⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
La cabeza de Ceres estaba llena de hechizos y técnicas mágicas entrelazadas de manera compleja.
El hechizo que había en su mente era burdo, pero la técnica aplicada era tan antigua que rastrear sus huellas y desentrañarlas resultaba extremadamente difícil.
Si Diarin lo manipulaba sin cuidado, podría dejar a Ceres en un estado irreparable.
Además, tratar con la mente no era un campo en el que Diarin tuviera experiencia, lo que la hacía aún más cautelosa.
Solo después de estudiar y entrenarse adecuadamente podría intentar algo.
Lo único seguro era que alguien había sellado los recuerdos de Ceres con magia.
Y no solo eso, lo habían hecho cuando era un niño muy pequeño.
¿Cómo pasó esto? ¿Quién lo hizo? ¿Por qué?
La curiosidad la invadía.
¿Por qué alguien haría algo así a un niño tan pequeño? ¿Qué pudo haber ocurrido?
Sin embargo, preguntárselo no resolvía el misterio de inmediato.
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Con una nueva misión en mente, Diarin se puso manos a la obra.
El poder sagrado no tenía un camino definido.
Cada persona poseía habilidades únicas y diferentes orientaciones en el uso de su poder.
No había estándares para medirlo ni una forma establecida de entrenarlo o enseñarlo.
Por eso, en lugar de enfocarse únicamente en el poder sagrado, decidió estudiar la parte física.
La medicina, la biología y la anatomía humana eran las disciplinas en las que se especializaban los sacerdotes.
Diarin no dudó en pedir recursos para profundizar en ellas.
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—¡Vaya, ¿todo esto?!
Delante de Diarin se apilaban libros como montañas.
La cantidad superaba con creces lo que había imaginado cuando hizo su solicitud.
—Recibimos instrucciones de no escatimar en recursos y apoyarla tanto como fuera posible —dijo Roben, orgulloso, mientras se encogía de hombros como si él mismo los hubiera pagado.
No era para menos, ya que además le entregó un grueso saquito de monedas de oro y un libro de cheques.
—No dude en usar lo que necesite. Y si falta algo, solo dígalo.
—¡Que los dioses te bendigan! —exclamó Diarin emocionada.
Aunque no sabía si los dioses realmente lo harían, tenía la intención de orar fervientemente, rogar y, si era necesario, incluso amenazar para conseguir su ayuda.
El entusiasmo de Diarin hizo que Roben también se echara a reír.
—Por cierto, ¿para qué necesita todo esto?
Roben miró los libros de anatomía y medicina con curiosidad.
Diarin también había solicitado manuales de etiqueta, libros de caligrafía y hasta de cocina para enseñar a Ceres.
El último, en realidad, era un capricho personal de Diarin, pero justificó que comer bien también era una obligación importante.
—Creo que tendré que tratar temas relacionados con la memoria —respondió Diarin.
—¿La memoria?
Roben entrecerró los ojos, desconfiado.
—¿No será que alguien más está intentando sonsacarle información confidencial?
—¿Alguien más?
Tras la guerra con Racklion, Sorven había sido derrotado.
El rey de Sorven había salvado su vida aceptando ser vasallo de Racklion, y el príncipe Grelind había sido enviado como rehén.
Hasta la muerte del rey de Sorven, Grelind no podría regresar a su reino.
Y si Grelind se convertía en rey y tenía descendencia, ese nuevo príncipe heredaría el mismo destino.
Sorven había quedado completamente bajo el control de Racklion.
Exceptuando a Sorven, no había muchos lugares interesados en obtener información militar de la Octava División de Racklion.
—Si no ha pasado, mejor —dijo Roben.
—¿Entonces hubo intentos en el pasado?
—Ha habido algunos intentos desafortunados. Por favor, tenga cuidado, Diarin.
Roben parecía reservado al hablar, y Diarin decidió no indagar más.
Después de todo, ya había recibido lo que necesitaba.
Cuando Roben se fue, Diarin regresó a la mansión haciendo sonar alegremente el saquito de monedas.
Ceres estaba sentado tranquilamente en la sala, esperándola.
—A partir de hoy comenzaremos a estudiar en serio.
—De acuerdo.
Esperaba que al mencionar ‘estudiar’ él reaccionara con disgusto, como cualquier persona normal.
A excepción de unos pocos, a casi nadie le gusta estudiar.
Incluso los sacerdotes a menudo desean escapar de las largas horas de estudio de teología y doctrinas.
Pero Ceres permaneció imperturbable.
Diarin, que había esperado ver una expresión de fastidio o incomodidad, quedó decepcionada.
Era un deseo casi travieso: si no podía verle sonreír, al menos quería hacerlo reaccionar de otra forma.
Pero no hubo tal reacción.
Diarin apiló una montaña de libros frente a Ceres.
—Primero aprendamos a escribir.
Sin embargo, no pudieron empezar de inmediato.
Para enseñar a escribir, necesitaban papel y pluma, cosas que no tenían en la mansión.
Aunque habían preparado todo lo necesario para comer y vivir, nadie había pensado en materiales de escritura.
Pero esta vez, al pedir los libros, también había solicitado tinta, plumas y papel de alta calidad.
Las herramientas que recibió eran de lo mejor: plumas con detalles dorados, tinta de un brillo exquisito y papel tan fino que permitía que la pluma se deslizara suavemente, sin interrupciones ni manchas.
Diarin pensó que empezar con lo mejor era una buena estrategia.
Después de todo, un verdadero ‘joven maestro’ debía ser un poco ingenuo sobre las cosas del mundo.
—Muy bien, empecemos con lo básico. Estas son las letras principales. Te mostraré cómo se escriben en orden.
Diarin comenzó a escribir cuidadosamente, trazo a trazo, letra por letra.
En realidad, su caligrafía no era precisamente bonita.
Siempre había escrito de manera descuidada, pensando que con que fuera legible era suficiente.
Sin embargo, ahora que tenía que enseñarle a Ceres, se esforzaba por escribir con precisión, aunque le resultaba terriblemente incómodo algo que no solía hacer.
—Mmm…
Cuanto más intentaba concentrarse, peor le salía.
Las letras que trazaba terminaban siendo más torcidas que de costumbre.
—Solo fíjate en el orden en que escribo. La forma puedes seguirla según este libro —dijo, resignándose.
Un buen maestro es alguien capaz de reconocer sus propias limitaciones.
Diarin decidió renunciar a enseñar caligrafía, tal como lo había hecho con la cocina.
Ceres tomó la pluma que Diarin le ofrecía.
—La pluma se sujeta así. Eso es, lo estás haciendo bien.
Cuando Diarin corrigió la posición de sus dedos, Ceres la imitó perfectamente.
Temía que sujetara la pluma de forma extraña, como un niño pequeño, pero su postura al sostenerla era sorprendentemente elegante.
Ahora, si solo lograba escribir con la misma gracia, sería perfecto.
Sin esperar demasiado desde el principio, Diarin señaló la primera letra.
—Muy bien, despacio. Una letra a la vez, con calma y…
Antes de que terminara de hablar, Ceres ya había comenzado a mover la pluma.
El trazo fluyó con suavidad, dibujando en el papel letras pulidas, como si estuvieran impresas.
La mandíbula de Diarin cayó.
N-no puede ser… ¿Es un genio?
—¿Cómo es posible? ¿Cómo hiciste eso? —preguntó, atónita.
—Mirando —respondió Ceres con calma.
La respuesta de Ceres la dejó estupefacta.
¿Acaso yo escribo con los ojos cerrados?
Comparada con la escritura de Ceres, la caligrafía de Diarin bien podría haber sido hecha a ciegas.
Incrédula, decidió ponerle un desafío más difícil. Le mostró una palabra larga, complicada, que combinaba mayúsculas y minúsculas de manera entrelazada, algo que podría ser confuso para un principiante.
Esto debería costarle un poco…
Pero Ceres, como si hubiera pasado su vida escribiendo, replicó las letras con fluidez y exactitud, como si fuera un académico consumado.
Diarin sintió el vasto mundo a su alrededor.
Había personas con habilidades extraordinarias en todos los rincones.
Ceres no solo tenía una caligrafía impecable, sino que también memorizaba lo que le mostraban de una sola vez. Después de que le leyeran las palabras, era capaz de recordarlas y recitarlas.
Esto no tiene sentido.
El cachorro salvaje que pensaba que tenía resultó ser un perro de raza pura y brillante.
Y lo más desconcertante era que su talento no se alineaba con lo esperado.
El ‘cachorro loco’ parecía especializado en el manejo de espadas, pero su habilidad se destacaba en el ámbito intelectual, como un estudiante de letras.
Por curiosidad, Diarin quiso probar si también era bueno en matemáticas, pero ella misma era mala con los números, así que lo dejó pasar.
¿No habrán subestimado su potencial en la Octava División?
Con un dominio del lenguaje como este, tal vez habría sido más útil como espía o agente de inteligencia en algún país extranjero.
Ceres avanzaba rápidamente, como si hubiera nacido sabiendo escribir.
En un día, fue capaz de leer libros básicos. Ahora solo necesitaba práctica para ganar velocidad.
—Ah, es cierto. También necesitamos hacer tu firma.
Un joven señor como él tendría que firmar en muchas ocasiones.
Desde cartas hasta libros de visitas en fiestas y eventos importantes.
Además, si Ceres iba a convertirse en un héroe nacional, seguramente asistiría a muchos eventos llenos de glamour.
La mención de las fiestas trajo recuerdos amargos a Diarin.
Solo había asistido a una fiesta en su vida.
Aunque su familia carecía de dinero, eran nobles, por lo que debían presentarse al menos una vez en la sociedad.
Cuando su hermano debutó en el círculo social hace dos años, toda la familia juntó dinero para comprarle un elegante traje.
Diarin pensó que, cuando fuera su turno, también podría llevar un vestido adornado con encajes que nunca antes había tenido.
Pero su madre, sin dinero, le consiguió un vestido pasado de moda prestado por un pariente lejano.
El resultado fue que no solo pasó desapercibida como ‘la flor del muro’, sino que también fue motivo de risas y burlas de todos los presentes.
Aquel día, la humillación quedó grabada en su memoria.
Desde las miradas de burla de los transeúntes en el camino hacia la fiesta hasta las crueles risas de los asistentes, fue demasiado para una joven inexperta.
No sabía ni siquiera que practicar la firma era importante.
Cuando vio las firmas elegantes en el libro de visitas, se avergonzó de haber escrito su nombre con trazos temblorosos.
No quería que Ceres experimentara algo similar.
—A veces, las firmas se mandan a diseñar por expertos, pero primero deberías intentar hacer una que te guste. Luego puedes encargarla si quieres.
—Entendido.
—Inténtalo. Ah, una firma es algo así.
Diarin le mostró las firmas de los autores en las primeras y últimas páginas de los libros.
Las firmas eran elegantes y elaboradas, como cabría esperar de escritores renombrados.
Ceres observó las firmas detenidamente, luego movió la mano en el aire varias veces como practicando.
Finalmente, sumergió la pluma en tinta y comenzó a escribir.
El sonido del plumín rasgando el papel resonó.
—Vaya…
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