⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Ante la pregunta de Diarin, Roben rompió a llorar desconsoladamente.
—¡No todos los sacerdotes son tan competentes como usted, Lady Diarin…!
—Shhh, no hagas ruido.
—Oh, lo siento.
Aunque sus penurias daban pena, no se podía tolerar que armara escándalo.
Ante la advertencia de Diarin, Roben rápidamente se recompuso y tragó sus lágrimas. Incluso él pudo notar que Ceres, quien abrazaba la cintura de Diarin, estaba al borde de perder la paciencia.
—Halt es un soldado del octavo escuadrón, y golpeó a su sacerdote encargado hasta dejarlo inconsciente.
Era un accidente completamente previsible.
Diarin acarició suavemente el cabello de Ceres.
Aun así, mi chico es bueno.
Aunque no le hacía ningún cuidado especial, el cabello de Ceres era increíblemente liso y suave. En momentos como este, parecía cierto eso de que la belleza se nace con ella.
Diarin, quien casi se dejaba llevar por la sensación del cabello de Ceres, parpadeó y levantó la cabeza, recapacitando sobre las palabras de Roben.
—¿Entonces?
—Dado que está realizando tan admirablemente la voluntad divina, ¿podría encargarse de uno más? Solo uno más.
Diarin respondió con una sonrisa:
—Incluso si Dios escuchara, se enfadaría.
—Eso es cierto.
Roben lo admitió con franqueza.
Sin embargo, no tenía otra opción. No quedaban muchos sacerdotes a quienes pudiera asignarles esa tarea, y de los pocos seleccionados, la mayoría caía en las primeras etapas. Ya no quedaba nadie más a quien recurrir.
—Si incluso usted lo abandona, esa pobre alma será descartada por completo.
—¿Eh?
—Así es. Si lo dejamos libre, será como una bomba ambulante. Pero tampoco podemos encerrarlo; sería indigno para alguien que ha luchado por su país. Matarlo podría ser lo más práctico.
—Espera, espera, ¿de verdad piensan matarlo? ¿Quién decidió eso? Bueno, no importa.
Era una decisión tan absurda que lo preguntó por instinto, aunque probablemente quien lo decidió era alguien de alto rango en la realeza. Tal vez incluso el propio emperador.
—¿Realmente lo matarán?
—Es una posibilidad.
—Haa…
Ceres finalmente estaba calmado, y la vida se había vuelto más llevadera.
Pero el mundo no permitía que nadie viviera tranquilo.
Diarin suspiró profundamente.
—Pero si están juntos, podría haber un desastre mayor.
—No creo que sea para tanto. Vivieron juntos en el escuadrón, después de todo.
—Bueno, pero…
Pensándolo mejor, empezaba a dudar.
Sin embargo, imaginarse repitiendo las mismas medidas que aplicó con Ceres a una nueva persona la hacía sentir abrumada.
—Solo necesita cuidarlo temporalmente.
—¿En serio?
—Sí, mientras encontramos otro sacerdote dispuesto a encargarse de él. Solo asegúrese de que no cause problemas graves mientras tanto.
—Hmmm…
Eso era manejable.
Pero no veía por qué tenía que ser ella quien lo hiciera.
Diarin retrasó su respuesta.
Entonces, Roben, con los ojos brillando, hizo una propuesta.
Esto no es la primera vez que hago un trato.
—Además, se le pagará el doble por gestionar a dos personas.
—Hmmm… ¿Dos personas realmente solo requieren el doble de esfuerzo?
Incluso los gemelos pueden ser tres veces más difíciles de manejar.
Si ese es el cálculo, estoy decepcionada.
Bajo la mirada de Diarin, Roben corrigió rápidamente sus números. Él era quien más necesitaba llegar a un acuerdo.
—Por supuesto, solo los costos básicos de gestión serán el doble. Los incentivos adicionales, que por supuesto ‘merece’ recibir, serán cuatro veces más. Aunque eso no se compara con la magnanimidad divina que usted demuestra…
—Dios nos dice que no debemos ignorar a los necesitados.
—Entonces…
—No lo criaré, quiero decir, no asumiré la responsabilidad a largo plazo. Pero puedo cuidarlo temporalmente.
—¡Gracias! ¡Gracias!
Aunque creo que el más necesitado en este momento soy yo.
El dinero era un medio importante para consolar y salvar a las personas.
Diarin esbozó una leve sonrisa.
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—No te acerques.
Después de que Roben se marchara, Diarin se dirigió a la puerta de la habitación para comprobar si todo estaba en orden. Ceres la detuvo.
—Tranquilo, dijeron que lo sedaron.
Diarin acarició la espalda de Ceres para calmarlo.
Aunque pertenecían al mismo escuadrón, la desconfianza era evidente.
Antes de irse, Roben le había explicado algunas cosas sobre el hombre.
Se llamaba Halt.
Le entregaron un silbato igual al que usaron para contener a Ceres.
Aunque el silbato de Ceres ya casi no era necesario, siempre lo llevaba consigo por si ocurría algo fuera de su control.
En la muñeca de Diarin colgaban dos silbatos que tintineaban al moverse.
Cuando intentó abrir la puerta nuevamente, Ceres se interpuso.
—Está despierto.
¡Crash!
Justo en ese momento, la puerta se hizo añicos.
—¡Maldita sea! ¡Nunca me engañas, maldito bastardo!
Entre los restos de la puerta, un hombre se lanzó hacia ellos.
Ceres empujó a Diarin hacia atrás y se adelantó.
Los dos locos comenzaron a pelear.
Diarin optó por mantenerse a una distancia segura y observar.
Ya era demasiado tarde para detenerlos.
Y tampoco tenía intención de usar los silbatos para intentar calmarlos.
Después de todo, no era un ataque contra personas normales; eran miembros del octavo escuadrón. Seguro se las arreglarían entre ellos.
—Cállate.
—¡Tú cállate, maldito perro!
—Soy Ceres.
—¡Mierda, el más loco de todos!
Luchando a una velocidad imposible de seguir con la vista, los gritos no cesaban.
Diarin se sorprendió.
¿Podría ser que esto sea su forma de comunicarse?
Aunque ambos eran del octavo escuadrón, Halt era considerablemente diferente de Ceres.
Ceres encajaba con la idea típica de un soldado del octavo escuadrón: una bestia indomable. Halt, en cambio, aunque también era violento, parecía más humano a simple vista.
Si bien había atacado a un sacerdote hasta el punto de necesitar protección temporal en otro lugar, seguía siendo, sin duda, otro ‘perro loco’ del octavo escuadrón.
—¡Aaagh! ¡Maldito perrooooo! ¡Me dueleeeeee!
Finalmente, el vencedor fue Ceres.
Sin embargo, Halt no se lo había puesto fácil. El elegante porte de Ceres ahora estaba hecho jirones.
Ceres continuó golpeando a Halt hasta que este se quedó completamente quieto.
Sorprendentemente, esta manera ‘ruda’ de domar al perro loco resultó efectiva. Halt finalmente guardó silencio.
—Haa…
Ceres, tras haber logrado callar a Halt, exhaló pesadamente mientras se ponía de pie.
Era la respiración más pesada que Diarin había escuchado en mucho tiempo.
Tal vez igual de intensa que la que tuvo cuando lo conoció por primera vez.
Diarin se puso en alerta.
—¿Estás bien?
—Haa…
—¿Te lastimaste?
—No.
La respuesta de Ceres logró tranquilizarla un poco.
Diarin, más calmada, se acercó a él.
Abrió los brazos, y Ceres, como un reflejo, se arrodilló y rodeó la cintura de Diarin con sus brazos.
—Haa… haaa…
El aliento de Ceres, caliente, se sentía contra el vientre de Diarin.
Ella acarició lentamente su cabello mientras preguntaba:
—Dijiste que no peleaban cuando vivían juntos, ¿no?
—Era una orden, así que me contuve.
—¿Ah? ¿Pudiste contenerte?
—Era más tranquilo que esto.
Incluso ocultar su presencia requería esfuerzo. Halt ni siquiera hacía el intento.
Ceres tampoco lo hacía. Este era su territorio, y no había razón para esforzarse en eso.
Además, desde que estaba con Diarin, había descuidado tanto el acto de ocultarse como el de percibir el entorno.
Podría volver a afilar sus sentidos si lo necesitaba, pero ahora prefería esta calma.
—Entonces, ¿tendrán que seguir peleando así todo el tiempo?
Ceres no respondió.
Ni siquiera él podía preverlo.
Aunque hoy había dejado a Halt bastante golpeado, eso no significaba que se rindiera. En el octavo escuadrón, ni los golpes ni las heridas solían quebrar a alguien. Al contrario, alimentaban su espíritu combativo.
Halt, en particular, era del tipo que guardaba rencor durante mucho tiempo.
No todos los del octavo escuadrón tenían el mismo estilo de lucha.
Aunque eran una unidad de ataque, dentro del grupo había especialistas en combate a larga distancia, corta distancia, cuerpo a cuerpo, y combate contra múltiples enemigos.
Por supuesto, estaban entrenados para adaptarse a cualquier situación y cubrir cualquier posición si alguien caía en combate.
Sin embargo, las inclinaciones individuales siempre salían a la luz.
Ceres, por ejemplo, carecía casi por completo de estas inclinaciones. Quizás por eso había logrado sobrevivir tanto tiempo.
Halt, por otro lado, era experto en infiltración y ataques sorpresa.
En situaciones extremas, podía esperar más tiempo que nadie, reduciendo al mínimo su presencia. Era ideal para emboscadas y asesinatos.
Pero prever cómo actuaría alguien como Halt era complicado.
—Si sigue así, lo eliminaré.
En el campo de batalla, había soldados que, ya sea por problemas físicos o mentales, no podían soportar la presión. En esos casos, se les ejecutaba.
Ceres había eliminado a algunos compañeros con sus propias manos.
No era un proceso complicado. El comandante daba la orden al soldado más cercano, y eso era todo.
Aquí no sería diferente.
Si Halt se convertía en una amenaza para Diarin o para él mismo, lo eliminaría sin dudarlo.
—Ejem… Eso sería como último recurso.
Diarin tosió con fuerza, intentando detener esa línea de pensamiento.
Aunque era una solución limpia, también era extrema.
Esto no era un campo de batalla, y no veía la necesidad de derramar sangre innecesariamente. Además, su bonificación dependía de mantener la situación bajo control.
Ceres, obediente, asintió a las palabras de Diarin.
—Entonces intentemos resolverlo de la manera más suave posible.
—Entendido.
La manera más suave posible.
Ceres, mientras limpiaba, encontró una cuerda especialmente suave en el almacén.
Usó esa cuerda para atar firmemente a Halt.
Cuando recobrara la conciencia, pensaba resolver la situación golpeándolo de la manera ‘más suave’ que pudiera.
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