⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Aun así, creo que el final debe ser escrito por ti, Ceres.
Diarin dio un paso atrás, como si estuviera cediéndole el escenario.
Ceres la miró a los ojos.
Aunque habían hablado en tono de broma sobre cómo manejar a esas dos personas, este era un momento crucial.
El instante en el que terminaría la larga lucha contra Endin. El instante en el que se decidiría el trono.
Sin embargo, para su sorpresa, no sentía absolutamente nada.
Ceres miró a las dos figuras tiradas en el suelo.
El final.
Había sido una lucha interminable.
Si mataba a Endin, todo terminaría.
Finalmente podría librarse de las cadenas que lo habían perseguido toda su vida.
Pero sus manos no se movían.
O tal vez no estaba seguro de si debían moverse.
—¿Ceres? —La voz de Diarin lo sacó de sus pensamientos.
Ceres parpadeó y volvió a enfocarse en lo que tenía frente a él.
Recordó lo que debía hacer, su objetivo.
—¿Solo debo matarlos? —preguntó con un tono distante.
—Esa es una decisión que debes tomar tú —respondió Diarin—. Haz lo que quieras, sin preocuparte por lo que venga después.
Su intención era alentarlo, pero sus palabras solo aumentaron la confusión de Ceres.
—¿Hacer lo que quiero? ¿Decidir yo?
—Si no quieres matarlos ahora, puedes dejarlos y hacerlo poco a poco. También puedes encerrarlos y atormentarlos hasta el día en que mueras. Si están a punto de morir, yo los mantendré vivos. Y si quieres resolverlo según la ley, también puedo hacerlo posible… aunque no me guste mucho.
Diarin malinterpretó las dudas de Ceres y comenzó a enumerar alternativas.
Pero ninguna de esas opciones movió el corazón de Ceres.
—Eliminarlos sería lo más lógico para garantizar la seguridad —dijo finalmente.
Aunque sus emociones permanecían inmóviles, su mente era pragmática.
Simular su desaparición y ascender al trono sin complicaciones era la solución más limpia.
Cuanto más tiempo pasara, mayores serían los riesgos.
Endin era el mayor obstáculo para una vida tranquila con Diarin.
Ceres tomó la decisión más racional.
—Eso no era lo que quería decir… —murmuró Diarin, frunciendo el ceño.
El propósito de haber traído a esas personas, incluso usando a Holian como mensajero, era darle a Ceres la oportunidad de enfrentarse a ellos y cerrar esa herida.
—Esas personas arruinaron tu vida, ¿no? Aunque dejemos de lado a la suma sacerdotisa Merian, Endin es la raíz de todo. ¿No estás enojado?
Diarin se detuvo a pensar.
¿Alguna vez había visto a Ceres expresar directamente su enojo hacia Endin?
Aunque había dicho que lo mataría, nunca había admitido sentir ira hacia él.
Ni siquiera hacia la emperatriz Penelia, ni hacia el emperador, ni hacia nadie.
Ceres nunca había mostrado enojo.
—…No lo sé —respondió finalmente, como si hubiera olvidado cómo se sentía la ira.
Su rostro era tranquilo, casi indiferente, mientras miraba los ojos vacilantes de Diarin.
Pero Diarin reconoció que no era tranquilidad, sino represión.
Los recuerdos bloqueados por hechizos podían romperse con poder sagrado.
Pero las emociones reprimidas no podían liberarse tan fácilmente.
—¿Qué se supone que debo hacer? —susurró Diarin.
Llevó ambas manos al rostro de Ceres, sosteniéndolo con ternura.
Ceres permaneció inmóvil, mirándola fijamente.
La dirección imperturbable y ciega de sus ojos siempre le había parecido adorable y entrañable.
Pero ahora, solo le parecía dolorosa y triste.
Lágrimas comenzaron a formarse en los ojos de Diarin.
—Mi pobre cachorro —dijo con un nudo en la garganta.
Por un momento, Ceres dejó de ser un hombre ante sus ojos y volvió a ser un cachorro indefenso.
Un cachorro herido que ni siquiera podía llorar.
Un cachorro ingenuo y dócil que la miraba con ojos vacíos, sin comprender por qué lo compadecía tanto.
—Yo sí estoy enojada.
—¿Tú, Diarin? —preguntó Ceres, sorprendido.
—Esos dos te arrebataron todo lo que te era valioso. La vida cómoda que debiste haber disfrutado como el Primer Príncipe, la infancia llena de amor que merecías, la gloria que debiste haber tenido frente a todos… Te lo quitaron todo.
Diarin apretó los dientes mientras hablaba.
Si esto le hubiera pasado a otra persona, lo habría tomado con indiferencia, diciendo: Oh, qué mala suerte.
Pero ahora se trataba de alguien más preciado que su propia familia.
Era algo que sentía tan intensamente como si le hubiera pasado a ella misma.
—La verdad, no quiero darles una muerte fácil. Quiero que mueran de la manera más miserable posible, hasta que supliquen por ello. Porque tú viviste una vida igual de dura, ¿no?
Aunque no tuviera un sentido de sí mismo en aquel entonces, había cruzado la línea entre la vida y la muerte innumerables veces.
No temer a la muerte significaba haber vivido una vida tan difícil que no quedaba apego por la vida.
Las lágrimas de Diarin cayeron una tras otra.
Ceres la miró con una expresión ausente, como si estuviera hipnotizado por esas lágrimas.
Simplemente había vivido.
Había sido arrastrado por las circunstancias sin tiempo para pensar.
El torbellino de su mundo interior comenzó a detenerse poco a poco.
Como una lágrima cayendo, los sentimientos reprimidos comenzaron a emerger, uno por uno.
Emociones que habían sido arrancadas rara vez regresaban.
Incluso cuando había vuelto al palacio y enfrentado a Endin, no había sentido nada.
La lucha por el trono había sido simplemente una cuestión de seguridad: la forma más eficiente de protegerse a sí mismo y a Diarin.
Personalmente, no había sentido la necesidad de vengarse o algo parecido.
Todo había sido monótono, sin vida, en tonos grises.
Pero ahora comprendía que no era eso.
Había estado sellado.
Había vivido sin la libertad de sentir emociones.
—Yo… —murmuró Ceres, sus labios temblando levemente.
Los ojos de Diarin, llenos de emociones intensas, lo miraban con claridad.
Aunque el mundo entero hubiera sido en blanco y negro, Diarin siempre había tenido color.
Su corazón latía por ella.
Finalmente comenzó a percibir los colores de las emociones de Diarin.
Tristeza, ira, compasión…
Las lágrimas de Diarin, como lluvia, germinaron los sentimientos enterrados en el corazón de Ceres.
—Yo…
Por fin, por primera vez, Ceres pudo mirar de frente sus propias emociones.
Lo que encontró dentro de sí fue ira.
Ira por haber perdido a su madre, ira por el tiempo robado, ira por las vidas que se había visto obligado a arrebatar con sus propias manos.
En realidad, debía haber sentido esa ira mucho antes.
Cuando fue vendido a los traficantes de esclavos, cuando soportó los entrenamientos absurdos como miembro de la Octava Unidad, cuando cometió asesinatos que nunca deseó.
Había pensado que no le afectaba, pero en el fondo todo se acumulaba.
La angustia, la injusticia, la rabia.
Y ahora, por fin, podía sentir ira.
La ira contenida explotó como un volcán que llevaba demasiado tiempo reprimiéndose.
Ceres desenvainó su espada y se acercó a las dos personas frente a él.
Apartó los harapos que las cubrían.
Lo primero que vio fue sus patéticas figuras, encogidas de dolor.
—Endin.
No hubo respuesta.
Ceres pateó el cuerpo de Endin con fuerza.
—Ugh…
Solo entonces, incluso en su inconsciencia, Endin dejó escapar un gemido.
Ceres exhaló profundamente, como si tratara de liberar el calor acumulado en su interior.
Preguntar por qué le habían hecho todo eso era inútil.
La razón era simplemente su existencia misma.
No podía haber entendimiento entre dos personas que luchaban por el trono.
Aunque nacieran de nuevo cien o mil veces, Endin habría hecho exactamente lo mismo.
Esta muerte no necesitaba ni un ápice de compasión.
La espada de Ceres atravesó el cuerpo de Endin.
Fue instantáneo.
Endin murió sin emitir un solo sonido.
Ceres retiró su espada del cuerpo inerte y dio un paso atrás.
—Haa, haa…
La ira aún sin calmar escapaba de su boca en forma de jadeos.
Lo había matado.
Había terminado.
Ya no quedaba nada que amenazara la seguridad de él y Diarin.
No tenía intención de hacerle nada a la suma sacerdotisa Merian.
—La suma sacerdotisa Merian… debe recibir el castigo de los dioses.
Porque en nombre de la divinidad había provocado innumerables sacrificios.
Era lo justo.
—De acuerdo.
Diarin se acercó y envolvió la mano de Ceres, que aún sostenía la espada.
Ceres temblaba como nunca antes lo había visto.
—Ceres, ya terminó. Todo terminó.
—Diarin…
Ceres apretó los dientes, intentando detener el temblor que sacudía su mandíbula. Pero el temblor se extendió de su mandíbula a su cuello, y de su cuello a su pecho.
El calor que ardía en su interior se transformó en un escalofrío que se propagó, y de repente, brotaron lágrimas.
—Ah…
Parpadeó, desconcertado, sin comprender qué era aquello.
Aunque sus lágrimas caían en silencio, estaba llorando.
Ceres lloraba.
Diarin lo abrazó por la cintura sin decir una palabra.
—Hic…
Solo entonces, un sollozo desgarrador escapó de los labios de Ceres.
Su primera ira se desbordó en forma de lágrimas.
—¡Ahh! ¡Ahh!
Fue el grito de una bestia herida, que había acumulado dolor durante demasiado tiempo.
Diarin lo sostuvo con todo su cuerpo, envolviendo por completo a Ceres.
La costra que había cubierto sus heridas se rompió, y comenzó a fluir sangre.
—Diarin… Diarin…
—Sí, aquí estoy. Todo está bien… lo estás haciendo muy bien.
—¡Estoy tan… tan furioso! ¡Es tan injusto!
Diarin abrazó con fuerza el cuerpo tembloroso de Ceres, que gritaba y luchaba con todo su ser.
Sostuvo ese dolor junto a él, soportándolo como si fuera suyo.
A través de las lágrimas, la piel frágil y vulnerable de Ceres quedó al descubierto.
Había pasado los años soportando todo, pero sin poder crecer realmente.
Diarin abrazó a ese niño frágil.
Igual que Ceres, en su momento, había acogido al niño perdido que llevaba dentro de ella.
—Diarin… Diarin…
Ceres sollozó mientras se aferraba desesperadamente a Diarin.
Pero Diarin no desapareció.
Permaneció a su lado, como si hiciera un juramento eterno.
Un niño que cae al suelo no llora hasta que ve el rostro de quien lo cuida.
Ceres también fue así.
Solo al encontrarse con su salvadora pudo recuperar sus emociones.
Diarin exhaló un largo suspiro.
Por fin, al fin había salvado a Ceres.
N/Nue: No voy a negarlo… Lloré mucho con este capítulo.
Comments for chapter "195"
MANGA DISCUSSION