⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Parece que has pasado por muchas dificultades.
—¡Ugh…! Solo puedo agradecer que me haya vuelto a llamar, Alteza.
Roben respondió con una expresión de estar al borde de la muerte, completamente derrotado.
Dicen que los humanos son criaturas de adaptación, y en realidad, la situación había ido mejorando con el tiempo. Había aprendido a adaptarse al ritmo de los miembros de la Octava Unidad, a seguir sus cacerías, aunque comparado con sus habilidades, él seguía siendo como un recién nacido. Al menos ya no sentía que moriría en el intento.
Sin embargo, él era un noble que jamás había sufrido un día en su vida, acostumbrado a vivir con un rostro pálido y elegante ropa dentro del palacio imperial. Ahora, quemado por el sol, con el rostro ennegrecido, cubierto de mugre y usando ropas que parecían harapos, daba la impresión de haber sufrido más de lo que en realidad había sido.
—El destino de los traidores siempre es miserable.
Roben había traicionado una y otra vez. Si se hubiera escondido y le hubieran llegado noticias de que estaba viviendo bien, Endin habría sido el primero en ir a matarlo. Pero, para su sorpresa, había escuchado que estaba pasando penurias, incluso compartiendo esas dificultades con los miembros de la Octava Unidad.
—Es justo que te exija cuentas por haberte atrevido a desaparecer. Pero los humanos son criaturas que cometen errores, ¿verdad? Por eso, estoy pensando en darte una oportunidad para redimirte.
—¡Haré todo lo que pueda! ¡Por favor, perdóneme! ¡Le seré útil, lo prometo!
La respuesta apasionada de Roben, quien se postró en el suelo con fervor, hizo que Endin sonriera satisfecho.
—Claro, tienes que ser útil. Si no lo fueras, no tendría sentido llamarte. Bien, ¿qué utilidad tienes? Estoy escuchando.
—¡Eh, bueno, he mantenido una buena relación con los miembros de la Octava Unidad! Estoy seguro de que si les doy órdenes en nombre de su alteza, tomarán las armas por usted.
—Ah, así que los miembros de la Octava Unidad desaparecieron contigo. Me preocupaba que estuvieran escondidos entre el pueblo, causando problemas a los inocentes.
—Por eso nos mantuvimos en tierras deshabitadas, en medio del desierto.
—Entiendo, eso fue lo que ocurrió.
—Además, en ese tiempo nos hemos vuelto cercanos, así que obedecerán mis órdenes.
—No, eso no será necesario.
Endin levantó la mano, interrumpiendo a Roben.
—¿P-pero acaso no necesita a los miembros de la Octava Unidad?
—No, lo que quiero decir es que no necesitas asumir la carga de ser su comandante.
—Entonces, ¿qué quiere decir…?
—Ellos eran mis soldados. A partir de ahora, seré yo quien los dirija y se haga responsable de ellos. ¿No es lo más lógico?
Endin lo dijo con la dulzura de un amante susurrando palabras cariñosas.
Roben, confundido, solo pudo asentir lentamente.
—Oh, sí… tiene toda la razón, alteza.
—Bien. Entonces, ¿dónde están los miembros de la Octava Unidad?
—Están en un lugar desde donde pueden acudir a su llamado de inmediato.
—Perfecto.
Endin volvió a esbozar una cálida sonrisa, pero Roben sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.
Sabía que Endin tenía un plan oculto, algo que no podía comprender, y la incertidumbre lo hacía sentir inquieto.
—En cuanto a ti… bien, te asignaré una habitación en el palacio del segundo príncipe.
—¿Un-a habitación?
El palacio del segundo príncipe era un lugar al que incluso los nobles más prestigiosos tenían dificultad para acceder, no porque estuviera lleno, sino porque las pocas habitaciones disponibles estaban reservadas solo para los más influyentes. Era casi imposible conseguir una habitación ahí por simple capricho.
Roben, incapaz de creer lo que oía, preguntó de nuevo, pero por primera vez, la expresión de Endin se endureció.
—Eso no es algo de lo que debas preocuparte.
Endin llamó a un asistente para que escoltara a Roben fuera de la sala.
Roben se inclinó profundamente, casi tocando el suelo con la nariz, antes de retirarse. Endin, molesto de repente, ni siquiera se molestó en mirar su salida.
—¿Cómo puede haber una habitación disponible?
El asistente apenas lanzó una mirada a Roben antes de guardar silencio y continuar caminando por el pasillo. Roben, rápido de reflejos, sacó algo de dinero de su bolsillo y se lo entregó discretamente al asistente.
—Ah, esto es inapropiado.
—Considérelo un pequeño agradecimiento por su arduo trabajo.
—Hmph, hmph.
El asistente no rechazó el dinero por segunda vez y lo guardó rápidamente en su bolsillo, aunque continuó caminando en silencio por el pasillo. Roben no insistió más y simplemente lo siguió.
—Aquí está su habitación.
—Parece una habitación excelente.
—Era usada por un miembro de una ilustre familia noble.
Por fin, el asistente habló.
—Si pertenecía a una familia noble, ¿por qué dejaron la habitación vacante? ¿No suelen mantenerlas aunque ya no vivan aquí?
Poseer una habitación en el palacio imperial era un símbolo de estatus.
—Quizás esa familia nunca vuelva a poner un pie en el palacio.
Con eso, el asistente, habiendo cumplido con creces el valor del dinero que recibió, se marchó.
Roben, ahora solo en la habitación, permaneció en silencio, dejando que la sorpresa lo envolviera.
Una familia influyente había abandonado por completo el palacio del segundo príncipe.
—De verdad, he hecho la mejor apuesta.
Roben se tapó la boca, asombrado por su propio instinto.
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Hoy en día, la gente no podía dejar de hablar de Ceres cada vez que se reunía.
Aunque las historias de la familia real solían ser un tema recurrente en el palacio, la atención que recibía Ceres últimamente era excepcional, incluso en comparación con otros nobles destacados.
—De todos modos, si Su Majestad el Emperador mencionó a la Vizcondesa Arianth para un matrimonio, debe tener alguna razón para ello, ¿verdad?
Debe haber obtenido alguna información que desconocemos.
—¿Qué será? ¿Tal vez aceptó la propuesta de matrimonio?
—Pero nadie ha visto que eso haya ocurrido.
—Hace poco ambos salieron apresuradamente del palacio y luego regresaron. ¿No habrá sido en ese momento?
En el palacio imperial, hay ojos y oídos en todas partes. Una palabra escuchada por diez personas se convierte en diez palabras y puede formar una frase.
Y una vez que una frase está completa, la historia nace en un instante. A menudo, esa historia resulta ser correcta.
—Por Dios, ¿qué habrá hecho para lograrlo?
—Pero si lo aceptó, ¿por qué ocultarlo?
—Mmm… bueno, tiene sentido.
Como no podían confirmarlo con los involucrados, las especulaciones giraban en círculos.
Sin embargo, esta vez el propio Emperador había mencionado la palabra ‘matrimonio’. Debía haber algún motivo o fundamento para ello.
—No sabemos si Su Majestad hizo la propuesta después de haber calculado todo o porque tenía información de que algo ocurría entre ellos y quiso adelantarse.
—¿Pero qué necesidad habría de adelantarse?
—Entonces, ¿por qué, tras presentarse ante el Emperador, salieron del palacio de forma tan repentina y regresaron después?
—¿Es posible que estén ocultando algo más importante que el matrimonio?
La gente expresaba sus opiniones con entusiasmo.
Aunque nadie lo sabría con certeza hasta que los dos tomaran una decisión, no había tema más interesante que este.
La historia de ellos dos por sí sola ya era lo suficientemente entretenida como para no aburrirse por un tiempo, pero entonces surgió otro tema adicional.
—Por cierto, ¿escucharon lo último? Parece que una mujer viene desde Sorven.
—¡Ah, sí lo oí! Vendrá acompañando al rey de Sorven. Creo que es de la familia Ducal de Haransa, ¿no?
Se había decidido que el rey de Sorven viajaría a Racklion. Vendría personalmente a recoger el cadáver de Grelind.
Grelind era la última persona que podía heredar la línea real de Sorven. No era raro que el propio rey viniera a buscarlo.
Sin embargo, la gente estaba más interesada en los motivos ocultos detrás de esta decisión.
Después de todo, no era cualquier viaje, sino una visita del propio rey. Y no a cualquier lugar, sino al país enemigo que había destruido el suyo. No hacía falta ser vidente para imaginar cuántas humillaciones tendría que soportar durante ese viaje. Aun así, decidió emprenderlo, lo que indicaba que había una necesidad real para ello.
El primer príncipe.
El primer príncipe de Racklion, Cerendias, también era sobrino del rey de Sorven.
Ahora que Grelind había muerto, Cerendias era el único heredero posible de Sorven.
Ante la decisión de reconocer a Cerendias como sucesor o dejar que Sorven desapareciera como nación, parecía probable que el rey quisiera confirmar personalmente a su sobrino, a quien nunca había conocido. Al mismo tiempo, podría aprovechar para proponer un matrimonio con una de las nobles más cercanas a la casa real de Sorven.
Aunque Sorven no tenía muchas conexiones internas con Racklion, todo esto era mera especulación basada en información fragmentada.
—¿De verdad está viniendo por un matrimonio político?
—Si no fuera por eso, ¿qué otra razón tendría una noble criada con todos los lujos para emprender un viaje tan largo?
—Si eso es cierto, ¿qué ocurriría con ellos dos?
—Mientras la Vizcondesa Arianth no acepte la propuesta de matrimonio, nadie lo sabe.
Esto mantenía a los observadores en vilo.
Un matrimonio político con Sorven no era una mala idea. Incluso si no lograba ser nombrado heredero al trono imperial, al menos aseguraría el trono de Sorven.
Pero si el primer príncipe, que ya había tomado control absoluto de Sorven, se fortalecía, ¿podría el segundo príncipe realmente desafiarlo? Si las cosas se complicaban, podría estallar una guerra de sucesión.
—¿Qué decisión tomará Su Alteza el primer príncipe?
—Ambas opciones son buenas, pero sería una pena dejar pasar cualquiera de ellas.
—Si no tiene nada que perder, ¿no optaría por el amor?
—¿Y si resulta que Lady Haransa es tan deslumbrante que se enamora de ella a primera vista?
En las relaciones entre hombres y mujeres, como en la guerra, no hay reglas fijas. Todo era posible, lo que alimentaba las especulaciones y charlas interminables.
—¿Y si Su Alteza el primer príncipe decidiera quedarse con ambas? ¿No sería eso posible?
—¡Pues en ese caso, que me incluya a mí también! Si ya son dos, no creo que un tercero le haga daño.
—¡Oh, por favor! ¡Qué ocurrencia! ¡Ja, ja, ja!
—¿Y sería posible incluirme a mí también, siendo hombre? ¡Ja, ja, ja!
En ausencia de los implicados, el nivel de las conversaciones subía sin límites.
Mientras reían y charlaban animadamente, no se dieron cuenta de que alguien se acercaba.
Uno de los presentes, que estaba inclinado de tanto reír, levantó la cabeza y se encontró directamente con la mirada de Ceres.
—¡Ja, ja…! Eh… ¡Oh, Su Alteza el primer príncipe!
—¡Ahhh!
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