⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
El contenido de la caja era extremadamente sencillo.
Más sencillo, básico, desgastado y pobre de lo que Diarin había esperado. Sin poder evitarlo, dejó escapar un sonido de frustración.
—¿De verdad esto es todo?
Unas pocas prendas que parecían nuevas y un par de zapatos.
Eso era todo.
Incluso revisando el fondo de la caja y buscando en los rincones, no había nada más. Literalmente, eso era todo.
—¿Tus pertenencias personales?
—No tengo.
Los ojos de Diarin temblaron visiblemente.
¿Cómo era posible no tener absolutamente nada?
Incluso ella, que pertenecía a un templo donde las posesiones personales estaban muy restringidas, llevaba consigo al menos una pequeña bolsa con cosas propias.
Podías comprar algo nuevo o conseguirlo en cualquier lugar, pero siempre había objetos que se adaptaban mejor a tu mano: un peine, un espejo, un calzador, un bolígrafo.
Cosas que podían tener un valor sentimental, un regalo de alguien especial, o simplemente traer recuerdos de cómo te sentiste al conseguirlas.
—¿Te lo quitaron? —preguntó Diarin con cautela.
—No.
Ceres respondió con naturalidad.
—Pero… seguro había cosas que usabas siempre. Algo, aunque fuera una espada.
—Todo el equipo era estándar.
—¿No era personalizado?
—Usábamos lo que nos daban.
—¿Cómo pueden hacerlo así?
Incluso los soldados de menor rango solían personalizar al menos una espada, algo que se ajustara bien a sus manos.
Algunos lo pagaban con su propio dinero, y a veces el ejército otorgaba armas como recompensa, lo que facilitaba conseguirlas.
Pero que una unidad destinada al frente utilizara equipo estándar para todos era sorprendente.
—Debemos ser capaces de usar cualquier arma al máximo de su capacidad.
—Ah…
Con la explicación adicional de Ceres, Diarin finalmente lo entendió.
Durante las batallas, no era raro perder o dañar un arma.
Parece que la Octava División entrenaba para estar preparados incluso para esas situaciones, desarrollando habilidades para manejar cualquier cosa que tuvieran en las manos.
Después de todo, si podían destrozar a un asesino con las manos desnudas, una piedra en sus manos podía convertirse en un arma letal.
Aun así, era extraño no tener ni un solo objeto personal al que le tuvieran cariño.
Incluso las personas suelen atribuir significado a una piedra pateada por casualidad o a un trozo de madera en el que se sentaron.
Diarin sacó de la caja una prenda nueva y bien doblada.
—Oh…
Pensó que sería equipo estándar, pero era ropa de muy buena calidad.
El tejido era increíblemente suave y liso al tacto.
Esto no era para un soldado, sino claramente para un ‘joven maestro’.
—Pruébatelo —dijo, extendiéndole la prenda de inmediato.
No era como la camisa vieja, rota y llena de agujeros que Ceres había estado usando hasta ahora.
Estaba emocionada por ver cómo se transformaría con esa ropa.
Ceres asintió y, sin pensarlo, comenzó a quitarse la bata en el acto.
—¡No te desnudes frente a la gente!
Diarin exclamó apresuradamente.
Pero la bata ya había caído al suelo, a sus pies.
Ceres miró la bata en el suelo con una expresión de confusión.
—Para ponérmelo…
Tenía que quitarse la ropa para cambiarse.
Pero también tenía la orden de mantenerse vestido frente a los demás.
Las órdenes se contradecían.
Ceres parecía completamente desconcertado.
—Fue mi culpa…
—¿Eh?
Incluso las órdenes requieren un orden lógico y claridad.
Aunque Diarin no había planeado darle órdenes, para alguien que seguía todo al pie de la letra, la situación podía ser confusa.
—Solo vístete rápido.
Diarin lo detuvo cuando intentaba recoger de nuevo la bata y se dio la vuelta.
Si ella no miraba, no habría problema.
Bueno, tal vez si se acostumbraba a verlo desnudo, ya no sería tan incómodo.
Después de todo, era un cuerpo agradable a la vista.
Si otras personas lo vieran, probablemente también lo disfrutarían.
Sería beneficioso para todos: él estaría cómodo, y los demás tendrían algo bonito que ver.
Al fin y al cabo, no todos los jóvenes maestros eran completamente educados.
La etiqueta existe para no incomodar a los demás.
El cuerpo desnudo de Ceres no parecía que pudiera incomodar a nadie. Más bien, podría iluminar el mundo.
—De todas formas, vístete rápido.
Diarin extendió el brazo hacia atrás, entregándole la ropa mientras mantenía la mirada hacia otro lado.
Se escucharon sonidos de Ceres poniéndose la ropa, deslizándola por su cuerpo.
Por alguna razón, esos sonidos le hicieron sentir un cosquilleo incómodo, como si algo tocara su corazón.
Dios que llena los cielos y recorre la tierra, tu nombre, que habita en todo momento y lugar, embellece este mundo…
Diarin recitaba una oración en su mente, tratando de borrar la imagen del cuerpo desnudo de Ceres de su cabeza.
Ella era una sacerdotisa que vivía para mirar solo a los dioses.
Hombres, relaciones románticas… eran cosas lejanas para alguien como ella.
Por supuesto, había quienes, a escondidas, lo hacían todo. Y si querían casarse, simplemente abandonaban el sacerdocio.
Pero eso era una opción solo para aquellos que podían mantenerse fuera del templo.
Adaptarse al mundo como un sacerdote secularizado no era nada fácil.
Cuando eras sacerdote, te veneraban como si fueras una existencia sagrada desde tu nacimiento. Pero el momento en que te quitabas las vestiduras sagradas, pasabas a ser tratado como un elemento contaminante y caído en desgracia.
Era mucho más difícil encontrar trabajo que para una persona común, y las burlas y el acoso eran algo prácticamente inevitable.
Por eso, aquellos que abandonaban el sacerdocio eran personas que, o bien estaban locamente enamoradas y llenas de valentía, o provenían de familias adineradas.
Diarin no pertenecía a una familia adinerada, por lo que nunca contempló abandonar el sacerdocio.
Así que evitaba mirar a los hombres como si fueran meras piedras en el camino.
Dado que no eran objeto de su interés, tampoco los veía con especial atención.
A pesar de ello, el cuerpo de Ceres hacía que su corazón latiera con fuerza.
—He terminado de vestirme.
—¿Ya te lo pusiste todo?
Diarin, distraída en pensamientos poco apropiados, se dio la vuelta de forma torpe, como si la hubieran pillado haciendo algo malo.
Y entonces, se quedó asombrada.
—¡Wow! ¿Quién eres?
—¿…? Soy Ceres.
—… Cuando alguien no te reconoce de lo cambiado que estás, eso se dice como un cumplido.
—Ah.
Ceres, al darse cuenta, corrigió su respuesta:
—Gracias.
—Muy bien, excelente.
Diarin sintió que valía la pena enseñarle cosas.
Se acercó a él y ajustó los detalles de su atuendo, que estaba mal abrochado y desordenado. Sacó el cuello de la camisa, abrochó los botones que estaban fuera de lugar, y completó su apariencia.
Retrocedió un paso para observarlo y quedó impresionada.
—Esto va a causar un alboroto en la alta sociedad. Vas a revolucionar las fiestas.
No todos los nobles son apuestos. Por mucho que se arreglen, la belleza innata no se puede superar.
La apariencia brillante de Ceres ciertamente podría causar una conmoción en cualquier salón de baile.
Diarin comenzó a sentir ambición.
Ya que estaba haciendo esto, ¿por qué no convertirlo en un auténtico príncipe que podría arrasar en la sociedad?
Era la primera vez en su vida que sentía tanta pasión por hacer algo.
—Camina un poco.
Ceres comenzó a cruzar la sala de estar a paso firme en respuesta a sus palabras.
Su cuerpo perfectamente equilibrado y sus movimientos precisos producían un efecto sorprendente.
La combinación de su físico ágil y flexible, como el de una bestia, con su elegante atuendo de ‘joven maestro’ era impactante.
Incluso alguien como Diarin, que no entendía mucho de la alta sociedad, sabía que eso era suficiente para cautivar los corazones de las personas.
—De verdad pareces un joven maestro.
En realidad, no sería difícil creer que fuera un príncipe secreto.
Con el aspecto que ahora tenía, aunque no tuviera modales perfectos, sería suficiente con no comportarse de manera escandalosa.
Después de todo, nadie esperaba modales impecables de alguien de la Octava División.
Con solo quedarse quieto, se convertiría automáticamente en el centro de atención.
Diarin pensó en lo que podría haber sido su vida si no hubiera sido reclutado para el ejército cuando era pequeño.
Quizás ahora estaría disfrutando de esa vida de nobleza.
Ese pensamiento surgió probablemente porque acababa de encontrarse con el tercer príncipe.
—Con ese rostro tan increíble, ¿cómo terminaste en la Octava División?
Con una apariencia así, seguro que de niño eras tan adorable como Sevian.
Todos los miembros de la Octava División fueron reclutados desde pequeños, pero ¿cómo pudieron enviar al ejército a un niño que seguramente era tan encantador?
¿Por qué no hubo ningún adulto que lo detuviera?
—No tengo recuerdos.
—¿Por ser demasiado pequeño?
—No tengo recuerdos de antes de ingresar al ejército.
Diarin ladeó la cabeza, percibiendo algo extraño.
—¿Qué edad tenías cuando eso pasó?
—No lo sé.
—… Entonces, ¿cómo obtuviste tu nombre?
—No lo sé.
Diarin comenzó a relacionar esto con el hecho de que Ceres carecía incluso de conocimientos básicos.
No sabía su edad ni de dónde provenía su nombre.
Pero ‘Ceres’ no sonaba como un nombre elegido al azar; parecía haber algo especial en él.
—¿Siempre te llamaste Ceres?
—Sí.
Eso significaba que al menos alguien debía haberle dado ese nombre.
Pero no recordaba quién había sido.
—¿El ejército te borró los recuerdos?
—No, nunca los tuve.
—¿Todos los de la Octava División son así?
—No, algunos tienen recuerdos.
No parecía ser una práctica estándar del ejército borrar los recuerdos de todos.
Entonces, ¿por qué no tenía recuerdos Ceres?
Decir que nunca los tuvo era algo ambiguo.
Podría haber ocurrido un accidente, o tal vez alguien más los había borrado antes de que ingresara al ejército.
—Espera un momento.
Diarin volvió a colocar sus manos sobre la cabeza de Ceres.
Si había algo relacionado con sus recuerdos, quizás podía percibirlo.
Hasta ahora solo se había centrado en estabilizarlo y sanarlo, sin pensar en explorar esa posibilidad.
Cerró los ojos y se concentró al máximo.
¿…? Parece que hay algo…
Comments for chapter "23"
MANGA DISCUSSION