⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Acaso, señor Ceres, no se encuentra bien de salud?
De otra manera, no podía explicar cómo era posible percibir el sabor de esa forma.
—Estoy perfectamente.
Ceres definió de manera tajante su estado físico.
Si estaba tan seguro de que su cuerpo estaba en perfecto estado… ¿entonces podría ser…?
—¿Podría ser que el pastel está envenenado?
—…No, no es veneno.
Sin embargo, sus ojos parecían decir que el sabor era comparable al de un veneno.
Diarin fingió no haber entendido y volvió a fijar su atención en el pastel.
Si dos personas tenían opiniones divididas sobre el sabor, solo hacía falta buscar a alguien más para confirmar.
En ese momento, Skinel pasaba por el pasillo cercano.
—¡Ah, señorita Skinel!
—¿Sí?
—¿Podría venir a probar esto un momento?
—¿…Yo?
En esta mansión, todos, excepto Diarin, evitaban a toda costa sentarse cara a cara con el joven maestro durante las horas de trabajo.
Era natural, considerando la relación de empleador y empleado.
Además, entre los trabajadores, Ceres ya tenía la reputación de ser el ‘joven maestro insufrible’.
Nadie quería interactuar con él, ni siquiera por cortesía.
Cuando lo veían a lo lejos, cambiaban de camino, y si escuchaban que estaba en alguna parte, evitaban acercarse.
Esto le proporcionaba a Ceres una vida más tranquila, lo cual resultaba beneficioso para ambas partes.
—Este es un nuevo experimento del chef, pero no podemos decidir si está bueno o no.
Sin embargo, en este momento, la evaluación implacable de Ceres no dejaba espacio para tales consideraciones.
Para Diarin, este era el mejor pastel que había probado en su vida.
—Ah, ya veo… Está bien. Solo… ¿seguro que no está envenenado?
La expresión de Skinel mostraba que había entendido la situación, aunque no parecía contento.
Ya era incómodo estar en el mismo lugar que el joven maestro insufrible, y encima tenía que probar una comida desconocida.
Comprendiendo su incomodidad, Diarin explicó con urgencia:
—No, en serio, no lo está. Es solo que necesitamos dar una evaluación adecuada al chef, y esto está siendo difícil. Por favor, pruébelo y díganos lo que piensa, sin presión.
—Ah, está bien… entonces…
Skinel tomó un pequeño bocado, algo más tranquila.
Mientras saboreaba, sus ojos se abrieron de golpe y miró el pastel sorprendida.
—¡Dios mío, esto está delicioso! ¿Qué es esto? ¡Nunca había probado algo tan rico!
—¿Verdad que está delicioso? ¿A que sí?
—¿Cómo podría alguien decir que esto no está bueno?
Hasta el momento, los únicos que habían probado el pastel eran tres personas. Diarin estaba segura de que era delicioso, mientras que Ceres era el único en contra.
—¿Será que el carácter influye en el paladar?
La mirada de Skinel parecía expresar eso.
—Para ser justos, probemos con otra persona más.
Diarin sentía algo de pena al ver cómo Ceres siempre terminaba siendo el más detestado. Además, también era necesario confirmar si había algo extraño en su sentido del gusto.
Esta vez, Diarin llamó al masajista.
—¡Puaj!
Tras un bocado, el masajista expresó de manera muy gráfica la descripción de ‘sabor a mierda’ que había dado Ceres.
—¿Cómo es posible reaccionar así ante un pastel?
—¡Gracias al cielo no vomité! ¡¿Qué es esto?! Es realmente horrible.
—¿Es en serio? ¿No está exagerando?
—Lo juro por el nombre de Dios: es absolutamente repugnante.
Ceres miró a Diarin con una expresión que, aunque mantenía su rostro neutro, estaba claramente triunfante en sus ojos.
—¿Todos los demás dicen que está delicioso?
El masajista, al borde de las lágrimas, preguntó con cautela.
—No, el señor Ceres también dice que está malo.
—¡Ah!
El masajista levantó la cabeza como si hubiera sido salvado.
—¿De verdad? ¿El joven maestro también piensa que es horrible?
—Sabe a mierda podrida.
—¡Exacto! ¡Exacto! Es exactamente ese sabor.
La descripción de Ceres incluso podía llegar a conmover a alguien.
Diarin se cuestionó si debía aceptar que su perspectiva era más estrecha de lo que pensaba.
—Pero sigue siendo demasiado duro criticar así el trabajo de alguien.
—No, estoy completamente de acuerdo con su evaluación. Esa descripción es perfecta. No hay otra forma de describirlo.
El masajista defendió la opinión de Ceres.
Aunque la discusión no era sobre la forma en que se expresaban, Diarin no pudo evitar pensar en la etiqueta y el decoro que debía existir entre las personas.
Sin embargo, ¿qué sentido tenía intentar enseñarle modales aristocráticos al joven maestro?
Mientras Diarin se quedaba sin palabras, el chef apareció en escena.
—Ah, hoy preparé un sorbete ligero con frutas para limpiar el paladar después del postre pesado… ¿Eh?
La chef, sorprendida, se detuvo al notar que todas las miradas estaban puestas en ella.
La chef siempre presentaba sus platos, explicaba brevemente y desaparecía enseguida.
Ninguno de los dos, ni Diarin ni Ceres, eran especialmente apasionados por la cocina, por lo que solo escuchaban las explicaciones sin profundizar.
Tampoco tenían paladares exigentes, por lo que nunca pedían cambios ni sugerían ajustes en las recetas.
Pero, ¿qué era esta situación tan extraña, donde parecía que el plato contenía algo tan impactante como… excremento?
—¿Es normal que este pastel sepa diferente según la persona? —preguntó Diarin como representante del grupo.
La expresión de la chef, que finalmente reconoció el pastel que todos sostenían, se iluminó de repente.
—¡Ah, claro! Sí, este es un ingrediente peculiar. Es algo importado de un continente muy lejano, se llama ‘Rinjo’. Es una mezcla de hongos y queso. Aunque puede ser polarizante, quienes lo disfrutan lo encuentran increíblemente delicioso. Decidí probarlo para innovar… —la chef, visiblemente emocionada, comenzó a explicar en detalle.
Mientras la chef hablaba apasionadamente, los cuatro presentes intercambiaron miradas.
Era evidente que ambos lados, quienes lo encontraban delicioso y quienes lo odiaban, tenían su propia razón.
—Entonces, ¿qué se supone que debe sentir alguien al comerlo? —preguntó Diarin.
—¡Ah, para quienes les gusta, el sabor combina la intensidad cremosa y robusta del queso con un toque terroso de los hongos y un dulzor meloso en el regusto! —respondió la chef, sin contener su entusiasmo, olvidando su habitual timidez.
La descripción era impresionante.
Incluso alguien sin gran habilidad para expresarse podía hablar extensamente sobre su especialidad.
Esto elevó las expectativas de Diarin.
Si la chef había descrito el lado delicioso con tanto detalle, seguramente también podría explicar bien el sabor desagradable. Quizás incluso Ceres podría aprender de su manera de expresarse.
—Entonces, ¿cómo describiría el sabor para quienes no les gusta? —preguntó finalmente.
La chef mostró una sonrisa poco común y dijo:
—Bueno, dicen que sabe como mierda podrida.
—…
—…
—Jajaja, ¿no les parece gracioso? Pero sí, quienes no lo disfrutan suelen decir que realmente les sabe a mierda podrida. —La chef rió de manera genuina, al parecer encontrando la situación hilarante.
—¡¿Lo ven?! ¡Yo tenía razón, realmente sabe a mierda! —exclamó el masajista, reivindicando su opinión con fervor.
Diarin se sintió abatida.
No podía decir nada en contra de eso. Si incluso el creador del plato admitía que la descripción era precisa, no había forma de refutarlo.
Sin embargo, algo dentro de ella seguía resistiéndose. En la sociedad, definitivamente no podía usarse la palabra ‘mierda’ para describir un plato.
—¡Así que el joven maestro no es quisquilloso, sino que tiene un sentido del gusto extremadamente desarrollado! —comentó el masajista, visiblemente impresionado.
Por casualidad, el siguiente turno de Ceres era para un masaje.
Inspirado por el ‘descubrimiento’ del sabor a mierda, el masajista, normalmente distante, trató a Ceres con notable devoción.
—Es natural que alguien con un sentido tan agudo perciba los sabores con mayor intensidad. Es como el olor de un gas; si lo diluyes, puede parecer perfume de rosas. Pero personas con sensibilidad como nosotros, señor, lo percibimos tal cual es, mientras los demás lo confunden con algo más agradable.
Entre estos dos ‘camaradas del sabor a mierda’, Diarin se sentía sola al ser la única que había disfrutado del pastel.
De repente, se sintió aislada.
Diarin, con menos ánimo, se sentó en silencio en un rincón de la sala de masajes.
—Ahora que entiendo que el joven maestro no es de temperamento difícil, sino que posee sentidos extraordinarios, me esforzaré en encontrar algo que realmente se adapte a su gusto hoy mismo —declaró el masajista, lleno de entusiasmo.
Este sentido de camaradería era algo realmente impresionante.
Diarin permaneció en silencio, sintiéndose ajena a esta conexión.
Habitualmente, Ceres no tenía muchas interacciones con el masajista, más allá de respuestas simples como ‘me gusta’ o ‘no me gusta’.
Diarin siempre trataba de sacarle más información, pero el masajista, por su parte, no veía necesario complicarse.
—¿Qué opina de este aceite? Es el que menos le ha desagradado hasta ahora.
—Me gusta.
—¿Qué es lo que le gusta? ¿La textura al aplicarlo, el aroma, la fricción, la viscosidad, la sensación de calor? Cualquier detalle que note me ayudará a elegir mejor.
El masajista, normalmente directo, parecía inusualmente dispuesto a profundizar.
Incluso Diarin, intrigada, levantó la cabeza, olvidando su abatimiento.
Ceres observó en silencio las gotas de aceite que el masajista había aplicado en su antebrazo. Finalmente, habló:
—La sensación en la piel es como…
Diarin contuvo el aliento, esperando con nerviosismo que su comparación fuera aceptable.
—…como el tacto del cabello mojado de Diarin al rozar mi piel.
—¡Cof, cof! —Diarin casi escupió el pastel que había comido.
Justo cuando había logrado olvidar las referencias hacia ella, Ceres volvía con una nueva.
¿Qué era peor: las comparaciones con mierda o las constantes alusiones a ella?
En cualquier caso, ambas eran razones suficientes para querer desmayarse.
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