⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin se giró al mismo tiempo que Roben también miraba en su dirección.
Los ojos de Roben se abrieron como platos.
—¡S-S-Su Majestad la Emperatrizzzz!
Roben corrió hacia ella como el viento.
Iba tan rápido que cualquiera pensaría que era parte de la Octava División.
Además, su cuerpo había crecido tanto que, si lo alineaban con un soldado de la Octava División, apenas se notaría la diferencia.
Roben dejó caer sin cuidado el montón de bultos que cargaba en ambas manos e incluso en la espalda y corrió hacia ellos.
—¿Cómo es que ha venido sin avisar? ¡No hemos preparado nada…!
—No hay problema. Solo quise dar un vistazo.
—¿A Ariant? ¿O a mí?
—……
Puso mucho énfasis en el ‘a mí’.
Por supuesto, también había venido a verlo…
—Bueno, digamos que ambos.
—¡Le guiaré! Pero, ¿por qué está siendo cargada? ¿Se encuentra bien?
—Caminar también puede ser agotador.
En lugar de Diarin, Ceres respondió.
La boca de Roben, que estaba llena de palabras, se cerró en un instante.
Sí… Si lo piensas bien, respirar, comer, dormir y vivir en general es agotador…
Yo también he sufrido mucho aquí, ¿cuándo alguien lo reconocerá?
Por desgracia, en este lugar no había nadie que se lo reconociera, solo los soldados de la Octava División que decían: ¡Si es difícil, entrenemos hasta que deje de serlo!
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—Cuando llegué por primera vez, aquí no había absolutamente nada. Este camino, yo lo despejé. Coloqué piedras para que el agua de lluvia no se acumulara y para que las ruedas de los carruajes se desgastaran menos.
—Ajá.
—También trasplanté todos esos árboles. Los habían plantado de manera desordenada, lo que hacía que recoger la fruta fuera ineficiente. Además, cavé ese canal desde cero. Ah, y los edificios que ve allí son la escuela y la oficina de contabilidad.
—¿Oficina de contabilidad?
—Sí, aquí la gente es muy mala con los cálculos. Así que recluté a algunos que sabían un poco de matemáticas, los entrené y creé un lugar donde se dedicaran exclusivamente a hacer cuentas. Esa es la oficina de contabilidad.
Mientras paseaban por el pueblo, Roben detallaba con orgullo todos sus logros.
Si todavía estuviera en el palacio, jamás habría cometido el error de presumir así. Pero después de tanto tiempo en el campo, había perdido el tacto.
Lo correcto ante un superior era saber hacer algo pero decir que no podías.
Sin embargo, el desarrollo de Ariant era un logro tan impresionante que, sin duda, valía la pena presumir.
Tal vez no podría decir con orgullo que este era su dominio, pero sí que él había construido todo esto.
Gracias a esto, Diarin descubrió que Roben tenía un verdadero talento para la administración.
—Entonces, ¿Ariant ya está bastante desarrollado?
—Sí. Pero todavía hay un sinfín de cosas que mejorar.
—Pero ya has dejado lo esencial hecho, así que no es indispensable que sigas aquí, ¿verdad?
—¿Eh…?
Roben sintió algo raro y miró a Diarin.
No puede ser, ¿esto es…?
—¡¿Entonces puedo regresar a la capital?!
—Bueno… Por ahora, sí.
—¿Por ahora…?
—Sí, por ahora regresarás, pero después tendrás que viajar a otros pueblos que necesiten desarrollo.
—…. Espere un momento.
El rostro de Roben se endureció.
Sonaba como si le estuvieran permitiendo volver a la capital, pero en realidad…
—¿¡Por qué me están asignando otro destierro?! ¡He hecho un buen trabajo! ¿Cómo pueden hacerme esto?
Era una estrategia para aprovechar su capacidad administrativa en diferentes lugares.
—Has hecho un buen trabajo, así que hay muchos lugares que necesitan de ti.
Por eso no deberías presumir de tu eficiencia ante un superior.
Si tienes un subordinado tan valioso, como líder querrás aprovecharlo al máximo.
Diarin le sonrió con sutileza, como diciéndole: Voy a explotarte.
Sin darse cuenta, había terminado haciendo la misma sonrisa que el sumo sacerdote que tanto la había torturado en el pasado.
Y, tal como ella había odiado ver esa sonrisa, Roben se estremeció al verla.
—¡No quiero!
—¿No quieres…? ¿Entonces prefieres quedarte en Ariant?
—¡Eso es mejor! ¡Me quedaré aquí!
—Uhmm… Si eso es lo que decides…
Cuando escuchó que su traslado estaba cancelado, Roben recuperó el sentido.
No, no, ¡esto no está bien!
¡Primero tengo que salir de Ariant! ¡Después podré pensar en adónde ir!
—Espera, no quise decir que no…
—De todos modos, puedes visitar la capital de vez en cuando, si quieres.
Diarin le sonrió con generosidad, levantando su castigo.
Después de todo, el haber hecho prosperar tanto Ariant compensaba los problemas que había causado en el pasado.
Roben se conmovió por la indulgencia de Diarin.
—¡Graciaaaaaas!
—Si quieres, puedes volver con nosotros cuando regresemos.
—¡Oh! ¿De verdad? Ah… No, no puedo.
—¿Mmm? ¿Por qué?
Parecía que iba a correr a la capital en ese mismo instante, pero…
—Estoy supervisando la construcción de un nuevo edificio y debo asegurarme de que los cimientos queden bien. Ah, y también se acerca un festival, así que la agenda está apretada.
—……
A pesar de todo, parecía que Roben era el más comprometido con Ariant.
Pero Diarin, sabiendo que él negaría todo, simplemente guardó su pensamiento para sí misma.
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Después de recorrer el pueblo, Diarin se dirigió al templo.
No entraba como Emperatriz, sino como la Hija de Dios, por lo que dejó a Ceres atrás y caminó sola.
La noticia de su llegada se había extendido rápidamente, y varios sacerdotes la esperaban en la entrada del templo.
—Nos inclinamos ante la Hija de Dios. Es un honor inigualable. Que la voluntad divina esté con usted.
—Que la voluntad divina esté con ustedes.
—Permítanos guiarla por el templo. Antes, ¿podemos ofrecerle una taza de té?
—No, gracias. Más bien… ¿qué hay de ‘esa persona’?
Diarin tenía un motivo específico para visitar el templo.
Quería confirmar el estado de la suma sacerdotisa destituida, Merian.
—Ha estado causando bastantes problemas.
El sacerdote principal a cargo del templo suspiró con resignación.
Diarin castigó a la suma sacerdotisa Merian borrando sus recuerdos.
Y la condenó a vivir el resto de su vida como un sacerdotisa común.
Sin posibilidad de ascender jamás, obligada a realizar trabajos duros en una aldea remota.
Pero sin recuerdos, sin saber por qué tenía que vivir así.
Con la sensación de estar siendo tratada injustamente, pero sin poder reclamar por esa injusticia.
Era un castigo por haber hecho sufrir a Ceres y a los soldados de la Octava División sin motivo alguno.
Pero ahora, mientras cumplía su castigo y sin recordar nada, ¿estaba causando problemas?
—Es como si la astucia corriera por su sangre… A la menor oportunidad, intenta sembrar discordia entre los sacerdotes, fabrica objetos de mala calidad y los vende a precios exorbitantes a los visitantes del templo…
Era exactamente igual que antes de perder la memoria.
Solo habían cambiado el contexto y la escala de sus fechorías, pero su esencia seguía siendo la misma.
Diarin soltó una risa incrédula.
—Tal vez Dios quiere que haga trabajos tan duros que no le queden fuerzas para tramar nada.
—¡……!
A pesar de que era un criminal, seguía siendo una ex suma sacerdotisa y alguien que había estado vinculado a la familia imperial, por lo que el sumo sacerdote actual había estado dudando sobre cómo tratarlo.
Pero Diarin resolvió su dilema con una sola frase.
—Hay que seguir la voluntad de Dios.
Los ojos del sumo sacerdote brillaron con júbilo.
Por fin, había llegado el momento de poner fin a todo el sufrimiento que había soportado al aguantar las fechorías de Merian, lo que le había provocado una excesiva producción de ácido estomacal.
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El itinerario en Ariant llegó a su fin.
Había vuelto a encontrarse con personas que en su momento habían estado profunda y complejamente ligadas a su vida, para bien o para mal.
Se había preguntado cómo se sentiría al verlos otra vez.
Pero, al final, no sintió nada en particular.
Cada uno simplemente estaba viviendo su vida.
—De una forma u otra, todos siguen adelante.
Charlotte y Sebian, de quienes dudaba que pudieran sobrevivir fuera del palacio.
Halt y los soldados de la Octava División, de quienes dudaba que pudieran vivir como personas normales.
Incluso Roben, que se había quejado tanto de estar atrapado en un rincón remoto, había encontrado su lugar y seguía adelante.
—Si sigues vivo, la vida sigue.
Ceres respondió con calma.
—Tienes razón. Lo importante es que seguimos vivos ahora.
Las personas que quedaron atrás en este lugar formaban parte del pasado de Diarin, pero también de su presente individual.
Y en el presente de Diarin, estaba Ceres.
Diarin tomó la mano de Ceres.
Un calor firme que siempre la envolvía sin rechazarla.
Diarin sostuvo con fuerza tanto su realidad como esas manos.
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