⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
No, lo correcto era preguntarse por qué Charlotte, su madre, había decidido venir.
¿Qué podría saber un príncipe que aún no había cumplido los diez años sobre dirigir un movimiento de poder de esta magnitud?
Entonces, ¿por qué Charlotte?
Aunque me preguntara el ‘por qué’, en realidad conocía la respuesta.
Si quería asegurar que Sebian se convirtiera en Emperador, dejando de lado al segundo príncipe Endin, debía actuar con diligencia.
Charlotte no era una Emperatriz oficial ni una concubina. No tenía ningún título que justificara su estancia en la corte; era simplemente ‘la mujer’ del Emperador.
Su único ‘trabajo’ era ser la madre del tercer príncipe.
Sin embargo, eso no significaba que careciera de influencia. Aunque el segundo príncipe Endin había acumulado muchas conexiones, y la Emperatriz Pelian provenía de una noble y prestigiosa familia, el favor del Emperador claramente se inclinaba hacia Charlotte…
O eso decían los rumores.
Las luchas de poder en la corte, las dos mujeres del Emperador, eran temas fascinantes para los chismosos.
Incluso Diarin, que no tenía ningún interés, había oído algunos de esos rumores.
—Si todo sale bien, podría ser beneficioso para ambos…
Si el miembro de la octava unidad lograba establecerse exitosamente en la sociedad, podría ser una oportunidad para que la familia del tercer príncipe se beneficiara de ese mérito.
Gracias a su generoso apoyo, podríamos decir que se han adaptado a la vida social sin problemas y que todo marcha bien. Pero para que eso ocurriera, debíamos mostrar algo lo suficientemente valioso como para merecer ese apoyo.
—¡Ah!
De repente, Diarin tuvo una idea.
Si realmente estaban interesados en este proyecto, ¿no sería mejor mostrarles un progreso gradual en lugar de un resultado final perfecto? De esa manera, podrían asegurarse de que seguirían apoyando a largo plazo.
Diarin ajustó su estrategia.
En lugar de forzar una imagen perfecta que costara esfuerzo, tal vez sería más beneficioso mostrar lo mucho que estaba luchando y sacrificándose.
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—Bienvenidos, Su Alteza el tercer príncipe y la señorita Charlotte. Soy Diarin, y aquel allá es Ceres.
Diarin sonrió y se inclinó cortésmente hacia Sebian y Charlotte, que acababan de bajar del carruaje.
Ceres, aunque estaba lejos, pudo oír la orden de Diarin y ejecutó la reverencia tal como la había practicado.
La distancia había sido calculada con precisión. Esa era la distancia máxima que Ceres podía tolerar.
Desde esa lejanía, donde Ceres parecía apenas un punto en la distancia, completaron las presentaciones.
La introducción había sido un éxito.
—…Oh.
La primera palabra de Charlotte fue una exclamación. Roben, que los acompañaba como escolta, mostró una expresión similar.
—Esos moretones… ¿se cayó?
Charlotte miraba con ojos sorprendidos los moretones y arañazos en los brazos descubiertos, la cara y el cuello de Diarin.
Diarin sonrió de la manera más lastimera posible.
—Al caminar por el camino que el destino de Dios nos ha trazado, a veces se torna espinoso.
Con esa frase, básicamente estaba diciendo que esos golpes eran por la tarea que les habían asignado.
¿Acaso esa distancia no estaba justificada?
No era algo que hubiera salido de la nada. Nada en este mundo se lograba sin esfuerzo.
Cada vez que Ceres perdía el control, Diarin se lanzaba para detenerlo.
La mayoría de las veces, Ceres ni siquiera se inmutaba y Diarin acababa pegado a él como un accesorio, pero, en algunas ocasiones, ambos terminaban rodando por el suelo.
Esos moretones eran el resultado de esos incidentes.
Decidió no curar sus heridas a propósito. Quería que su sufrimiento fuera evidente.
Charlotte mostró aún más asombro.
—Es realmente un trabajo duro. Ver lo mucho que has sufrido por seguir la voluntad divina me rompe el corazón. Estoy segura de que Su Alteza también lo siente así, ¿no es cierto, Sebian?
—¡Sí! ¡Has trabajado mucho!
Tal como había oído, el tercer príncipe Sebian era solo un niño.
Sin embargo, Charlotte no parecía una madre. De hecho, con su aspecto juvenil, ambos parecían más hermanos que madre e hijo.
Diarin se quedó asombrada al ver lo hermosa que era Charlotte.
¿Cómo podía alguien ser tan hermosa? No era difícil imaginar que el Emperador se hubiera enamorado perdidamente de ella sin ningún cálculo político de por medio.
Su cabello dorado brillaba como la luz invernal reflejada en la nieve, y en el centro de su delicado rostro, dos ojos verdes resplandecían como esmeraldas.
Diarin también tenía los ojos verdes, pero no podía compararse.
Sebian, por otro lado, era como una muñeca que se parecía mucho a su madre. Sin embargo, había una gran diferencia entre ellos.
Así que estos son los ojos de joya de la familia real.
El cabello y los ojos de Sebian brillaban en múltiples colores, como piedras preciosas. Era un rasgo físico que demostraba su linaje real.
Lo que comúnmente se llamaba ‘ojos de joya’ era en realidad una manera de medir cuán fuerte era la herencia de la familia real, y cuánto brillaban esos colores indicaba la pureza de su linaje.
En el caso de Sebian, su resplandor dejaba claro que era un descendiente directo del Emperador.
A primera vista, parecía tener el mismo cabello platino y ojos verdes que su madre, pero, al moverse, su cabello y sus ojos reflejaban una multitud de colores.
El pequeño Sebian, con una expresión nerviosa, miraba a Diarin y a Ceres, que estaba a lo lejos, mientras mantenía un fuerte agarre en la mano de su madre.
—¿Pero por qué está Ceres tan lejos?
—Ceres tiene un oído extremadamente sensible. Si te acercas demasiado, sus oídos podrían, ¡puf!, explotar.
Para ser exactos, su instinto de combate se activaría, y nosotros seríamos los que explotaríamos en pedazos.
Diarin omitió esa parte por consideración a que era solo un niño.
Pero las heridas visibles en su cuerpo ya contaban la historia.
Sebian, aunque claramente nervioso, se aferraba a la falda de Charlotte.
Aun así, no lloró ni intentó huir.
Era un príncipe muy adorable, pero también bastante digno.
—Quería saludarlo de cerca…
Parecía que el pequeño príncipe tenía muchas ganas de conocer a un miembro de la octava unidad.
Para alguien que no había experimentado la guerra, las historias de los guerreros siempre sonaban gloriosas y heroicas.
En los cuentos, los protagonistas suelen ser caballeros o príncipes que regresan como héroes tras haber luchado en la guerra.
—Pronto podrán saludarse de cerca. Ceres acaba de regresar del campo de batalla y aún necesita descansar.
—…Ooh…
—Pero te prometo que, más adelante, podrán saludarse cara a cara. ¡Incluso podría llevarte en sus hombros!
—¿De verdad?
Diarin agradeció internamente al pequeño Sebian por haber mordido el anzuelo tan bien.
Si el príncipe continuaba mostrando interés y apoyo, algún día podría suceder.
Diarin, como una buena sacerdotisa, asintió con una cálida sonrisa.
Charlotte también sonrió a Diarin, complacida de cómo había calmado al príncipe. Era una escena muy reconfortante.
Podía imaginar claramente los fondos adicionales acumulándose en el almacén.
—En su lugar, les mostraré la mansión donde reside Ceres. ¿Qué les parece?
—¡Me gusta!
Aunque el pequeño capricho de Sevian había interrumpido brevemente el plan, todo avanzaba según lo previsto.
Diarin siguió el recorrido previamente establecido. Mientras los demás se concentraban en la mansión, Ceres se mantendría a una distancia prudente para no verse afectado por los sonidos.
Diarin juzgó que era suficiente mostrar solo lo necesario. No era necesario hacerlo todo perfectamente, pero tampoco debía verse demasiado desorganizado.
Solo esperaba que todo siguiera así, de manera tranquila y sin complicaciones.
Sin embargo, ¿por qué las cosas nunca salen como uno espera?
¡Crack!
—¡…!
Diarin se estremeció ante un grito que nunca debió oírse.
No sólo Diarin, sino todos los presentes quedaron paralizados al mismo tiempo.
Rápidamente, todos giraron la cabeza para encontrar la fuente del ruido.
Una flecha estaba incrustada en el carruaje en el que habían llegado.
Estaba a apenas un palmo de la cabeza de Sebian.
El silencio helado congeló el aire durante un segundo.
Había sido un ataque.
—¡Protejan a Su Alteza!
—¡Atrapen al asesino!
—¡Rápido, rápido!
Inmediatamente después, los guardias que habían recuperado la compostura comenzaron a gritar frenéticamente y a moverse.
Diarin, aún aturdida, intentaba comprender la situación.
Solo había considerado un posible atentado contra Ceres. Ese fue su error.
También podían intentar atentar contra el príncipe.
Asumió que, como Sebian tenía guardias, no era algo que le concerniera. Pero no había tenido en cuenta el caos que provocaría un intento de asesinato.
Los guardias comenzaron a correr y gritar de manera descontrolada, como si estuvieran en un campo de batalla.
—¡Ceres!
Diarin buscó a Ceres.
Los guardias protegerían al príncipe, pero ella no debía proteger a Ceres, sino detenerlo.
Ceres ya corría hacia los arbustos de donde había salido la flecha.
Afortunadamente, el que lanzó el ataque se convirtió en su principal objetivo.
—¡Espera, espera!
Si solo atrapaba al asesino, no había razón para detenerlo.
El problema vendría después. Si se descontrolaba y atacaba a otras personas…
Eso era lo que más temía.
Diarin corrió desesperadamente.
A pesar de sus gritos, Ceres no redujo la velocidad en lo más mínimo.
No veía ni oía nada. Sin dudar, Ceres se lanzó a los arbustos.
—¡Oh, oh no!
Los guardias que también corrían hacia los arbustos para atrapar al asesino dudaron y se detuvieron, sorprendidos.
Diarin se interpuso.
—¡No! ¡No pueden ir!
—¿Qué? Pero… está desarmado…
—¡Cuando un miembro de la octava unidad entra en combate, la regla es que todos los aliados deben retirarse a al menos 300 metros de distancia!
—¿Qué? Pero… ¿por qué…?
Los guardias, que no habían experimentado la guerra, no comprendían la urgencia de Diarin.
Desde su perspectiva, lo lógico sería seguir y ayudar.
—¡Es la octava unidad!
Con la octava unidad no aplicaban la lógica ni las reglas tradicionales.
Ante el grito de Diarin, los guardias retrocedieron torpemente.
La fama de la octava unidad era bien conocida, aunque la naturaleza exacta de su especialidad no estaba clara. Simplemente, se sabía que era una fuerza extremadamente poderosa.
Ese día, los guardias comprenderían con claridad qué hacía tan especial a la octava unidad.
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