⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Por favor, tengan piedad y ayúdenme! —gritó el sirviente, derramando lágrimas a raudales.
—…No creo que Su Majestad el Emperador vaya a matarte… —dijo Diarin, confundida.
—¡Aunque Su Majestad no lo haga, el jefe de sirvientes definitivamente lo hará! —exclamó el hombre, temblando de miedo.
—…Ah.
Al parecer, los altos cargos en el palacio eran expertos en aplicar una cadena de mando para ‘deshacerse de problemas’.
—Sin embargo, nosotros tampoco podemos presentarnos de manera tan informal en un evento tan importante.
—¡No importa cómo vayan! ¡Pueden llegar descalzos, en pijama o caminando con las manos! ¡Nadie les dirá nada! —imploró el sirviente desesperado.
—Aun así, saber quién asistirá y el motivo de esta invitación repentina nos ayudaría a decidir cómo presentarnos —respondió Diarin con una sonrisa amable mientras lo miraba fijamente.
Se notaba que estaba acostumbrándose a las dinámicas del palacio. Ahora sabía exactamente cómo tratar con los sirvientes y qué preguntas hacer.
—B-Bueno… esta mañana, el Duque Juren asistió al desayuno. Durante la conversación, mencionaron la palabra ‘consorte del primer príncipe’… Luego salió el tema de los últimos… um, ‘movimientos’ de Su Alteza, el Primer Príncipe… —confesó el sirviente, lanzando miradas nerviosas hacia Ceres.
Los ‘últimos movimientos’ de Ceres. En otras palabras, su interminable cadena de propuestas de matrimonio a Diarin.
Y claro, Diarin rechazaba sin piedad cada una de esas propuestas, mientras Ceres se dedicaba a eliminar a cualquier competidor que se atreviera a intentarlo.
En un lugar como el palacio imperial, donde la vida romántica era el mayor entretenimiento, el escándalo del Primer Príncipe y la ‘Hija de Dios’ era el tema del momento.
Pero ahora alguien había pronunciado directamente el título de ‘consorte del príncipe heredero’. Eso era preocupante.
—¿Quién más estará presente? —preguntó Diarin.
—No lo sé con certeza, pero parece que no será un grupo numeroso —contestó el sirviente, anticipando que los dos preferirían evitar reuniones multitudinarias.
Sin embargo, dado que la mención del título de consorte ya había surgido, no podían simplemente ignorarlo.
—Creo que, caminando, me ha vuelto a dar hambre —dijo Diarin, mirando a Ceres.
—Sí, hoy parece que mi digestión va más rápido —añadió él, como si nada.
—¡Gracias! ¡Les guiaré de inmediato! —exclamó el sirviente, visiblemente aliviado, mientras los conducía rápidamente hacia un carruaje.
El palacio imperial era tan extenso que para moverse entre las diferentes alas era necesario usar carruajes o caballos.
Una vez dentro del vehículo, el sirviente cerró la puerta apresuradamente, temeroso de que cambiaran de opinión, y ordenó al cochero que partiera al instante.
—Consorte del príncipe heredero—, eh… —murmuró Ceres, frunciendo el ceño.
El término era demasiado pesado como para tratarlo a la ligera. Ya no era solo un rumor sobre el Primer Príncipe persiguiendo a la ‘Hija de Dios’.
Además, el hecho de que esta conversación se hubiera dado frente al Duque Juren, aliado del Segundo Príncipe, hacía la situación aún más delicada.
—Es una advertencia —reflexionó Diarin—. Si yo aceptara casarme contigo, el equilibrio de poder se inclinaría demasiado.
Aunque aún no había un matrimonio formal, su alianza ya era sólida como una roca. Sin embargo, las personas daban un peso especial a la formalidad del matrimonio.
—Si Su Majestad intenta separarte de mí… —murmuró Ceres, con una expresión sombría.
Por ahora, la situación estaba bajo control gracias al juramento de lealtad de Diarin. Pero si el emperador percibía una amenaza real, podría tomar medidas más drásticas.
—No puedo dejar que Su Majestad me la arrebate. Ni siquiera he invertido lo suficiente aún… —añadió Ceres con seriedad.
No es cierto… Ya has hecho demasiado esfuerzo… pensó Diarin, abrumada por el malentendido de Ceres.
Él no solo había puesto suficiente empeño; lo había hecho en exceso. Si aún no aceptaba su propuesta, era porque Diarin no podía decidirse.
‘Cerrando los ojos y haciéndolo rápido’ no es una solución, se dijo a sí misma.
El matrimonio no era un simple trámite; era un evento capaz de cambiar por completo la vida de ambos.
En ese momento, Ceres interrumpió sus pensamientos.
—¿Debería proponerte matrimonio frente al Emperador?
Diarin parpadeó, sacudiéndose de su ensimismamiento. El hecho de que Ceres pudiera tomar represalias precipitadas contra el Emperador la preocupaba profundamente.
—Eso no… no sería buena idea.
—¿Cómo puedes decir algo tan cruel? Hacerlo frente al Emperador no tiene nada de romántico —respondió él, con indignación.
—L-Lo siento… —se disculpó Diarin, recordando que, a pesar de su intensidad, las propuestas de Ceres siempre tenían un toque romántico.
—Lo único que haré será declarar que algún día nos casaremos —murmuró él, con tono decidido.
Debería habérmelo callado, pensó Diarin, arrepentida.
—¿De verdad vas a echar más leña al fuego? —preguntó ella, frustrada.
—Yo lo veo diferente —respondió él, sereno.
—¿Cómo diferente?
—Quizá quieren confirmar cuánto estoy dispuesto a dar por ti —dijo Ceres, pensativo.
—¿Quieres decir…? —Diarin entrecerró los ojos, desconfiada.
—Necesitan saber si, después de casarme contigo, aún mantendré mis ambiciones alejadas del trono.
—Hmm… —murmuró ella, reflexionando.
—Por eso, delante de Su Majestad, planeo actuar como un tonto.
La declaración dejó a Diarin sin palabras.
La estrategia de Ceres era razonable. Sin embargo, a Diarin no le dejaba de resonar la palabra ‘tonto’ en los oídos.
—…¿Realmente es necesario que actúes como un tonto? —preguntó, dudosa.
—¿Un tonto que solo tú conozcas? —respondió Ceres, sonriendo con picardía.
—…Ah.
Había caído, otra vez, en los trucos astutos de Ceres.
Él observaba con diversión cómo el rostro de Diarin comenzaba a enrojecer, sonriendo ampliamente.
Molesta, Diarin le dio un codazo en las costillas como castigo. Aun así, la sonrisa de Ceres no desapareció.
—Cuando termine todo esto, se acabó hacerte el tonto —sentenció Diarin, decidida a ponerle fin a su comportamiento excesivo.
Sabía que si permitía esa actitud, Ceres comenzaría a presumir de ser un ‘tonto aprobado oficialmente por el Emperador’ y lo haría sin reparos donde fuera.
Aunque a veces le resultara un poco incómodo aceptar sus gestos extravagantes, también temía que otros pudieran malinterpretarlo y pensar que Ceres realmente era tonto.
—No quiero que otras personas piensen que Ceres realmente es un tonto.
Si alguien lo critica, seré yo.
No podía soportar la idea de que otros menospreciaran a Ceres.
Al comprender los pensamientos de Diarin, Ceres hizo una solemne promesa.
—Entendido. De ahora en adelante, solo me mostraré como alguien inteligente.
—Está bien —respondió ella, asintiendo con satisfacción.
Sin embargo, de pronto se detuvo.
Espera un momento.
Hasta ahora, Ceres había mantenido una imagen de príncipe heredero reservado y sereno. No daba una impresión particularmente ni muy brillante ni muy simple.
Pero si Ceres comenzaba a mostrarse como alguien inteligente, muy inteligente, ¿no haría que su ya considerable popularidad explotara?
—…Pero tampoco te veas demasiado inteligente —añadió rápidamente.
—¿Qué?
—Especialmente frente a las mujeres —aclaró, preocupada.
—¿Por qué?
—Podría ser problemático. No sé qué podrían intentar contra mí por querer quedarse contigo.
—Nadie se atrevería. Me aseguraré de que eso nunca pase.
—Bueno, igual procura no pasarte. No exageres con lo de ser inteligente —insistió Diarin, con un tono un tanto malhumorado.
Ceres, al principio, parecía no entender por qué estaba reaccionando así, con los ojos abiertos de par en par. Sin embargo, poco a poco sus ojos se entrecerraron y apareció una sonrisa traviesa en su rostro.
—Diarin, ¿acaso eso es… celos?
—¿¡Qué!?
Diarin saltó, casi golpeándose la cabeza contra el techo de la carroza.
—¿Es que no te gusta la idea de que otras mujeres se acerquen a mí?
—¡N-No es eso! —balbuceó ella, intentando justificarse—. Solo me preocupa que sea molesto, difícil de manejar, o que termine poniendo en peligro mi seguridad, eso es todo.
—Incluso dejando todo eso de lado, pareces estar de mal humor —se burló Ceres.
—¡N-No lo estoy! ¡No es celos ni nada por el estilo! —protestó ella, visiblemente alterada.
—¿No lo es?
Celos…
Diarin se quedó sin palabras, buscando un término mejor, pero nada venía a su mente.
Celos…
La palabra resonaba en su cabeza una y otra vez.
¿Era esto lo que llamaban celos? ¿Era celos pensar en otras mujeres acercándose a Ceres y sentirse molesta solo con imaginarlo?
…No, ¿por qué sentiría celos?
No, no puede ser…
Diarin no pudo encontrar una palabra diferente antes de que la carroza llegara frente al palacio del Emperador.
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Tan pronto como entraron al jardín, la voz del emperador los recibió.
—Oh, han llegado.
Diarin hizo una reverencia profunda en el acto.
—Gracias por invitarme a un honor tan grande como compartir esta mesa.
—Para mí es un honor compartir una comida con la Hija de Dios. Tomen asiento, por favor.
El Emperador parecía de buen humor; su voz era más animada de lo habitual.
Diarin se incorporó y observó rápidamente los rostros de las personas presentes.
Como había dicho el sirviente, no había mucha gente. Pero, sorprendentemente, la Emperatriz Pelian estaba allí.
Era inusual que el Emperador invitara a la Emperatriz a eventos de carácter personal. Su relación era mayormente profesional.
La presencia de la Emperatriz en esta reunión era una señal clara de que el Emperador planeaba algo político.
Diarin tragó saliva y avanzó, sosteniendo el brazo de Ceres.
—Se ven muy bien juntos —comentó el Emperador, observándolos con satisfacción.
¿Ya empezamos?
Diarin respiró profundamente, preparándose para el primer ataque del Emperador.
Sin embargo, Ceres fue quien habló primero.
—No estamos juntos para complacer a Su Majestad —dijo Ceres, con voz firme.
—¡¿….?!
Los ojos de Diarin casi se salen de sus órbitas.
Disculpa, habías dicho que actuarías como un tonto solo para mí, no como un loco que ni siquiera reconoce al Emperador.
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