⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
¿Familia?
Mientras leía las palabras, Diarin levantó la vista hacia el secretario.
—Verá, han aparecido muchas personas diciendo que son familiares suyos, mi señora.
—…¿Cuántos?
—En total, más de treinta. Algunos enviaron cartas, y otros han venido en persona a hablar. Por ahora he supuesto que todos son estafadores, así que no los he incluido en los registros…
—¿Treinta? Ja, ja. ¡Qué familia tan numerosa!
Solo por ser llamada ‘Hija de Dios’, pasaban cosas absurdas como esta.
Cuando era simplemente la sacerdotisa Diarin, ni siquiera los familiares que tenía se molestaban en ir al templo a buscarla. Pero ahora que era la Hija de Dios, hasta los parientes inexistentes salían de la nada.
—No tengo familiares que vayan a venir a buscarme, así que échalos a todos…
Diarin dio la orden con una sonrisa, pero se detuvo a medio camino.
( ¡Diarin! )
De repente, recordó una voz que la había llamado mientras seguía el carruaje.
Una voz que conocía su nombre.
Había quedado ahogada por los vítores de la multitud y no pudo escucharla bien en ese momento, pero ahora que lo pensaba, sonaba como la voz de su madre.
¿Por qué mamá?
Nada tenía sentido.
Si realmente era su madre, habría podido encontrarla a través del templo. Cualquiera que hubiera escuchado la historia habría informado al sumo sacerdote, y este habría transmitido el mensaje a Diarin como era habitual.
¿Era realmente su madre?
Sin embargo, pensándolo bien, su madre nunca había ido al templo a buscarla. Tal vez ni siquiera consideró la posibilidad de transmitir un mensaje a través del templo.
Siempre había sido Diarin quien buscaba a su familia.
Cuando tenía dinero, lo llevaba para ellos. Se preocupaba por ellos, y si recibía una carta diciendo que algo iba mal, corría inmediatamente a ayudarlos.
Sin embargo, cuando Diarin estaba fuera por algún encargo, su familia actuaba como si no existiera. Apenas respondían a sus cartas, y cuando lo hacían, era para pedirle dinero.
Pero mamá no es del tipo que viajaría tan lejos para ver a la Hija de Dios.
No importaba cómo lo analizara, nada cuadraba.
—¿Mi señora?
El secretario, ansioso por terminar su jornada, urgió a la pensativa Diarin.
Debería decirle que toda esa tontería de la familia era absurda y que echara a todos.
¿Y si realmente es mi mamá?
¿Y si el templo le había revelado la verdad sobre Diarin? ¿Y si la había seguido tras verla por casualidad?
En el fondo, la razón no importaba.
Quería ver a su madre. Quería confirmar que su madre había hecho ese esfuerzo por encontrarla.
—…Los veré.
—¿Perdón?
Incluso el secretario se quedó sorprendido.
—Si no verifico personalmente, los estafadores seguirán aumentando. Si están tan seguros, que vengan a demostrarlo.
—Ah… ¡Por supuesto! Entendido.
Además de confirmar si realmente era su madre, esta medida ayudaría a frenar la proliferación de estafadores. Si los dejaba a su suerte, cualquiera podría decir que era hija o hermana de la Hija de Dios y aprovecharse de ello.
Pero si Diarin los evaluaba directamente, engañar a la gente no sería tan fácil, y los estafadores desaparecerían por sí solos.
—Empezaremos mañana mismo.
Que la primera tarea de la Hija de Dios fuera lidiar con estafadores parecía un castigo divino. Sin importar lo que pasara, su destino parecía marcado por la falta de suerte con los padres.
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—¿Debería usar algo llamativo…?
Diarin miraba su armario, llena de dudas.
Pensar que podría encontrarse con su madre ese mismo día la hacía preocuparse por su atuendo. Sin embargo, también debía ser un atuendo apropiado para enfrentarse a otros estafadores.
—Si es demasiado llamativo, podría ser mal visto… Pero si es muy simple, pareceré poco imponente…
—¿Me necesitas, Diarin?
Mientras Diarin luchaba frente al armario, Ceres se le acercó.
Aunque Ceres aún se colaba en su cama por las noches, por las mañanas volvía a su habitación para ser atendido por sus sirvientes.
Antes, cuando solo había doncellas, Diarin se encargaba de arreglar a Ceres. Pero ahora, con más personal a su disposición, ya no era necesario.
Además, como Primer Príncipe, Ceres debía mantener una apariencia impecable, y las habilidades de Diarin no estaban a la altura.
—Mmm… No consigo decidir qué ponerme…
Diarin, que no apartaba los ojos del armario, finalmente miró hacia Ceres, y se quedó helada.
—Ce… Ceres, ¿qué te pasa con la ropa de hoy?
—…¿No te gusta?
—No es que no me guste, pero… ¿acaso tienes alguna ceremonia de coronación hoy?
Ceres solía vestirse impecablemente. Desde que asumió su rol como Primer Príncipe, siempre mantenía una apariencia intachable.
Pero ese día, estaba completamente fuera de lugar.
Brillaba de pies a cabeza.
Era evidente que la tela de su atuendo era de la mejor calidad, pero las joyas y los volantes eran excesivos. Ese tipo de atuendo solo era apropiado para eventos multitudinarios.
—Puede que hoy sea un evento tan importante como una coronación.
—…¿Qué evento?
—Podría encontrarme con mi suegra.
—¡Ack!
Diarin se atragantó al escuchar la palabra que salió de la boca de Ceres.
Mientras tosía incontrolablemente, doblándose por la cintura, Ceres, con su brillante atuendo, se acercó para darle unas palmaditas en la espalda.
—La mayoría serán estafadores, pero nunca se sabe.
Diarin se irguió de golpe.
Últimamente ha estado demasiado normal, ¿no? Claro, alguien que estaba loco debe ajustarse su nivel de locura de vez en cuando.
—¡¿Suegra?! ¿¡Qué suegra ni qué nada!?
—Entonces, ‘madre’.
—¡No, eso tampoco!
Eran títulos que no podía aceptar con la mente despejada.
La imagen de Ceres llamando a su madre ‘suegra’ o ‘madre’ apareció en la mente de Diarin. Ella se agarró la cabeza con ambas manos y la sacudió con fuerza.
—¡¿Por qué se da por sentado que me casaré con Ceres?!
—¿No lo harás?
—¡No, no lo haré!
—¿Por qué no?
—¿Por qué…?
Diarin pensaba que tenía una lista de razones para justificarlo, pero se quedó inmóvil con la boca abierta.
—¿…?
Al reflexionar, se dio cuenta de que todas las razones habían desaparecido.
El dinero, ya no era un problema.
Su posición como sacerdotisa, ya no importaba.
La diferencia de estatus, ahora Diarin tenía una posición más alta que Ceres.
Incluso la última razón, la de ‘cómo podría un humano y un perro…’, quedó anulada cuando Ceres recuperó su memoria.
…Y así, no quedaban motivos para rechazarlo.
Salvo uno: Diarin simplemente no tenía intención de casarse.
—Esto…
Diarin miró a Ceres, confusa.
Desde que había llegado al palacio imperial, incluso antes de que se revelara quién era realmente, Ceres había atraído las miradas de numerosas mujeres. Y ahora, este Ceres decía que quería casarse con ella. Cualquier otra persona habría aceptado encantada, agradecida, e inclinándose profundamente.
—En el festival dijiste algo, Diarin. Dijiste que eso no era amor.
Las palabras de Ceres hicieron que Diarin recordara.
En ese entonces, ella se había burlado y negado la idea de amor. En ese momento, Ceres era solo un loco cachorro que no entendía nada.
Había atribuido su apego a ella como una simple obsesión hacia alguien que lo cuidaba, sin comprender lo que era el amor.
—Pero cuanto más lo pienso, más creo que esto sí es amor.
—…
—Te amo, Diarin.
Esta vez, no pudo reírse ni negarlo.
Diarin sintió su pecho oprimido, como si acabara de correr una larga distancia, y respiraba por la boca.
Ceres, implacable, la acorraló.
—No creo que pueda amar a nadie más que a ti.
—…
—Así que quiero casarme contigo, para que nadie pueda cuestionar este amor.
Diarin no podía decir nada, solo respiraba agitadamente.
Era como si su mente diera vueltas sin detenerse, incapaz de volver a su estado normal.
Ceres, viendo su expresión, sonrió con picardía.
—Si no dices nada, ¿significa que reconoces este amor?
—…¿Eh?
Diarin, un segundo tarde, recobró el sentido y miró a Ceres.
La sonrisa radiante de Ceres la hizo regresar lentamente a la realidad. Era demasiado tarde para negarlo.
Se sentía como si hubiera recibido un golpe, pero… siendo un golpe de amor, no dolía.
Todavía estaba desconcertada y aturdida.
—Ya que aceptaste el amor, ¿qué tal si también aceptas casarte?
—…
Aceptar el amor había sido confuso, pero el matrimonio era otro asunto.
Ceres, al ver los ojos indecisos de Diarin, chasqueó la lengua con desaprobación.
—…Esto no será fácil.
—¡Maldito zorro!
—¿Zorro? ¿Eso significa que soy lindo? ¿Quieres adoptarme?
La arremetida de Ceres puso la mente de Diarin al borde del colapso.
Reconocer su amor ya era sorprendente para ella. Pero darse cuenta de que no tenía razones para rechazar el matrimonio la mareaba aún más. Ahora todo dependía únicamente de sus propios sentimientos.
No podía poner más excusas.
Entonces, ¿qué sentía realmente?
…Nunca se lo había planteado.
Había tomado las declaraciones de amor y propuestas de matrimonio de Ceres como simples tonterías, como los ladridos de un perro. Nunca había considerado que fuera algo digno de pensar en serio.
Ceres, notando la expresión preocupada de Diarin, sonrió con satisfacción.
—No tengo intención de apresurar una respuesta sobre el matrimonio.
—…¿Qué?
—Una propuesta de matrimonio requiere tiempo y esfuerzo.
—…
Casi habría preferido que siguiera presionándola.
Eso no era más que un anuncio de que haría algo grande. Diarin sintió un escalofrío.
—No hagas nada extraño. Absolutamente nada. Quédate dentro de los límites de lo razonable.
—Por supuesto.
Ceres proclamó su primer plan con confianza.
—Causar una buena impresión en mi futura suegra parece algo razonable, ¿no?
—…
Diarin miró la brillante vestimenta de Ceres con una expresión vacía antes de declarar con firmeza:
—Prohibida la entrada a perros rabiosos.
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