia había intensificado su temor.
Diarin contuvo la respiración y cerró los ojos con fuerza.
De sus manos pronto surgirían llamas ardientes…
—¿…?
No ocurrió nada.
—¿Eh?
Diarin abrió los ojos lentamente, desconcertada.
—¿…?
Nada había pasado.
Las personas la miraban fijamente, perplejas. No se percibía calor en el aire, solo una brisa fresca que soplaba con tranquilidad.
Sin embargo, esa calma no duró mucho.
El significado de ese silencio pronto comenzó a hacerse evidente, y los rostros de los presentes empezaron a cambiar gradualmente.
—¿Una… hija de Dios?
Bolin repitió con dificultad las palabras que Diarin había pronunciado.
Diarin lo observó, aturdida, y luego asintió con la cabeza.
¿Ah… de verdad…?
No tenía idea de si su mentira inicial sobre no ser sacerdotisa funcionaría. Pero lo intentó, y funcionó. Así que, impulsada por el éxito, lanzó una declaración audaz… ¿y esto también había funcionado?
Diarin miró sus manos, donde no había ni rastro de cenizas o chispas.
Dios no la había castigado por mentir.
¿Será que está roto?
¿Quién podría imaginar que alguien desactivaría el castigo divino con su propio poder sagrado? Tal vez el sistema no estaba preparado para ello.
—¿Soy una princesa?
Diarin murmuró para probar suerte.
¡Fwoosh!
—¡Agh!
Como si reprendiera a un niño travieso, una pequeña llama quemó su flequillo. Sobresaltada, Diarin apagó el fuego con las manos.
El fuego era tan pequeño que ni siquiera necesitó usar poder sagrado para extinguirlo.
Con esto quedó claro que el sistema de juicio divino no estaba roto.
Entonces…
—Soy una hija de los dioses.
Diarin habló nuevamente.
El ambiente se tornó solemne, tan silencioso que era abrumador. Solo su voz resonó claramente, como si proviniera directamente de la divinidad.
Una vez más, Dios respondió con su silencio, confirmando las palabras de Diarin.
—…
Esta vez no podía tomarlo como un juego o una broma.
Diarin miró a su alrededor, aún aturdida.
N/Nue: Sé que es serio pero me cagué de risa al imaginarme su cara de “QUEEEEEE” AJJAJAJAJA.
Los presentes estaban igual de atónitos.
Un ser mítico, que hasta entonces solo existía en las leyendas, había aparecido frente a ellos. Era más que un milagro. Nadie sabía cómo reaccionar ante algo tan abrumador.
—¡Hija de los dioses!
Charlotte se postró en el suelo. Aunque ya no era sacerdotisa, su formación previa y su conexión con el poder sagrado la llevaron a arrodillarse automáticamente ante la presencia divina.
Los siete hijos de los dioses.
Era una leyenda viviente.
Siempre se decía que existían siete hijos de los dioses en el mundo, pero rara vez se revelaban. Muchos vivían sin saber quiénes eran, naciendo y muriendo en silencio, mientras otros hijos de los dioses tomaban su lugar.
A lo largo de la historia, solo cinco se habían revelado. Diarin acababa de convertirse en la sexta.
Los hijos de los dioses nacen con cuerpos humanos, pero no son humanos. Son descendencia directa de Dios.
Al igual que los miembros de la realeza, son humanos, pero son venerados como parte de la familia divina.
Esto superaba cualquier disputa trivial de alianzas o intereses.
Bolin se arrodilló.
—Hija de los dioses…
A pesar de haber recibido órdenes para apoyar al segundo príncipe, Bolin seguía siendo un sacerdote.
Como tal, aún mantenía un mínimo de reverencia hacia lo divino, aunque no siempre actuara con pureza. Sabía cuándo inclinarse ante la grandeza.
Aunque no era ampliamente conocido, el reconocimiento oficial de un hijo de los dioses por parte del templo implicaba una serie de pasos formales, siendo el juicio divino el último. Este protocolo evitaba que fanáticos murieran innecesariamente al proclamarse hijos de los dioses.
Diarin había omitido todos esos pasos y había pasado directamente al último, logrando un reconocimiento indiscutible.
—Hija de los dioses…
Merian, la gran sacerdotisa, cubrió su boca, incapaz de hablar. Aunque hasta entonces había considerado a Diarin una espina en su costado, ahora era un objeto de veneración.
Merian se arrodilló lentamente, primero con una rodilla, luego con la otra, inclinándose hasta que su frente tocó el suelo.
No sintió humillación. No tenía sentido resistirse ante el poder divino.
—¡Hija de los dioses!
Los investigadores sagrados y el gran sacerdote se arrodillaron. A su ejemplo, se unieron los espectadores, los nobles y toda la multitud, todos postrándose y proclamando a Diarin como hija de los dioses.
Algunos incluso lloraron, abrumados por la fe y la emoción.
Solo la familia real, marcada con el arcoíris, permaneció de pie, ya que ellos también eran considerados descendientes de Dios y no necesitaban arrodillarse.
—¡Bienvenida, hija de los dioses!
—¡Bienvenida!
Arrodillados, con los brazos extendidos, todos coreaban su bienvenida con fervor.
Diarin aún no había recuperado la claridad mental. De hecho, cuanto más tiempo pasaba, más se sentía como si su alma hubiera sido completamente arrancada.
Solo había planeado mentir diciendo que era una hija de Dios, pero ahora el mundo entero le decía que realmente lo era. Esto no estaba en el guión que había escrito en su mente.
Se sentía como si todo el mundo estuviera conspirando para burlarse de ella, dejándola completamente al margen.
¿Qué…?
¿Qué debía hacer ahora?
¿Cómo debía reaccionar?
De repente, se sentía como si ya no fuera humana. Como si Diarin, la persona, hubiera desaparecido y solo quedara ‘la hija de Dios’.
Aunque sabía racionalmente que era algo bueno, sus emociones no podían seguir el ritmo.
Un mareo la invadió.
Diarin miró el mundo a su alrededor con una visión tambaleante.
Aunque el mundo seguía siendo el mismo que cuando era simplemente Diarin, su lugar en él había cambiado. Y como no podía prever cómo cambiarían las cosas en adelante, todo se sentía lleno de incertidumbre y temor.
En medio de todo, estaba Ceres, firme y sereno.
¡Ceres…!
Diarin corrió hacia él sin pensarlo.
Ceres abrió los brazos para recibirla.
Cuando el cuerpo de Diarin chocó contra él, Ceres la rodeó con sus brazos, protegiéndola como si quisiera resguardarla del mundo entero.
—Diarin.
La forma en que la llamaba no había cambiado.
Aunque todo el mundo ahora la llamaba ‘hija de Dios’, para Ceres seguía siendo simplemente Diarin.
El calor de su abrazo, la fuerza con la que la sostenía… todo seguía igual.
Solo entonces Diarin dejó que su cuerpo, tenso por la presión, se relajara.
—¡Viva la hija de Dios!
—¡Viva el primer príncipe!
—¡Hija de Dios!
Mientras el mundo seguía coreando su título, en los brazos de Ceres, ella seguía siendo solo Diarin.
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—¿Le sirvo té?
—…No, solo un vaso de agua fría, por favor.
—¡Ah! ¡Agua fría! ¡Sí, inmediatamente!
El sacerdote salió de la habitación casi arrastrándose, con una reverencia exagerada.
Diarin quiso decirle que no tenía por qué ponerse tan nervioso, pero para cuando lo pensó, el sacerdote ya había desaparecido como el viento, apurado por cumplir su orden.
La investigación había concluido con la aparición de la hija de Dios.
Un milagro divino para proteger al primer príncipe, a quien la hija de Dios favorecía. No había necesidad de más indagaciones.
Diarin fue escoltada al templo más cercano.
—¡Hija de Dios!
—¡Gracias por aparecer, hija de Dios!
La multitud se extendía en una larga procesión hasta el templo.
Durante el trayecto, los curiosos que preguntaban qué estaba sucediendo se unían a la multitud al escuchar que la hija de Dios había aparecido.
Así, la muchedumbre creció como una nube hasta llenar el frente del templo, clamando sin cesar por la hija de Dios.
—Haa…
El clamor de las personas se sentía como un peso aplastante en su pecho.
Diarin miró por la ventana, sujetándose el pecho con frustración.
¿Cómo llegué a esto?
La idea de proclamarse hija de Dios había surgido en un momento de ingenio. Si ellos iban a confabularse contra ella, entonces ella también jugaría su carta con una gran mentira. No había pensado en lo que sucedería después.
Los siete hijos de Dios, al ser dioses en cuerpos humanos, no estaban atados por las reglas del templo. Su intención inicial había sido idear una forma de escapar de la influencia del templo usando su poder sagrado…
Si todo hubiera sido una mentira, estaría en serios problemas. Incluso siendo una ‘verdadera’ hija de Dios, el peso en su pecho era abrumador.
—Diarin, pareces estar sufriendo.
—¿Eh? No me duele nada…
—Pero antes tu cuerpo estaba envuelto en llamas.
Aunque por un momento hubo llamas, las apagó rápidamente sin que le causaran daño. Las demás personas no las habían visto, pero al parecer, los ojos excepcionalmente agudos de Ceres sí lo habían notado.
Diarin tanteó su cuerpo, preguntándose si tenía alguna herida que no había percibido. Sin embargo, no encontró nada extraño.
—No parece haber ningún problema.
—Me alegra saberlo, pero…
Ceres suspiró profundamente, aliviado.
Diarin rara vez había oído a Ceres suspirar. Normalmente, ese era su propio hábito.
Se acercó aún más a él y lo abrazó por la cintura.
Ceres, como si lo hubiera estado esperando, la envolvió con sus brazos y apoyó su rostro en su cuello. Respiró profundamente, como si quisiera llenarse de su esencia, y su pecho se infló, como un gato asustado erizando su pelaje.
—No te preocupes. Estoy bien.
Aunque ella misma estaba llena de incertidumbre, trató de consolar a Ceres.
—…Sí.
Ceres frotó su rostro contra su cuello, como solía hacer cuando vivían juntos en la mansión.
Era como si quisiera transmitirle que nada había cambiado, que todo seguía igual.
Y de hecho, eso la consoló.
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