⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Tal vez, solo tal vez, había pensado que su madre podría venir a buscarla.
En realidad, más que pensarlo, lo había esperado.
Por favor, ven.
No me olvides, no hagas como si nunca hubiera existido una hija llamada Diarin.
Sin embargo, cuando su madre realmente apareció frente a ella, su mente quedó en blanco. No podía pensar en nada.
—¿Eres tú, mi Diarin…?
Su madre, al ver que Diarin solo la miraba en silencio, parecía haber perdido la confianza. Titubeando, dio un paso hacia ella.
Incluso mientras su madre se acercaba, Diarin no pudo abrir la boca.
El sonido de su corazón se intensificó al verla aproximarse más y más.
Había pasado mucho tiempo.
La última vez que la vio fue cuando aún vivían en la mansión. Desde entonces, había transcurrido bastante tiempo. Su vida en el palacio imperial, adaptándose y sobreviviendo a todo tipo de eventos, había sido tan agitada que no se dio cuenta de cuánto había pasado.
Al ver el rostro de su madre, ahora visiblemente cambiado, finalmente comprendió cuánto tiempo había transcurrido.
—¿De verdad eres mi hija?
—…Mamá.
Fue solo cuando sintió la mano de su madre tocar su mejilla que Diarin logró pronunciar una palabra.
Esa palabra pareció ser el detonante: una lágrima rodó por la mejilla de su madre.
—Gracias a los cielos, estás viva, mi niña.
—…¿Viva?
—Escuché que mientras trabajabas… hubo un accidente y desapareciste…
Su madre, limpiándose las lágrimas, intentó explicarse entrecortadamente.
—Pensé que estabas ocupada y no le di importancia, pero después de buscarte, me dijeron que habías desaparecido. Esperé durante días, pero al no tener noticias, llegué a pensar que tal vez habías muerto… Pero entonces, durante la ceremonia de los Dioses, tu padre oyó que uno de los sirvientes junto al primer príncipe se parecía a ti.
—¿Mi padre? ¿Y por qué estaba ahí?
Aunque Diarin era sacerdotisa, su familia no era especialmente devota. Eran del tipo que solo asistía a eventos religiosos si había una razón importante.
—Decía que, siendo nobles, debían asistir, ya que todos los miembros de la familia imperial estarían presentes…
—¿Y lograron comportarse como nobles?
—Parece que, de alguna manera, lograron conseguir un asiento en la parte trasera.
Su madre contó la historia como si estuviera transmitiendo fielmente lo que había escuchado, tratando de llenar el vacío de tiempo que no habían compartido.
Era lo que esperaba. Aunque hubieran tenido suerte de conseguir un asiento, no había manera de que pudieran pagar para que toda la familia obtuviera lugares.
—Seguro gastaron bastante dinero en los asientos.
Los ojos de Diarin comenzaron a llenarse de frialdad.
La emoción inicial de ver a su madre había pasado, y lo que quedaba era una sensación gélida mientras entendía el verdadero motivo de su visita.
—¿Entonces, viajaste hasta ese lugar tan lejano solo para confirmar si era yo?
—¿Cómo lo supiste?
—Escuché tu voz por casualidad.
—¿La escuchaste…?
—Pensé que no podía ser tu voz y seguí mi camino.
Su madre casi nunca salía de casa salvo para hacer compras. Ir a un lugar tan remoto como el coto de caza era algo que podría contarse entre los eventos más extraordinarios de su vida.
—¿Fue mi padre quien te envió? ¿Te pidió que fueras porque pensó que yo lo ignoraría si era él quien venía?
—…No fue eso.
—¿De verdad no fue eso?
La voz de Diarin ya estaba cargada de amargura. No podía creer tan fácilmente la negación de su madre.
—¿No es porque pensaron que podrían sacar algo de provecho ahora que su hija tiene un puesto importante?
Las palabras salieron más frías de lo que esperaba.
Sentimientos que había guardado durante mucho tiempo surgieron, mezclándose en frases que no podía controlar. Nunca había sido consciente de que su corazón albergara tal nivel de frialdad.
Como si una capa tras otra de hielo se hubiera acumulado sobre sus heridas y emociones, creando un muro congelado.
—¿Y por eso usaste un nombre falso, pensando que no te recibiría si usabas tu nombre real?
—No fue así.
—¿De verdad?
Las lágrimas comenzaron a acumularse nuevamente en los ojos de su madre.
Diarin se sorprendió de no sentirse afectada por esas lágrimas. Antes, incluso una pequeña señal de incomodidad por parte de su madre hacía que su corazón latiera con fuerza y que se sintiera ansiosa. Siempre se esforzaba por anticiparse a lo que su madre quería, tratando de complacerla. Sentía que debía hacerlo.
Pero ahora, no sentía esa necesidad en absoluto. Que su madre se enfadara, que la rechazara como hija, ya no le importaba.
Ah…
Ya no era necesario.
Había creído que no tendría a dónde ir si no tenía a su familia. Pensaba que, al final, la familia era el último refugio. Por eso, incluso sacrificándose, veía su esfuerzo como una inversión.
También le había dado miedo. Temía ser rechazada por su familia. Temía quedarse completamente sola en el mundo.
Pero ahora, no le daba miedo perder a su familia.
Por eso, podía mostrarse tan desafiante.
—…Lo siento.
Su madre se disculpó.
Diarin contuvo el aliento. No esperaba una disculpa. Nadie había hecho algo ‘malo’. Simplemente, cada quien había vivido siguiendo sus propios deseos.
—Debí haberte cuidado mejor desde el principio.
—…
—Pensar que podrías irte para siempre me hizo reflexionar. Me di cuenta demasiado tarde. Me ocupé de tu padre porque era mi deber, de tu hermano porque es el heredero. Tú te ocupaste de mí, pero nadie se ocupó realmente de ti.
El corazón de Diarin, que no se había conmovido ni siquiera con las lágrimas de su madre, comenzó a tambalearse con esas palabras de disculpa.
Apretó los dientes y cerró los puños con fuerza, clavando las uñas en sus palmas para sostener sus emociones, que amenazaban con desbordarse.
—No importa. Ahora ya es tarde para eso.
Diarin forzó una sonrisa, fingiendo calma.
—¿Entonces? ¿Cuánto necesitas?
Su madre mordió sus labios, bajando lentamente la cabeza.
—No es por dinero que he venido.
—¿…No es por dinero?
—En realidad, nadie sabe que estoy aquí.
Diarin entrecerró los ojos. Su madre no era del tipo que mentiría para obtener algo de ella. Sin embargo, su comportamiento seguía resultando desconcertante.
—¿Qué estás diciendo? ¿No me seguiste desde el coto de caza?
—El coto de caza… Fui porque quería asegurarme de que estabas viva.
—Entonces, a través del templo… Ah.
Recordó que el sumo sacerdote había informado a su familia que estaba desaparecida. Su madre no habría tenido forma de contactarla directamente.
—¿Por qué usaste un nombre falso? ¿Tenías miedo de que te evitara?
—Tenía miedo de que, si te asociaban con nosotros, algo pudiera perjudicarte…
Ese era un temor válido. Aunque confiara en quienes la rodeaban, la información podía filtrarse de formas impredecibles. Incluso un solo detalle podría convertirse en una pista.
¿De verdad su madre había actuado pensando en protegerla?
Todavía no estaba segura. Una parte de ella seguía dudando.
—¿Estás bien?
Su madre rompió el silencio, preguntando con suavidad.
Diarin, mordiéndose los labios, asintió con la cabeza.
—Está bien. Saber que estás bien es suficiente. Donde sea que estés, come bien, duerme bien, eso es lo más importante. Si alguna vez necesitas a tu madre, regresa.
¿Habría una ocasión para eso?
¿A esa casa donde, aunque los uniera el título de ‘familia’, su padre y su hermano eran peores que cualquier extraño?
Su madre… Sí, su madre. Tal vez porque era su madre, había esperado más de ella, había confiado un poco más en ella. Pero ahora sabía que no podía contar con su madre para apoyarse.
—No creo que eso pase.
Diarin negó con la cabeza, sonriendo.
Ya no era la segunda hija de una familia noble empobrecida, preocupada por el pan de cada día.
Sobre todo, tenía a Ceres, alguien en quien podía confiar plenamente, alguien que estaría a su lado pase lo que pase.
—…Entiendo. Lo importante es que estés bien donde sea que estés.
Aunque pareció sorprendida por la respuesta de Diarin, su madre pronto le devolvió la sonrisa. Rebuscó en su bolso y sacó algo.
—Esto… Lo traje por si acaso, y parece que hice bien en traerlo.
Era una bolsa bastante grande y pesada.
Diarin la tomó y la abrió para inspeccionar su contenido. Había un par de pendientes y un collar adornados con piedras verdes. Comparados con las joyas que Diarin usaba en el palacio imperial, parecían simples baratijas, pero considerando la situación económica de su familia, eran objetos de gran valor.
—¿Qué es esto?
—Son las joyas que recibí cuando me casé. Pensé guardarlas hasta el día en que te casaras, pero no sé cuándo volveré a verte.
A Diarin le costaba creer que su madre las hubiera guardado pensando en ella.
Miró las joyas parpadeando lentamente. Las piedras brillaban con una luz tenue y parpadeante.
Incluso para Diarin, que tenía un gusto tan peculiar que Ceres no podía evitar hacer comentarios, eran unas joyas de pésima calidad. Sin embargo, su brillo resultaba cegador.
Tan brillante que le dificultaba la visión.
—No le diré a nadie que estás aquí, así que no te preocupes.
—…
—Debería irme. Si me quedo demasiado, levantaré sospechas.
—…Ah.
Su madre se levantó del asiento sin mostrar dudas.
Diarin se apresuró a ponerse de pie, pero su madre ya estaba en la puerta.
¿Debería detenerla? ¿Debería darle algo de dinero?
Mientras dudaba, su madre tomó el picaporte y se dio la vuelta. A pesar de no haber recibido nada de Diarin, le sonrió con calidez.
—Me voy, hija.
La puerta se cerró.
Sola en la habitación, Diarin respiró hondo.
El aroma de su madre se impregnó en lo más profundo de sus pulmones.
Esa madre a la que siempre había anhelado pero nunca había podido tener por completo, se había ido dejando tras de sí solo un leve perfume y una sonrisa cálida. No se había llevado nada de Diarin.
La sonrisa que había dejado parecía flotar frente a sus ojos.
Aunque no le había dado dinero, su madre le había sonreído. Aunque parecía que nunca más volvería con algo material, se había preocupado por el bienestar de Diarin.
Solo después de que su madre se marchara, Diarin pudo comprenderlo.
No era cierto que nunca hubiera recibido amor.
Aunque había sido relegada por la familia y siempre puesta en segundo lugar tras su hermano, su madre la había amado. Tal vez no lo mostraba con palabras o gestos afectuosos, pero había algo de amor en ella.
Eso era suficiente.
La sed que había sentido durante tanto tiempo se alivió con un sorbo de agua, tan simple como eso.
Por primera vez, Diarin dejó caer las lágrimas que había estado conteniendo.
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