⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue

Las quejas de Skinel no terminaron ahí.

Todo lo que había acumulado, como si esperara esta oportunidad, explotó de una vez.

—Pero resulta que no soy la única que ha sufrido. El masajista estaba paseando porque tenía los hombros tensos y decidió frotarse la espalda contra un árbol, pero cuando él lo vio, lo miró como si quisiera matarlo. ¿De verdad el árbol es tan importante? ¿Acaso estaba diciendo que valemos menos que un árbol cualquiera?

Ha aguantado mucho… Con lo ruidoso que debió ser, era lógico que se molestara…

Diarin quedó perpleja ante las numerosas y absurdas situaciones que habían ocurrido sin que ella se diera cuenta.

Le pareció admirable que Ceres no hubiera explotado, limitándose solo a dar advertencias.

Sin embargo, seguía siendo algo que otros consideraban demasiado sensible.

Si solo se limita a mirar mal, prácticamente es una persona normal, ¿no?

Ese era el juicio de Diarin.

—Al principio, era tan guapo y joven que me emocioné un poco. Pero, bah, tonterías. Todo el mundo dice lo mismo: no importa cuán perfecto sea su aspecto, por dentro es el peor descarado.

El peor descarado.

Por primera vez, Diarin escuchó una opinión sobre Ceres de una tercera persona…

Y quedó profundamente satisfecha.

¡No es un perro rabioso! ¡Me lo han tratado como a una persona!

Estaba conmovida.

Había superado un nivel que solo podía describirse como irracional.

Por fin.

El corazón de Diarin se llenó de una emoción cálida y reconfortante.

—De todos modos, me sorprende cómo se aferra a usted como un niño pequeño. Supongo que debe ser usted alguien realmente bueno para que ese descarado joven amo dependa tanto de usted. Por eso quería desahogarme un poco. ¿He hablado demasiado?

—No se preocupe. Entre compañeros, es normal compartir estas dificultades.

Emocionada por el reconocimiento de que su ‘cachorro’ ya era una persona, Diarin respondió con aún más compasión.

—Ah, claro, es usted tan amable, sacerdotisa. Tal vez por eso tiene una piel tan hermosa. Viéndola de cerca, es realmente una belleza. Es una pena que su atuendo sacerdotal oculte tanta hermosura.

—…Eso es un halago excesivo.

Ahora que la veía como una buena persona, hasta su rostro parecía más hermoso.

Gracias a los elogios de Skinel, cuando Diarin se miró al espejo después del tratamiento, vio a una joven con una piel sorprendentemente radiante, casi irreconocible.

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La sensibilidad de Ceres era algo que se resolvería naturalmente con el tiempo.

Diarin no estaba preocupada por ello.

Hasta ahora, el progreso había sido más rápido de lo que esperaba.

Sin embargo, había una parte que requería atención urgente: la educación que Diarin debía impartirle.

—Ceres, los humanos son humanos porque hablan como humanos.

—Ajá.

—Por eso tienes que hablar como una persona.

—Ajá.

Ceres respondió sin comprender en absoluto.

—Las palabras que usas ahora son más parecidas a ladridos.

—¿…?

No entendió nada.

Diarin captó la confusión en su rostro.

Pero todo tenía un comienzo.

Había aprendido los conceptos de ‘me gusta’ y ‘no me gusta’ rápidamente. Ahora incluso sabía decir ‘está delicioso’.

Con una base sólida, expandir el vocabulario sería cuestión de tiempo.

—Recuerda que aprendimos las letras, ¿verdad?

—Ajá.

—Ahora vamos a aprender a escribir.

Ceres había avanzado mucho en la escritura de letras.

Incluso podía copiar textos de libros mejor que Diarin.

Si alguien lo viera, pensaría que era una copia hecha por un calígrafo profesional, gracias a su letra clara y elegante.

Sin embargo, no entendía el significado de lo que escribía; simplemente imitaba las formas.

—Hasta ahora, hemos priorizado tu apariencia y calma porque era lo urgente, pero creo que ya es hora de empezar.

Había abundante material para trabajar.

Había una montaña de libros que Roben había traído: manuales de etiqueta, conocimientos básicos e incluso cuentos infantiles.

Aunque Ceres había pasado años en el ejército, sin algún nivel básico de conocimiento, sería difícil para él participar en conversaciones.

—Aunque no sea algo urgente, creo que es necesario.

Diarin había pospuesto estos estudios porque consideraba que no eran de su responsabilidad.

Como sacerdotisa, había aprendido la etiqueta necesaria para tratar con la nobleza, pero no el protocolo para participar en los círculos sociales.

Cuando era niña, su hermano recibió clases de etiqueta, pero ella no tuvo esa oportunidad.

Después de todo, fue enviada directamente al templo, sin tiempo para aprender algo que no necesitaría.

Si yo misma no lo sé, ¿cómo se supone que lo enseñe?

Ese había sido su razonamiento inicial.

Pero el lenguaje era importante.

Aunque no llegara al nivel de una retórica refinada, debía al menos aprender expresiones variadas para ser considerado una persona plenamente desarrollada.

Aunque ya lo reconozcan como tal.

Diarin se encogió de hombros con orgullo y asintió decidida.

Ahora que era considerado un ser humano, ¡debía enseñarle a hablar como tal!

—Primero, vamos a aprender vocabulario.

Hay una gran diferencia entre no usar palabras porque no se quiere y no usarlas porque no se conocen.

Diarin abrió un libro.

El número de palabras que se usan en la vida diaria es limitado.

En lugar de intentar recordar palabras que no se usan habitualmente, decidió que leer libros al azar y aprender palabras nuevas sería más eficiente.

—Este libro se llama La casa roja en el bosque.

Diarin tomó un libro de la colección Los 100 mejores libros infantiles que Roben había traído.

Ceres se sentó muy cerca de ella, mirando el libro juntos.

—Esto dice: ‘bosque’, ‘roja’, ‘casa’.

Diarin señaló las palabras una por una con el dedo.

—Bosque, roja, casa.

Ceres repitió exactamente lo que Diarin decía.

Estaba tan cerca que al hablar, su aliento rozaba la mejilla de Diarin, provocándole cosquillas.

Ella, sintiéndose incómoda, lo miró de reojo.

Podía ver el perfil concentrado de Ceres mientras leía las palabras.

—…

Sintiendo que era una incomodidad solo para ella, Diarin se frotó disimuladamente la mejilla con la manga y volvió su atención al libro.

—En el cielo azul, los ojos se deslumbraron.

—¿En el cielo azul, los ojos se deslumbraron?

—Sí, deslumbrar.

—¿Deslumbrar?

Algunas palabras eran difíciles de entender solo al leerlas.

Ceres, que nunca había oído esa palabra antes, ladeó la cabeza mientras la repetía.