⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Que tuviera expectativas sobre la comida… era la primera vez en su vida que le ocurría algo así.
Con una leve emoción recorriendo sus dedos, Ceres entrelazó su mano con la de Diarin.
Era más estable así que simplemente sujetarle la muñeca.
Aunque no fluía poder sagrado a través de su contacto, tal vez porque era un ‘verdadero’ sacerdote, con solo sostenerle la mano sentía que sus nervios afilados se calmaban un poco.
Apenas tomaron asiento, trajeron la comida.
—……Mmm.
Apenas la comida entró en la sala, una mezcla de aromas variados lo envolvió por completo.
Las comidas de Ceres solían prepararse con la menor cantidad posible de ingredientes combinados, sin casi condimentos, y lo más cercano posible a alimentos crudos.
Aun así, era inevitable que hubiera cierto olor.
Como siempre, frunció el ceño mientras miraba la comida con desconfianza.
El sirviente que traía los platos se puso rígido de inmediato.
Dejando los platos sin hacer ruido, retrocedió hasta una esquina del comedor y se mantuvo a la espera.
Ceres siguió observando la comida.
Era un ritual que se repetía antes de cada comida.
Ya sabía que no sería un sabor agradable, así que este era el momento en que se preparaba mentalmente.
Normalmente, esperaba hasta que la comida se enfriara casi por completo.
Solo así su nariz se acostumbraba al olor y se le hacía menos repulsivo.
Krrrrk.
Pero esta vez, antes de que pudiera esperar hasta el final, sonó un rugido.
El estómago de Diarin.
—… Ah.
Diarin se sonrojó y, con la mano libre, se frotó el vientre con torpeza.
—Cuando uso el poder sagrado, suele pasar esto.
No es que Ceres le hubiera dicho algo, pero igual se sintió avergonzada y murmuró una excusa para sí misma.
—Come bastante.
—¿Eh? ¿De verdad puedo comer también?
—…….
La mirada de Ceres parecía decir: ¿Realmente me ves como un jefe tan despiadado?
Podía matar si se le antojaba, pero al menos no la haría morir de hambre.
Diarin estaba confundida, pero no tenía intención de rechazar el banquete que tenía frente a ella.
—¡Gracias por la comida!
De inmediato, hundió la cara en los platos.
Seguía teniendo una mano atrapada por Ceres, pero al menos era la izquierda.
Su mano derecha estaba libre.
Tal vez fue un detalle pensado por el chef para comodidad de quien comía, porque la comida no requería cuchillo.
Solo tenía que pinchar con el tenedor y llevársela a la boca.
—¡Oh…!
Después de todo, era comida hecha por un chef imperial.
Apenas probó el primer bocado, sus ojos se iluminaron.
La energía drenada por el uso del poder sagrado y su agotamiento mental por los eventos recientes se recuperaron en un instante.
Además de todo, la comida estaba simplemente deliciosa.
Diarin olvidó por completo su dignidad como sacerdote y devoró el plato con desesperación.
—¡Esto es increíble! ¿Y esto qué es?
Nunca había visto platos así.
Incluso había ingredientes que ni siquiera reconocía.
Definitivamente, la realeza estaba en otro nivel.
Por primera vez en este trabajo infernal en el que literalmente arriesgaba la vida, vio una luz de esperanza.
Después de todo, comer bien es lo más importante en la vida.
Si podía comer así de bien, tal vez valía la pena arriesgar un poco su vida.
—¿Te gusta?
Si no hubiera sido por esa voz a su lado, probablemente habría seguido comiendo sin darse cuenta de nada hasta dejar el plato vacío.
Diarin levantó la cabeza, con sus mejillas infladas de comida, y miró a Ceres.
Sus ojos estaban tan redondos como sus mejillas llenas.
En ese momento, notó algo.
Mientras ella comía con tanto entusiasmo, Ceres ni siquiera había tocado su tenedor.
Se dio cuenta demasiado tarde.
—Eh… L-Lo siento. Es que estaba demasiado rico.
—Ya veo.
—Además, tenía mucha hambre…
—Hiciste bien.
Por suerte, no había cometido un error.
De hecho, hasta recibió un cumplido.
Aun así, no podía relajarse por completo.
Por sentido común, no tenía sentido que ella comiera mientras el príncipe heredero solo miraba.
—¿No va a comer?
Diarin, aunque demasiado tarde, finalmente recordó preocuparse por Ceres.
—No tengo manos.
Ceres levantó las manos entrelazadas con las de Diarin para mostrárselas.
Su mano derecha estaba completamente atrapada con la izquierda de Diarin.
Si era diestro, eso significaba que solo tenía la mano izquierda libre para comer.
—… Ah, puedo cambiarme de lado.
Diarin intentó soltar su mano para moverse al otro lado de la mesa.
Ya había comido lo suficiente, así que podía simplemente sentarse y esperar.
Sin embargo, antes de que pudiera soltar su mano, Ceres apretó los dedos con firmeza.
Diarin, sin opción, volvió a su asiento con torpeza.
—Me resulta más cómodo así.
—Entonces, por favor, coma.
—No puedo con la izquierda.
—……
Diarin lo miró con ojos llenos de muchas palabras sin pronunciar.
¿Y ahora qué se supone que haga?
Claramente, Ceres quería algo, pero Diarin no tenía idea de qué era.
—Tendrás que darme de comer tú.
—… ¿Eh…?
—¿Es difícil?
No era cuestión de que fuera difícil o fácil.
Otra vez, la confusión sobre si esto realmente formaba parte del trabajo de un sacerdote la invadió. Pero esta vez, su duda no duró mucho.
Ya había asistido a Ceres en el baño cuando estaba completamente desnudo. Comparado con eso, darle de comer ni siquiera parecía un verdadero acto de servicio.
—No, no lo es.
—El olor de la comida me resulta desagradable. Pero si eres tú quien me alimenta, quizá lo tolere mejor.
—… Ah. Entiendo.
Ceres incluso le dio una justificación detallada de por qué tenía que ser ella quien le diera de comer.
Aunque no estaba del todo convencida, por el bien de su propia paz mental, Diarin decidió aceptarlo sin más.
Tomó el tenedor, pinchó un trozo de comida y lo acercó a la boca de Ceres. Al igual que bañarlo, esta también era la primera vez que alimentaba a alguien.
Se sentía tan incómoda que la punta del tenedor temblaba.
Ceres, con una sorprendente precisión, atrapó la comida en su boca antes de que pudiera caer.
Diarin lo observó en silencio mientras masticaba. Solo estaba esperando a que tragara para ofrecerle el siguiente bocado, pero en algún momento, simplemente se quedó mirando cómo comía.
Sus labios eran pulcros, de un rojo sutil y natural sin ser llamativos. La línea de su boca se extendía en un ángulo afilado, dándole un aire serio y elegante.
Esa nitidez se suavizaba apenas cuando tomaba la comida.
Era un espectáculo hipnótico.
—Mm.
Mientras repetían esa rutina una y otra vez…
De repente, Ceres frunció el ceño y dejó de masticar.
—¿Qué, qué pasa?
¿No le gustó la comida?
Diarin trató de recordar qué le había dado de comer con un sentimiento de incomodidad. Pero era algo que ya había comido varias veces antes.
¿Se había cansado del sabor?
Sin entender qué estaba pasando, Diarin se limitó a observar.
Ceres tomó una servilleta y escupió la comida.
El sirviente que estaba de pie junto a la pared se estremeció, poniéndose rígido.
Los ojos de Diarin, que intentaban leer la situación, también se congelaron.
Algo no estaba bien.
Ceres tomó uno de los cubiertos restantes con la mano izquierda y cortó un trozo de la misma comida que acababa de escupir.
Sus movimientos eran tan fluidos como si usara la derecha.
Era ambidiestro.
Una mentira descarada.
Pero no era momento de discutir eso.
Ceres volvió a llevarse el bocado a la boca y esta vez lo probó con la punta de la lengua antes de dejar bruscamente los cubiertos con un sonido metálico. Luego, se levantó, soltando las manos entrelazadas.
—¿Su Alteza…?
Diarin, sobresaltada, se apresuró a ponerse de pie.
Pero Ceres no respondió y salió del comedor con paso firme.
Un presentimiento gélido la recorrió de pies a cabeza, como si le hubieran echado encima un cubo de agua helada.
Diarin lo siguió de inmediato.
El sirviente junto a la pared también se movió.
Los ojos de ambos se encontraron en el aire.
Ambos intuían lo mismo: algo malo estaba a punto de suceder.
Tenían que darse prisa.
Pero Ceres caminaba demasiado rápido.
Cuando salieron al pasillo, ya había desaparecido.
—¿Habrá ido a la cocina?
—Tal vez no.
El sirviente, que conocía mejor los patrones de Ceres, negó con la cabeza.
Ceres tenía la costumbre de actuar de manera impredecible.
En una situación como esta, lo lógico sería ir a la cocina, pero también existía la posibilidad de que no lo hiciera.
—¿Dónde fue Su Alteza?
Diarin, que corría a ciegas por el pasillo, se detuvo en seco al ver a una sirvienta sorprendida y le preguntó con urgencia.
La sirvienta señaló en una dirección con el dedo.
Sin dudarlo, Diarin corrió en esa dirección.
Por favor, que no sea demasiado tarde.
Con el aliento entrecortado, finalmente lo encontró.
—¡Ah…!
Y al ver la escena frente a ella, se quedó sin aliento.
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