⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
El grito corto de ¡Ah! fue un error.
El momento en que tropezó con una piedra, el instante en que su cuerpo tambaleó, el segundo en que dejó escapar un sonido sin darse cuenta.
Todos esos momentos estuvieron marcados por errores.
¡Thud!
Con un sonido irreversible, el cuerpo de Diarin cayó pesadamente al suelo.
—…….
—…….
Sintió el aire frío asentarse sobre su espalda, inmutable.
Diarin mantuvo el rostro pegado al suelo sin poder moverse.
El sudor frío resbalaba por todo su cuerpo.
Si quería sobrevivir, debía encontrar una manera de salir de esta situación. Había sido un error, pero ¿cómo podía fingir que no lo era?
—¡Oh, divinidad que llena los cielos y atraviesa la tierra!
Diarin tenía bastante talento en este tipo de cosas.
Después de todo, los sacerdotes no podían permitirse errores.
Incluso cuando los cometían, debían fingir que no lo habían hecho, hacer que pareciera la voluntad de los dioses, mantener la dignidad de un sacerdote por encima de todo.
—¡Siento tu gracia en esta tierra una vez más!
Diarin apretó la tierra con sus manos y exclamó con fervor. Había visto a fanáticos hacer esto frente al templo de vez en cuando.
El aire helado que la rodeaba no se disipó en absoluto. Sin embargo, Diarin reunió el coraje para levantarse.
Rodar por el suelo la había cubierto de tierra y le había despeinado el cabello, lo que reducía su dignidad, pero, en compensación, aumentaba la impresión de locura.
—¡Lo han sentido, todos ustedes! ¡La gracia divina que llena el mundo!
—…….
Por supuesto, nada de eso era real.
Nadie respondió. De hecho, nadie pudo hacerlo.
Solo pudieron parpadear, sorprendidos.
Pero a Diarin no le importó.
A veces, la audacia era la clave para dominar a una multitud.
—Yo, que piso esta tierra sagrada por primera vez, he sentido el aliento divino. ¡Oh, Señor! ¡Seas alabado!
Diarin tocó el suelo y exclamó con reverencia.
Era un enfrentamiento de locura contra locura.
La locura religiosa contra la locura del príncipe heredero, que no toleraba errores.
¿Caería el príncipe en esta estratagema llena de fervor?
Sin cambiar su postura sagrada, Diarin movió los ojos con cautela.
—Qué escándalo.
No necesitaba buscar quién era el príncipe heredero.
En cuanto giró hacia la voz que había resonado, lo supo de inmediato.
Todo en su aura lo delataba.
Vestía igual que los demás soldados en entrenamiento: una camisa sencilla y pantalones negros. Sin embargo, desde la punta de su cabello hasta la punta de sus pies, desde cada poro hasta su postura, era la perfección absoluta, sin una sola grieta.
No podía ser otro más que el príncipe heredero Ceres.
Incluso sin su cabello iridiscente, no cabía duda de que era él.
—Mis disculpas. Como sacerdote, alabar a los dioses es mi mayor deber.
Diarin se sacudió la ropa con naturalidad y se puso de pie como si nada hubiera ocurrido.
A su lado, Roben la miraba con una mezcla de asombro y respeto.
—No quiero escuchar ni ver movimientos exagerados e inesperados delante de mí. ¿No lo sabías?
Ceres se acercó a Diarin, gruñendo.
La tensión le hizo tragar saliva, pero no lo demostró.
En cambio, levantó la cabeza con orgullo y lo miró directamente a los ojos.
—Solo he priorizado mis deberes como sacerdote.
—Si tanto te importan tus deberes de sacerdote, puedes ir directamente con el dios que tanto adoras.
En la mano de Ceres había una espada de madera rota.
Para su imponente cuerpo, parecía un arma insignificante, pero era más que suficiente para mandar a alguien con su dios.
Esta vez, Diarin no pudo evitar que su cuerpo se tensara.
Pero incluso entonces, su instinto de supervivencia no se detuvo.
—Puedo reunirme con mi dios en cualquier momento. Después de cumplir mi misión.
Era un riesgo.
Diarin sonrió con dulzura y extendió la mano hacia Ceres.
Ceres miró esa mano con una expresión incómoda, como si estuviera dispuesto a esperar y ver hasta dónde llegaría.
Diarin no dudó y le tomó la muñeca.
—¡Hah…!
A su lado, Roben inhaló bruscamente como si fuera a desmayarse.
Al parecer, eso también molestó a Ceres, pues dirigió una mirada feroz en su dirección.
—Cállate…
Antes de que pudiera lanzar la espada de madera rota hacia Roben, Diarin canalizó su poder sagrado.
Con todas sus fuerzas.
Hasta ahora, cuando usaba su poder sagrado, siempre lo hacía en la mínima cantidad posible.
Si su poder fuera un pozo, solo usaba una gota para hacer pequeños efectos.
Pero esta vez, no solo extrajo agua del pozo, sino que drenó las aguas subterráneas hasta su última gota.
¡Fwoosh!
El poder sagrado no tenía sonido ni forma visible.
Pero dentro de Ceres, resonó como un estallido.
Fue una sensación tan intensa que nunca antes había experimentado algo similar.
—Ah…
Incluso después de que la sensación se disipó, Ceres permaneció aturdido por un momento.
Era como mirar al sol y luego bajar la vista, solo para ver todo en blanco, incapaz de pensar.
Cuando su visión finalmente volvió a la normalidad, lo primero que vio fue la pequeña mano del sacerdote sujetando su muñeca.
Lentamente, levantó la mirada.
Una muñeca delgada, en parte oculta por la túnica blanca, hombros estrechos pero visibles incluso bajo la ropa sagrada, un rostro delicado y unos ojos verdes…
Unos ojos que deberían haber sido inquebrantables, pero que ahora temblaban de nerviosismo.
Solo entonces recuperó la conciencia.
Solo entonces se dio cuenta de que había estado completamente desconectado de la realidad.
—¿Se encuentra… bien?
—… ¿Eh?
Su respuesta fue tan torpe que tardó varios segundos en procesarla.
Todos sus sentidos estaban ralentizados.
Nunca había bebido alcohol, pero imaginó que estar completamente ebrio debía sentirse así.
Los sonidos que antes parecían ensordecedores ahora se sentían apagados, como sumergidos en el agua.
La luz, que solía ser cegadora, se volvió suave, como el amanecer.
Y en ese instante, todo le pareció… hermoso.
Las terminaciones nerviosas que antes se agitaban como una tormenta ahora se asentaron tranquilamente, como un lago en calma.
Las molestias que quería cortar de inmediato, aquellas cosas que le resultaban irritantes, desaparecieron de su campo de visión.
—¿Su Alteza?
Las personas que estaban alrededor se acercaron con cautela para observar a Ceres. Normalmente, no se habrían atrevido a hacerlo, pero el estado del príncipe heredero parecía diferente de lo habitual.
Si ese sacerdote había intentado hacerle algo extraño para dañarlo, sus propias vidas tampoco estarían a salvo.
Ya había ocurrido antes. En una ocasión, alguien intentó reemplazarlo con un falso sacerdote para atentar contra él. Tal vez esto era otro intento.
—¿Se encuentra… bien?
—……
Ceres ignoró sus preguntas y, en su lugar, bajó la mirada hacia Diarin y la muñeca que aún sostenía.
Diarin se deslizó con cautela, soltando lentamente la muñeca de Ceres y retirando su mano. Pero no pudo apartarla del todo, ya que la mano de Ceres atrapó su muñeca en un movimiento inverso. Esta vez, era Diarin quien había sido atrapado.
—Tú…
Ceres, que llevaba un rato mirándolo en silencio, finalmente dejó escapar una palabra.
Diarin contuvo la respiración y esperó pacientemente a que completara la frase.
—¿Qué eres?
—Soy Diarin, el sacerdote que ha sido asignado para servir a Su Alteza a partir de hoy.
Diarin respondió instintivamente.
—Ya veo… Eres un sacerdote de verdad.
—Sí, soy un sacerdote de verdad.
Ceres miró nuevamente la mano que aún sujetaba. En el instante en que esa pequeña mano lo tocó, su mundo entero se había puesto patas arriba.
Desde su nacimiento, siempre había sido extremadamente sensible. Esa sensibilidad se acentuó aún más tras haber pasado varias experiencias cercanas a la muerte.
Para sobrevivir, para no ser pisoteado por nadie, para aplastar a quienes codiciaban su posición, se había empujado a sí mismo hasta el extremo.
Cuando su sensibilidad llegó a un punto en el que empezó a entorpecer su propia vida, ya era demasiado tarde.
Sus nervios estaban constantemente tensos, las noches de insomnio se convirtieron en una rutina.
Probó todo tipo de remedios, buscó médicos, sacerdotes y hasta drogas para calmar su mente. Pero nada funcionó. La mayoría de los sacerdotes no eran más que farsantes manipulados por la política.
Pero este sacerdote… era real.
Ceres apretó un poco más la muñeca de Diarin, ajustando su agarre. Una sonrisa, algo que no recordaba haber hecho en mucho tiempo, apareció en la comisura de sus labios.
—Desde ahora, estarás siempre a mi lado.
—Sí, así lo haré.
—No puedes ir a ningún otro lugar.
—… ¿Eh…? Sí… ¿Perdón…?
¿Hasta ese punto?
Diarin había asumido que lo llamarían cuando fuera necesario para usar su poder sagrado. Técnicamente, era lo mismo… pero de algún modo, sentía que algo estaba muy mal en esta situación.
Una sensación escalofriante recorrió su espalda, haciéndole encogerse ligeramente de hombros.
El príncipe heredero, a diferencia de los rumores, sí sabía sonreír.
Pero eso era lo más aterrador.
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