⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Ceres atrapó a Diarin en un acto reflejo, recibiendo su cuerpo entre sus brazos.
Ambos tambalearon al mismo tiempo, quedando completamente pegados.
Fue un contacto físico mucho más cercano e intenso que cualquier abrazo casual o las veces que había sostenido su cabeza o cintura.
El cuerpo de Diarin, pequeño y suave, era el opuesto total al suyo.
El corazón de Ceres dio un vuelco, subió como un cohete y luego cayó.
Toda la atención de su cuerpo se concentró en Diarin.
El aroma dulce y pegajoso que tanto lo molestaba, la humedad incómoda, la sensación de un cuerpo empapado, los ruidos de otras personas, los molestos latidos del corazón de otros… Todo eso desapareció de su mente de golpe.
Solo podía percibir a Diarin.
Su tamaño, su calor, su aroma.
Ni siquiera en medio de un combate había estado tan concentrado en una sola cosa.
Siempre había estado alerta al filo de una espada frente a él y a la posible flecha que pudiera llegar por detrás.
¿Cómo era posible que ahora no pudiera ver ni oír nada más?
Ceres estaba desconcertado por su propio estado.
Cuando hay un problema, se debe reportar.
—… Estoy en un estado anómalo —murmuró Ceres con una voz baja y grave.
Diarin se alarmó de inmediato.
—¿Qué? ¿Dónde? ¿Qué te pasa?
Intentó mirarlo, pero estaba atrapada entre sus brazos, incapaz de moverse.
Por más que forcejeaba para liberarse, no había manera de superar la fuerza de Ceres.
Era como estar atrapada dentro de un tronco macizo.
Diarin decidió dejar de intentarlo y cambió de táctica: rodeó a Ceres con sus brazos, abrazándolo con fuerza para calmarlo.
—¿Ceres? Tranquilo… está bien, está bien.
Los dos cuerpos seguían completamente pegados.
Ceres cerró los ojos, escuchando los intensos latidos del corazón de Diarin, que resonaban con fuerza por todo su cuerpo.
Era igual de ruidoso que antes, pero esta vez no le molestaba.
—Huff… —exhaló lentamente, tal como Diarin le había enseñado.
El corazón de Ceres comenzó a sincronizarse con el de Diarin.
Aunque ambos latían rápido y fuerte, en el momento en que sus corazones empezaron a latir al mismo ritmo, la tensión desapareció.
Era como correr de la mano con alguien, una sensación segura y rítmica.
Poco a poco, los latidos se calmaron.
—¿Estás bien? El suelo está muy resbaladizo… No te lastimaste, ¿verdad? —preguntó Skinel, siempre eficiente.
Parecía haber notado exactamente cuándo Ceres empezaba a volver a la normalidad.
Fue entonces cuando Diarin, ya más relajada, asintió levemente.
Sin embargo, los brazos de Ceres seguían rodeándola con fuerza.
Parecía que no iba a soltarla fácilmente.
Diarin, resignada, le dio unas palmaditas en la espalda mientras murmuraba en voz baja:
—Ahí, ahí, tranquilo…
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—Este es un suplemento hecho con pétalos de Hadalian —anunció Skinel.
Para entonces, Skinel ya se había adaptado por completo a Ceres.
No importaba si Ceres se quitaba el albornoz, si lo llevaba cerrado o si simplemente lo colgaba del cuello; nada parecía afectarla.
Podría caminar despreocupadamente con el albornoz colgando y Skinel ni siquiera pestañearía.
La única sorprendida por este cambio radical era Diarin.
—Hace frío —comentó Ceres.
Sin embargo, parecía sentirse cómodo con el trato frío y profesional de Skinel.
No le importaba si le tocaba el cuerpo o si lo trataba como una máquina que desmontar y volver a ensamblar.
¿Algo está mal aquí? pensó Diarin, extrañada.
Aunque ella seguía sosteniéndole la mano durante el tratamiento, ambos parecían ignorarse mutuamente, como si el otro no existiera.
Diarin, atrapada entre los dos, se mantenía alerta por si algo pudiera explotar en cualquier momento.
Pero el tratamiento terminó sin incidentes.
—Listo —dijo Skinel con una cortesía impecable.
Sin embargo, su voz amable y su actitud cálida habían desaparecido por completo.
Un frío profesional emanaba de ella.
A Ceres parecía gustarle más este trato, lo que en el fondo era algo positivo.
Pero… ¿de verdad estaba bien?
Era como criar con amor a un cachorro y desear que todos lo adoraran, pero la gente lo tratara con indiferencia.
Quería preguntarles: ¿Por qué odian a mi cachorro? ¿Qué hizo mal?
Pero al cachorro parecía no importarle, incluso parecía preferirlo.
Diarin se sintió incómoda y no podía dejar de pensar en ello, perdiendo así la noción del tiempo.
—Sacerdotisa.
Justo cuando iba a salir de la habitación, Skinel la detuvo.
—¿Sí?
Diarin se detuvo, y Ceres también.
Skinel echó un vistazo a Ceres y negó con la cabeza.
—Ah, no es nada.
Diarin, que había entendido que Skinel quería hablar en privado, envió a Ceres de vuelta a la habitación.
Él era perfectamente capaz de pasear solo por la casa, aunque no le gustaba nada la idea.
—Volveré enseguida.
—…Está bien.
Ceres vaciló, pero Diarin lo empujó suavemente hasta que finalmente se fue.
Luego, volvió a mirar a Skinel con una sonrisa.
—Ya estamos a solas. ¿Qué querías decirme?
—¡Sacerdotisa! —exclamó Skinel emocionada, conmovida por la comprensión de Diarin.
Si es necesario, estaba lista para abrazarla, pero no podía hacerlo sin pensarlo bien.
Los sacerdotes suelen abrazar a las personas.
Es su deber, siguiendo la voluntad de los dioses, brindar amor y consuelo a quienes lo necesitan. Por eso, no rechazan a quienes buscan refugio en sus brazos.
Pero con Diarin era diferente. No podía abrazarla a la ligera, así que simplemente tomó sus manos entre las suyas.
Si llegaba a abrazarla, sentía que acabaría destrozada por las manos del joven amo de esa casa.
—¿Hay algo que le preocupe? —preguntó Diarin, cambiando su rol de cuidadora de mascotas al de sacerdotisa, su verdadera vocación.
Con un corazón compasivo dispuesto a escuchar cualquier problema y, si se ofrecía un pequeño donativo, incluso a usar su poder sagrado para bendecir a quien lo necesitara.
Esa actitud conmovió profundamente a Skinel una vez más.
—¡Sabía que la sacerdotisa se preocuparía por mí! Ah, ¿qué le parece si hablamos mientras se recuesta para recibir un tratamiento?
—¿Eh?
¿De repente?
—Sí, tengo suficientes ingredientes gracias a su generosidad, así que incluso si usamos un poco en usted, apenas se notará.
—Eso no es lo importante…
—¡Estos ingredientes son carísimos! Quiero cuidar del cuerpo de la sacerdotisa, que tanto se esfuerza.
Con cada argumento, Diarin comenzó a vacilar.
Un sacerdote debe ser austero, indiferente a las apariencias…
Pero los dioses ordenaron brindar amor.
Amarse a uno mismo también es amor.
Amémonos.
N/Nue: YO LA AMO AJJAJAJAJ.
Diarin, siempre obediente a la voluntad divina, decidió seguir el mandato.
—Entonces… ¿puedo aceptar su ofrecimiento?
Esto no es una tentación personal; es cumplir con la voluntad de los dioses.
Siguiendo las indicaciones de Skinel, Diarin se recostó en una cama.
Había visto a Ceres acostarse en ella, pero era la primera vez que lo hacía ella misma.
Aunque provenía de una familia noble, su pobreza le había impedido acceder a lujos como estos.
—Solo relájese. Yo me encargo de todo —dijo Skinel mientras empezaba a trabajar en su rostro con delicadeza.
El trato que le daba era completamente diferente al que ofrecía a Ceres, siendo amable y atenta, como cuando se conocieron.
—No cualquiera tiene esta oportunidad. Usted es especial, y este encargo lo demuestra —comenzó a decir Skinel mientras trabajaba con habilidad.
Le agradaban los clientes que pagaban por adelantado, lo que siempre era un buen comienzo.
Entiendo ese sentimiento. Cuando te tratan bien, es difícil no dejarse llevar.
Dinero y ascensos.
Nada mueve el corazón de las personas como las recompensas materiales.
—He trabajado con muchos jóvenes amos y señoritas, pero este joven es… algo fuera de lo común.
—¿De verdad? —preguntó Diarin, intrigada.
Era la primera vez que interactuaba con este joven en particular. ¿Qué tenía de especial?
En los últimos días, la casa se había llenado de más personas. Especialistas, como había mencionado Roben, habían llegado y fueron introducidos uno por uno.
Ceres, después de un periodo de adaptación, se sometió a sus cuidados, siempre sosteniendo la mano de Diarin.
Fuera de esos momentos, no interactuaba con ellos.
—¡Sí! Lo que más enloquece no es que alguien haga un escándalo, sino que te muestre su desagrado sin decir una palabra. Ese joven es así. ¿Cómo puede la sacerdotisa convivir con él?
—Ah… Bueno, nuestro joven amo no es muy bueno con las palabras, ¿verdad?
Para alguien que no conociera la situación, podría parecer así.
Pero escuchar críticas hacia su ‘cachorro’ le dolía, tanto que no pudo evitar defenderlo.
—No es que le falte habilidad para hablar, sino que simplemente no considera a las personas como personas. Yo he trabajado para todo tipo de amos, algunos exigentes y otros que tratan a los demás como inferiores. Estoy acostumbrada. Después de todo, técnicamente somos inferiores.
En términos de jerarquía, sí.
La diferencia entre nobles y plebeyos era tan grande como la que hay entre un árbol y la hierba.
Aunque, a veces, existían excepciones como Diarin, que era como una enredadera que confundía a todos.
—Una noche, tenía sed y salí a tomar un poco de agua. De alguna manera, él me vio. Sin hacer ruido, me observó y dijo: ‘No bebas’. ¿Qué, acaso le pareció demasiado valiosa una gota de agua?
Eso… probablemente era un gran malentendido.
Sabiendo cómo era Ceres, era más probable que el sonido del agua le resultara insoportable y no pudiera evitar salir corriendo.
Diarin, sin embargo, no sabía cómo explicar eso.
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