⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—… Ceres.
Diarin, sin darse cuenta, buscó la mano de Ceres y la tomó.
Tal como siempre, la mano de Ceres estaba ahí, justo donde ella la alcanzaba.
Siempre extendida para ella.
Diarin miró a Ceres.
—¿Estás bien?
Pensó que estaba bien.
Después de regresar del campo de batalla, pasaron demasiadas cosas.
Las disputas políticas dentro del palacio imperial fueron tan crueles como la guerra misma.
Por eso, lo había olvidado por un momento.
El olor a sangre en el campo de batalla.
Los gritos desgarradores.
—Diarin.
Ceres la miró.
Al encontrarse con sus ojos brillando como el arcoíris, la imagen del campo de batalla teñido de rojo se desvaneció.
—Estoy bien. Porque Diarin está a mi lado.
Palabras dulces y hermosas, como siempre.
Gracias a ellas, el sangriento campo de batalla se iluminó como un jardín de flores.
—……Yo también.
Diarin forzó una sonrisa y miró de nuevo el campo de batalla.
Donde antes solo había gemidos de agonía, ahora solo se escuchaba el canto del viento.
Donde la tierra estaba teñida de rojo, ahora se extendía un mar verde vibrante.
Y flores floreciendo en blanco, rojo y amarillo.
El olor a sangre había sido reemplazado por la fragancia de las flores.
—Han florecido flores.
Incluso en el campo de batalla, las flores florecieron.
Eran hermosas.
Tanto que casi hacían olvidar las dificultades de la guerra.
Diarin, sin soltar la mano de Ceres, dio un paso tras otro hacia lo que una vez fue un campo de batalla, ahora convertido en un jardín de flores.
—Pareciera que fue ayer cuando cada día aquí era una lucha entre la vida y la muerte.
—¿Diarin también?
—Por supuesto, ¿acaso las flechas iban a esquivarme solo porque era sacerdotisa? Podía morir en cualquier momento.
Ceres frunció el ceño.
Al parecer, la idea de que Diarin podría haber muerto lo molestó profundamente.
—Pero ahora estamos bien. Y gracias a eso, te conocí a ti.
—…….
Aun así, su expresión no se suavizaba.
Diarin, pensando en cómo calmarlo, arrancó una flor.
Una roja y vibrante que combinaría con el cabello dorado de Ceres.
—Toma, una flor para ti. ¿Por qué no sonríes bonito?
—Ja, ja.
—…….
Ceres hizo lo que Diarin le había enseñado la primera vez: movió los músculos de su rostro para esbozar una sonrisa.
Pidió que sonriera y él lo hizo.
Pero no era una sonrisa de verdad.
Toda su cara lo decía.
……No tenía sentido.
En lugar de entregarle la flor en la mano, Diarin se la colocó tras la oreja.
—Ah…
Diarin lo miró, atónita.
Cada vez que intentaba jugarle la broma de ponerle una flor en la oreja, la broma terminaba volviéndose algo real.
Era tan hermoso que el chiste dejaba de ser un chiste.
Tal vez porque estaban en un lugar distinto, pero hoy parecía aún más hermoso.
Ceres ladeó la cabeza ante la mirada de Diarin.
Y al hacerlo, su cabello cayó suavemente sobre su frente, haciéndolo aún más bello.
—¿Qué pasa?
—……Eres hermoso.
Cuando una persona se descompone, ¿su forma de hablar se vuelve como la de Ceres?
—¿Soy hermoso?
Con una voz nada encantadora pero un rostro extremadamente hermoso, Ceres preguntó.
Diarin asintió, como si estuviera hechizada.
Ceres sonrió ampliamente con su reacción.
Era una sonrisa completamente diferente de la que forzó antes.
Como si el sol hubiera salido en su rostro, iluminando todo a su alrededor.
—Demasiado hermoso……
—Je.
Ceres, lejos de avergonzarse, sonrió con orgullo.
—Ven aquí.
El gesto despertó la travesura en Diarin.
Lo jaló y lo hizo sentarse en el jardín de flores.
Ceres se dejó arrastrar sin resistencia.
Entonces, Diarin se dedicó a adornar su cabello con flores.
Colocándolas entre sus mechones, creando una corona de flores exuberante.
—Majestad, hemos terminado de preparar el campam…
Mientras la pareja imperial se divertía en el campo de flores, los sirvientes siguieron con sus tareas en silencio.
El mayordomo, acercándose a reportar, se detuvo al ver el estado de Ceres y su voz se apagó.
Ceres se volvió hacia él con su habitual expresión solemne, pero con la cabeza llena de flores.
—Iré en un momento.
—Ejem, sí, ejem… Majestad.
El mayordomo se giró apresurado antes de que su expresión se desmoronara.
Todos sabían que el Emperador cambiaba cuando estaba con la Emperatriz, pero incluso su tono de voz cambiando era algo difícil de asimilar.
Normalmente, un perro de guerra.
Delante de la Emperatriz, un tierno cachorro.
—Diarin, ¿terminaste?
—Ya no hay más espacio donde poner flores.
—Entonces, en la ropa…
—… ¿Hasta ahí?
Un diálogo sorprendentemente simple para un Emperador y una Emperatriz.
Por supuesto, no podían hablar solo de los destinos del imperio todo el tiempo.
Pero en momentos como este, sus títulos parecían muy lejanos.
—Ah, se cayó. Espera un momento. Quédate quieto.
—Yo también quiero poner flores en tu cabello, Diarin.
—Hazlo si quieres.
Mientras la pareja imperial se sentaba en el campo de flores, poniéndose flores el uno al otro, el sol comenzaba a teñir el cielo con los colores del atardecer.
Era pacífico y hermoso.
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—¡Por favor, mátennos!
Un grupo de personas se postró en el suelo frente a ellos.
Diarin miró sus espaldas temblorosas y encogió los hombros.
Ceres también chasqueó la lengua, pero no parecía tener intención de matarlos.
—¡Hemos cometido el grave pecado de no preparar adecuadamente la comida para sus Majestades, el Emperador y la Emperatriz! ¡Merecemos la muerte!
Después de pasar un buen rato divirtiéndose en el campo de flores, al regresar encontraron un problema.
Los cocineros, que no estaban acostumbrados a viajes largos, habían cometido un error en el transporte de los ingredientes.
Los ingredientes que requerían un almacenamiento especial se echaron a perder en los contenedores inestables y calurosos durante el viaje, dejando a la pareja imperial sin nada adecuado para comer.
¡Dejar al Emperador y la Emperatriz sin comida!
Era algo que jamás debería haber sucedido.
No había excusa para ello.
El chef, temblando, pensó que realmente le cortarían el cuello.
Sin embargo, la pareja imperial no parecía muy preocupada.
—¿Qué hacemos? ¿Saltamos la cena?
Diarin preguntó con tranquilidad.
No era que el chef lo hubiera hecho a propósito, simplemente no estaba acostumbrado a este tipo de viajes. No había nada imperdonable en ello.
Además, saltarse una comida no era gran cosa.
—¡Haa! ¡Por favor, mátennos!
Pero para los demás, sí lo era.
Una vez más, el chef se retorció de culpa al pensar que había dejado a la pareja imperial sin comida.
—Espera, no. No creo que el chef sepa bien.
—… ¿Perdón?
—Si no vamos a comerlo, no podemos matarlo, ¿verdad?
Ceres asintió de acuerdo con Diarin.
—Sería mejor pasar hambre que comernos al chef.
—…….
El rostro del chef se puso tan pálido como un trozo de carne sin sangre.
¿Estaban bromeando? ¿O estaban diciendo, en sentido figurado, que lo iban a matar?
La respuesta era que simplemente estaban hablando literalmente.
—Sería un desperdicio comernos a un miembro del personal tan importante solo por una comida.
Con la explicación adicional de Ceres, el rostro del chef se volvió aún más blanco.
Así que… ¿no era una broma ni una amenaza, sino una declaración seria?
Por un lado, estaba agradecido de no haber sido devorado, pero por otro, parecía que realmente estuvo a punto de convertirse en ingrediente de cocina.
¿Debía darles las gracias por no comérselo?
—Pero… aunque a mí no me importa tener hambre, no me gusta que Diarin pase hambre.
—¡Hiiiik!
—Yo estoy bien.
Gracias, Su Majestad la Emperatriz. Como era de esperarse de la hija de un dios, tan generosa…
—Lo prepararé yo mismo.
Pero entonces, el Emperador miró nuevamente al chef.
El chef casi lloró.
—¡Por favor, perdóneme…!
Por más que hubiera cometido un pecado mortal y hubiera pedido su propia muerte, la idea de convertirse en comida era aterradora.
—No es necesario que un chef muera solo porque yo cocine.
—¡¿En serio?! ¡Gracias! ¡Haré todo lo posible por ayudar! Pero… ¿qué debo hacer?
Ceres, tras ver lo obvia que era su felicidad, simplemente le dio una orden concisa.
—Condimentos.
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