⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin dejó escapar un profundo suspiro mientras volvía a interrogar a Roben.
—Además de eso, ¿hay algo más que hayas visto o escuchado en el palacio del segundo príncipe?
—Eh…
Roben desvió la mirada, incómodo.
La verdad es que lo único que había hecho dentro del palacio del segundo príncipe había sido quedarse encerrado en una habitación.
—¡Había una habitación vacía en el palacio del segundo príncipe!
—Sí, lo sé.
—…Eso es todo —añadió, algo avergonzado.
Diarin lo miró fijamente, en silencio.
Sus ojos estaban llenos de pensamientos no expresados.
Eran fáciles de adivinar:
Quiero golpearlo…
¿Cómo puede ser tan inútil…?
Quizá un buen golpe lo haga recordar algo.
Roben se sintió agraviado por el apodo de ‘traidor’ que le habían asignado.
Cuando se conocieron, ella era una joven sacerdotisa ingenua, aunque algo descarada. ¿Cómo había terminado enfrentándose a alguien que ahora parecía tan diferente?
El mundo la traicionó primero, pensó.
¡La verdadera traidora es usted!
—¡Ah! El duque Juren parecía visitar con frecuencia el palacio —exclamó finalmente, recordando algo.
Aunque había estado encerrado, podía escuchar las conversaciones de los sirvientes que pasaban frente a su puerta.
—Otra vez el Duque Juren está aquí.
—¿Quién va a entrar ahora?
—Yo no quiero.
Gracias a estas charlas, Roben se enteró de las idas y venidas del Duque, a pesar de no haber salido de la habitación.
—¡Ah! También escuché que el Duque Juren mantiene un gran número de soldados privados —añadió rápidamente—. Aunque no hayan entrado a la capital, deben estar esperándolo en las cercanías.
—Incluso si los convocara desde su territorio, podrían estar aquí antes del funeral.
Las personas en la sala comenzaron a hablar rápidamente, compartiendo información relacionada con las pistas que Roben había proporcionado.
—Entonces, también tendremos que asegurarnos de bloquear el ingreso de los soldados del Duque Juren al palacio.
—Es probable que intenten algo el día del funeral. Podrían aprovecharse de que las puertas del palacio estarán abiertas, como ocurrió recientemente.
—Nosotros también deberíamos reforzar nuestras defensas…
—¿Por qué deberíamos defendernos? —interrumpió Ceres, quien hasta ahora había permanecido en silencio.
La pregunta tomó por sorpresa a los presentes, que se miraron confundidos.
¿Acaso estaba sugiriendo entregar el trono?
¿O estaba diciendo que no era necesario protegerlo?
—Podemos atacar primero —dijo Ceres, cortando el silencio.
Sus palabras solo añadieron más confusión.
—¿Atacar? ¿Qué tipo de ataque? —preguntó alguien, dudoso.
—Un asalto —respondió Ceres, con calma.
Aunque la palabra ‘asalto’ sonara menos cruda, en el fondo era lo mismo que decir ‘asesinato’.
—¡…!
Los presentes contuvieron la respiración.
Aunque los asesinatos eran comunes en el palacio imperial, no era algo que se pudiera hacer fácilmente, mucho menos contra un miembro de la familia real.
Sin embargo, no había una mejor opción.
En ausencia del Emperador, esperar un juicio justo era una fantasía.
Esto ya era una guerra.
En una lucha de poder, quien atacaba primero siempre llevaba la ventaja.
—Pero no tenemos suficientes soldados…
El escuadrón 8 estaba fuera de combate.
El escuadrón del primer príncipe, aunque existente, no había sido movilizado aún.
—Si lo desea, puede contar con mi espada —dijo Holian, poniéndose de pie con determinación.
Tenía la mirada de un general dispuesto a entrar en batalla.
Sin embargo, Ceres no se dejó impresionar.
—¿Por qué?
—…¿Perdón?
—Tengo muchas espadas.
—No, no me refiero a eso… Hablo de ofrecerle mi fuerza militar o personal.
Ceres, por supuesto, entendía el ofrecimiento.
Sabía que Holian era conocido por su habilidad marcial y que, como Duque fronterizo de Retio, había evitado involucrarse en disputas políticas refugiándose en el palacio del tercer príncipe.
Reconocía que hacer esa declaración en voz alta requería coraje, pero…
—No hace falta —respondió Ceres, tajante.
Depender de otros solo significaría adquirir más deudas que pagar en el futuro.
Tampoco quería arrastrar a alguien que claramente deseaba mantenerse al margen.
—Ah… bueno… Pero, entonces… ¿qué pasa con mi intención…?
—Probablemente planeabas usar esto como excusa para emborracharme después, ¿no?
—…
Holian se quedó callado y volvió a sentarse.
Había empezado a beber para mantenerse alejado de la política, pero de alguna manera su vida había tomado un giro irónico.
—Aproveche esta oportunidad para dejar el alcohol. Si le resulta difícil, puede buscar tratamiento en el templo… O simplemente venga a verme. Le haré un descuento.
Las palabras de Diarin, llenas de genuina preocupación y promoción descarada, solo hicieron que Holian deseara más un trago.
La vida es amarga, pensó.
—Sorven también puede aportar su fuerza —intervino el rey de Sorven desde un rincón, habiendo permanecido en silencio hasta ahora.
A su lado, Biolin asintió con la cabeza.
Aunque había sufrido heridas leves al enfrentarse al escuadrón 8, todavía estaba en condiciones de luchar.
Biolin, después de todo, era una guerrera con una reputación que hacía honor a su presencia al lado del rey de Sorven.
—El segundo príncipe es un enemigo directo de Sorven. Incluso si surgen problemas de responsabilidad en el futuro, mi reino podrá enfrentarlos. Además, ¿qué problema hay con que un tío ayude a su sobrino?
—No hace falta —replicó Ceres una vez más.
—…Entonces, ¿con qué tropas planea ejecutar el asalto?
Después de todo, necesitaba gente para llevar a cabo el ataque.
Aunque normalmente los presentes habrían aceptado sin dudar lo que decía un príncipe, esta vez su curiosidad era demasiada como para ignorarla.
Ceres miró brevemente al que había hecho la pregunta y respondió con tranquilidad.
—Yo.
—¿…Perdón?
Todos los presentes se congelaron al mismo tiempo, preguntándose si habían escuchado correctamente.
—Espera un momento, Ceres. ¿Qué dijiste?
Incluso Diarin estaba incrédula.
—Voy yo mismo.
—¿…En serio?
—Sí.
—…Bueno, es lo más seguro, pero… —dudó Diarin.
Confiaba plenamente en las habilidades de Ceres, pero esto no era cualquier cosa: ¡era un asesinato!
Incluso los generales más destacados de la historia rara vez entraban personalmente en territorio enemigo para llevar a cabo un asesinato.
Y mucho menos un primer príncipe que estaba a un paso del trono, solo esperando que Endin desapareciera.
Aunque, tampoco es que haya otra alternativa…
Ese era el mayor problema.
Si detenían a Ceres, ¿quién podría regresar con la cabeza de Endin con total certeza?
No podían usar al escuadrón 8 porque era demasiado arriesgado. Además, estaban bajo la posibilidad de haber sido manipulados y podrían atacar en su contra. Incluso existía la posibilidad de que Endin hubiera recuperado la flauta que usaba para controlarlos.
Traer a un asesino externo de dudosa habilidad no era mejor opción.
—¿Es absolutamente necesario que lo hagas tú? —preguntó finalmente Diarin, sin entusiasmo.
No le gustaba la idea.
Incluso ese día, Ceres había sufrido múltiples heridas por el ataque inesperado del escuadrón 8.
Por mucho que Ceres lo hiciera parecer sencillo, como cortar el cuello de un pollo, era obvio que Endin también habría tomado precauciones.
—Es más fácil si lo hago yo mismo. También para lidiar con las consecuencias.
—¿Qué tal si buscamos un método más seguro, aunque tome tiempo?
—No quiero perder tiempo. Si Endin desaparece, todo termina.
Ya no había un Emperador manipulando desde las sombras.
La Emperatriz, quien habría sido la máxima autoridad en ausencia del Emperador, también había desaparecido.
Esto era ahora un enfrentamiento directo entre Ceres y Endin.
Y si Endin caía, como decía Ceres, no habría necesidad de prolongar el conflicto.
No había forma de contradecir su lógica.
—Entonces, regresaré pronto.
—…De acuerdo.
—Muy bien.
Ceres se levantó de inmediato.
—¡Espera, ¿ahora mismo?! —exclamó Diarin, con los ojos temblando de incredulidad.
—Un ataque sorpresa es más efectivo si se hace en un momento que el enemigo no pueda prever.
—¡Bueno, sí, pero aún así! ¡Aunque tengas razón!
Todo sucedía tan de repente que la mente de Diarin daba vueltas.
—¡No me digas que piensas irte ahora, cuando ya está amaneciendo! —exclamó, señalando la ventana, donde el cielo comenzaba a iluminarse.
—¿Acaso no se supone que los asesinatos deben hacerse de noche?
Diarin miró alternativamente a Ceres y a la ventana con desesperación.
—¿Vas a irte con la luz del día? Eso no es un asesinato, ¡es un ataque directo!
—Bueno… tampoco es que importe mucho.
—Bueno… sí, supongo que eso también es cierto…
Los muertos no hablan.
Aunque el palacio del segundo príncipe entraría en caos temporalmente, su gente perdería el centro de mando rápidamente o cambiarían su lealtad.
Pero, ¿hacerlo tan pronto?
El incendio en el palacio imperial había ocurrido apenas unas horas atrás.
Esto no era aprovecharse del desorden, sino moverse después de que todo empezara a calmarse.
—…Supongo que Endin no se lo esperará, ¿verdad? —admitió Diarin, finalmente.
Si incluso Diarin estaba reaccionando así, entonces esto definitivamente sería una sorpresa para Endin, quien jamás lo imaginaría ni en sus sueños.
—Es poco probable que lo espere. Incluso si lo anticipa, no importa.
—…
Claro, pensó Diarin. Cuando tienes una fuerza abrumadora, no necesitas pensar demasiado.
Mientras Ceres respondía con confianza, Diarin, que siempre pensaba en las posibilidades y analizaba estrategias complejas, solo pudo sentirse resignada.
—No quiero prolongar esto.
Ceres no tenía ambiciones por el trono.
Pero tampoco quería una guerra prolongada contra Endin.
El ataque sorpresa del escuadrón de Endin casi mata a Diarin.
Si las cosas se alargaban, algo similar volvería a ocurrir.
—…Está bien —dijo Diarin finalmente, asintiendo con dificultad.
Si no podía pensar en una mejor alternativa, al menos debía apoyarlo de la mejor manera posible.
—¿De verdad va a ir usted mismo, Su Alteza?
—¿Usted personalmente?
Los presentes, que habían estado observando la conversación, entraron en pánico al ver a Ceres levantarse decidido.
—¿De verdad deberíamos dejar que se vaya? ¿Es esto lo correcto?
—¿Qué se supone que hacemos en una situación así?
Todos miraron a Diarin como si esperaran una respuesta divina.
Pero ella simplemente desvió la mirada hacia el cielo, incómoda.
Sí… yo también quisiera saber la respuesta.
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