⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Fuera!
Así nació el primer Emperador expulsado de la alcoba nupcial.
Pero cualquiera que escuchara la situación estaría de acuerdo con la Emperatriz.
Había pasado una semana desde que la alcoba se había preparado.
La pareja imperial no había salido ni una sola vez.
Algunos podrían decir que estaban disfrutando una luna de miel perfecta, pero sería necesario escuchar las versiones de los implicados.
Y sus versiones diferían por completo.
—¡No quiero soltar a Diarin!
Ceres era consistente.
Aunque el matrimonio había fortalecido su vínculo de forma oficial, el amor que había grabado en su corazón no desaparecía.
Más bien, veía esto como una oportunidad para expresarlo sin restricciones.
—¡Suéltame!
Diarin, en cambio, era firme.
No, estaba desesperada.
Ceres, que antes solo se aferraba a ella, había evolucionado.
Era pegajoso, persistente y buscaba profundizar más de lo que Diarin podía soportar.
Llegaba a niveles que superaban sus capacidades para manejarlo.
Diarin, incapaz de soportarlo más, apartó a Ceres con todas sus fuerzas para salvarse.
—¡No te acerques! ¡Ahhh!
Incluso llegó a gritar.
Pero nadie acudió al escucharla.
¿Quién se atrevería a irrumpir en la alcoba de los Emperadores?
Diarin, con el corazón lleno de incertidumbre, miró la puerta cerrada con fuerza.
—Diarin.
—¡No me llames!
—Déjame abrazarte.
—¡No te acerques!
—Entonces ven tú a mí.
—…
Ceres, sentado en la cama, extendió los brazos hacia Diarin con desesperación, como pidiéndole que corriera a abrazarlo.
Si al menos estuviera vestido, quizás Diarin habría cedido y se habría lanzado a sus brazos.
Pero Ceres estaba completamente desnudo, como una bestia salvaje.
Gracias a eso, Diarin podía ver claramente los cambios que ocurrían en el cuerpo de Ceres, sin ningún filtro.
Era… gigantesco.
Y esa inmensa presencia parecía moverse como si saludara a Diarin.
—…
Definitivamente parecía tener voluntad propia.
De lo contrario, ¿cómo podría moverse con tal insistencia?
Diarin lo miró, horrorizada.
—Diarin.
Ceres insistió.
Aunque su actitud mimada tenía un toque adorable, eso no era adorable en absoluto.
¿Cómo podía un solo cuerpo humano tener partes tan tiernas y otras tan monstruosas?
Era un nuevo mundo que Diarin nunca había imaginado explorar.
—Haz que eso se calme antes de llamarme.
—Eso no lo puedo controlar.
—¡Claro que puedes! Si lo intentas, puedes hacerlo.
—¿De verdad tengo que hacerlo?
—¡Si no lo haces, no iré!
—Mmm…
Finalmente, Ceres cedió.
Parece que su deseo de estar cerca de Diarin superaba incluso sus impulsos más salvajes.
Cerró los ojos y comenzó a respirar profundamente.
Incluso para Ceres, que podía controlar los latidos de su corazón, parecía un desafío dominar esa parte de sí mismo.
Le tomó un buen tiempo, pero al final lo logró.
Cuando la inquietante parte de su cuerpo se calmó, Ceres la señaló con la barbilla y volvió a abrir los brazos hacia Diarin.
—Diarin.
—…Ay, Dios.
Siempre terminaba igual.
Aunque normalmente Diarin podía dominar a Ceres, en las disputas obstinadas él siempre salía victorioso.
Simplemente no podía resistirse a sus pucheros.
Diarin se acercó a Ceres a regañadientes.
—¡Diarin!
—¡Basta!
Antes de llegar completamente, Ceres la envolvió en sus brazos de golpe.
Diarin intentó apartarlo presionando su pecho, advirtiéndole con severidad.
Ceres dejó escapar una risa baja mientras, con Diarin en sus brazos, rodaba sobre la cama.
En un instante, Diarin quedó tumbada mirando el techo.
—Diarin, es que estar contigo es lo mejor.
Ceres la miraba desde arriba, apoyándose en sus brazos mientras mantenía sus cuerpos pegados por completo.
Aunque Diarin llevaba un vestido ligero, Ceres seguía completamente desnudo.
A través de la fina tela, cada grado de su calor corporal se transmitía claramente.
—¡Tú!
Diarin se estremeció al sentir el peso contra su abdomen y agarró los brazos de Ceres.
Pero sus gruesos brazos no se movieron ni un milímetro bajo su fuerza.
—¿Qué pasa, Diarin?
Ceres, fingiendo inocencia, enterró su nariz en el cuello de Diarin, inhalando profundamente su aroma mientras le susurraba con una voz baja.
Sabía perfectamente que su voz grave aceleraría los latidos del corazón de Diarin.
Después de una semana juntos, había aprendido exactamente qué la hacía perder el control.
Cuando sus latidos se aceleraban y su temperatura corporal aumentaba, su resistencia se desmoronaba como si se derritiera.
El final siempre era el mismo: Ceres se abría camino y ella lo aceptaba suavemente.
Pero esta vez, Diarin no se derritió tan fácilmente.
—¡No! ¡Para! ¡Basta!
—¿Por qué?
La voz de Ceres se hizo más profunda, rozando con aspereza al salir.
Como era de esperarse, el cuerpo de Diarin tembló ante el sonido.
Pero no dejó de empujar los brazos de Ceres con todas sus fuerzas.
—No puedo más… Si seguimos así, me moriré…
Diarin gimió, como un cachorro recién nacido, suplicando desesperada.
Pero Ceres no tuvo piedad.
La debilidad en su voz solo lo envalentonó más.
—No morirás. No hasta que te tenga por completo.
—¡No, de verdad voy a morir! ¡¿Acaso crees que soy como tú?!
—Diarin, tus formas de dirigirte a mí se han vuelto muy… relajadas.
—…
Con el calor subiendo rápidamente a su cabeza, Diarin ni se dio cuenta de que había comenzado a llamarlo ‘tú’ y ‘oye’ sin pensarlo.
Al darse cuenta, cerró la boca con un sobresalto.
Por más que todo fuera un caos, él seguía siendo el emperador, y quizás debería mantener al menos un mínimo de respeto.
—Me gusta más así.
—¡Ahhh!
No era lo que ella esperaba.
El fuego dentro de Ceres seguía ardiendo sin límites.
El calor abrasador de su cuerpo contra el de ella hizo que Diarin se helara por completo.
—… ¿No te aburres ya de todo esto?
—¿De verdad crees que ese día llegará?
—… No.
Honestamente, ella tampoco lo creía.
Pero eso no significaba que pudiera seguir tolerándolo.
Mientras todo esto ocurría, las manos de Ceres, sin ningún tipo de vacilación, se deslizaron bajo el largo vestido de Diarin.
Una de sus enormes manos subió por sus muslos y comenzó a invadir con sigilo su entrepierna.
La otra mano la sujetó firmemente por la cintura, acariciando su vientre antes de ascender hasta cubrirle el pecho.
Las manos de Ceres eran tan grandes y cálidas que dondequiera que la tocara, sentía como si la estuviera envolviendo con fuego.
—¡Pero, Ceres!
Diarin exclamó con urgencia, agarrándolo por la muñeca.
Incluso ella misma podía oír claramente el calor en su propia voz.
Estaba claro que, si esto seguía así, terminaría cediendo a los deseos de Ceres.
Ella realmente quería detenerlo esta vez. De verdad.
—¿Por qué…? Diarin.
—…
El escalofrío que recorrió a Diarin la hizo encogerse de hombros.
No siempre había sido así.
Durante la primera noche, la bestia inexperta no sabía qué hacer, jadeaba solo y se movía sin control.
Solo había pasado una semana.
En tan solo una semana, esa bestia se había transformado en un experto astuto y habilidoso.
¡¿Cómo demonios?!
¿Cómo podía ocurrir algo así?
Diarin recordó los eventos de los últimos días.
Y tan pronto como comenzó a rememorarlos, su mente se llenó de una mezcla de tonos carnales, rosados y húmedos.
Fue un error.
—… ¡Ahhh!
El solo hecho de recordarlo hacía que su cuerpo respondiera involuntariamente.
Ceres, como si lo hubiera percibido, se apegó aún más a ella con insistencia.
—Diarin… eres tan suave.
—Cállate.
Diarin cerró los ojos con fuerza y se cubrió el rostro con ambas manos.
Pero Ceres le tomó las muñecas y apartó sus manos.
—No te escondas. Déjame verte.
—¿Por qué?
—Me gusta cuando tus ojos me miran.
—…
—Me excita.
Diarin cerró los ojos inmediatamente.
¿Y qué se supone que gano excitándote? Nada bueno, seguro.
—Incluso cuando los cierras, me gusta.
—…
Diarin se dio la vuelta completamente, dándole la espalda.
—Incluso tu espalda me excita, Diarin.
—¡Oye!
Finalmente, frustrada, Diarin estalló y golpeó a Ceres en la cara con una almohada.
Incluso después de ser golpeado, su hermoso rostro seguía siendo perfecto.
Su cabello desordenado no hacía más que realzar su atractivo.
Sin embargo, lo que realmente encendía a Diarin no era su apariencia.
Era esa mirada ardiente, inquebrantable, que no dejaba de fijarse en ella.
—… Haaa…
¿Cómo podía mantener esa intensidad incluso después de una semana?
—¿Y si termino quedándome embarazada? ¿Qué piensas hacer entonces?
—¿Y qué?
Después de todo, era deber de la pareja imperial producir un heredero.
Ceres parecía no entender cuál era el problema en las palabras de Diarin.
Antes de entrar en la alcoba nupcial, los nobles que lo habían instruido sobre etiqueta en la cama y las reglas del comportamiento íntimo apenas habían tocado el tema de las consecuencias.
Si ella quedaba embarazada, lo que siguiera sería asunto de la emperatriz. El emperador no necesitaba aprender más.
—Si quedo embarazada, no podrás hacer esto.
Aunque sabía que, una vez estabilizado el embarazo, podrían continuar con cuidado, omitió ese detalle.
Por ahora, lo importante era que hasta llegar a ese punto, tendría que contenerse.
—¿¡Qué?!
Ceres se sorprendió como si acabara de escuchar algo completamente inesperado.
Se quedó en silencio por un momento, como si estuviera procesando la información.
Al llegar a la conclusión de que tenía sentido, la miró con confusión.
—Por eso creo que deberías moderarte un poco.
Diarin sonrió como si estuviera amenazándolo.
Pero la solución a la que llegó Ceres tras reflexionar fue completamente inesperada.
—… Pero, ¿y si ya estás embarazada?
—… ¿Qué?
—Entonces, haga lo que haga hoy, no cambiaría nada, ¿no?
—…
Así fue como, al final, Diarin no pudo escapar de la alcoba nupcial ese día.
Sin embargo, a la mañana siguiente, ocurrió lo impensado.
Ceres se convirtió oficialmente en el primer Emperador de la historia en ser expulsado de su alcoba nupcial.
Todo gracias a que, apenas salió el sol, volvió a intentar lo mismo, argumentando que ‘unas horas no marcan diferencia con lo de anoche’.
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