⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Sin embargo, la única que estaba a punto de volverse loca era Diarin.
—¡Ah, ya entiendo más o menos a qué te refieres! ¿Este aceite también tiene una sensación parecida?
El masajista, sin sonreír y con seriedad, escuchó la descripción de Ceres, tomó otro aceite y lo aplicó mientras preguntaba.
… Perdona, ¿estás de acuerdo con esa descripción? ¿De verdad? ¿En serio?
Sin embargo, el masajista, ocupado atendiendo a Ceres, no escuchó los gritos silenciosos del corazón de Diarin.
Ese día, se sentía especialmente sola.
Ceres observó el nuevo aceite que el masajista había traído y luego asintió con la cabeza.
—Es parecido, pero diferente. Esto se siente como cuando las puntas del cabello medio seco retienen gotas de agua.
—¡Oh, exacto! Es así. Cuando se aplica, parece algo seco, pero las puntas mantienen una sensación mucho más hidratada. Sabía que el joven amo podía notar estas cosas. Entonces, ¿cuál de los dos prefiere?
A pesar de las lamentaciones internas de Diarin, la consulta continuaba de manera seria.
Ahora que Ceres había comprendido cómo expresar sus impresiones, compartía sus opiniones sin reservas.
—Este no me gusta.
—¿Ah, no le gusta? ¿Qué es lo que no le agrada?
—Tiene un olor metálico mezclado con sangre, como si viniera de hierro empapado.
—Ah, sí, es cierto. Contiene algo más de hierro, lo que puede dar esa impresión. Entonces, evitaremos este tipo en lo posible…
Aunque sus comparaciones eran desconcertantes, sus descripciones eran bastante precisas.
Con una mezcla de resignación y sorpresa, Diarin, que había estado sosteniéndose la cabeza ante las observaciones mitad poéticas y mitad aterradoras de Ceres, parpadeó y levantó la mirada.
El masajista escuchaba con seriedad las palabras de Ceres y ajustaba las opciones en consecuencia.
Lo importante era que la comunicación de las preferencias estaba ocurriendo de manera clara, independientemente de cómo se expresaran.
—¿Qué tal este?
—No me gusta.
—Entendido. Entonces, este es más suave que el anterior.
—No me gusta. Más suave.
—De acuerdo, entonces también tenemos este otro…
Aunque Ceres no usaba palabras elegantes ni expresiones bonitas, al masajista no parecía importarle en absoluto.
Oh.
Diarin se dio cuenta de que su percepción del joven amo estaba equivocada.
¿Por qué el joven amo tendría que hablar con adornos poéticos?
Claro, la mayoría de los jóvenes amos en la sociedad usaban palabras dulces para esconder sus dagas envenenadas.
Pero ya fuera una daga o una flecha envenenada, Ceres era como un escudo de acero, firme e impenetrable.
¿Había necesidad de preocuparse?
A menos que planease pasar toda su vida en fiestas de sociedad, ¿qué importaba si era un joven amo algo grosero?
No es que no existan jóvenes así.
De hecho, la mayoría de los jóvenes amos eran bastante maleducados.
El ‘ideal’ de los jóvenes amos que muchas mujeres soñaban era simplemente ser amables y tener buenos modales.
…¿Era ese mi capricho?
Diarin se sintió impactada.
Ya que le había tocado cuidar de este ‘cachorro’, quería criarlo de manera que fuera adorable y querido donde fuera.
Pero no dejaba de ser un perro militar.
No importa cuánto lo intentara, un perro grande y entrenado para el combate no se convertiría en un pequeño cachorro lleno de mimos.
Ya veo… No existe ese joven amo que, con una sonrisa resplandeciente que hace florecer campos de flores a su alrededor, diga: ¿Bailarías conmigo, hermosa dama?
Diarin aceptó la realidad con amargura.
Reconocer los límites de su ‘pequeño’ y guiarlo en una dirección acorde a su aptitud sería la manera más sabia de ayudarlo.
Aunque no podía evitar sentir cierta decepción.
A título personal, los hombres que le gustaban a Diarin eran amables, encantadores y de belleza deslumbrante.
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A medida que Ceres comenzaba a interactuar más con las personas, cambiaba cada día.
Si uno exageraba un poco, bastaba con cerrar los ojos y abrirlos un instante después para notar que algo más en él brillaba.
Cierra los ojos durante un día completo y te costará reconocerlo.
—Es una tijera diseñada especialmente. ¿Le gustaría revisarla?
El estilista, orgulloso, mostró unas tijeras frente a Ceres.
Hasta entonces, no se había atrevido a sacar cuchillas ni tijeras delante de él, lo que había pospuesto el trabajo.
Aunque había cuidado su cabello, no podían cortarlo, así que su melena estaba convirtiéndose en un elegante pero enredado nido de cuervos. Finalmente había llegado el día de arreglarla.
Ceres examinó las tijeras con cautela.
—Hm.
Aunque tenían hojas, no se parecían en absoluto a unas tijeras comunes.
Parecían más aptas para ser lanzadas que para cortar algo.
El hecho de que alguien lograra fabricarlas era sorprendente.
La necesidad, como siempre, conducía a las soluciones.
—¡Gracias! Entonces, procederé con el corte.
El estilista, feliz por la aprobación, comenzó a trabajar en el cabello de Ceres.
Diarin observaba con ojos llenos de expectativa.
Una vez que arreglaran su cabello, todo sería perfecto.
Ceres ya tenía un aspecto impresionante, pero, ¿hasta dónde podría llegar con este toque final?
Las expectativas del estilista superaban incluso las de Diarin.
¡Por fin, hoy es el día!
Aunque su personalidad dejaba mucho que desear, no se podía negar que Ceres era un joven amo atractivo.
Sin embargo, su apariencia estaba tan descuidada como su temperamento.
No parecía un joven amo, sino un perro salvaje que había crecido rodando por el campo (sorprendentemente, era una observación precisa; el instinto humano a veces es notablemente acertado).
Cuando pensaba en cómo alguien con esa cara podía vivir de esa manera, se dio cuenta de que todo se debía a su pésima personalidad, y eso le dio un objetivo claro:
Domar ese cabello con sus propias manos, cueste lo que cueste.
Hoy era el día en que finalmente vería los frutos de su esfuerzo.
—¿Pasa algo?
El estilista llevaba varios minutos observando un mechón de cabello de Ceres sin mover un dedo.
Preocupada, Diarin le preguntó si había algún problema.
—¿Debería cortar esto también o no? Estoy muy indeciso.
—…¿En qué se diferencian?
—¡Son completamente diferentes! ¡Muchísimo! Mire, si no lo corto, el flequillo cubre un poco los ojos, dándoles un aire melancólico. Pero si lo corto, los ojos quedan al descubierto, resaltando su intensidad y dando una mirada más fuerte y afilada. ¡Es una diferencia crucial!
Diarin observó con atención.
No entendía nada.
—……
—¿Cómo puede no notar estas diferencias? —exclamó el estilista, frustrado por no ser comprendido, golpeándose el pecho.
—Bueno… ya que estamos, elija la opción que lo haga parecer más amable.
Entre la melancolía y la intensidad, Diarin intentó sugerir una tercera opción, por si acaso.
El estilista quedó paralizado ante el nuevo encargo.
—Intentaré… esforzarme… pero…
Era alguien que solía presumir que con la magia del cabello, cualquiera podía transformarse en lo que quisiera.
Sin embargo, incluso él reconocía que había límites humanos.
Hacer que Ceres pareciera amable era una tarea que quizás requería poderes divinos.
Pero su orgullo profesional no le permitía rendirse tan fácilmente.
—Bueno, al menos, al no tener barba, su imagen limpia y ordenada no debería ser un problema…
Mientras trabajaba, el estilista seguía preparando excusas.
—Ahora que lo menciona… —dijo Diarin, sorprendida—. Es verdad, no tiene barba.
Dado que no era hombre, nunca había pensado en ello antes.
Ahora que lo recordaba, desde que Ceres había llegado a la mansión, nunca lo había visto afeitarse.
Si bien le había enseñado a lavarse la cara y cepillarse los dientes, nunca le enseñó a afeitarse.
Era alguien que ni siquiera sabía bañarse correctamente antes de que se lo enseñara, así que era improbable que se preocupara por afeitarse por su cuenta.
El rostro de Ceres siempre había estado perfectamente liso, sin rastro de barba.
¿Será que no le crece barba?
Aunque había oído que existía ese tipo de personas, no encontraba otra explicación.
Seguramente no era tan joven como para que aún no le creciera.
—¿Será que se sometió a un procedimiento para evitar el crecimiento de la barba?
—¿Existen esos procedimientos?
Diarin era sacerdotisa, un oficio bastante alejado del mundo de los cuidados estéticos.
Había oído rumores de tratamientos para blanquear la piel o hacer más rojos los labios, pero nunca había tenido la oportunidad de verlos ni experimentarlos.
—Sí, los hay. Algunas personas los eligen porque les resulta tedioso afeitarse, o porque no les gusta que quede un tono azulado en la piel.
—Ah…
Diarin, sorprendida, asintió con la cabeza.
—¿Será que su cabello también es teñido?
—¿El cabello?
—Sí, es raro que un cabello tan negro como para absorber la luz sea completamente natural. Desde la primera vez que lo vi, asumí que era producto de un tratamiento.
Ceres había tenido ese cabello desde el momento en que lo conoció.
Como no podía responder ella misma, Diarin miró a Ceres en busca de una explicación.
—La barba se eliminó por completo para mantener la limpieza, pero del cabello no sé nada.
—¿Cómo que eliminada? ¿Dónde?
Ceres respondió con demasiada sinceridad a la pregunta.
—¡Quiere decir que se sometió a un procedimiento para eliminar toda la barba de raíz!
En la mansión no habían revelado que Ceres era un antiguo miembro de la unidad 8.
Si alguien se enteraba, sus vidas podrían correr peligro.
Diarin intervino rápidamente para controlar la situación.
Aunque no estaba del todo segura de qué tan coherente era la explicación, el estilista aceptó la respuesta.
—Oh… ya veo.
Intuyó que había razones profundas detrás de todo. Involucrarse en los secretos de los nobles no traía nada bueno.
—De todos modos, dicen que una vez que tiñes el cabello, es difícil cambiar el color. Cuesta mucho dinero y ni siquiera es seguro que funcione, especialmente con colores oscuros.
—Ah, entiendo…
Como era su área de especialización, el estilista hablaba incluso de cosas que nadie le había preguntado.
Fue entonces cuando Diarin tuvo una revelación.
¡Era el cabello!
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