⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin había visto con sus propios ojos lo terriblemente locos que estaban esos malditos perros. Sin embargo, también era un hecho que gracias a esos perros locos, la guerra terminó más rápido y con una victoria. Un héroe nacional merecía un trato acorde.
Se les iba a otorgar un título y una recompensa adecuada, pero… surgió otro problema. Los perros de la 8ª división estaban tan completamente desquiciados que no se les podía dejar sueltos en la sociedad en su estado actual. Por eso, la tarea de entrenar a esos locos para convertirlos en miembros respetables de la sociedad recayó en el templo.
El templo, por supuesto, encantado de recibir un presupuesto extra, aceptó la tarea con gusto. Pero para Diarin, la sacerdotisa que tendría que hacer el trabajo, fue motivo de lágrimas.
—¡Maldición…!
Diarin lloró al salir del templo. Pero no podía seguir llorando dentro del carruaje.
—Una vez más, agradecemos a la sacerdotisa por aceptar esta tarea.
Además de Diarin, había otra persona en el carruaje: Roben Tarik, estratega del ejército de Racklion y el tercer hijo de la familia del Conde Tarik. En otras palabras, un hombre con habilidades excepcionales pero sin un rol claro en su familia después de la guerra, lo que lo convirtió en el encargado de manejar los asuntos pendientes de la 8ª división.
—Solo seguí la voluntad de los dioses —respondió Diarin tragándose sus lágrimas y con una respuesta formal.
Roben asintió con comprensión.
—Por mucho que sea la voluntad de los dioses, no debió ser una decisión fácil a nivel personal.
Diarin sonrió en lugar de responder. Esto era básicamente una estafa del templo. Ahora que conocía la identidad del individuo, si decidía renunciar, la encerrarían hasta que terminara el trabajo. En otras palabras, sería como ir a prisión.
—¿Prefieres ir a la cárcel o arriesgar tu vida trabajando?
Ambas opciones eran terribles.
Si hubiera nacido en una familia mejor, no estaría pasando por esto.
Era injusto, pero no podía hacer nada al respecto.
Se supone que todos los sacerdotes son iguales ante los dioses, pero esa igualdad sólo existía ante los dioses, no en el templo. El caso de Diarin era raro, ya que poseía habilidades sagradas. Si hubiera nacido en una buena familia, habría ascendido sin problemas, pero la realidad era que la estaban exprimiendo hasta el límite.
—Solo puedo confiar en usted, sacerdotisa. Le agradezco su ayuda.
—…Haré lo que pueda.
Diarin se preguntaba si sería más rápido morir de agotamiento o ser asesinada por un guerrero desquiciado. Mientras pensaba en esto, el carruaje continuó su camino, alejándose del templo ubicado en el centro de la ciudad hacia los suburbios.
La mansión estaba en un lugar apartado cerca de la capital, una elección sensata para evitar cualquier incidente en la ciudad. El terreno era amplio, y después de pasar por un bosque y un lago, apareció una mansión de techo blanco.
Si alguien muere aquí, nadie se enteraría…
Probablemente construyeron la mansión con esa intención.
Después de haber visto todo tipo de cosas a lo largo de los años, Diarin reconocía fácilmente las intenciones oscuras.
Había muchos templos y muchos sacerdotes. Si una sacerdotisa como Diarin, sin respaldo ni autoridad, desaparecía o moría en un ‘accidente’ de trabajo, al mundo no le importaría.
Es cuestión de sobrevivir por mi cuenta.
Pronto estaría sola en esa mansión con un perro loco. Diarin rezó para que, al menos, el ‘perro’ entendiera un poco las palabras humanas. Reunió los restos de su fe destrozada y elevó una oración a los dioses, aunque no tenía grandes expectativas de que la escucharan.
—Esto es una medida de seguridad mínima, pero…
Justo antes de llegar a la entrada de la mansión, Roben le tendió algo con cuidado.
Diarin lo tomó sin decir nada.
—¿Un silbato?
Era un silbato diseñado para llevarlo como un collar. Parecía estar hecho de madera o metal, y parecía tener algún tipo de tratamiento especial.
—Este objeto es un secreto tan confidencial como la propia 8ª división. No debe mostrarse a nadie ni revelar su existencia.
¿Qué será esto?, pensó Diarin, examinando el objeto en su mano. Sólo parecía un simple silbato.
Al observarlo por un rato, empezó a sentir que había algo extraño en él. Diarin quiso probar a soplarlo, pero Roben la detuvo rápidamente.
—Solo úselo en caso de emergencia.
—¿Cuándo sería eso?
—Es un silbato diseñado para controlar a nuestros ‘perros’ cuando se emocionan demasiado.
Diarin miró el silbato nuevamente. Ahora comprendía qué tipo de ‘tratamiento especial’ tenía.
La 8ª división no solo había sido apodada ‘perros locos’, sino que realmente los habían tratado como perros. Los mantenían alejados de los demás, y rara vez había oportunidades de que los sacerdotes los atendieran, incluso si estaban heridos. Diarin solo los había visto de pasada unas pocas veces después de los combates.
Los miembros de la 8ª división no eran humanos; eran más como bestias.
Esos ojos salvajes, siempre vigilando el frente, y esos cuerpos amenazadores, como si estuvieran listos para desgarrar cualquier cosa en pedazos.
Esa era la imagen que Diarin tenía de la 8ª división.
Había sentido curiosidad sobre cómo los controlaban, y ahora tenía la respuesta.
No solo los llamaban perros locos; habían sido tratados literalmente como perros.
Ahora que eran héroes, no se podía permitir que esta verdad saliera a la luz.
Debemos hacer creer a aquellos que no conocen la situación en el campo de batalla que nuestros héroes nacieron siendo héroes.
Diarin sonrió amargamente. Ya había metido un pie en medio de una conspiración.
—Le recomendaría que lo use adecuadamente, pero…
—Lo manejaré bien. Hasta que lo convierta en todo un caballero.
—Le agradezco mucho su colaboración.
Cuanto más se revelaba la verdad sobre la 8ª división, más conmovedora se volvía la situación. Aun así, pronto vivirían como nobles caballeros, así que se podría decir que sus sufrimientos de juventud solo los preparaban para un futuro mejor.
Diarin, por su parte, no tenía la misma certeza de que viviría bien en su vejez, por lo que, en cierto modo, los envidiaba.
Roben continuó explicando:
—Las personas que se encargan de la comida, la limpieza y la lavandería trabajarán por turnos. La limpieza y la lavandería se harán una vez a la semana, y la comida se traerá cada dos días por la mañana. Rara vez tendrá contacto directo con ellos.
Era una completa reclusión.
—Habrá guardias en la entrada de la mansión en todo momento, así que si ocurre algo, llámelos.
—¿Realmente serán de ayuda?
—El silbato será más útil.
Los guardias probablemente solo entrarían a recoger cadáveres o acabarían convirtiéndose en cadáveres ellos mismos.
Diarin estaba prácticamente sola en esta misión.
—Le proporcionaremos todo el apoyo que necesite, así que si le hace falta algo, puede comunicárselo a los guardias o dejar una nota para los que vienen a trabajar, y me lo harán llegar.
El carruaje finalmente se detuvo frente a la entrada de la mansión. Roben abrió la puerta del carruaje y le dedicó a Diarin una sonrisa forzada.
—Entonces, realmente le dejo esta tarea en sus manos.
Lo decía con sinceridad.
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Con una pequeña maleta en la mano, Diarin tomó aire frente a la entrada. El carruaje ya se había ido hacía mucho tiempo. No había camino de regreso.
¡Vamos allá!
No iba a lograr nada quedándose ahí. No se convertiría en un caballero por sí mismo.
Diarin apretó los puños, reunió su valor y abrió la puerta de la entrada. Se preparó para que un perro rabioso le saltara encima de inmediato.
—¿…?
La mansión estaba en silencio.
¿Realmente hay alguien aquí?
Era un lugar grande y tranquilo. Cada paso que daba resonaba en el espacio vacío.
¿Aún no ha llegado…?
Era posible. Podría haber ocurrido algún incidente durante el traslado.
Quizá debería buscar una habitación primero.
La mansión tenía dos pisos. Desde el vestíbulo central, se extendían largos pasillos a ambos lados, tanto en la planta baja como en el piso superior. Había puertas a lo largo del pasillo, y abrirlas todas sería una tarea agotadora.
Diarin decidió comenzar con la puerta más cercana.
Era un salón. Estaba completamente amueblado, con mesas y sofás. Las paredes y el techo estaban decorados con papeles tapiz llamativos, probablemente por el antiguo dueño.
Después de un breve vistazo, Diarin pasó a la siguiente habitación.
La mansión, que ya parecía grandiosa desde fuera, era aún más impresionante por dentro.
—Vaya…
Diarin no pudo evitar quedar asombrada.
Nunca había visto una casa tan grande y lujosa en toda su vida. La habitación que tenía en el templo era tan pequeña que ni siquiera merecía el nombre de ‘habitación’; era más como un ataúd. La cama era tan estrecha que si no dormía en posición rígida, sus brazos se caían. Apenas había espacio para una persona, y todo lo que tenía era un diminuto cajón al lado de la cama.
Los sacerdotes bromeaban diciendo que irse a dormir era como meterse en un ataúd, así que eso ya lo decía todo.
Pero en esta mansión, cada habitación era amplia y hermosa. Había habitaciones decoradas con flores rosadas, otras en tonos menta frescos, y otras con muebles de roble de estilo antiguo. Incluso había una habitación elegantemente decorada en tonos morados.
Comparado con su ‘ataúd’, todas estas habitaciones parecían palacios.
No esperaba semejante lujo. Había asumido que todo sería sufrimiento, pero las condiciones de trabajo no eran tan malas como pensaba.
Entusiasmada, Diarin se olvidó por completo de la persona que estaba a punto de conocer y abrió la última puerta blanca de golpe.
—¡…Ah!
La expresión de alegría en su rostro se congeló al instante.
Frente a ella había una habitación completamente blanca. El techo, el suelo y los muebles eran de color blanco. Pero todo estaba destrozado, roto y esparcido por el suelo. Era una escena de total destrucción.
En una esquina de la habitación, un hombre estaba acurrucado.
Era el ‘perro loco’.
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