⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Tranquilo, tranquilo. Lo estás haciendo bien.
Diarin dio unas suaves palmaditas en los hombros tensos de Ceres y lo recostó nuevamente en la bañera.
Aunque seguía las instrucciones, a Ceres le llevó un buen rato relajar completamente su cuerpo.
Después de lavarle el cabello y limpiarle la cara con cuidado, Diarin bajó sus manos hacia las suyas.
—Esto también. Asegúrate de mantenerlo limpio siempre.
Aunque el ambiente no siempre es propicio, un sacerdote debe parecer limpio. Es parte de lo que el mundo espera, y a veces hay que ajustarse a esas expectativas.
Diarin se aseguró de limpiar meticulosamente cada uno de los dedos de Ceres antes de levantarse.
—Originalmente, como un joven maestro, tendrías a alguien más que hiciera todo esto por ti… Pero, ¿aguantarías que otra persona se acercara tanto y tocara tu cuerpo?
—No.
Ceres solo toleraba la cercanía de Diarin porque era ella.
La mera idea de que otra persona se acercara tanto a él, inspeccionando y manipulando su cuerpo, le hacía apretar los puños. El reflejo de defensa surgía sin control.
—Entonces, debes aprender a hacerlo bien por ti mismo, ¿vale?
—…Vale.
Ceres memorizó cuidadosamente cada movimiento y toque de Diarin. Recordar y repetir no sería un problema.
—Muy bien, ahora asegúrate de frotar jabón por todo tu cuerpo, enjuagar bien hasta que no quede espuma y secarte completamente con una toalla. Luego sal.
Después de darle las instrucciones, Diarin se levantó, satisfecha de haber enseñado lo necesario.
Cuando estaba a punto de salir del baño, se detuvo de repente.
—¡Ah! No lo olvides, ponte la bata antes de salir.
Ceres, ahora solo en el baño, se quedó inmóvil.
Quizá por haber estado tanto tiempo sumergido en el agua caliente, su cuerpo entero parecía arder, dificultándole moverse.
No fue hasta que el agua comenzó a enfriarse que reunió fuerzas para levantarse y seguir las instrucciones de Diarin.
Cuando finalmente salió del baño, el agua estaba casi fría.
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—He terminado.
Ceres se presentó frente a Diarin después de seguir todas sus indicaciones: había lavado su cuerpo a fondo con jabón, enjuagado hasta que no quedara espuma, secado todo su cuerpo y puesto la bata.
Cumplir órdenes siempre había sido fácil para él.
—A ver, déjame verte.
Diarin se acercó a Ceres, colocándose frente a él.
Un aroma fresco y limpio la envolvió de inmediato. Ahora, incluso su olor era digno de un joven maestro.
Diarin sonrió, satisfecha.
Ceres observó su sonrisa fijamente.
Ella sonreía.
Ella lo miraba y sonreía.
Ella percibía su aroma y sonreía.
No entendía completamente por qué sonreía o qué significaba esa expresión.
Pero saber que él era la causa de su sonrisa le agradaba.
Sentía un leve cosquilleo en los labios.
—Deberías haberte secado el cabello también. ¡Ah! Tal vez no te lo mencioné.
Aunque su cuerpo estaba seco, el cabello de Ceres seguía goteando agua.
Diarin pensó en enseñarle cómo secarse el cabello, pero cambió de idea.
El cabello es una de esas partes que las personas suelen tocar mucho al arreglarse.
—Siéntate.
Diarin lo hizo sentarse en una silla y tomó una toalla.
—Cierra los ojos. Podría entrar agua o cabello y sería incómodo.
Cerrar los ojos era algo que Ceres consideraba un error, salvo en el momento de morir.
En el campo de batalla, estar siempre alerta y con la vista fija en los alrededores era una regla básica.
Incluso si una espada volaba hacia él, debía mantener los ojos abiertos para poder reaccionar.
Por eso, cerrar los ojos para dormir también le daba miedo.
Cerrar los ojos al dormir podía ser lo último que hiciera.
En la octava división le decían que debían morir en el campo de batalla. Así que, incluso al borde de la muerte, mantenía los ojos abiertos hasta el final.
Sin embargo, Diarin insistía en que cerrara los ojos.
—Bueno… Si realmente te resulta incómodo, puedes dejarlos abiertos.
Diarin corrigió sus palabras al darse cuenta de que había repetido la misma instrucción.
Ceres tomó un par de respiraciones profundas, como si se preparara para entrar en combate, y finalmente bajó los párpados con lentitud.
El corazón de Diarin latió con fuerza.
Quizá era porque estaban tan cerca, pero no sintió miedo al ver la oscuridad tras sus párpados cerrados.
Observando su expresión, Diarin acarició con delicadeza las puntas mojadas de su cabello.
—Más adelante, otras personas podrían hacer esto por ti. Así que acostúmbrate.
¿Acostumbrarse?
Ceres dudó de su capacidad para hacerlo.
Hasta ahora, nunca había cuestionado si podía o no hacer algo.
Si le daban una orden, la cumplía.
Si no podía hacerlo, lo intentaba hasta lograrlo.
Y si fallaba al final, solo quedaba la muerte.
Había seguido todas las órdenes hasta ahora y, gracias a eso, seguía vivo.
Pero las órdenes de Diarin no traían consigo la amenaza de la muerte. No tenía que forzarse hasta el límite para cumplirlas.
Era una situación nueva y desconcertante para él.
—Tienes mucho cabello, ¿sabes?
Diarin ya estaba usando la segunda toalla.
Su cabello era tan denso que, aunque la toalla absorbía el agua, seguía goteando.
Mientras secaba repetidamente su cabello y lo peinaba con los dedos, los ojos tensos de Ceres comenzaron a relajarse.
Era como un perro salvaje que, después de confiar por primera vez, finalmente se deja acariciar sin preocupación.
Diarin se sintió ligeramente satisfecha, como si hubiera domesticado a un animal salvaje.
Sin embargo, sabía que este ‘perro’ no le pertenecía.
Algún día tendría que devolvérselo al país, o este humano encontraría su independencia.
En cualquier caso, no era suyo.
—Listo. Ya no deberías estar goteando.
Diarin le pasó un peine suavemente por el cabello y luego retiró las manos.
Ceres abrió los ojos.
En el espejo frente a él, vio reflejado su rostro.
En el campo de batalla, no había necesidad de usar espejos.
Si los había, era solo para reflejar señales de luz o como herramienta de espionaje.
Nunca para ver su propio rostro.
Había pasado tanto tiempo sin mirarse en un espejo que ahora su reflejo le resultaba extraño, como si estuviera viendo a otra persona.
—¿Qué pasa? ¿Te ves increíble incluso para ti mismo?
—……
¿Esto se considera ‘increíble’?
Ceres no estaba seguro de lo que significaba esa palabra.
Sin embargo, al ver cómo Diarin parecía satisfecha mientras seguía peinando y ajustando su cabello, parecía que su apariencia generaba algún tipo de agrado en los demás.
—Bien, ya que has terminado de bañarte, dediquemos el resto del día a unas lecciones básicas de etiqueta.
—¿Lecciones?
¿Era este el comienzo de su verdadera misión?
Ceres cambió su expresión, enderezando su postura.
Diarin también habló con seriedad.
—En la vida, hay ciertas reglas básicas de etiqueta que debemos seguir. Si no las cumples, será difícil que te vean como un joven maestro. Además, las personas podrían evitarte.
Pensaba que las lecciones de etiqueta podían esperar, como enseñar a leer a un niño que aún no sabe reconocer las letras.
Pero no, debía empezar cuanto antes, aunque fuera imitando. Si no puedes leer, al menos memoriza lo que otros dicen.
—Primero, nunca muestres tu cuerpo desnudo frente a los demás.
Ceres asintió sin hacer preguntas.
No entendía la razón, pero si decían que debía hacerlo, lo haría.
—Solo puedes quitarte la ropa cuando entres al baño, y después de secarte, debes vestirte de inmediato.
—Entendido.
—Y cuando vayas a abrir una puerta, primero debes tocar, como yo lo hice antes. ¿Lo recuerdas?
—Sí.
—Después de tocar, solo puedes entrar si te responden desde adentro con un ‘adelante’.
—Entendido.
En realidad, en la Octava División, nadie visitaba las habitaciones de los demás. Cada uno se mantenía en su espacio hasta que se daban órdenes de moverse.
Visitar la habitación de otro soldado era algo inimaginable.
Por eso, el concepto de un espacio personal era completamente ajeno para Ceres.
Tener que estar siempre vestido, anunciar su presencia antes de entrar en un lugar y pedir permiso eran acciones que nunca había hecho antes.
Había sido entrenado para moverse en silencio y sin ser detectado.
Ahora, parecía que había caído en un mundo donde todo funcionaba al revés.
Ceres reflexionó que le tomaría más tiempo de lo esperado adaptarse, mientras organizaba mentalmente un plan de acción.
—Bien, hagámoslo entonces.
Diarin no quería perder tiempo.
Las lecciones no se podían aprender solo con palabras.
La etiqueta debía volverse una parte natural del comportamiento.
Aunque Ceres era rápido para aprender cosas físicas, crear un hábito llevaba tiempo.
No podían permitirse desperdiciar ni un solo momento.
—Primero, necesitas vestirte adecuadamente. Pero… ¿tienes ropa?
Desde que había llegado a la mansión, Ceres no se había cambiado de ropa.
Diarin, que solo tenía dos túnicas de sacerdotisa que alternaba y lavaba constantemente, no había pensado en ese detalle.
Pero un futuro joven maestro como Ceres debía tener su propia ropa.
—Escuché que está en una caja.
Ceres señaló una pequeña caja en un rincón de la mansión.
—¿Esta?
—Sí.
—¿Puedo abrirla?
—…Sí.
Ceres parecía confundido por la pregunta continua de Diarin.
Su expresión decía claramente: ¿Por qué me preguntas eso a mí?
Diarin sintió nuevamente esa opresión en el pecho.
No solo tenía que enseñarle etiqueta, sino también cómo cuidarse a sí mismo.
Había creído que el amor de los dioses sería suficiente para resolver todo, pero parecía que requeriría mucho más trabajo.
¿No me tomará toda la vida hacer esto?
Una sensación de ansiedad comenzó a crecer dentro de ella.
Quizás el sumo sacerdote, ese hombre astuto y poco confiable, no había prometido su ascenso sin razón.
Intentando calmar sus pensamientos, Diarin tomó la tapa de la caja.
Es una caja pequeña, no puede contener nada demasiado impresionante…
A pesar de sus pensamientos, no pudo evitar mantener una leve expectativa al abrirla.
En cuanto lo hizo, se quedó congelada en su lugar.
… ¿Eh?
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