⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Habló conmigo hasta la noche anterior! ¿Tiene sentido que una persona así desaparezca de repente? ¿Qué ha ocurrido?
El Duque Juren exclamó furioso, fuera de sí.
La mañana siguiente al fallecimiento del emperador, tanto el Segundo Príncipe como la Gran Sacerdotisa habían desaparecido.
No había duda sobre quién era el culpable.
Sin embargo, ¿quién se atrevería a señalar al próximo Emperador como sospechoso?
Excepto una persona: el Duque Juren.
—¿No habrá sentido algún peligro y decidió esconderse?
Alguien intentó sugerirlo de manera sutil, queriendo decir: ¿No habrá huido?
—¡Él no es alguien que huiría! ¡Todos lo saben! Además, ¿cómo podría desaparecer sin que yo lo supiera? ¡Eso es imposible!
El Duque Juren gritó lleno de rabia.
Pero nadie se unió a él ni levantó la voz para apoyarlo.
Incluso aquellos que habían pasado la noche anterior en el palacio del Segundo Príncipe guardaban silencio.
La situación era demasiado evidente.
Endin fue derrotado por Ceres.
Esa reunión tenía como propósito discutir los procedimientos funerarios del Emperador y la Emperatriz.
Por primera vez en mucho tiempo, todos los miembros de la familia imperial y los nobles que ocupaban los principales cargos en la corte se reunieron en un solo lugar.
El control de esa reunión era crucial.
Todavía no se había revelado quién había dado las órdenes a los miembros del 8.º Escuadrón que llevaron a cabo los acontecimientos recientes. Es decir, cualquiera podía ser acusado.
En una situación así, quien tuviera el control de la reunión estaría más cerca del trono, mientras que el derrotado cargaría con todas las culpas.
¿Y alguien decidió no asistir?
La respuesta era obvia.
Habían perdido.
La lucha por el trono había llegado a su fin.
—Pero no hay testigos, ni pruebas de que haya ocurrido algo. Incluso después de registrar todo el palacio, no se ha encontrado nada, ¿cierto?
Ni siquiera había un cadáver.
Endin literalmente se había desvanecido.
Las pocas cenizas que quedaron en la sala de oración fueron barridas por el viento de forma natural.
—Su Alteza, el Primer Príncipe, ¿podría decir algo?
El Duque Juren dirigió su atención a Ceres, quien observaba la situación con calma.
Era como decir: Tú lo hiciste, así que si tienes boca, di algo.
Además, si lograba que dijera una palabra, quizás podría encontrar alguna pista.
Ceres, sentado en la posición más destacada de la sala, cruzó las piernas en dirección contraria lentamente.
Con el codo apoyado en el reposabrazos del trono y el rostro descansando sobre su mano, parecía estar viendo una obra de teatro aburrida.
—¿Qué debo decir?
Ceres respondió con una voz lánguida, en un marcado contraste con el tono urgente del Duque Juren.
—¡Un miembro de la familia imperial, con la sangre real, ha desaparecido! Esto ocurrió justo después del fallecimiento de Su Majestad el Emperador. ¿Realmente planea dejarlo pasar?
—¿No es un adulto? No estamos hablando de un niño menor de veinte años.
Ceres se rió entre dientes y desestimó las palabras serias del Duque Juren.
—Su Majestad tampoco era un niño. ¿Qué tiene que ver la edad con los asuntos graves de la familia imperial? ¡Ahora mismo…!
—¿Así fue también cuando yo desaparecí?
El Duque Juren, que estaba gritando enfurecido, sintió como si le echaran agua fría sobre la cabeza.
Aunque no había planeado directamente el secuestro de Ceres, en aquel entonces, tanto él como los demás permanecieron en silencio ante la desaparición del Primer Príncipe.
—En aquel momento, yo era mucho más joven.
—…
—Duque Juren, ¿me buscaste en ese entonces?
—…
Los ojos de Ceres, fijos en el Duque, brillaban con un azul gélido.
Era una furia cruda y primitiva, como si estuviera listo para desgarrar su cuello con los dientes.
El corazón del Duque Juren se hundió más frío que nunca desde que conocía a Ceres.
Incluso cuando Ceres regresó como el Primer Príncipe, habiendo liderado al 8.º Escuadrón, no se veía tan amenazante.
Ni siquiera cuando su propia vida estuvo en peligro había sentido una tensión como esta.
Era un Ceres que el Duque Juren nunca había visto.
¿Por qué, por qué…?
No podía entender de dónde venía esa sensación.
Como si estuviera frente a una bestia en la oscuridad de la noche, un instinto primitivo de terror se apoderó de él.
—¿Desde cuándo los miembros de la familia imperial se han unido como una familia de verdad? ¿Y ahora vienes con excusas familiares?
En una sola noche, Ceres había cambiado por completo.
¿Por qué?
No parecía estar eufórico por su victoria, ni había motivos para un enojo tardío.
No sabía la causa, pero algo era seguro: si provocaba a esa bestia, no terminaría solo con un mordisco en el cuello.
Era una furia tan densa que parecía capaz de desgarrarlo por completo.
Solo entonces el Duque Juren lo entendió.
Era la primera vez que sentía emoción alguna proveniente del Primer Príncipe.
Los humanos, impulsados por sus emociones, a veces cometen locuras.
Y el peor enemigo es siempre alguien bajo el influjo de sus emociones.
El Duque Juren, controlando su respiración, dio un paso atrás lentamente, como si retrocediera cautelosamente.
Había perdido.
—No dejaré este asunto sin resolver. Endin no es solo un miembro de la familia imperial; también es mi nieto. Descubriré qué le sucedió.
—Haz lo que quieras.
La respuesta indiferente de Ceres no cambió.
Por mucho que lo intentaras, Endin estaba muerto y no volvería. Sin Endin, tú no eres nada.
Los ojos de Ceres parecían transmitir ese mensaje claramente.
¡Maldita sea!
Nunca en su vida había sentido un desprecio tan humillante.
Su mano temblaba de rabia mientras agarraba el reposabrazos.
¿Debía soportar esto? ¿Dejarlo pasar?
El Duque Juren recorrió la sala con una mirada cargada de veneno, observando a los demás presentes en silencio.
Los sirvientes leales al Segundo Príncipe bajaron la mirada.
Ya daban por hecho que todo había terminado.
No, esto no ha terminado.
Los ojos del Duque Juren se posaron en Sebian, quien estaba sentado al otro extremo de la mesa, frente a Ceres.
Todavía no había terminado.
Aún quedaba la carta del tercer príncipe.
Con la muerte del Emperador, ya no tenía a nadie que lo respaldara, y la aparición del primer príncipe había dispersado a su ya débil facción. Además, en realidad, no era descendiente del Emperador sino de Endin, lo que hacía que atraerlo a su bando no fuera una tarea difícil.
—¿Es esto lo que piensa el bando del tercer príncipe? Si dejamos pasar esto, el próximo será Su Alteza el tercer príncipe.
Todos voltearon a mirar a Sebian.
Desde la llegada del primer príncipe, el tercer príncipe había ido perdiendo presencia, debilitándose cada vez más. Pero ¿y si el Duque Juren se unía a su causa?
—¡Ma-mamá…!
Sin embargo, Sebian aún no tenía edad para involucrarse en las afiladas luchas políticas de los adultos. Lloroso, buscó refugio en el regazo de Charlotte, quien lo abrazó y dio un paso adelante alzando el mentón con determinación.
—Con los sucesos de ayer, Su Alteza el tercer príncipe quedó muy impactado. Es aún joven y necesitará tiempo para recuperarse. ¿Puedo responder en su lugar?
—Adelante.
De todos modos, la opinión de Charlotte era la que realmente importaba. Aunque parecía mantenerse siempre en segundo plano, Charlotte era la figura clave del bando del tercer príncipe. Antes de la llegada de Ceres, había sido su astucia la que le permitió ser un rival digno para Endin.
No era posible llegar tan lejos solo con el apoyo activo del emperador.
Con esa inteligencia, sabrá calcular de inmediato qué bando debe apoyar en esta situación, pensó Juren.
Aunque una vez habían sido rivales, cualquier persona haría alianzas para sobrevivir. Además, recordando cómo Charlotte había luchado desesperadamente para que Sebian tuviera una oportunidad de convertirse en príncipe heredero durante su enfrentamiento con Endin, Juren estaba seguro de que ella no se rendiría tan fácilmente.
—El bando del tercer príncipe renuncia a la sucesión al trono.
—¿¡Qué!?
El Duque Juren abrió los ojos desmesuradamente.
—¿Q-qué acaba de decir?
¿Renunciar así de fácil a un trono que había disputado con sangre? El rostro pálido del Duque Juren reflejaba su desconcierto, mientras Charlotte esbozaba una sonrisa encantadora.
¿Sonríe? ¿Después de renunciar a algo por lo que había luchado tanto? ¡Incluso se permite el lujo de reír!
—Sí. El bando del tercer príncipe renuncia a la sucesión y, además, declara su apoyo incondicional a Su Alteza el primer príncipe. A partir de ahora, cualquiera que ataque al primer príncipe será considerado enemigo del bando del tercer príncipe.
—¡…!
No era sólo una renuncia al trono, sino una declaración de apoyo absoluto. Esto dejó atónitos no solo al Duque Juren, sino también a los ministros presentes. Todos sabían que los dos bandos no tenían una mala relación, pero ¿renunciar a su propia oportunidad de reclamar el trono para apoyar al otro?
—El trono pertenece a Su Alteza Cerendias, el primer príncipe.
Charlotte ignoró las reacciones atónitas de los demás y, como si estuviera rindiendo homenaje al nuevo Emperador, se inclinó profundamente ante Ceres. Su acto no dejó lugar a dudas. No era solo un apoyo superficial; estaba entregando todo su cuerpo y alma para hacer de Ceres el próximo Emperador.
—¿Está diciendo que Su Alteza el tercer príncipe renuncia a su derecho de sucesión?
El Duque Juren estalló en gritos, incapaz de aceptar que sus conjeturas estuvieran tan equivocadas.
—Sí, después de todo, nunca fue suyo desde el principio.
Pocos conocían el secreto de Sebian. Aunque la mayoría no entendía lo que Charlotte quería decir, Juren sí lo sabía. Había escuchado la confesión de Endin: Sebian llevaba su sangre.
Aunque ese secreto podía haber servido para fortalecer la relación entre Charlotte y Juren, si salía a la luz, sería devastador para las aspiraciones al trono. Sin embargo, Charlotte estaba usando esa verdad como arma para amenazar al Duque.
Tu sangre nunca ocupará el trono.
El Duque no podía comprender los pensamientos de Charlotte.
¿Por qué usar algo tan crítico para bloquear su propio camino hacia el trono? Si iba a rendirse, ¿por qué luchó con tanto ahínco contra Endin por la sucesión?
Incluso después de la llegada de Ceres, que había eclipsado a todos, Charlotte seguía siendo una adversaria temible. Siempre evitaba las trampas con cautela y, bajo su fachada amable y tímida, no dudaba en eliminar espías con métodos despiadados. Sus métodos eran tan crueles que el costo de infiltrar agentes en el bando del tercer príncipe era significativamente mayor. Pero ahora, ¿por qué actuaba así de repente?
El Duque Juren miró a su alrededor, buscando una razón.
Cuando los ojos de Charlotte se cruzaron con los de Diarin, su expresión cambió. Una sonrisa deslumbrante apareció en su rostro.
—¿…?
¿Qué es esto?, pensó Juren mientras giraba la cabeza, desconcertado por el cambio repentino en la atmósfera.
¿Habrá algún malentendido?
Pero no, la sonrisa afectuosa de Charlotte hacia Diarin no se desvanecía.
Definitivamente había ocurrido algo entre ellas, algo que él desconocía.
No tenía forma de averiguarlo.
Diarin, confía solo en mí.
Los ojos de Charlotte brillaban con una devoción absoluta mientras miraba a Diarin.
—Ja, ja…
Por su parte, Diarin intentó sonreír, aunque con esfuerzo. Ni siquiera ella había anticipado que Charlotte reaccionaría de esa manera.
Todo había comenzado el día anterior.
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