⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Fue una boda sin maestro de ceremonias, sacerdote ni invitados.
El canto ocasional de los pájaros hacía de maestro de ceremonias, la brillante luz del sol actuaba como sacerdote, y las blancas nubes que flotaban sobre sus cabezas eran los invitados.
A primera vista, parecía una boda sencilla y humilde, sin grandes adornos. Sin embargo, estaba claro que en el vocabulario de Ceres no existía el concepto de una boda modesta.
—… ¿Estas flores aquí? —murmuró Diarin con una sonrisa.
Vivir en el palacio imperial le había enseñado mucho sobre el lujo. Al acercarse y reconocer la especie de las flores blancas, su sonrisa se tornó comprensiva.
Cada una de esas flores costaba lo mismo que una botella de vino de alta gama. Cultivarlas requería el cuidado minucioso y el amor de maestros jardineros en invernaderos de última generación. ¿Por qué estaban aquí, al aire libre, floreciendo en abundancia?
—Son las más hermosas que encontré —dijo Ceres con naturalidad.
—Ajá… Claro, si son bonitas, hay que plantarlas. Por supuesto.
Diarin ya no se sorprendía con el estilo de vida extravagante de Ceres. Su consumo siempre había sido consistente, solo que la escala había cambiado.
Cuando no tenía dinero, encontraba maneras de comprarle regalos. Ahora, como príncipe imperial, no había límites para lo que podía ofrecerle.
Sin dudar, Ceres arrancó una flor y se volvió hacia Diarin.
—¿Eh? ¿Por qué la arrancas?
—La necesito para algo.
Se arrodilló frente a ella, con una rodilla en el suelo, y la miró hacia arriba.
Aunque había visto esta pose innumerables veces, su corazón volvió a latir con fuerza. Diarin juntó las manos frente a su pecho, esperando lo que venía.
—Diarin.
—Sí.
—… Ah.
—¿Eh?
Ceres parecía haberse dado cuenta de algo, congelándose con el rostro tenso.
—¿Qué pasa?
—… El anillo. Lo mandé a hacer nuevo, pero olvidé que llega esta tarde.
Buscó en sus bolsillos, palpando su ropa. Siempre llevaba uno o dos anillos consigo, pero hoy, precisamente hoy, no tenía ninguno. Su deseo de crear el anillo perfecto para Diarin había retrasado todo.
—No necesito un anillo —dijo Diarin con una sonrisa, tomando el rostro preocupado de Ceres entre sus manos.
Ceres levantó la mirada hacia ella, sus ojos claros llenos de emoción.
—No puedo. No después de que tú misma me propusiste matrimonio…
—Todo lo que has hecho hasta ahora es más que suficiente.
—Pero…
La preocupación no abandonaba su rostro. Rehusaba aceptar la idea de una propuesta sin un anillo.
Diarin miró a su alrededor, buscando algo que pudiera sustituir al anillo. No tardó en encontrarlo.
—Entonces, ¿por qué no me haces un anillo de flores? Lo harás todo tú, desde elegir las flores hasta crearlo.
—¡De acuerdo!
Ceres se iluminó como si hubiera encontrado la solución a un problema crucial.
—Espera un momento.
—Tómate tu tiempo.
Sin prisa alguna, Diarin se sentó en la hierba suave, observando cómo Ceres se inclinaba sobre el campo de flores, examinándolas con gran atención. Su seriedad, casi como si estuviera seleccionando gemas preciosas, hizo que Diarin soltara una risa silenciosa.
El viento sopló, trayendo consigo un mosaico de aromas: flores fragantes, hierba fresca y el aire limpio del campo.
Diarin cerró los ojos, dejando que esa paz la envolviera. Sentía la cálida luz del sol a través de sus párpados cerrados.
Pronto, escuchó los pasos ligeros de Ceres acercándose. Aunque era un hombre alto y robusto, sus movimientos eran ligeros y silenciosos.
Cuando la sombra de Ceres bloqueó el sol, Diarin abrió los ojos. En lugar del cielo azul, lo primero que vio fue el rostro de Ceres, lleno de dulzura.
—Diarin.
Su voz baja y serena resonó en sus oídos. Al escuchar su propio nombre, sintió una calidez que nunca antes había experimentado.
—Ceres.
Al decir su nombre, un dulzor llenó su corazón, como si estuviera degustando un delicioso caramelo.
Ceres sonrió, una sonrisa tan dulce como hecha de azúcar.
Se arrodilló frente a ella una vez más y le ofreció el anillo de flores que había creado.
—Diarin, ¿te casarías conmigo?
Diarin sonrió brillantemente.
—Claro.
Su respuesta fue un sí, sin lugar a dudas.
Al oír su aceptación, Ceres soltó un suspiro de alivio, dejando caer los hombros. Incluso después de todo lo que habían compartido, parecía que el miedo al rechazo lo había atormentado hasta ese momento.
Diarin deslizó el anillo de flores en su dedo. Para su sorpresa, encajaba perfectamente.
—Es hermoso —dijo, levantando la mano para admirarlo contra el cielo azul y las nubes esponjosas—. Entonces, ¿vamos a casarnos?
Diarin extendió su mano como una princesa, y Ceres la tomó, ayudándola a levantarse. Con naturalidad, entrelazaron sus brazos y caminaron juntos bajo un arco de flores.
Ceres la miraba fijamente mientras avanzaban, y Diarin no apartaba la vista de él.
Si esto era el matrimonio ‘caminar juntos, mirándose el uno al otro’, entonces valía la pena intentarlo.
Al llegar al final del camino de flores, se detuvieron frente al altar, mirándose a los ojos. No había sacerdote ni rituales, pero no hacía falta. Su unión era perfecta tal como estaba.
—Diarin, te amo.
Era un sentimiento puro.
—Yo también te amo, Ceres.
Diarin respondió al amor con amor.
Ceres, lleno de orgullo al escuchar esas palabras, sonrió y le dio un beso suave. Diarin, mirándolo, alargó los brazos para rodear el cuello de Ceres y lo besó nuevamente.
Esta vez, el beso fue más profundo que antes, más íntimo.
Ambos se sorprendieron por lo que acababa de ocurrir, pero ninguno retiró sus labios.
El tacto era demasiado placentero. Como la sensación de acariciar el pelaje suave de una criatura recién nacida, quería seguir tocando, seguir sintiendo.
—Mm…
Diarin, con los ojos cerrados, dejó escapar un suspiro tembloroso que la sorprendió tanto como lo que acababa de suceder.
Entreabrió los ojos y se encontró con el rostro de Ceres, con los ojos cerrados, a tan poca distancia. Sus pestañas eran largas y rectas, y sus párpados, tan finos, temblaban ligeramente. No era algo fuera de lo común, pero aun así, el corazón de Diarin se sentía como si una roca caliente cayera sobre él con fuerza.
—Diarin… Diarin…
Los labios de Ceres buscaron los suyos, cambiando el ángulo para un beso más profundo. La sensación cálida que comenzó en su pecho subió hasta sus orejas, que se sonrojaron como si ardieran.
—Ah…
Cuando finalmente se separaron para tomar aire, Diarin se dio cuenta de que estaban tumbados juntos sobre el lecho de flores.
Ceres, apoyándose lentamente con sus brazos, se inclinó hacia atrás y la miró desde arriba. Su rostro parecía diferente, completamente masculino. El corazón de Diarin latía con fuerza, como si acabara de correr una larga distancia.
—¿Así que ahora podré hacer esto con Diarin todos los días?
Ceres habló con una expresión satisfecha que llenaba todo su rostro.
Diarin, a punto de asentir automáticamente, giró los ojos hacia otro lado.
—…Eso tendré que pensarlo.
—¿¡Qué!?
Ceres estaba atónito.
—¡Pero ya estamos casados!
—Sí, pero nadie más lo sabe… aún.
—El matrimonio es… el matrimonio es…
Si algo había quedado claro, era que Ceres tenía expectativas muy altas sobre el matrimonio.
Aunque ya estaban casados, era un buen momento para aclarar conceptos.
Diarin se sentó también y lo miró fijamente.
—Ceres, el matrimonio es un acuerdo. Hay quienes lo cumplen bien, quienes aparentan cumplirlo y no lo hacen, y quienes simplemente no lo cumplen.
—Ajá.
—Yo planeo cumplir lo que prometo. Pero siento que nos faltó discutir y ponernos de acuerdo sobre los términos de nuestra promesa.
Ceres asintió, tan serio como si estuviera participando en una reunión de asuntos de Estado.
Considerando que el tema era su vida en conjunto, tenía sentido que lo tomara con esa seriedad.
—¿Qué entiendes tú por los compromisos del matrimonio, Ceres?
—Amarte siempre y solo a ti, y besarte solo a ti.
—…¿Eso es todo?
—¿Debería haber algo más?
Ceres respondió con genuina sencillez.
Bueno… eso era lo básico.
—Normalmente, el matrimonio implica ciertas responsabilidades: embarazo, crianza, tareas del hogar, distribución de los gastos, decisiones sobre el trabajo después de casarse, cómo se dividirían los bienes en caso de divorcio, visitas a los padres de ambas partes… Aunque algunas de esas cosas no aplican en nuestro caso.
Aunque Diarin nunca había estado casada, había visto y escuchado lo suficiente a su alrededor.
El amor podría ser la razón para casarse, pero con él venían responsabilidades y compromisos reales.
Diarin estaba preparada para asumir y negociar esas responsabilidades, incluso cediendo en algunos aspectos, considerando que Ceres no era un hombre común, sino un príncipe, e incluso alguien que podría convertirse en Emperador.
Mientras Diarin explicaba, Ceres escuchaba atentamente, frunciendo el ceño con concentración.
—Hmm… ¿Quién decidió todo eso, y desde cuándo está establecido?
—No lo sé exactamente, pero si dos personas deciden vivir juntas, no es natural ponerse de acuerdo sobre estos temas?
—¿Por qué?
Ceres la miró con verdadera confusión.
Ahora era Diarin quien no entendía por qué seguía haciendo esas preguntas.
—¿Por qué? Porque son cosas con las que tendrán que lidiar mientras vivan juntos…
—Yo planeo hacer todo lo que tú quieras. Entonces, ¿con qué podría haber problemas?
—…
Diarin cerró la boca.
Cualquier otra persona consideraría un sueño tener un esposo así, pero ella quería regañarlo por pensar que se podría vivir en este mundo tan complicado de esa manera tan ingenua.
Comments for chapter "178"
MANGA DISCUSSION