⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Wow! Yo… ¡comiendo en la misma mesa que ese maldito perro loco! Bueno… ¡Que aproveche!
A pesar de las preocupaciones de Diarin, Halt resultó ser más cooperativo de lo esperado.
Aunque había sido atado firmemente y golpeado un poco más ‘suavemente’, sorprendentemente era mucho más comunicativo que Ceres.
—¡Vaya, esto está delicioso! Hermana sacerdotisa, ¿esto lo hizo este tipo?
—Sí… ¿Tienes buen gusto, eh?
Diarin respondió relajadamente mientras Halt la llamaba con naturalidad ‘hermana sacerdotisa’. Su nivel de sociabilidad era asombroso.
El octavo escuadrón también podía ser así, al parecer. Diarin estaba tan sorprendida que casi se le salieron los ojos.
—Ah, si tienes lengua, claro que puedes saberlo. ¿Por qué no?
—¿Ceres, tú también lo notas?
—…Sí.
La respuesta tardó un poco. No parecía muy seguro.
Diarin ladeó la cabeza con curiosidad.
Normalmente, Ceres era categórico al responder: si sabía algo, lo decía, y si no, también. Pero solo dudaba cuando algo lo incomodaba profundamente.
¿Por qué algo tan trivial como el sabor le haría vacilar?
Por lo que Diarin había observado, Ceres tenía un sentido del gusto claro, pero no parecía disfrutar los sabores. Podía identificar los ingredientes y describir con precisión el sabor, pero no lo disfrutaba realmente. Halt, en cambio, comía con verdadero placer.
—Entonces, Halt, ¿no puedes oír, por ejemplo, el sonido de mi corazón o el de un pájaro que pasa?
—Puedo oírlo.
—…¿Y no te molesta?
Halt dejó de comer y reflexionó un momento ante la pregunta inesperada.
—Nunca me he puesto a pensar si me molesta.
—Mira tú, ¡hasta puedes pensar!
Diarin estaba impresionada.
Así que puede pensar… interesante.
—Eh, hermana sacerdotisa, usted también me está tratando como a un perro. Aunque, bueno, sí lo soy.
—Perdón.
Diarin se disculpó rápidamente.
Aunque parecía un perro de verdad, llamar así a una persona era una falta de respeto.
En un campo de batalla, siendo su superior, habría gritado cosas como ‘¡perros bastardos!’ sin pensarlo. Pero ahora, como civilizada persona en tiempos de paz, buscaba vivir de manera más educada y social.
Halt arqueó una ceja, como si estuviera sorprendido por la disculpa.
—Hermana, es usted una gran persona.
—Bueno, no voy a negar que soy bastante genial.
—…
—¿Hace falta que me mires tan serio?
—No, es que… me ha impresionado demasiado…
Desvió la mirada y murmuró. Esa reacción dejaba claro que, definitivamente, tenía habilidades sociales.
—Eres muy diferente de Ceres. A pesar de que recibieron el mismo entrenamiento, las mismas técnicas y encantamientos.
—Sí, pero cada uno tiene su base. Ah, pero yo soy un poco distinto de los demás perros.
—¿En qué sentido?
—Entré siendo mayor. Aunque casi me capturan, al final fui por mi cuenta. Así que sabía más del mundo, recibí menos tratamientos y esas cosas.
Aquellas palabras iluminaron la mente de Diarin.
Era una oportunidad para desentrañar los complejos tratamientos y hechizos a los que Ceres había sido sometido.
Incluso preguntándole a Roben, no pudo obtener respuestas claras. Dijo que eran prácticas no oficiales, nunca registradas, y que solo los ejecutores o los sujetos sabían los detalles.
Ni siquiera Roben, quien fue estratega general del ejército, conocía los pormenores. El octavo escuadrón tenía administradores específicos asignados por el ejército imperial, y Roben no podía interferir.
Dado que manejar al octavo escuadrón era una pesadilla, lo ignoraba tanto como podía. Había muchas otras prioridades en las que un estratega debía concentrarse.
La función de un estratega era asignar las fuerzas necesarias en el lugar adecuado y diseñar estrategias ganadoras, no preocuparse por si los ‘perros locos’ comían bien o dormían lo suficiente.
Roben nunca imaginó que tendría que lidiar con ellos tras la guerra, y siempre se quejaba al respecto. Fue durante esas quejas que Diarin aprendió fragmentos de información valiosa.
Sin embargo, ahora Halt, inesperadamente, estaba proporcionando datos útiles.
—¿Sabes qué tipo de tratamiento era?
La voz de Diarin se elevó de emoción.
Había intentado descubrirlo sin éxito. Incluso un indicio ayudaría a abrir nuevas puertas.
—Eso lo sabrán los que lo hicieron.
—¿Pero tienes una idea de para qué servía?
—Bueno… principalmente para agudizar los sentidos.
Halt miró hacia el techo, buscando en su memoria.
Al principio, desconfió e intentó evitarlo, pero con el tiempo, su única prioridad fue sobrevivir en ese infierno.
Ya fuera a través de tratamientos, hechizos o drogas, dejó de resistirse y aceptó todo.
Por eso, no recordaba muchos detalles.
—Ah, aunque yo resistí bien y no lo recibí, a los que se volvían inútiles les borraban la memoria.
—¿La memoria…?
El recuerdo perdido de la infancia de Ceres.
Diarin había sospechado que estaba relacionado con algún tratamiento, pero esta era la confirmación que necesitaba.
—Sí. Algunos casi morían en combate y quedaban tan traumatizados que ya no podían luchar. Como los habían entrenado a un alto costo, los superiores no querían desperdiciarlos.
—¿Cómo les borraban la memoria?
—Eso no lo sé, nunca me lo hicieron.
—Ah…
Podrían haber usado drogas, tratamientos o encantamientos. Si lograba averiguarlo, sería más fácil acercarse al problema.
Aunque la falta de detalles era frustrante, obtener el contexto general ya era un gran avance.
Entender las intenciones del ejecutor haría más fácil seguir el rastro.
—¿Recuerdas cómo se comportaban después?
—¿Cómo eran? Pues… básicamente, se volvían idiotas. Olvidaban cómo hablar, cómo vivir. Pero, por instinto, seguían luchando bien cuando los arrojaban al campo de batalla.
Así era como se convertían en los perros locos.
Cuando los jóvenes no soportaban la presión de la guerra, les borraban la memoria, agudizaban sus instintos y los entrenaban de nuevo.
Era inhumano.
Diarin trató de suavizar la expresión de disgusto que se formaba en su rostro.
Cuando las propias víctimas hablaban del tema como si no fuera gran cosa, resultaba una falta de respeto mostrarse más alterada que ellos.
El derecho a compadecerse de la vida de otra persona solo se concede cuando el afectado lo permite.
—Entonces, ¿no es algo que ocurra solo una vez? ¿Podría pasar varias veces?
Preguntó Diarin con ligereza intencionada, y Halt respondió riendo entre dientes.
—Repetir esa mierda varias veces te deja completamente inútil. Y si llegas a eso, terminas volviéndote loco y muriendo en el campo de batalla. Pero, ¿qué importa? Si no podías soportarlo, ibas a morir tarde o temprano. Solo es cuestión de retrasarlo un poco.
Aunque hablaba de sus propios compañeros, no había ni rastro de compañerismo en sus palabras.
Diarin miró a Ceres.
Él tampoco mostraba calidez en su mirada hacia Halt.
—Aun así, al pasar tanto tiempo juntos, debió haber algo de vínculo, ¿no?
Halt se burló con una risa sarcástica.
—¿Un vínculo? Si eran tipos que, con una sola orden, podían cortarme el cuello, ¿por qué iba a tenerlo?
Ceres permaneció en un silencio que denotaba aprobación.
Estaba claro que, en un entorno lleno de enemigos, donde la muerte acechaba constantemente, mantenerse cuerdo era lo más difícil.
En el caso de Halt, incluso tras una breve observación, su carácter explicaba cómo había logrado resistir.
Pero, ¿y Ceres?
—¿Ceres, tú nunca perdiste tus recuerdos?
—No.
—Entonces, ¿te borraron la memoria nada más llegar y luego te entrenaron? ¿O te entrenaron primero y después te la borraron?
—Ah, eso lo sé. Llegó ya sin memoria —Halt intervino—. Ese tipo… desde niño era increíblemente guapo. Me preguntaba cómo alguien tan guapo había terminado aquí, y por eso lo recuerdo.
—…Ah.
Era una forma muy cruda de expresarlo, pero Diarin no podía evitar estar de acuerdo.
Ceres era muy atractivo.
Bien arreglado, su apariencia era impresionante. Tanto, que incluso comparado con príncipes reales no se quedaba atrás. Diarin no era la única que había pensado que parecía un príncipe de algún reino.
—Llegó como un recién nacido, sin saber nada. Pensé que no duraría mucho, pero mira, sobrevivió hasta el final.
La sonrisa torcida de Halt reveló una sombra ominosa que hizo que los vellos de Diarin se erizaran.
Si no estaba imaginando cosas, esa era una clara hostilidad.
Instintivamente, Diarin extendió una mano hacia Ceres y le sujetó el brazo.
Ceres miró su mano con indiferencia, pero no se movió según las indicaciones de Diarin. Sin embargo, a su manera, Ceres también comenzó a liberar una energía afilada y peligrosa.
—Detente.
Antes de que la atmósfera se volviera más tensa, Diarin intervino para mediar.
—Dijiste que no peleaban dentro del escuadrón. Entonces, ¿por qué quieres pelear ahora?
—No lo sé. Ese tipo me provoca ganas de pelear. Maldita sea… ¿Por qué tuvieron que traerme justo a esta casa?
—Pero Ceres no ha hecho nada.
—A veces hay personas con las que simplemente quieres pelear.
¿En serio hay personas así…?
Diarin soltó una risa nerviosa, incómoda.
—¿Ni siquiera los sacerdotes que los cuidaban se salvaron?
—¡Esos bastardos me miraban buscando problemas! ¡Cada vez que veía sus caras, sus ojos, narices y bocas parecían provocarme! ¿Cómo iba a soportarlo? ¡Mierda!
—¡Cálmate!
—¡Maldita sea! ¡Mieeerda!
De repente, Halt explotó en ira.
Ceres se levantó de golpe, empujando a Diarin detrás de él para protegerla.
Ese gesto no hizo más que avivar la rabia de Halt.
La mesa salió volando.
Diarin, atónita, vio los platos y utensilios elevarse por los aires.
¿Qué demonios estaba pasando?
Los perros estaban peleando, y parecía que la casa iba a ser destruida en el proceso.
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