⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
El fundamento básico de las conversaciones en la alta sociedad era el uso de expresiones metafóricas.
Aunque había muchos nobles, el círculo social era reducido.
Al final, era un pequeño grupo de personas que inevitablemente se cruzarían una y otra vez a lo largo de sus vidas. Aunque se atacaran entre sí, las apariencias debían mantenerse cordiales.
Incluso si se desataban feroces batallas en las sombras, la superficie debía permanecer tan tranquila como un estanque sereno. Así era el entorno social en la corte imperial.
Y Diarin había lanzado una piedra a ese estanque.
Me da pereza andar con rodeos.
Diarin también era capaz de hablar de manera indirecta si lo deseaba. Pero el estilo del templo y el de la alta sociedad tenían diferencias sutiles, incluidas las diferencias en la cantidad de información transmitida.
Por muy aguda que fuera, no podía superar los lazos formados por personas que habían vivido toda su vida inmersas en la alta sociedad.
Entonces simplemente voy a cambiar las reglas del juego.
En lugar de adaptarse a su estilo, Diarin optó por llevar la conversación al terreno en el que se sentía más cómoda.
Y así nació su estrategia directa y sin rodeos: ¿Qué harán? ¡Yo soy la Emperatriz!
Además, planeaba aprovechar al máximo su posición de poder.
—¿Cómo puede decir eso, Su Majestad? Para todos nosotros, es un gran honor poder servirla —respondió uno de los presentes.
—¿De verdad?
—¡Por supuesto!
—Pero, si yo no estuviera, ¿no estarían pensando en cómo podrían ser ustedes los Emperadores?
Fue un ataque directo, apuntando claramente a Arien.
Pero Arien no respondió de inmediato.
Así que era cierto…, pensó Diarin mientras giraba para mirar a Arien, sentada junto a ella.
—¡No, no es así! —exclamó Arien, sacudiendo la cabeza frenéticamente.
Sin embargo, ya era demasiado tarde.
—Je, je.
Diarin la miró fijamente con una expresión que parecía decir: Te atrapé.
Completamente desconcertada, Arien dejó de lado su tono elegante y empezó a hablar de forma torpe y atropellada.
—¡Yo nunca perseguiría a un hombre casado! …Su Majestad.
La reacción de Arien fue tan cruda y espontánea que era evidente lo mucho que había perdido la compostura.
Objetivo cumplido.
—Entonces, ¿persigues a los viudos?
—¡Cof…!
El comentario directo de Diarin hizo que algunos presentes ahogaran una exclamación.
El rostro de Arien se puso pálido, como si le faltara el aire.
—¡No, no, no! ¡Eso no tiene ningún sentido! ¡Nunca haría algo así!
—Generalmente, cuando la gente se pone nerviosa, es porque están diciendo la verdad.
—¡No, no es cierto! ¡De verdad!
—Entonces, ¿no tienes ningún interés en Ceres?
—……
La falta de respuesta de Arien confirmaba todo lo contrario.
Si había mostrado tanto interés en él, era imposible que no tuviera algún sentimiento.
¿Entonces no es la posición de Emperatriz lo que le interesa, sino Ceres en sí?
Para Diarin, eso tampoco era aceptable.
Su nivel de apego por Ceres no era menor que el de este hacia ella; de hecho, nunca quedaría rezagada.
¿Aún no lo superas?
Aquellos que en un principio habían intentado acercarse a Ceres con intenciones románticas solían desistir con el tiempo.
Por muy atractivo, fuerte o poderoso que fuera, no podían manejar a Ceres como persona. Además, había quedado establecido como un hecho inamovible que al lado de Ceres solo podía estar Diarin.
¿Otra persona junto a Ceres que no sea Diarin?
Era simplemente inconcebible.
—¿Por qué están hablando de mí? —intervino de repente una voz tras Diarin.
—¡…!
Era literalmente una aparición inesperada.
No hubo sonido de pasos acercándose, ni tampoco ningún asistente anunciando la llegada del Emperador.
Sin embargo, no era la primera vez que Ceres se presentaba de esa manera.
—¿Ceres? ¿Qué haces aquí? Pensé que tenías otros asuntos.
Su llegada era perfecta.
En este tipo de situaciones, lo más sencillo era que él mismo las resolviera.
—Pasaba por aquí y escuché tu voz, Diarin.
—¿Seguro que no lo hiciste a propósito?
—…Es cierto.
Ceres presionó sus labios suavemente contra la frente de Diarin mientras reía. Su risa era infantil y genuina.
Ante la ternura de Ceres, Diarin no pudo evitar que una cálida sonrisa iluminara su rostro.
—Estábamos en nuestro primer té de bienvenida.
—¿No puedo estar aquí?
Diarin miró de reojo a los demás.
Los presentes estaban ocupados tratando de decidir cómo reaccionar al dulce momento que compartían la pareja imperial.
¿Debían ignorarlo?
¿O disfrutarlo con una sonrisa complacida?
—No hay lugar donde no puedas estar, Ceres.
—Bueno, tal vez en tu habitación si no tengo permiso.
—…Oye.
Aunque Ceres probablemente lo decía con total seriedad, su comentario no intencionado logró zanjar cualquier duda en un instante.
Después de todo, si era obvio que Ceres solo veía a Diarin, cualquier intención de competir con ella quedaba totalmente disuelta.
Eso dejaba solo el enfoque político como opción para acercarse a él, pero…
—Ah, recibí noticias de Sorven.
—¿Otra vez?
—Preguntan cuándo iremos a visitarlos.
—Deberíamos hacerlo pronto.
—Dijeron que, si estoy ocupado, tú puedes ir sola.
Desde su regreso a Sorven después de la coronación, el rey de Sorven había dejado claro su interés en Diarin.
No en Ceres, sino en Diarin.
( Me inclino ante la hija de los dioses. )
Había sido al final de todo, cuando se encontraron formalmente por última vez.
El rey de Sorven había tomado con fuerza ambas manos de Diarin, mirándola con ojos llenos de auténtica reverencia.
Aunque recuperar a su sobrino era importante, parecía que Diarin era casi venerada.
Biolin le había susurrado que eso había ocurrido después de presenciar con sus propios ojos la impresionante muestra de poder divino de Diarin. Y mientras lo decía, sus ojos brillaban con admiración.
—No, no tiene sentido que vaya sola. No es como si fuera algún tipo de trabajo voluntario.
—¿Verdad? Sabía que Diarin tenía que ir conmigo.
—Sí, y ya que vamos, podríamos dar una vuelta por el templo.
—…Preferiría que no te llevaras tan bien con los dioses.
Sin preocuparse por la presencia de los demás, Ceres rodeó la cintura de Diarin con fuerza.
Diarin, de forma natural, acarició el cabello de Ceres, que descansaba contra su pecho, y miró a las personas presentes.
¿Qué les parece?
Una Emperatriz que parecía no poder vivir sin su esposo. Y que, además, recibía veneración tanto del reino de Sorven como del templo.
Incluso a mí me parece increíble.
Era algo difícil de creer, pero era su realidad.
Diarin rió con resignación al pensar en cómo su vida había cambiado.
Definitivamente, ni siquiera los dioses podían prever el futuro de las personas.
—Ver a Sus Majestades tan felices llena mi corazón de alegría como su servidor.
—Les deseamos felicidad eterna.
Los presentes rápidamente tomaron una decisión sobre cómo comportarse.
La batalla de poder ya estaba decidida en ese instante.
Aunque podrían planear algo para el futuro, ahora no era el momento.
Nadie desconocía la influencia de Diarin durante la guerra de sucesión contra el segundo príncipe. Pero la naturaleza humana es siempre inclinada a su conveniencia.
—Seguro que en realidad no fue tan extraordinario.
—Probablemente solo fue una estrategia para aparentar.
Sin embargo, el amor de Ceres y el apoyo de las instituciones eran genuinos.
Por ahora, no había otra opción más que inclinarse ante ella.
Incluso Arien, completamente desconcertada, terminó bajando la cabeza apresuradamente.
En ese momento, su belleza y elegancia resultaban inútiles.
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El asunto había terminado rápidamente, así que no tenía sentido quedarse más tiempo.
Diarin decidió aprovechar el buen ánimo y salió con Ceres, caminando de regreso al palacio mientras agitaban sus manos entrelazadas de forma juguetona.
Entonces, alguien se acercó corriendo, gritando en desesperación.
—¡Nooo! ¡No pueden irse así en medio de una conversaciónaaaa!
—¿Eh?
Era una voz familiar.
—¿Sir Holian? Oh, no, el Duque Retio.
Diarin corrigió rápidamente el tratamiento.
Ahora que estaba por encima de todos en el mundo, ya no había nadie a quien tuviera que dirigirse con honoríficos.
Si acaso, el único que se salvaba era el rey de Sorven, y solo por respeto a su edad.
—¡Diarin, digo, Su Majestad la Emperatriz!
Incluso Holian, que corría hacia ellos, se corrigió apresuradamente al darse cuenta de que había usado un término familiar sin querer.
Diarin miró a Ceres.
—Dijiste que estabas en una reunión sobre la defensa de las fronteras, ¿verdad?
—Sí.
—¿La terminaste adecuadamente?
—…Eh…
Ceres no pudo responder con un simple ‘sí’.
Quería fingir que lo había hecho, pero no podía mentir descaradamente. Bajó la mirada, alargando las palabras de manera incómoda. Parecía un cachorro que había sido atrapado con la boca llena de galletas.
—¿Por qué estás holgazaneando, Su Majestad el Emperador?
—Estábamos hablando mientras caminaba… y de repente escuché la voz de Diarin…
Ceres era un Emperador excelente.
Cualquiera podría verlo: era un gobernante que siempre ponía al país en primer lugar.
Pero, en cualquier momento, Diarin estaba por encima de todo.
Eso era un principio inquebrantable, sin importar quién se lo señalara o lo que dijeran.
—Qué vamos a hacer contigo…
Diarin suspiró, sintiendo a la vez orgullo y algo de resignación. Palmeó la espalda de Ceres, y él, feliz incluso con ese pequeño gesto, se aferró a ella con más entusiasmo.
Al ver esa escena, Holian parecía debatirse entre seguir corriendo o simplemente dejarse caer al suelo con la mano en la nuca.
—¿Esto es culpa mía…?
—…No, no es culpa de Su Majestad la Emperatriz… Claro que no…
—Pero tampoco puedo decir que sea culpa de Ceres…
—Él siempre ha sido así… Sí, así es…
—Bueno, sigan trabajando duro.
—Tal vez si Su Majestad la Emperatriz se esfuerza un poco más por mantenerse siempre cerca de él, todos seremos felices.
—……
Al final, parecía que todo recaería sobre ella.
—Yo estoy bien con eso.
En ese momento, alguien dio su opinión sin que nadie la pidiera.
—Volvamos a trabajar.
—¿Diarin también va a participar?
—……
¿Por qué daba la sensación de que las responsabilidades de la Emperatriz iban en aumento?
No había nadie que pudiera responderle.
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