⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Los rayos de sol que brillaban a través de las hojas siempre eran hermosos, sin importar cuántas veces los viera.
Decían que la voluntad de los dioses estaba escondida en cada uno de esos rayos. Si existían, seguramente habitaban dentro de la luz del sol.
¿Qué me pasa? Qué pensamientos tan piadosos…
Diarin, quien había vivido una vida realmente sacrificada como sacerdotisa, creyó que quizá estaba acercándose más a lo divino.
Mientras reflexionaba, miró hacia Ceres, quien se encontraba observando las hojas iluminadas por el sol. Los rayos que atravesaban las ramas ocasionalmente le alcanzaban el rostro, provocando que cerrara los ojos momentáneamente.
—¡Eso es! ¡Eso justo!
Diarin aplaudió emocionada.
—¿…?
Ceres giró la cabeza, mirándola con expresión confundida.
—Cuando miraste el sol y entrecerraste los ojos. Hazlo de nuevo, pero esta vez mira al cielo.
Ceres obedeció sin cuestionar.
—No, no hacia allá. Mira en esta dirección.
Diarin sostuvo suavemente su rostro, girándolo hacia donde el cielo se veía más brillante. Los ojos de Ceres se fijaron en el azul profundo del cielo.
Como antes, la luz del sol estimuló sus párpados, haciendo que sus ojos comenzaran a cerrarse involuntariamente. Pero el instinto de soldado lo obligaba a mantener la vista fija, aunque sintiera un dolor punzante, como si el viento hiriera sus ojos.
—…Oh.
En ese momento, comprendió el significado de ‘deslumbrante’.
Los ojos le lloraban, y una lágrima rodó por su mejilla.
—¡Ay! Creo que fue demasiado tiempo. ¿Estás bien? ¿Te lastimé?
Al ver la lágrima, Diarin se apresuró a revisar sus ojos, preocupada.
—…Estoy bien.
—Déjame ver, por favor. ¿No te quemaste?
Para tranquilizarla, Ceres abrió los ojos de par en par, mostrando que no había daño.
—…
Los ojos de ambos se encontraron de cerca.
Diarin tragó saliva. Su garganta se tensó.
Sin embargo, no pudo alejarse ni apartar las manos que aún sostenían las mejillas de Ceres. Era como si algo la mantuviera inmóvil.
Los ojos oscuros de Ceres parecían un abismo.
Un profundo océano cuyo fondo no podía distinguirse. Mientras lo miraba, sentía que se hundía cada vez más en sus profundidades.
Entonces, una suave brisa sopló entre las hojas, dejando entrar la luz del sol.
La luz tocó el cabello y las pestañas de Ceres, y pareció descomponerse en pequeños destellos.
—…
Por un breve instante, Diarin quedó fascinada.
Era como si esa luz hiciera que él brillara.
—…Es deslumbrante.
—¿Eh? ¿Qué dijiste?
Ceres murmuró algo, pero sus ojos seguían fijos en Diarin.
—¿Dónde? ¿Todavía? ¿Te duele algo?
Ella, alarmada, comenzó a examinar nuevamente sus ojos.
Ceres negó con la cabeza, entrecerrando los ojos otra vez.
—Como el cielo.
—¿Como el cielo? ¿Te deslumbras al mirar el suelo también?
Eso sería un problema.
Diarin, ahora más preocupada, lo tomó de la mano y lo guió de regreso a la mansión.
—¿Será porque solo operabas de noche? ¿Tal vez eres sensible al sol? Volvamos a casa para asegurarnos.
Siempre había sido Ceres quien la arrastraba a sus escapadas. Pero esta vez, Diarin era quien lo llevaba de la mano, casi corriendo delante de él.
Ceres, que casi nunca veía la espalda de Diarin, se quedó mirándola mientras caminaban.
Sus ojos volvieron a entrecerrarse.
Parecía que seguía deslumbrado.
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—Es dulce.
—Sí… sí, lo es.
¡Mi cachorro finalmente empieza a hablar más!
Antes apenas podía decir ‘sí’, ‘no’, ‘detente’ y ‘quiero’. Pero ahora, tras días de leerle libros, las cosas estaban mejorando.
Mi inteligente cachorro avanzaba rápidamente en todo lo que aprendía.
Sin embargo, aunque enseñarle a hablar era posible, controlar qué decía resultaba más complicado.
—El pastel de queso es tan dulce como el aroma detrás de tus orejas.
—¡No huelas ahí! ¡Y aunque lo hagas, no lo digas!
Como comentario sobre el pastel, su oración era sorprendentemente larga. Para el Ceres de antes, aquello sería un milagro.
En cambio, para Diarin, era motivo de vergüenza.
Y esto llevaba ya varios días ocurriendo.
—¿Por qué? Es un buen olor.
—Para ti, quizá. Pero para los demás podría ser incómodo. ¿Qué te dije sobre decir cosas amables y bonitas?
—Hmm…
Era fácil enseñarle el significado de las palabras, pero difícil mostrarle cuándo y cómo usarlas.
Peor aún, una vez que aprendía algo, Ceres lo usaba para construir interminables frases nuevas.
—El pastel de queso es tan dulce como el aroma de Diarin.
—…….
Lo había pensado miles de veces, pero una vez más quería rendirse.
No cambiaría mucho si esta vez se sumaba a todas las anteriores.
Si renunciaba, no tendría a dónde ir ni un propósito para seguir viviendo.
—¡Argh!
Diarin apretó los dientes y contuvo su ira.
Entendía que, al ser la única persona visible en este mundo, se convirtiera en el estándar de comparación.
Sin embargo, esto ya era demasiado.
Solo pensar en que se utilizara en círculos sociales la forma en que se expresaban hacia ella la hacía sentir mareada.
—El plato de hoy ha sido preparado con un toque fresco, acorde con la primavera.
—Es un plato que se asemeja a los ojos de Diarin cuando reciben la luz de la mañana.
No había forma de soportar semejante espectáculo sin volverse loca.
Bueno, en realidad, si debutaba en la alta sociedad, probablemente nunca lo presenciaría.
¿Entonces no sería un problema?
No, pero antes de eso, no podía seguir soportando esta situación.
Y más que nada, su estricto sentido del deber la detenía.
Si iba a ayudar, no quería convertir a un loco en un loco en otra dirección.
—Habla sin mencionarme.
—…….
Ceres mantuvo la boca firmemente cerrada.
No era un acto de rebeldía.
Simplemente necesitaba tiempo para pensar.
—Si no estás acostumbrado a pensar en esa dirección, necesitarás tiempo.
Diarin decidió esperar pacientemente.
Ceres ya había avanzado mucho.
Podía permitirse ir un poco más despacio y relajarse.
Podía…
—…….
Sin embargo, los labios de Ceres no mostraban señales de abrirse.
Diarin, intentando contener su frustración, le metió un bocado de pastel en la boca a Ceres.
El chef había intentado un sabor nuevo que no había probado antes.
Había estado tan ocupada que nunca tuvo la oportunidad de experimentar con lo que realmente quería hacer. Ahora, teniendo la oportunidad de cocinar solo para dos personas, pudo liberar toda su creatividad.
—¿Qué tal?
Diarin no lo había probado, así que no sabía a qué sabía.
Quería comprobar si la expresión de Ceres coincidía con lo que ella sentiría al probarlo. Era una pequeña prueba sorpresa.
Ceres masticó varias veces para probar el sabor y frunció el ceño de inmediato.
—Sabe a mierda podrida.
—… ¿Qué?
Le pidió que hablara sin mencionarla, y lo primero que dice es ‘mierda’.
¿Por qué todo tiene que ser tan extremo?
¿O acaso Diarin y la mierda estaban más relacionados de lo que creía?
—No digas cosas desagradables sólo porque estás molesto. En serio, ¿a qué sabe?
—A mierda. Podrida.
—Solo cambiar el orden de las palabras no cambia el significado, ¿sabes?
—Mierda…
—¡Ya basta! No puedes hablar de mierda delante de la comida. Ni siquiera has comido mierda de verdad…
Mientras regañaba a Ceres, Diarin vio algo en su mirada que no quería descubrir jamás.
—Para propósitos de rastreo, comí algunos alimentos y…
—¡Para, para, para!
Diarin desesperadamente le tapó la boca.
Si escuchaba algo más, probablemente no podría comer ni siquiera el pastel que tenía en la mano, ni nada más hasta el día siguiente.
Ahora que lo pensaba, ¿por qué el Octavo Escuadrón había entrenado a sus miembros de manera tan extrema?
No era necesario que llegaran a comer cosas así.
Su frustración hacia el comentario de Ceres sobre el pastel se desvió hacia los responsables del Octavo Escuadrón.
—Está bien. Lo probaré yo misma.
Diarin miró el pastel que quedaba en su mano.
Desde el color, un verde brillante poco común en los platos normales, ya parecía sospechoso.
Con dudas, olfateó el pastel.
—El olor no está mal…
Un suave aroma a azúcar y miel flotaba en el aire.
Aunque había un olor peculiar que no podía identificar, no era desagradable.
Tal vez ese aroma particular no fuera del gusto de todos, pero tampoco era algo malo.
Con cautela, Diarin tomó un pequeño bocado del pastel.
Con miedo, lo dejó derretirse lentamente en su lengua, probando su sabor. Entonces, abrió los ojos de golpe.
—¡¿Qué es este sabor?!
Estaba increíblemente delicioso.
Incrédula, tomó otro bocado. Esta vez, en lugar de un pequeño mordisco, se metió un gran trozo en la boca.
Incluso comiéndolo con voracidad, seguía siendo delicioso.
Mientras más comía, más sabroso le parecía.
—Está delicioso.
—… No lo entiendo.
Ahora fue Ceres quien miró a Diarin con incredulidad.
Nunca antes había discutido con ella sobre el sabor de algo de forma tan directa.
Diarin, confundida, se dio cuenta de que su ‘niño’ había crecido demasiado.
Que Ceres se hubiera vuelto capaz de expresar su opinión era algo bueno.
Sin embargo, este pastel estaba realmente delicioso.
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