⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin observó a Charlotte, quien le sonreía ampliamente cada vez que la veía, como si agitara una cola invisible, y recordó lo ocurrido el día anterior.
Todo comenzó con la gestión del cadáver de Endin.
No había vuelta atrás, ya estaba muerto, así que lo que quedaba era decidir cómo manejar la situación.
En un intento por reunir más ideas, incluyeron a Holian, el único testigo y aliado en ese momento.
—¿No sería mejor simplemente dejar el cuerpo en algún lugar del palacio? —sugirió Holian, presentando la opción más sensata—. No podemos revivirlo, y cualquiera que sea la versión que demos, igual nos señalarán. Lo mejor sería cerrar el asunto declarando su muerte de manera oficial. Es mejor que dejar lugar a la esperanza de que siga vivo.
Diarin encontró un punto débil en esta propuesta.
—Si decimos que está muerto o que no sabemos qué ocurrió, al final todo recaerá en Ceres. ¿No sería mejor que simplemente desapareciera y dejara solo dudas?
—¿Eh? —Holian parpadeó, sorprendido—. Ahora que lo pienso, tienes razón —admitió tras reflexionar.
Aunque realmente lo habían matado, no había necesidad de hacerlo tan obvio. Podían manejar la situación de manera más diplomática.
Ceres era conocido como un exmiembro del Octavo Escuadrón, lo que ya generaba rechazo en algunos. Si además le atribuían el asesinato del Emperador y los príncipes, su imagen caería por completo.
—Entonces, ¿qué hacemos con el cuerpo? ¿Lo quemamos? —preguntó Holian.
—¿Qué clase de comentario es ese? —respondió Diarin, ofendida.
—Era una broma. Mis disculpas —replicó, tratando de suavizar el ambiente.
Pero ni siquiera Diarin, quien poseía poderes sagrados, quería usar su fuego para incinerar el cadáver de Endin.
—No quiero darle ese privilegio. No merece una muerte digna envuelta en llamas sagradas —dijo con desdén.
La rapidez con la que Ceres lo había matado le resultaba insatisfactoria. Alguien tan cruel como Endin merecía un destino más terrible.
—Ah… el Octavo Escuadrón —recordó de repente.
Aquellos soldados, que habían sido forzados a cometer atrocidades bajo las órdenes de Endin, estaban cerca.
—No tienen implicaciones políticas, y… pueden despedazarlo con sus propias manos.
¿Cruel? Endin había hecho cosas mucho peores.
Holian quedó impresionado con la propuesta.
—Es justo. Sería adecuado que fuese destruido por los mismos monstruos que él creó. ¿Deberíamos excluir al rey de Sorven de esto?
—Hmm, es cierto… —Diarin comenzó a reflexionar.
Si dejaban que otros intervinieran, la lista de candidatos para vengarse de Endin sería interminable.
En ese momento, un sirviente interrumpió sus pensamientos.
—Disculpen, Su Alteza el Tercer Príncipe y la señorita Charlotte han venido con urgencia.
Charlotte… justo estaba pensando en ella, y ahora aparecía.
—¿Qué les trae por aquí a esta hora tan temprano? —preguntó Diarin, tratando de mantener la compostura.
—Hay algo importante de lo que quiero hablar. Les pido disculpas por la intromisión tan temprano… Oh, Holian también está aquí.
Holian, al ser uno de los pocos que aún apoyaban al Tercer Príncipe, se había ganado la confianza de Charlotte. Sin embargo, verlo junto a Ceres y Diarin despertaba curiosidad.
—Ah, los señores querían mi consejo sobre el ambiente en el palacio —explicó Holian.
—Ya veo.
—De todas formas, me retiro. Este clima merece un buen trago —anunció, intentando escapar de la situación.
Charlotte no lo detuvo.
—Hoy es un buen día para disfrutar de un vino especial —dijo, sonriendo amablemente mientras lo despedía.
—¿Eh? —Holian se detuvo, desconcertado.
¿Por qué le sugería beber algo bueno justo cuando el Emperador acababa de morir?
Charlotte sonrió una vez más.
—Es un deseo de buena suerte para el futuro.
Holian salió de la habitación sin entender nada.
Incluso Diarin estaba confundida. ¿Qué clase de ‘buenas noticias’ esperaba que Holian celebrara?
Charlotte, esta vez, estaba sola.
—Saludo a Su Majestad el Primer Príncipe y a la Hija de los Dioses.
Se inclinó profundamente, más de lo habitual, mostrando un respeto inusitado.
—Por favor, tome asiento —respondió Diarin, invitándola a sentarse rápidamente.
Mientras tanto, el cadáver de Endin permanecía en una habitación cercana.
—¿A qué debemos esta visita? —preguntó con precaución.
—Lamento robar su tiempo, pero tengo algo urgente que decirles.
—Claro.
Charlotte no perdió tiempo.
—Ahora que el Emperador ha muerto, deberíamos acabar con el Segundo Príncipe lo antes posible, ¿no creen?
—¿Perdón?
La franqueza de Charlotte dejó a Diarin completamente atónita.
—El Segundo Príncipe mató al Emperador. Aunque falló en matarnos a nosotros, no tardará en intentarlo de nuevo. Debemos adelantarnos y atacarlo primero.
Charlotte habló con tal determinación que era imposible no estar de acuerdo.
Diarin, sin saber qué responder, se humedeció los labios nerviosamente.
—No importa si me acusan de regicidio o cualquier otra cosa. ¡Solo ayúdenme a matarlo! —La intensidad de sus palabras dejó en claro que estaba dispuesta a arriesgarlo todo para lograr su venganza—. Llevo toda mi vida esperando este momento —añadió, con una mirada llena de odio y determinación.
Lo sé… Lo entiendo…
Por eso ha vivido cargando con ese veneno en su interior…
Lo entiendo, pero…
Lo matamos primero.
Cuando Charlotte escuchara esta noticia, ¿estaría contenta por la muerte de Endin o enfurecida porque no fue ella quien lo mató?
Con cierto temor, Diarin finalmente confesó:
—En realidad…
—¿Sí?
—Ya está muerto.
—¿Qué…?
—Bueno, considerando las circunstancias, la persona con el mayor rencor aquí es él.
Diarin señaló con ambas manos hacia Ceres.
Solo entonces Charlotte notó a Ceres, quien aún tenía los ojos rojos y húmedos. Este inhaló profundamente, como si confirmara lo que acababa de decirse. Su rostro parecía reflejar los restos de las emociones tras haber matado a su enemigo.
Los ojos de Charlotte volvieron hacia Diarin.
Diarin adoptó la expresión serena de alguien intentando ganarse la confianza de un cliente.
—Fue, en parte, un accidente, pero sí, Ceres fue quien lo mató primero.
—¿No podrían revivirlo?
—¿Disculpa?
—Para que yo pueda matarlo después. ¿No sería posible?
Diarin quedó en silencio. Ah, esta persona tampoco está en sus cabales…
Aunque ya sabía cómo tratar a ‘perros rabiosos’, aún no estaba segura de cómo manejar a alguien completamente loco. Mientras Diarin reflexionaba, Charlotte juntó las manos con fervor y suplicó:
—¡Entonces al menos díganme dónde está el cadáver! ¡Si no puedo clavarle un cuchillo, siento que no podré seguir respirando!
—¡Eso es posible!
No solo posible; ¡es más que bienvenido!
Diarin tomó las manos de Charlotte con entusiasmo.
—¡Incluso puedes reducirlo a polvo si así lo deseas!
—¿En serio?
—¡Por supuesto! Aunque… ya que lo mencionas, si pudieras dejar al menos una pierna o un brazo para los demás, sería genial.
—¿Los demás?
—Creo que hay varias personas con sentimientos similares…
Charlotte aceptó con generosidad, y pronto, el rey de Sorven, Biolin, y los miembros de la Octava Unidad se reunieron en el mismo lugar.
Aunque los de la Octava Unidad aún estaban presos, con el tiempo habían comenzado a recuperarse tanto física como mentalmente. Sin embargo, todavía tenían ciertos… problemas.
—¡Roben, desgraciado!
—¡Derriben esta prisión! ¡Caven por allá!
A pesar de su estado, su rencor hacia Endin era lo primordial.
Así, Endin fue literalmente despedazado por los ‘perros rabiosos’ que él mismo había creado, hasta no quedar ni polvo de él en este mundo.
N/Nue: Ay amo el final de esta basura JAJAJAJA (Endin).
De entre todos, quien más se parecía a un perro rabioso era Charlotte.
Cubierta completamente de sangre, continuaba apuñalando sin cesar, riendo sin parar.
Era aterradora.
Su energía era tan abrumadora que incluso los cuchillos de los miembros de la Octava Unidad comenzaron a detenerse uno por uno.
Finalmente, cuando los huesos de Endin fueron pulverizados y la carne hecha polvo, cuando las cuchillas tocaron el suelo, la furia desatada de Charlotte se detuvo.
—¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja!
Charlotte se inclinó sobre el suelo, riendo con locura mientras las lágrimas corrían por su rostro.
Charlotte había soportado un pasado lleno de dolor que no podía considerarse menos cruel que el de los demás.
Había perdido su vida como sacerdotisa, tuvo que criar al hijo de su enemigo y enfrentarse a Endin repetidamente, en el mismo lugar, fingiendo ser indiferente.
Había luchado por sobrevivir a los intentos de asesinato de Endin y soportado ser manipulada como una pieza en el tablero del Emperador.
Además, mientras el niño crecía, cada vez se parecía más a su enemigo. Sin embargo, no podía evitar amarlo, y ese amor se convirtió en un sufrimiento constante.
Todo esto había sucedido por culpa de Endin.
Y mientras Charlotte soportaba ese dolor indescriptible, nadie, absolutamente nadie, la había consolado.
N/Nue: Cómo me dueles Charlotte, pasaste por mucho…
—Ja, ja… ja… ja…
Charlotte se reía en lugar de llorar.
Todos estaban tan abrumados que no podían moverse.
Entonces, Diarin fue quien actuó.
Se acercó lentamente y le quitó de las manos la cuchilla ensangrentada.
Charlotte levantó la vista hacia Diarin.
Aunque no caían lágrimas, sus ojos estaban cargados de emociones contenidas.
Diarin la abrazó por los hombros.
—Un verdadero desgraciado. Alguien que merece morir. Lo hiciste bien.
No había vivido la vida de Charlotte, así que no podía afirmar que entendía por lo que había pasado.
Sin embargo, podía compartir con ella el enojo por lo que le había sucedido.
—¡…!
Fue la primera vez que Charlotte escuchó palabras de consuelo.
A veces, se había preguntado si el problema era ella.
Se había culpado durante muchas noches. Si hubiera ocultado su poder sagrado, si no hubiera sido sacerdotisa, si no hubiera buscado un ascenso, si hubiera huido, si hubiera luchado más fuerte…
N/Nue: No, bella, la culpa la tenía ese imbécil :((
Pero, al final, aquello que no debía suceder ya había sucedido.
Las innumerables posibilidades que había imaginado solo sirvieron para atormentarla aún más.
Pero las palabras de Diarin negaron todas esas suposiciones.
Tú no tienes la culpa.
Esas pocas palabras salvaron a Charlotte.
La respiración de Charlotte en el hombro de Diarin se volvió más pesada.
Y pronto, como gotas de lluvia cayendo de un cielo cargado, un fuerte sollozo brotó de ella.
Desde ese momento, Charlotte se convirtió en la ferviente seguidora, o más bien, en la devota cahorrita de Diarin.
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