⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Desde el momento en que nació, Ceres fue un príncipe, y creció como tal.
Incluso con los diez años de su vida que había perdido, los recuerdos acumulados desde su nacimiento no desaparecieron fácilmente.
Cuando Ceres ascendió al trono, rápidamente adoptó los rasgos de un verdadero Emperador.
Sin embargo, para Diarin fue diferente.
Desde su nacimiento, fue tratada con desprecio como la hija menospreciada, y vivió toda su vida trabajando para los demás.
De repente, se convirtió en Emperatriz, y todo cambió radicalmente: ahora todos actuaban en función de ella.
Había ciertas atenciones que recibió cuando era Vizcondesa de Arianth con las que estaba más o menos familiarizada, por lo que no le molestaban demasiado.
Como levantarse por la mañana y que una criada le trajera agua para lavarse la cara, vestirla con ropa nueva o sentarse inmóvil mientras le arreglaban el cabello y le maquillaban.
Sin embargo, lo que resultaba problemático era mantener la dignidad de una Emperatriz.
Esa dignidad significaba jerarquía.
De nuevo con las malditas jerarquías, pensó.
En el templo, todo giraba en torno a la jerarquía.
Y ahora tendría que repetir esa dinámica en el palacio.
Era agotador.
—Es la hora del té, Su Majestad.
Un asistente se acercó para informarle del horario.
Diarin asintió con la cabeza y se levantó de su asiento.
La hora del té de la Emperatriz no era solo una reunión para beber té. Era prácticamente una audiencia informal.
—Vamos.
Aunque no era una fiesta, sino un encuentro más relajado, el ambiente no sería en absoluto ligero.
Seguramente habría personas que intentarían tomar ventaja.
Si quería asegurarse días tranquilos en el futuro, debía imponer su autoridad desde el principio.
¿Será tan fácil?, pensó Diarin mientras soltaba un largo suspiro al recordar a las personas que iba a encontrarse en el té de hoy.
Como era la primera ocasión en la que Diarin se presentaba como Emperatriz, no podía elegir solo a quienes le agradaran.
Por eso, había convocado a figuras influyentes del círculo social, siguiendo un orden jerárquico.
El encuentro sería incómodo.
Sin embargo, el ambiente de la reunión estaba cuidadosamente diseñado para ser elegante y apacible.
Diarin entró al salón, decorado con flores sin aroma que no interferían con el perfume del té.
—¡Su Majestad, la Emperatriz, está aquí!
Al escuchar la voz del asistente, las personas que esperaban de pie, sin haberse sentado aún, se giraron al unísono.
El movimiento simultáneo de los vestidos exuberantes creó un viento parecido al de un tifón.
—Saludamos a Su Majestad la Emperatriz.
Quien lideró la reverencia con elegancia fue Arien.
Cuando Arien inclinó la cabeza, las demás personas detrás de ella también lo hicieron en sincronía.
Arien, quien había sido una figura destacada de conversación, se posicionó como representante para presentar sus respetos. Durante ese tiempo, no había estado inactiva en el círculo social.
No era solo una joven bonita, pensó Diarin, ahora completamente alerta.
¿Quién era Arien?
La mujer que protagonizó un escándalo en la ópera apenas Ceres apareció, involucrándose en un drama apasionado.
Poseía una belleza innata, una frialdad que le permitía deshacerse de quienes la estorbaban sin titubear, y el atrevimiento para perseguir con determinación a Ceres.
Aunque en su momento desapareció sin dejar rastro debido a la firme resistencia de Ceres, al reflexionar sobre ello, no era alguien a quien subestimar.
Ahora, había reaparecido como una líder destacada en el círculo social.
Era una amenaza.
¿Seguirá interesada en Ceres?
Si fuera solo una joven ociosa, no se habría molestado en asumir el papel de representante social.
Aunque los círculos sociales eran reuniones de camaradería, también reflejaban las jerarquías de la nobleza. No era fácil convertirse en representante, pero Arien había hecho el esfuerzo. ¿Por qué?
El Emperador anterior tuvo tres esposas, después de todo.
Aunque desplazar a Diarin, la primera Emperatriz, era imposible, aspirar al puesto de segunda Emperatriz era algo factible.
Con la belleza, inteligencia y ambición de Arien, parecía tener lo necesario.
¿Segunda Emperatriz?, pensó Diarin, sorprendida.
Recién casada, ahora enfrentaba ya este tipo de problemas.
Si alguien aspiraba a los puestos de segunda o tercera Emperatriz, Diarin no tenía razones para detenerlos.
Por eso todos terminan siendo expertos en intrigas, suspiró, recordando cómo la madre de Ceres había sido víctima de conspiraciones y asesinatos.
Espera… ¿eso también pondría en peligro mi vida?
Diarin sintió un escalofrío recorriendo su nuca.
Miró atentamente a Arien, quien seguía inclinada frente a ella.
¿Arien estaría soñando con matarla para ocupar el lugar de Emperatriz?
—…
Como Diarin aún no había dado la orden de levantarse, todos permanecían inclinados.
Poco a poco, los hombros y las espaldas de algunos empezaron a temblar por el esfuerzo.
Sin embargo, Arien mantenía la postura con firmeza.
¡Incluso tiene buena resistencia!, pensó Diarin.
Ambición y resistencia física parecían ir de la mano.
Si planeabas hacer algo importante, necesitabas energía para lograrlo.
Aunque, en cuanto a resistencia, Diarin tampoco se quedaba atrás.
—Levanten la cabeza —ordenó con solemnidad.
—Gracias, Su Majestad la Emperatriz.
Una vez más, Arien respondió como representante y levantó la cabeza con gracia.
El movimiento delicado de su cabello al levantarse fue casi hipnótico.
Hoy, como siempre, estaba radiante.
Su vestido era lujoso, aunque no ostentoso como para competir con el de la Emperatriz. Era una elección cuidadosamente calculada para resaltar sin ser irrespetuosa.
Definitivamente no es alguien fácil, pensó Diarin.
Era una estrategia perfeccionada por su experiencia en el círculo social.
Si Diarin no lograba mantener su autoridad como Emperatriz…
¿Y si no lo logro?, pensó de repente en una posibilidad que nunca había considerado.
¿Y si Ceres se distraía con otra mujer y terminaba rechazándola?
—¡Ja, ja, ja…!
Diarin no pudo evitar reír a carcajadas.
—¿Su Majestad?
Arien abrió los ojos de par en par, sorprendida al ver a Diarin reír.
—Oh, no. No es nada —respondió Diarin, intentando recomponerse.
—Ver a Su Majestad sonreír llena mi corazón de alegría —comentó Arien, acompañando sus palabras con una delicada sonrisa y colocando suavemente ambas manos sobre su pecho.
Un elogio magistralmente entregado.
Diarin no bajó la guardia.
El primer paso en un ataque sorpresa es hacer que el oponente baje la guardia.
Con un aire de autoridad, Diarin alzó ligeramente el mentón.
—Sí, el recibimiento de Arien me pone de muy buen humor.
—Es un honor, Su Majestad.
Arien sostuvo la mirada de Diarin y sonrió nuevamente con suavidad.
Por ahora, parecía dócil y complaciente.
No tenía sentido enfrentarse tan pronto con una Emperatriz que acababa de casarse.
Pero, ¿era necesario adularla de forma tan exagerada?
La actitud de Arien no correspondía con la de alguien que buscara competir por el puesto de Emperatriz.
—…Siéntate.
Disimulando su confusión, Diarin se dirigió a su asiento.
—Todos pueden tomar asiento.
—Gracias, Su Majestad.
El evento de hoy no era una fiesta de té, sino una sencilla reunión para tomar té.
No era una ocasión particularmente formal, por lo que Diarin no había tenido que hacer grandes preparativos.
Por esta razón, tampoco se había establecido un orden para los asientos.
Alrededor de la gran mesa redonda, comenzó un sutil pero intenso juego de miradas para decidir dónde sentarse.
A ambos lados de Diarin había solo dos asientos disponibles. Claramente, esos lugares estaban destinados a quienes quisieran demostrar un apoyo directo y visible hacia la Emperatriz.
—Siéntanse donde deseen —dijo Diarin sin asignar lugares.
Esto permitiría revelar, de manera indirecta, el nivel de apoyo que cada persona tenía hacia ella.
Mientras algunos vacilaban, incapaces de decidir dónde sentarse, Arien fue la primera en moverse.
—¿Puedo sentarme junto a Su Majestad? —preguntó con cortesía.
¿Eh? ¿Otra vez tú?
Diarin había supuesto que Arien preferiría sentarse frente a ella para medir fuerzas, pero ¿al lado?
¿Era posible que realmente no tuviera segundas intenciones?
—Por supuesto —respondió Diarin, aceptando.
Una vez más, Arien esbozó una brillante sonrisa antes de sentarse.
Con Arien acomodada, los demás empezaron a tomar sus lugares uno tras otro.
Cuando todos estuvieron sentados, llegaron el té y los aperitivos, y una orquesta que se encontraba a cierta distancia comenzó a tocar música suave.
Diarin tomó un sorbo de té mientras observaba a las personas alrededor de la mesa.
En ese instante, todos dejaron sus tazas al unísono y dirigieron la mirada hacia ella.
La intensidad de sus miradas hacía que su rostro casi ardiera.
Gracias a su experiencia como sacerdotisa, Diarin logró mantener una expresión serena y compuesta.
—Es un placer poder reunirnos en un ambiente tan pacífico —comentó Diarin.
—Todo es gracias a la gracia de Su Majestad —respondieron los invitados en un coro de adulaciones perfectamente sincronizado.
No era posible saber si hablaban con sinceridad, lo que hacía difícil disfrutar de sus halagos.
Diarin los observó con una expresión de desconfianza.
Parece que se han puesto de acuerdo para decir lo mismo.
—Nuestras palabras nacen únicamente del corazón —respondió alguien con firmeza.
—Hace apenas unos días estaban en constante conflicto. Qué rápido se han reconciliado todos —comentó Diarin con sarcasmo.
Entre los presentes había tanto partidarios de Ceres como miembros que habían servido en el Palacio del Segundo Príncipe y el Palacio Imperial.
—Eso es solo un pasado vergonzoso —replicaron sin pestañear.
Parecían dispuestos a adaptarse a cualquier bando con tal de sobrevivir.
Vaya, qué esfuerzo tan calculado.
Diarin chasqueó la lengua con desdén.
Esta era la verdadera cara de las intrigas cortesanas.
Hasta ahora, Diarin no había sentido el impacto de estas maquinaciones porque no tenía motivos para involucrarse.
Las luchas internas del templo parecen un juego de niños en comparación.
Ya fuera en el templo, en el campo de batalla o en el hogar, en cualquier lugar, los humanos buscaban establecer jerarquías.
Pero ahora yo estoy en la cima, ¿verdad?
De repente, recordó este hecho crucial.
En la sociedad aristocrática, no había nadie por encima de Diarin.
¿Y aun así intentan engañarme con sonrisas y zalamerías?
Ocultar las verdaderas intenciones frente a un superior era una habilidad básica de cualquier subordinado.
Sin embargo, el hecho de que actuaran como si se hubieran puesto de acuerdo, sin cruzar ningún límite pero tampoco respetándola plenamente, resultaba particularmente irritante.
Diarin no era una Emperatriz tan ingenua como para dejarlo pasar.
—Tengo algo que preguntarles a todos los presentes —dijo con voz firme.
—Por favor, hable, Su Majestad.
—¿Hay alguien aquí que esté descontento con que yo sea la Emperatriz?
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