⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Por mucho que se diga esto o aquello, al final, la Sacerdotisa Mayor Merian será destituida.
Diarin caminaba por el pasillo con Ceres, tomada de su brazo, riendo para sí misma.
Bolin iba a escudriñar cada rastro dejado por la Sacerdotisa Mayor Merian, y de ese escrutinio emergerían incontables pruebas.
No se sabía cuántos documentos habrían intercambiado Endin y la Sacerdotisa Mayor, pero no era difícil mezclar entre ellos los materiales que Roben tenía en su poder.
Una vez destituida, la desaparición de la Sacerdotisa Mayor ya no sería un asunto relevante.
El templo era, al fin y al cabo, un templo.
No importaba la magnitud de sus errores, el castigo máximo al que podía enfrentarse era la destitución.
El castigo real lo dictaban las leyes del Imperio.
—Una vez destituida, ya no será sacerdotisa, y nadie se molestará en buscarla. Si alguien ha de encontrarla y castigarla, será el Emperador.
Pero el castigo para la Sacerdotisa Mayor Merian ya había sido dictado.
Ahora estaba siendo escoltada, junto con los miembros de la Octava División, hacia el feudo de Diarin en Arianth.
Roben había dado un paso al frente, presentando nuevos testimonios que limpiaron el nombre de la Octava División.
Los miembros de la Octava volvieron a ser reconocidos como héroes y recobraron su libertad.
Después de todo, se trataba de un asunto interno de la familia imperial.
Cuando el príncipe destinado a ser Emperador otorgaba su perdón y tomaba esa decisión, nadie tenía derecho a objetar.
—Diarin.
Ceres se detuvo repentinamente y abrazó a Diarin con fuerza.
Diarin también detuvo su andar y le devolvió el abrazo, colocando sus manos en la espalda de Ceres.
Ahora podían detenerse en un pasillo a abrazarse o incluso tumbarse en el suelo sin que ello causara problemas.
Finalmente habían obtenido la libertad que tanto ansiaban.
—Estoy tan feliz de poder abrazarte sin reservas, Diarin.
Ceres apoyó su rostro en el hombro de Diarin y murmuró con voz baja.
Diarin cerró los ojos y disfrutó de la calidez de Ceres.
La sensación de estar envuelta en el calor de Ceres, más acogedor que la luz del sol, era realmente agradable.
—Solo quería convertirme en Emperador para sobrevivir…
Ceres dejó escapar una risa baja.
Ahora que había llegado a serlo, descubría que había muchas cosas que podía disfrutar, lo cual aumentaba su satisfacción.
¿Sería adecuado continuar como Emperador del Imperio? Esa pregunta pinchó la conciencia de Diarin.
—Aun así, tienes que hacerlo bien como Emperador. Todo el país depende de ti, Ceres.
—Hmm…
—Si lo haces mal, seré yo quien reciba las críticas.
Era común que las críticas se dirigieran más a la mujer que estaba al lado del gobernante que al gobernante mismo.
A pesar de que todavía no llevaba la corona de Emperador en la cabeza, Diarin no pudo evitar preocuparse por cómo Ceres estaba disfrutando demasiado del poder que había obtenido.
Diarin observó el largo camino que se extendía frente a ellos.
Había convertido al ‘perro loco’ en un joven respetable.
Ahora, ¿le tocaba convertirlo en un Emperador digno? ¿Ese también era su deber?
Parecía algo fuera de sus capacidades… pero, al mismo tiempo, se preguntaba quién lo haría si ella no lo hacía.
—Si Ceres no desempeña bien su papel de Emperador, la mujer a su lado podría terminar siendo conocida como una bruja o villana. Así que, hagámoslo bien, ¿vale?
—Eso no pasará. Nadie podría decir eso al ver los ojos tan puros y claros de Diarin.
—¿Qué?
Las palabras que salieron de la boca de Ceres golpearon la cabeza de Diarin como campanadas.
Las palabras que había oído resonaron en su mente, incapaz de procesarlas.
Tuvo varios episodios de esta misma ‘indigestión mental’.
—Eres la persona más transparente y pura que he conocido, Diarin. Eres como la leche, como el rocío, como la luz del sol. Nadie podría ensuciar o criticar a la leche, el rocío o la luz del sol. Por eso, nunca serás objeto de tales calumnias.
—Ah…
Diarin sostuvo su cabeza, aturdida.
Antes también decía cosas dulces sin pensarlo demasiado.
Pero en aquel entonces eran comentarios esporádicos, fáciles de aceptar y carentes de intenciones profundas.
Ahora era diferente.
¡Está desbordando!
Las emociones que había contenido hasta ahora estaban desbordándose.
Especialmente cuando se trataba de Diarin.
Normalmente las controlaba bien, pero en cuanto Diarin estaba involucrada, sus emociones brotaban sin freno.
Y esas emociones se convertían directamente en palabras.
Diarin ya no podía manejarlas.
—Ceres, a partir de ahora limitemos los adjetivos a solo dos, ¿de acuerdo? Solo dos.
—¿Por qué?
—Porque un lenguaje tan desordenado no es bueno para un Emperador.
—Cuando estoy contigo, no soy el Emperador. Solo soy Ceres.
—…
Sí, eso era cierto… pero…
Diarin terminó perdiendo nuevamente en el intercambio verbal con Ceres.
—¿Acaso no te gustan mis adjetivos, Diarin?
Ceres, notando el silencio de Diarin, la atacó con una expresión lastimera.
Desarrollar sus emociones también significaba que podía leer las emociones de los demás con mayor precisión.
Y este astuto cachorro sabía que Diarin no podía resistirse a su mirada de tristeza.
—No, no es que no me gusten…
Por un momento, Diarin quiso ceder como solía hacer, pero esta vez recuperó el control.
—¡No! ¡No me gustan!
—…
—¡Me gusta cuando dices las cosas de forma directa y concisa!
Diarin exclamó desesperadamente, esperando encontrar un punto medio.
—…Entendido.
Ceres retrocedió de momento.
Si hubiera insistido más, Diarin habría cedido nuevamente.
Afortunadamente, ese desastre no ocurrió.
¿Ya está?
Diarin miró a Ceres con suspicacia, al verlo guardar silencio.
Pero Ceres, como si tuviera algún plan, no continuó hablando.
¿Está molesto?
Preocupada, Diarin siguió caminando mientras lo observaba de reojo.
Ceres, al notar su mirada, respondió con una sonrisa cálida cuando sus ojos se encontraron.
—…….
No parece estar molesto.
Diarin se rascó la cabeza con torpeza, inclinando la cabeza repetidamente.
Decirle que hiciera lo que quisiera era insoportable, pero verle contenerse resultaba incómodo.
Esto era problemático, sin importar cómo se mirara.
—Su Alteza, los técnicos se han reunido frente al lugar.
Estaban saliendo del templo y caminando hacia el palacio del primer príncipe. A lo lejos, un funcionario que reconoció la presencia de Ceres se acercó corriendo a informar.
Junto con los preparativos para el funeral del Emperador, se había iniciado de inmediato la reconstrucción del palacio imperial, que había sido arrasado por el fuego.
Se despejarían las ruinas y se construiría un palacio completamente nuevo.
Era un proyecto al que Ceres estaba dedicando un considerable esfuerzo.
—Vamos a verlo personalmente.
Ceres cambió de rumbo y se dirigió al lugar de la obra.
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El incendio en el palacio imperial no pudo extinguirse a tiempo, dejando el edificio reducido a cenizas.
Algunas columnas de piedra, ennegrecidas pero aún en pie, eran todo lo que quedaba del imponente palacio imperial.
—… No quedó nada.
Aunque ya lo había escuchado en los informes, verlo con sus propios ojos era mucho más desolador.
Ceres miró las ruinas con una expresión fría, muy distinta a cuando observaba a Diarin.
—¡Haremos nuestro mejor esfuerzo!
Los técnicos reunidos respondieron con voces firmes y decididas.
Ceres asintió con tranquilidad y lanzó unas palabras de aliento.
—Hagan lo mejor posible para arrasarlo todo.
—¡Sí! … ¿Qué?
Los técnicos, que habían respondido enérgicamente, tardaron un momento en darse cuenta de que algo no cuadraba.
—Derriben todo. También el palacio de la Emperatriz al lado. No quiero verlo más.
Aunque solo quedaran ruinas quemadas, lo que era desagradable seguía siendo desagradable.
Ceres expresó una aversión extrema hacia el edificio, como si tuviera alergia a él.
—Entonces, ¿el palacio imperial…?
—El nuevo palacio imperial se construirá donde está el antiguo palacio en desuso, en las afueras.
—¿El palacio en desuso…?
Los presentes estaban desconcertados, pero Diarin entendió inmediatamente dónde se refería.
El lugar bajo la luna con forma de conejo.
El lugar donde ambos habían tenido su primera noche de sueño tranquilo.
—Ese lugar es perfecto.
Si el futuro Emperador lo decía, ¿quién se atrevería a discutirlo?
Los presentes bajaron la cabeza en señal de obediencia, sin entender del todo.
—Y el nombre del nuevo palacio será ‘Palacio Diarin’…
—… Basta.
Ni siquiera prohibiéndole usar adornos lingüísticos podían detener a Ceres.
¿Acaso no eres un perro, sino una anguila?
¿Cómo podías esquivar tan hábilmente todas las prohibiciones de Diarin?
Diarin le tapó la boca y lo sacó del lugar.
Había trabajado en el campo antes, y sabía que mientras menos interferencia hubiera de las autoridades, mejor funcionaban las cosas en las obras.
—Aún me queda algo por ordenar.
—¿Qué?
—En la entrada, una escultura de Diarin…
—Vámonos.
Sin escuchar nada más, Diarin se lo llevó.
Aunque Diarin era una cabeza más baja que Ceres, someterlo no era difícil.
Ceres no opuso resistencia y se dejó llevar obedientemente según las intenciones de Diarin.
Sin importar lo que fuera, parecía que siempre seguía los deseos de Diarin, lo que hacía que ser arrastrado de esta forma resultara, cuanto menos, curioso.
De vuelta en el palacio del primer príncipe, Diarin dedicó un tiempo serio y profundo a reflexionar sobre su futuro.
—Diarin.
—¿Qué?
—Me gustaría que tus ojos solo me miraran a mí.
—…….
Ceres se inclinó de repente, apoyando su rostro en las rodillas de Diarin mientras hablaba.
Su sonrisa brillante era como un sol pequeño iluminando su regazo.
—… Oye, Ceres.
—¿Sí? ¿Por qué, Diarin? ¿Tienes algo que decirme?
—Sí, pero…
Pero…
Con ese rostro, que parecía guardar como un tesoro cualquier cosa que se encontrara en su camino, hasta el punto de convertirlo en un regalo preciado, ¿cómo podía uno decir algo?
—… ¿Qué deberíamos cenar?
—Lo que Diarin quiera comer.
—No me importa lo que sea.
—A mí tampoco me importa.
—Siempre terminamos comiendo lo que yo quiero, así que esta vez, di tú qué quieres comer.
Ceres, tumbado con la cabeza sobre las rodillas de Diarin, levantó las cejas con un ‘hmm’.
De inmediato, Diarin quiso retirar lo que había dicho.
—Tus labios.
—……
Como siempre, sus premoniciones nunca fallaban.
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